DOMINGO XXVI DEL T. ORDINARIO -A-

Lectura del profeta Ezequiel 18,25‑28
Cuando el malvado se convierte de su maldad, salva su vida

Así dice el Señor: "Comentáis: "No es justo el proceder del Señor." Escuchad, casa de Israel: ¿es injusto mi proceder?, ¿o no es vuestro proceder el que es injusto? Cuando el justo se aparta de su justicia, comete la maldad y muere, muere por la maldad que cometió. Y cuando el malvado se convierte de la maldad que hizo y practica el derecho y la justicia, él mismo salva su vida. Si recapacita y se convierte de los delitos cometidos, ciertamente vivirá y no morirá."
Palabra de Dios

REFLEXIÓN

“CADA UNO RESPONDE DE SUS HECHOS”  
            El texto de Ezequiel presenta un tema muy importante que en su tiempo revestía unas características muy distintas a las actuales, pero que, a pesar de las distancia en el tiempo y en la situación, sigue repitiéndose la misma cantinela y teniendo la misma sensación.
            El tema es la responsabilidad personal y colectiva, que cuando no se quiere asumir, le colgamos a Dios las culpas de aquello que dejamos de hacer.
            En tiempos de Ezequiel, el individuo pertenecía desde su nacimiento hasta su muerte al clan donde nacía y estaba obligado, bajo pena de muerte, a acatar las normas y directrices que daba el jefe del grupo, por tanto, su libertad estaba completamente anulada, y cuando las cosas no iban bien, el individuo culpaba a Dios de lo que ocurría.
            Cuando Dios tenía que dirigirse a alguien, lo hacía al jefe del grupo, que era también el que representaba a Dios y en nombre de Él, establecía las normas, sin posible arreglo o interpretación.
            La conciencia personal quedaba al margen del cumplimiento estricto exterior de las normas y de la ley; ésta obligaba y sometía al individuo a una observancia exterior, por eso, la autoridad, a la hora de juzgar, miraba solo la acción, pero jamás entraba en la conciencia del individuo, es decir: solo se miraba el pecado, pero no al pecador ni a su situación vital.
            Ezequiel se enfrenta al tema y sostiene que no se puede mantener esa situación de división en la persona, pues hay una relación entre el hecho y la situación vital del que lo hace, es decir: el que comete un acto es responsable de lo que ha hecho, de ahí recuperan sentido las palabras del Dt. 30,19, en donde se dice que va a depender todo en la vida, de la elección que hayamos hecho: “elige la vida y vivirás tú y toda tu descendencia…elige la muerte y morirás…”
            Por eso, Ezequiel rompe la mentalidad exculpadora y sostiene: “Cuando el justo se aparta de su justicia, comete la maldad y muere,…cuando el malvado se convierte de la maldad y practica el derecho y la justicia, él mismo salva su vida.." independientemente de la responsabilidad del jefe.
            Por tanto, no podemos eludir nuestra responsabilidad y colgarle a Dios ni a nadie, lo que nos corresponde a cada uno, creyendo que son los legisladores los que interpretan la voluntad de Dios y establecen la JUSTICIA, pues  no podemos confundir la “Legalidad” con la JUSTICIA, ya que las leyes, desgraciadamente, no tienen como referente la JUSTICIA, sino los intereses particulares.


Salmo responsorial: 24
Recuerda, Señor, que tu misericordia es eterna.
Señor, enséñame tus caminos, /
instrúyeme en tus sendas: /
 haz que camine con lealtad; /
enséñame, porque tú eres mi Dios y Salvador, /
y todo el día te estoy esperando.
Recuerda, Señor, que tu misericordia es eterna.
Recuerda, Señor, que tu ternura /
y tu misericordia son eternas; /
 no te acuerdes de los pecados /
ni de las maldades de mi juventud; /
acuérdate de mí con misericordia, /
por tu bondad, Señor.
Recuerda, Señor, que tu misericordia es eterna.
El Señor es bueno y es recto, /
y enseña el camino a los pecadores; /
hace caminar a los humildes con rectitud, /
enseña su camino a los humildes.
Recuerda, Señor, que tu misericordia es eterna.

Lectura de la carta del apóstol S. Pablo a los Filipenses 2,1‑11
Tened entre vosotros los sentimientos propios de Cristo Jesús

Hermanos: Si queréis darme el consuelo de Cristo y aliviarme con vuestro amor, si nos une el mismo Espíritu y tenéis entrañas compasivas, dadme esta gran alegría: manteneos unánimes y concordes con un mismo amor y un mismo sentir. No obréis por rivalidad ni por ostentación, dejaos guiar por la humildad y considerad siempre superiores a los demás. No os encerréis en vuestros intereses, sino buscad todo el interés de los demás. Tened entre vosotros los sentimientos propios de Cristo Jesús.
[Él, a pesar de su condición divina, no hizo alarde de su categoría de Dios; al contrario, se despojó de su rango y tomó la condición de esclavo, pasando por uno de tantos. Y así, actuando como un hombre cualquiera, se rebajó hasta someterse incluso a la muerte, y una muerte de cruz. Por eso Dios lo levantó sobre todo y le concedió el "Nombre‑sobre‑todo‑nombre"; de modo que al nombre de Jesús toda rodilla se doble en el cielo, en la tierra, en el abismo, y toda lengua proclame: Jesucristo es Señor, para gloria de Dios Padre.]
Palabra de Dios

REFLEXIÓN

“SER COHERENTES HASTA LA MUERTE 
            S. Pablo enfrenta el mismo problema que Ezequiel e invita a la comunidad de Filipos a dar un paso adelante: no aceptando el ser unos autómatas que cumplen al pie de la letra las leyes establecidas; invitándoles a que se liberen de la norma impuesta y que a lo que hacen, le metan su razón, su sentido y su impronta personal, no porque los obligue una ley, sino porque les nace de lo más profundo del corazón: “Tened los sentimientos que corresponden a quienes están unidos a Cristo Jesús” No se trata, pues de NO CUMPLIR LAS LEYES, sino de hacerlo desde dentro.
            El tema lo ha planteado también Jesús, como la única forma de romper la esclavitud: no son las cadenas de hierro las que hacen esclavos, sino las del corazón y de la mente que imposibilitan al hombre para ver hasta lo que físicamente lo esclaviza. No perdamos de vista la parábola de los talentos que contaba Jesús, en la que responsabiliza a cada uno de todo lo que ha hecho con la riqueza que se le ha dado.
            Pablo pone como ejemplo al mismo Cristo que, siendo Dios, ha tomado la decisión de no hacer uso de su posibilidad, no solo con respecto a su persona, sino que a ésta, la pone al servicio de la salvación de todos los hombres: Él mismo, que no ha cometido pecado, ha decidido cargar con el pecado de todos y expiar con su propia vida.
            Cristo se ha establecido como el máximo referente de responsabilidad colectiva: se ha hecho justificación para todos y nos invita a seguir sus pasos.


Lectura del santo evangelio según S. Mateo  21,28‑32
Recapacitó y fue

En aquel tiempo, dijo Jesús a los sumos sacerdotes y a los ancianos del pueblo: "¿Qué os parece? Un hombre tenía dos hijos. Se acerco al primero y le dijo: "Hijo, ve hoy a trabajar en la viña." Él le contestó: "No quiero." Pero después recapacitó y fue. Se acercó al segundo y le dijo lo mismo. Él le contestó: "Voy, señor." Pero no fue. ¿Quién de los dos hizo lo que quería el padre?" Contestaron: "El primero." Jesús les dijo: "Os aseguro que los publicanos y las prostitutas os llevan la delantera en el camino del reino de Dios. Porque vino Juan a vosotros enseñándoos el camino de la justicia, y no le creísteis; en cambio, los publicanos y prostitutas le creyeron. Y, aun después de ver esto, vosotros no recapacitasteis ni le creísteis."
Palabra del Señor

REFLEXIÓN

“EL CORAZÓN POR ENCIMA DE LA NORMA IMPUESTA  
            Jesús enfrenta ante los sacerdotes y los ancianos del pueblo la postura hipócrita que se sostiene, aparentando una imagen perfecta externa, mientras el corazón podrido va por otro lado.
            Los deja al descubierto con la parábola de los dos hijos que responden al padre, con las dos posturas típicas: la del que da una apariencia perfecta de corrección, de educación, de escucha… pero se da la media vuelta y no hace nada de lo que ha dicho; ha dejado una imagen perfecta, que es lo único que interesa, cosa que la ley lo proporciona  extraordinariamente, pero con su corazón va por otro lado..
            La otra postura es la del hijo a quien la imagen le importa un bledo: delante del padre queda hecho un desgraciado, pero después recapacita, se arrepiente y cambia su vida, sin importarle rectificar lo que había hecho: su imagen queda por los suelos.
            La pregunta que les lanza Jesús, les hace ver que la verdad no está en la imagen bonita que se ha dado, sino en el cambio que se ha producido en el corazón, cosa que ellos no han hecho ni aceptan.
            No ha sido la ley la que ha hecho cambiar a este tipo, sino el corazón, que le ha hecho reconocer en quien da la norma no a un amo, sino a un padre que lo quiere y, entonces, ve en la ley no la norma de un patrono que lo esclaviza, sino a un padre que lo orienta,  porque quiere que su hijo sea feliz.
            Este es el principio básico de la libertad, que nos lleva a entender que por encima de las leyes está el amor y, al mismo tiempo, nos ayuda a tener una capacidad crítica, para entender que una norma que atenta contra la libertad y la dignidad de una persona, no solo no se la debe respetar, sino que no debemos dejar que se establezca, porque el legislador que la impone, no busca el bien de la sociedad, sino el suyo particular.