DOMINGO -I- DE PASCUA -A-


MISA DEL DÍA DE PASCUA


PRIMERA LECTURA

 Lectura de los Hechos de los Apóstoles 10, 34a. 37‑43
Nosotros hemos comido y bebido con él, después de su resurrección
En aquellos días, Pedro tomó la palabra y dijo:
—Hermanos: Vosotros conocéis lo que sucedió en el país de los judíos, cuando Juan predicaba el bautismo, aunque la cosa empezó en Galilea. Me refiero a Jesús de Nazaret, ungido por Dios con la fuerza del Espíritu Santo, que pasó haciendo el bien y curando a los oprimidos por el diablo; porque Dios estaba con él.
Nosotros somos testigos de todo lo que hizo en Judea y en Jerusalén. Lo mataron colgándolo de un madero. Pero Dios lo resucitó al tercer día y nos lo hizo ver, no a todo el pueblo, sino a los testigos que él había designado: a nosotros, que hemos comido y bebido con él después de su resurrección.
Nos encargó predicar al pueblo, dando solemne testimonio de que Dios lo ha nombrado juez de vivos y muertos. El testimonio de los profetas es unánime: que los que creen en él reciben, por su nombre, el perdón de los pecados.
Palabra de Dios.

 REFLEXIÓN


“COHERENCIA DEL MENSAJE”
            Jesús viene en un momento crítico: las expectativas mesiánicas eran enormes, la situación de Israel es caótica e inaguantable por el despotismo de sus dirigentes políticos y religiosos, la corrupción ha minado todas las estructuras... se desea y necesita un cambio radical y se espera por todas partes un líder que asuma toda la esperanza y deseos del pueblo. Jesús aparece como el que concentra en si todas las cualidades que desea el pueblo y un grupo de “deseosos” del cambio se le une y lo anima.
            Sin embargo, hay algo que no cuadra con lo que ellos esperaban: Jesús no es el político lleno de avaricia y ávido de poder, sino todo lo contrario: es el hombre lleno de ternura, de comprensión, cercano, dialogante y sensible a todo el dolor de su pueblo... Esto no encaja con los resentimientos ancestrales, con la ley del talión, con el orgullo del pueblo elegido. La experiencia que tienen de vida a su lado es otra que llegan a explicarse, pues claramente ven que Él no va por ahí; sienten que Dios estaba con Él, y ese Dios-amor le hace realizar el bien a manos llenas, es lo que han vivido a su lado, es lo que han visto y aprendido y es lo único de lo que pueden hablar. Lo “otro” , lo que ellos esperaban, no tiene relación con lo que han vivido y han visto: “Nosotros somos testigos de todo lo que hizo en Judea y en Jerusalén...” y lo que han visto ha sido que “ pasó haciendo el bien y curando a los oprimidos por el diablo; porque Dios estaba con él.”
De otra cosa no pueden hablar y dan testimonio de lo que han vivido a su lado. Este es justamente el gran problema de la iglesia y de la gran mayoría de cristianos: tenemos muy poco de qué hablar de Jesús y, en cambio, mucho de leyes, de intereses, de economía, de poderes, de títulos, de cargos, de “cosas” de las que Él nunca quiso saber y mientras no vivamos la experiencia del amor y de la verdad hechas justicia y sea esa la realidad que llena nuestras vidas, el  mensaje que daremos no tendrá que ver nada con Jesucristo y, por tanto, no nos podremos quejar de cómo nos vaya.

Salmo responsorial  Sal 117, 1‑ 2. 16ab‑17. 22‑23


V/. Este es el día en que actuó el Señor: sea nuestra alegría y nuestro gozo. (o, Aleluya)

R/. Este es el día en que actuó el Señor: sea nuestra alegría y nuestro gozo.

V/. Dad gracias al Señor porque es bueno, porque es eterna su misericordia.
Diga la casa de Israel: eterna es su misericordia.

R/. Este es el día en que actuó el Señor: sea nuestra alegría y nuestro gozo.

V/. La diestra del Señor es poderosa, la diestra del Señor es excelsa.
No he de morir, viviré para contar las hazañas del Señor.

R/. Este es el día en que actuó el Señor: sea nuestra alegría y nuestro gozo.

V/. La piedra que desecharon los arquitectos, es ahora la piedra angular.
Es el Señor quien lo ha hecho, ha sido un milagro patente.

R/. Este es el día en que actuó el Señor: sea nuestra alegría y nuestro gozo.
  
SEGUNDA LECTURA

Lectura de la carta del Apóstol San Pablo a los Colosenses 3, 1‑4.
 Buscad los bienes de allá arriba, donde está Cristo
Hermanos:
Ya que habéis resucitado con Cristo, buscad los bienes de allá arriba, donde está Cristo, sentado a la derecha de Dios; aspirad a los bienes de arriba, no a los de la tierra.
Porque habéis muerto; y vuestra vida está con Cristo escondida en Dios. Cuando aparezca Cristo, vida nuestra, entonces también vosotros apareceréis, juntamente con él, en gloria. 
Palabra De Dios

REFLEXION

VIVIR EN COHERENCIA

Para Pablo hay algo que base y fundamento de todo: Dios ha tomado la naturaleza humana, la ha rescatado y la ha hecho suya, ya no hay posibilidad de pensar de otra forma, ha cambiado radicalmente todo: somos una raza nueva nacida de una raíz nueva que es Cristo, por pura lógica los nacidos de esa raíz dan los frutos de su naturaleza, y es incomprensible que se dé otra cosa o que haya otras aspiraciones, sería como algo que va en contra de la naturaleza: “aspirad a los bienes de arriba, no a los de la tierra.”
Esta reflexión que S. Pablo  desarrolla con una lógica aplastante es lo que constantemente no tiene en jaque, pues intentamos por todas partes coger el camino de en medio y querer demostrar que lo blanco es negro y viceversa, dándose muchísimas ves la gran paradoja de estar diciendo una cosa y haciendo completamente lo contrario; lógicamente, la credibilidad del mensaje la ponemos en peligro ya que el mensajero, con su vida, demuestra que no cree en lo que dice.


Secuencia


Ofrezcan los cristianos
ofrendas de alabanza
a gloria de la Víctima
propicia de la Pascua.

Cordero sin pecado
que a las ovejas salva,
a Dios y a los culpables
unió con nueva alianza.

Lucharon vida y muerte
en singular batalla
y, muerto el que es Vida,
triunfante se levanta.

¿Qué has visto de camino,
María, en la mañana?
—A mi Señor glorioso,
la tumba abandonada,


los ángeles testigos,
sudarios y mortaja.
¡Resucitó de veras
mi amor y mi esperanza!

Venid a Galilea,
allí el Señor aguarda;
allí veréis los suyos
la gloria de la Pascua.

Primicia de los muertos,
sabemos por tu gracia
que estás resucitado;
la muerte en ti no manda.

Rey vencedor, apiádate
de la miseria humana
y da a tus fieles parte
en tu victoria santa.
Amén. Aleluya.



Aleluya 1 Cor 5, 7b‑8ª   ( Si no se canta, puede omitirse)

Aleluya Aleluya.
Ha sido inmolada nuestra víctima pascual: Cristo. Así pues, celebremos la Pascua. Aleluya.

EVANGELIO

 Lectura del santo Evangelio según San Juan 20, 1‑9.
 El había de resucitar de entre los muertos
El primer día de la semana, María Magdalena fue al sepulcro al amanecer, cuando aún estaba oscuro, y vio la losa quitada del sepulcro.
Echó a correr y fue donde estaba Simón Pedro y el otro discípulo, a quien quería Jesús, y les dijo:
—Se han llevado del sepulcro al Señor y no sabemos dónde lo han puesto.
Salieron Pedro y el otro discípulo camino del sepulcro. Los dos corrían juntos, pero el otro discípulo corría más que Pedro; se adelantó y llegó primero al sepulcro; y, asomándose, vio las vendas en el suelo: pero no entró.
Llegó también Simón Pedro detrás de él y entró en el sepulcro: Vio las vendas en el suelo y el sudario con que le habían cubierto la cabeza, no por el suelo con las vendas, sino enrollado en un sitio aparte.
Entonces entró también el otro discípulo, el que había llegado primero al sepulcro; vio y creyó.
Pues hasta entonces no habían entendido la Escritura: que él había de resucitar de entre los muertos.
Palabra de Dios

REFLEXIÓN

BUSCANDO ENTRE LOS MUERTOS
           
Al leer el evangelio de hoy podemos observar algo curioso: María Magdalena, al amanecer, va al sepulcro para quedarse llorando ante el recuerdo de Jesús que ha terminado encerrado en aquella roca; después Simón Pedro y el otro discípulo van también corriendo al sepulcro buscando en la muerte el sentido y la respuesta de la vida. Es muy parecido a lo que hacemos todos: miramos atrás, a los que ya pasaron, a lo que dijeron e hicieron para afianzar y justificar lo que hacemos.
            Es curioso ver en este sentido toda la trayectoria de las cofradías de pasión y de gloria en estos días pasados de la semana santa: constantemente no hacen otra cosa que mirar hacia atrás, a lo que otros hicieron, a la fecha de sus estatutos  y vemos el gran trabajo que cuesta renovar  cualquier cosa para que puedan ser una verdadera catequesis actualizada. La misma cosa ocurre en grupos especializados de la iglesia: la constitución de ellos pesa más que el Espíritu y la vida que Cristo Resucitado las ha dado y, no digamos ya a niveles más altos de leyes y normas que se dieron en el tiempo para responder a situaciones concretas, vemos como se quedan  grabadas como en roca imposibles de mover.
            Era así como estaba estructurado todo cuando vino Jesús y Él quiso decir que el Espíritu de Dios está vivo y que la vida no se puede encasillar y cuando lo vivimos con toda su frescura viene a resultar una fuente de ilusión y de esperanza.
            Esto no lo pudieron soportar los autores y gestores de la muerte que lo tienen todo inmovilizado y sus esquemas están escritos en lápidas de mármol.
            El hecho de la resurrección es la gran noticia que desde el mismo principio se ha venido proclamando y ha revolucionado el mundo: que la muerte ha sido vencida, que el hombre  no está llamado a morir y que su final no es un sepulcro; que los que quieren imponer la muerte y establecer diferencia en el mundo entre los hombres, no tienen otra salida que su misma muerte.
            La resurrección es un poner boca arriba todo lo que tiene establecido el sistema de marginación, de explotación, de cerrazón, de opresión, de estrechamiento y angustia de muerte. Lo que Dios hace con Jesús es el grito en contra de todos los crucificadotes y vasallos de la muerte y la proclamación universal de que los despreciados de su sistema son glorificados, que la muerte no es el final del hombre, que nadie está solo en este mundo y que sus quejas no quedan en el vacío, que todo el que es maltratado tiene un defensor que ha de hacer justicia, cuando las cosas ya no tienen vuelta atrás.
            Ese Dios que ha resucitado a Jesús es también nuestro Padre y no es indiferente al dolor, a la explotación, al atropello que se hace a sus hijos y nuestras lágrimas le duelen como algo suyo.
            Ese Dios que ha resucitado a Jesús, está muy cerca dando fuerza y consolando al hijo que se vio afectado por la enfermedad, por la desgracia, por el dolor de cualquier tipo para que no se venga abajo.
            Ese Dios no está para condenar y castigar a nadie, sino para abrazarle y perdonarle cualquier metedura de pata que pueda ocurrirle en la vida… Por eso, la resurrección es la gran fiesta de los cristianos, es lo que hace que levantemos la cabeza ante cualquier dificultad o contratiempo, ante cualquier atropello que sufrimos. La resurrección de Jesús se convierte para todos nosotros en nuestro horizonte de triunfo