DOMINGO XXIV TIEMPO ORDINARIO -A-


Perdona la ofensa a tu prójimo, y se te perdonarán los pecados cuando lo pidas

El furor y la cólera son odiosos; el pecador los posee. Del vengativo se vengará el Señor y llevará estrecha cuenta de sus culpas. Perdona la ofensa a tu prójimo, y se te perdonarán los pecados cuando lo pidas. ¿Cómo puede un hombre guardar rencor a otro y pedir la salud al Señor? No tiene compasión de su semejante, ¿y pide perdón de sus pecados? Si él, que es carne, conserva la ira, ¿quién expiará por sus pecados? Piensa en tu fin, y cesa en tu enojo; en la muerte y corrupción, y guarda los mandamientos.
Recuerda los mandamientos, y no te enojes con tu prójimo; la alianza del Señor, y perdona el error.
Palabra de Dios


REFLEXIÓN

           
“EL CONFLICTO DE LAS LEYES” 
            El texto del Eclesiástico nos presenta una situación que suele ser muy frecuente y aún más en los tiempos en que vivimos en los que estamos viendo cómo la ley se apaña de acuerdo a los intereses que predominan,  de tal forma que, con mucha tristeza y dolor vemos que no es a la JUSTICIA y a la VERDAD  a quienes se sirve, sino al poder.
            El autor del libro Ben Sira, ve por un lado todas las leyes que se encuentran en el Pentateuco,  pero ve cómo se juega con ellas y, entonces, distingue dos planos completamente distintos, aunque aparentemente son iguales: el plano de la justicia y la verdad, que es el plano de Dios y que, en definitiva es la última palabra y el destino supremo: ante Él no van a valer los cambalaches que hayamos montado, las estrategias legales que hayamos hecho  y que nos han permitido matar y salir a la calle  con la cabeza alta o robar millonadas sin tener que devolver un solo céntimo.
            Por otro lado se encuentra con la JUSTIC IA Y LA VERDAD, ante las que no habrá posibilidad de cambiar las cosas, aunque las leyes nos hayan absuelto y, a la hora de la verdad, nuestra astucia para burlar las leyes, será nuestra peor acusación. Por eso, el autor del libro invita a la sensatez:
                        “Si tienes el corazón lleno de rencor y estás ansiando la venganza, ¿qué esperas que haga Dios contigo? ¡¡Aunque las leyes te den la razón!!
                        “Si estás alimentando el rencor y no te compadeces de tus semejantes… ¿Qué esperas que hagan contigo? ¿Cómo se te puede ocurrir pedir misericordia para ti?
            El autor nos recuerda que aquí estamos de paso: “Piensa en tu fin, y cesa en tu enojo; en la muerte y corrupción, y guarda los mandamientos.”. Somos simples mortales y nos estamos jugando nuestro destino supremo, que es la Alianza que Dios ha hecho con nosotros; por tanto,  debemos pasar por alto todo lo que es  secundario y pasajero.
 

Salmo responsorial: 102

El Señor es compasivo y misericordioso, lento a la ira y rico en clemencia.
Bendice, alma mía, al Señor, /
 y todo mi ser a su santo nombre. /
Bendice, alma mía, al Señor, /
y no olvides su beneficios. R.
 El Señor es compasivo y misericordioso, lento a la ira y rico en clemencia.
Él perdona todas tus culpas /
y cura todas tus enfermedades; /
él rescata tu vida de la fosa /
y te colma de gracia y de ternura. R
El Señor es compasivo y misericordioso, lento a la ira y rico en clemencia.
No está siempre acusando /
ni guarda rencor perpetuo; /
no nos trata como merecen nuestros pecados /
ni nos paga según nuestras culpas. R.
El Señor es compasivo y misericordioso, lento a la ira y rico en clemencia.
Como se levanta el cielo sobre la tierra, /
se levanta su bondad sobre sus fieles; /
como dista el oriente del ocaso, /
así aleja de nosotros nuestros delitos. R
El Señor es compasivo y misericordioso, lento a la ira y rico en clemencia.
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 SEGUNDA LECTURA
 
Lectura de la carta del apóstol S. Pablo a los Romanos 14,7‑9
En la vida y en la muerte somos del Señor

Hermanos: Ninguno de nosotros vive para sí mismo y ninguno muere para sí mismo. Si vivimos, vivimos para el Señor; si morimos, morimos para el Señor; en la vida y en la muerte somos del Señor. Para esto murió y resucitó Cristo: para ser Señor de vivos y muertos.
Palabra de Dios



REFLEXIÓN

“VIVIR SIN HORIZONTES”  
            Es muy común el que la gente se acomode en ideologías que las convierten en programas de vida, con el peligro de convertirse en Jueces intolerantes de los que no piensan como ellos; hoy lo estamos viendo a cada momento: entre las izquierdas y las derechas, entre nacionalistas y ciudadanos de a pie, entre religiosos, creyentes, ateos, agnósticos o de cualquier religión. Cada uno se levanta con su bandera diciendo que es el poseedor de la verdad absoluta y con el derecho a juzgar, insultar y hasta despreciar al otro, acusándose todos de intolerantes.
            Esto no es moda de ahora; ya en tiempos de S. Pablo ocurría lo mismo, revestido de otras formas, pero era el mismo problema de fondo: los más apegados a la tradición (los débiles) ponían su fe en no comer carnes, guardando un régimen estricto de ascetismo, en cambio,  los “progres” (los fuertes) saltaban por encima de cualquier norma y se quedaban tan tranquilos criticando a los otros. Ambos se acusaban de lo mismo y se condenaban por las mismas cosas. ¿Quién llevaba la razón? ¡¡Ninguno!! Pues a ambos les faltaba lo fundamental: la sensatez, el respeto, el amor, que están por encima de toda ley o norma.
            Y Pablo les recuerda algo que con frecuencia se olvida y nos hace creernos los más grandes e indispensables para que este mundo siga funcionando: “Ninguno de nosotros vive para sí mismo y ninguno muere para sí mismo “ Es decir: Ninguno está aquí porque él lo haya determinado o elegido, sino porque ha sido invitado y Dios le hizo el gran regalo de poder gozar de esa invitación a la vida; lo único que debe hacer es ser feliz, haciendo que los demás también lo sean; si es que no entiende esto así y se dedica a amargarle la existencia a todos los que tiene a su alrededor, no es más que un pobre imbécil que se está haciendo indigno del regalo que le han dado.
            No vale la pena vivir de otra forma que no sea amando, pues es el único camino y la única forma de responder al regalo que se nos ha hecho y que conduce al destino supremo.
            Sin embargo, de todo esto nos olvidamos y nos amarramos a ridiculeces que nos achatan el horizonte.


Lectura del santo evangelio según S. Mateo  18,21‑35
No te digo que le perdones hasta siete veces, sino hasta setenta veces siete

En aquel tiempo, se adelantó Pedro y preguntó a Jesús: "Señor, si mi hermano me ofende, ¿cuántas veces le tengo que perdonar? ¿Hasta siete veces?" Jesús le contesta: "No te digo hasta siete veces, sino hasta setenta veces siete.
Y a propósito de esto, el reino de los cielos se parece a un rey que quiso ajustar las cuentas con sus empleados. Al empezar a ajustarlas, le presentaron uno que debía diez mil talentos. Como no tenía con qué pagar, el señor mandó que lo vendieran a él con su mujer y sus hijos y todas sus posesiones, y que pagara así. El empleado, arrojándose a sus pies, le suplicaba diciendo: "Ten paciencia conmigo, y te lo pagaré todo." El señor tuvo lástima de aquel empleado y lo dejó marchar, perdonándole la deuda. Pero, al salir, el empleado aquel encontró a uno de sus compañeros que le debía cien denarios y, agarrándolo, lo estrangulaba, diciendo: "Págame lo que me debes." El compañero, arrojándose a sus pies, le rogaba diciendo: "Ten paciencia conmigo, y te lo pagaré." Pero él se negó y fue y lo metió en la cárcel hasta que pagara lo que debía. Sus compañeros, al ver lo ocurrido, quedaron consternados y fueron a contarle a su señor todo lo sucedido. Entonces el señor lo llamó y le dijo: "¡Siervo malvado! Toda aquella deuda te la perdoné porque me lo pediste. ¿No debías tú también tener compasión de tu compañero, como yo tuve compasión de ti?" Y el señor, indignado, lo entregó a los verdugos hasta que pagara toda la deuda.
Lo mismo hará con vosotros mi Padre del cielo, si cada cual no perdona de corazón a su hermano."
Palabra del Señor


 REFLEXIÓN

“HASTA SETENTA VECES SIETE”

            Es muy probable que los apóstoles se hubieran enfrascado en algunas de sus discusiones y se metieran en el  problema moral de hasta qué punto es conveniente perdonar o castigar pues, si perdonamos, damos pie a que el infractor se tome la confianza y ande atropellando, ¡que más da, total, sabe que después va a ser perdonado…! por otro lado está la dignidad de la persona y “no me voy a rebajar a niveles que pueda el otro permitirse el lujo de pensar que yo me he sometido…” ¿Se puede dar el perdón gratuito o se ha de exigir  un compromiso?
            La conversación tuvo que ponerse al rojo vivo para que Pedro se acercara a Jesús para pedirle que aclararse el asunto. No sé si Pedro se quedó convencido de la respuesta de Jesús, pero lo que sí estoy seguro es que tuvo que quedarse desconcertado y chorreando –como solemos decir- pues a su generosidad de darle la oportunidad  7 veces Jesús le contestó: Siempre y todo (setenta veces siete), es decir: hay que pasar la vida en actitud de perdón, perdonando siempre, de la misma manera que hay que hacer de la vida un acto de acción de gracias.
            El perdón no tiene un precio ni límites, no es algo selectivo, ni es algo fuera de lo corriente; para alguien que cree en Jesús y se siente hijo de Dios es algo connatural, pues mi Padre Dios es así: Él hace salir el sol para buenos y para malos y manda la lluvia sobre justos e injustos (Mt. 5,45) y es bueno con todos” (Lc. 6,35)
            Si Dios es así y yo me siento hijo suyo, no puedo ser diferente a mi Padre.
            Ciertamente, no es nada fácil lo que Cristo está proponiendo, pero es completamente lógico, y por eso propone la parábola para que se pueda ver escenificado: el que había sido perdonado, lo fue de una deuda imposible de pagar, ascendía a diez veces el presupuesto nacional con que contaba Herodes, en cambio el otro compañero le estaba debiendo el sueldo de un día.
            Tampoco Dios se ha puesto a pensar que nos podemos tomar la confianza y estaremos saltándonos todo a la torera y atropellando, ni que se ha rebajado y ha perdido su dignidad: Él ha dado el primer paso, así es que no nos debemos preocupar, ya está dado, no somos los primeros ni tenemos que rebajarnos ante nadie, ya lo ha hecho Él.
            Todos nos quedamos asombrados ante ejemplos, que esporádicamente salen a la luz, de personas que han sido capaces de perdonar una fuerte agresión que se les ha hecho y se les pone como modelos de heroísmo, pero eso  es ser cristiano, es haber aprendido a rezar el Padrenuestro y comprenderlo; lo que no se puede permitir ni encajar dentro del ser cristiano, son los apaños que hemos hecho, de tal manera que podemos seguir llamándonos discípulos de Jesús negándonos a perdonar. Si hacemos esto le estamos pidiendo a Dios que Él haga lo mismo que hacemos nosotros.
            Alguien escribía por ahí: el infierno es el lugar donde no se perdona, por tanto, es obra de los hombres; esto se ve claro cuando nos encontramos pueblos o familias en donde se guarda el rencor por generaciones y en lugar del perdón ponen la venganza. Cuando nos encontramos con situaciones de estas, automáticamente decimos: “esto es un infierno”.