SOLEMNIDAD DEL SANTÍSIMO CUERPO Y SANGRE DE CRISTO






PRIMERA LECTURA

Lectura del libro del Éxodo 24, 3‑8 
Esta es la sangre de la alianza que hace el Señor con vosotros

            En aquellos días, Moisés bajó y contó al pueblo todo lo que había dicho el Señor y todos sus mandatos; y el pueblo contestó a una: -“Haremos todo lo que dice el Señor.+ 
            Moisés puso por escrito todas las palabras del Señor. Se levantó temprano y edificó un altar en la falda del monte, y doce estelas, por las doce tribus de Israel. Y mandó a algunos jóvenes israelitas ofrecer al Señor holocaustos, y vacas como sacrificio de comunión. Tomó la mitad de la sangre, y la puso en vasijas, y la otra mitad la derramó sobre el altar. Después, tomó el documento de la alianza y se lo leyó en alta voz al pueblo, el cual respondió: 
            -“Haremos todo lo que manda el Señor y lo obedeceremos.+ 
            Tomó Moisés la sangre y roció al pueblo, diciendo: -“Ésta es la sangre de la alianza que hace el Señor con vosotros, sobre todos estos mandatos.” 
Palabra de Dios. 

REFLEXIÓN

…Y VUELVE A TROPEZAR  EN LA MISMA PIEDRA”
            Dios se adelanta al pueblo y sale al encuentro ante la situación que está viviendo: lo hizo cuando estaban en Egipto: allí vio cómo el pueblo era maltratado y le salió al encuentro enviando a Moisés que les llevaba la propuesta de salir de la esclavitud a cambio de que se unieran y empezasen a sentirse como hermanos; si ellos aceptaban la propuesta, Él los sacaría de Egipto del yugo del Faraón y les daría una tierra que mana leche y miel, los haría un pueblo libre y grande entre todas las naciones, siempre que ellos no se postrasen ni sirvieran a ningún otro dios.
            Ahora, que ya habían experimentado cómo Dios no los deja solos, cómo los ha sacado con brazo fuerte y ha obrado prodigios para sacarlos de la esclavitud del faraón, les sale de nuevo al encuentro proponiéndoles un pacto que se sella con la sangre que es derramada sobre el altar y sobre el pueblo, indicando que el que rompa el pacto se hace reo de la sangre. El pueblo contesta a la propuesta de Dios: —«Haremos todo lo que manda el Señor y lo obedeceremos”; pero no pasará mucho tiempo y los intereses, la desidia, la envidia, los celos, los prejuicios… se meterán en el pueblo, lo mismo que entra la polilla en la madera y poco a poco va destruyendo todo lo valioso que hay en el pueblo y en cada persona, hasta hacer que se olviden de su propia dignidad y consideran que Dios es un enemigo antes que un Padre y un amigo; y hacer que el pueblo se olvide de la misericordia de Dios, que ha venido demostrándole, saliendo a su encuentro para ayudarle a salir de los atolladeros donde se ha metido, jugándoselas todas por él.
            La historia vuelve a repetirse como con un calco en cada etapa de la vida de la sociedad, de cada pueblo y de cada persona: volvemos a caer en las mismas tentaciones, volvemos a repetir las mismas bajezas y estupideces y volvemos a destruirnos con los mismos argumentos. Por algo se dice que el hombre es el único animal que tropieza dos (mil) veces en la misma piedra”

Salmo responsorial Sal 115,12‑13.15 y 16bc. 17‑18 (R/.:13)

R/. Alzaré la copa de la salvación, invocando el nombre del Señor. 
)Cómo pagaré al Señor todo el bien que me ha hecho?
Alzaré la copa de la salvación, invocando su nombre. R/. 
R/. Alzaré la copa de la salvación, invocando el nombre del Señor. 
Mucho le cuesta al Señor la muerte de sus fieles.
Señor, yo soy tu siervo, hijo de tu esclava;
rompiste mis cadenas. R/. 
R/. Alzaré la copa de la salvación, invocando el nombre del Señor. 
Te ofreceré un sacrificio de alabanza,
invocando tu nombre, Señor.
Cumpliré al Señor mis votos
en presencia de todo el pueblo. R/. 
R/. Alzaré la copa de la salvación, invocando el nombre del Señor. 
 

SEGUNDA LECTURA


Lectura de la carta a los Hebreos 9, 11‑15
La sangre de Cristo podrá purificar nuestra conciencia

Hermanos: 
Cristo ha venido como sumo sacerdote de los bienes definitivos. Su tabernáculo es más grande y más perfecto: no hecho por manos de hombre, es decir, no de este mundo creado. 
No usa sangre de machos cabríos ni de becerros, sino la suya propia; y así ha entrado en el santuario una vez para siempre, consiguiendo la liberación eterna. 
Si la sangre de machos cabríos y de toros y el rociar con las cenizas de una becerra tienen el poder de consagrar a los profanos, devolviéndoles la pureza externa, cuánto más la sangre de Cristo, que, en virtud del Espíritu eterno, se ha ofrecido a Dios como sacrificio sin mancha, podrá purificar nuestra conciencia de las obras muertas, llevándonos al culto del Dios vivo. 
Por esa razón, es mediador de una alianza nueva: en ella ha habido una muerte que ha redimido de los pecados cometidos durante la primera alianza; y así los llamados pueden recibir la promesa de la herencia eterna.
Palabra de Dios.

REFLEXIÓN


"CUANDO EL RITO SUPLANTA A DIOS"  
            Cristo se presenta como contrapunto al ritualismo del templo: para los judíos el templo es el espacio donde se encuentra Dios, el lugar donde su presencia lo llena todo y lo santifica todo, pero esa presencia y esa acción de Dios está sometida al imperio de unas leyes y unas normas estrictas que no tienen en cuenta para nada a la persona y ésta desaparece para que resplandezca la norma, el rito. La sangre de los machos cabrios comprados en el templo, o la forma de rociar la ceniza de esos animales sacrificados, se le daba la fuerza de limpiar los pecados, con lo que el mismo rito o la misma ceniza suplantaban a Dios.
            Cristo viene y da un cambio radical a todo esto: se entiende que un rito es para aplacar, dar gracias pedir o bendecir a Dios, pero cuando es el mismo Dios el que realiza esa acción para el hombre, el rito pierde toda su fuerza y solo tiene consistencia en tanto en cuanto está íntimamente conectado con el sentir de Dios y la vida del hombre.
            El mismo tema que plantea la carta a los Hebreos vuelve a tener una actualidad enorme en nuestros días: ¿Qué es lo que perdona los pecados, la forma cómo pedimos perdón o Dios Padre, lento a la cólera y rico en misericordia que viendo el arrepentimiento de sus hijos y los deseos de salir de su situación levantan sus ojos a Él, a quien perciben, como Padre amoroso? ¿Qué es lo que llega a Dios, una liturgia hecha a la perfección y cuidada hasta el extremo o la vida sincera de una comunidad que se expresa ante su Padre y comparte entre los HERMANOS sus alegrías, sus penas, sus triunfos y sus fracasos?
Es posible que ambas posturas que deben ir juntas, se disocien y entonces caemos en abusos en un extremo o en otro de forma que hacemos de la liturgia y del rito un teatro vacío y sin sentido, y convertimos la celebración de la Eucaristía o cualquier otro sacramento en una especie de “sustituto” que tranquiliza nuestra conciencia y nos dispensa de seguir a Jesús en el día a día.
            O también podemos llegar a comulgar a Cristo ritualmente sin llevarnos a comulgar con los hermanos; comer el pan eucarístico volviendo la cabeza para no ver el hambre de los millones de hermanos y el atropello de su dignidad; cerrando los ojos ante todo el abuso que existe, que está llevando a la cruz a millones de personas, o darnos la paz sin eliminar de nuestros corazones los resentimientos, las críticas, los prejuicios… esa forma de hacer es comer el cuerpo ritualmente, pero no es reconocer lo que el Señor nos dejó.


Aleluya Jn 6, 51
Yo soy el pan vivo que ha bajado del cielo
-dice el Señor-;
el que coma de este pan vivirá para siempre.



EVANGELIO

Lectura del santo evangelio según san Marcos     14, 12‑16. 22‑26
Esto es mi cuerpo. Ésta es mi sangre

            El primer día de los Ázimos, cuando se sacrificaba el cordero pascual, le dijeron a Jesús sus discípulos:  -“¿Dónde quieres que vayamos a prepararte la cena de Pascua?” 
Él envió a dos discípulos, diciéndoles: -“Id a la ciudad, encontraréis un hombre que lleva un cántaro de agua; seguidlo y, en la casa en que entre, decidle al dueño: “El Maestro pregunta: ¿Dónde está la habitación en que voy a comer la Pascua con mis discípulos?” 
            Os enseñará una sala grande en el piso de arriba, arreglada con divanes. Preparadnos allí la cena.” 
            Los discípulos se marcharon, llegaron a la ciudad, encontraron lo que les había dicho y prepararon la cena de Pascua. 
            Mientras comían, Jesús tomó un pan, pronunció la bendición, lo partió y se lo dio, diciendo:  -“Tomad, esto es mi cuerpo.” 
            Cogiendo una copa, pronunció la acción de gracias, se la dio, y todos bebieron. 
Y les dijo:  -“Ésta es mi sangre, sangre de la alianza, derramada por todos. Os aseguro que no volveré a beber del fruto de la vid hasta el día que beba el vino nuevo en el reino de Dios.” 
            Después de cantar el salmo, salieron para el monte de los Olivos. 
Palabra del Señor.
 
REFLEXIÓN


PAN QUE SE DEJA AMASAR Y UVA QUE SE DEJA TRITURAR 
Jesús solía reunirse constantemente con sus discípulos y con otros amigos para comer y en torno a la mesa fue fortificando sus relaciones. Cada encuentro en la mesa con Jesús era un encuentro salvador, creador de amistad, de fraternidad, de compromiso; ese había sido su estilo, y ese fue el estilo que quiso para sus amigos.
Ahora era consciente que se trataba de la última vez que se sentaría a la mesa con ellos para hablarles del reino, de su proyecto de salvación y de libertad, quería que recordasen toda su vida este momento, que se les quedase grabado cómo era Él, qué era lo que sentía y cómo había enfrentado su vida, para que se convirtiese en referente para ellos:
Los ha querido tanto, le duele tanto su pueblo, que quiere ser la fuerza que los mantenga en pie, la alegría el coraje y la esperanza que les haga arremeter contra las dificultades.
La máxima expresión de lo que se puede hacer por alguien a quien se quiere, la realiza en esta cena: se ha hecho PAN, es decir alimento, fuerza, vida, se ha hecho bebida, vino, que calma la sed y deja la alegría y la paz de Dios.
Los símbolos que nos deja para expresar la realidad que ha hecho son enormemente elocuentes:
EL PAN es de un trigo que se ha dejado moler, aplastar, hasta hacerse harina y una harina que se ha dejado amasar, golpear, mezclar, revolver, fermentar... hasta llegar a tomar el gusto y la forma que le conviene al panadero para que esté al gusto del consumidor... ese PAN es Jesús, esa ha sido la voluntad del Padre, que ya no ha podido hacer más por el hombre y, esto es lo que ha hecho Jesús: se ha dejado en las manos del hombre para que él lo modele, lo amase, lo identifique con su vida, con sus sentimientos y lo convierta en el alimento de su cuerpo.
EL VINO: todos tenemos una idea perfecta de cómo se hace el vino: una uva que se deja pisar, triturar, estrujar hasta que le sale la última gota de su jugo, una uva que deja perder su imagen hermosa para hacerse liquido que calma la sed o que se deja fermentar hasta adquirir los grados que el hombre necesita para sentir el calor y el ardor de su fuerza, una uva que acepta perderlo todo para convertirse en alegría para el hombre. Ese es Cristo, eso es lo que le ha pedido el Padre y eso es lo que Él ha hecho, es el gran regalo que nos ha dejado, es la oferta que nos ha hecho en su nueva alianza, más no se puede dar, más no se puede pedir.
Ahora nos toca a cada uno de nosotros aceptar el regalo y llenarnos de toda su grandeza y hacer de nuestras vidas un nuevo “pan” y un nuevo “vino”, o pasar de largo y despreciarlo; de hecho hoy se aboga por despreciarlo como algo inútil, como algo trasnochado, que no está a la altura del mundo que vivimos, pues el hombre actual se considera tan grande, que no necesita de un regalo de este tipo y, tan orgulloso de si mismo, que lo último que haría es rebajarse a estos niveles, como para hacerse trigo que se muele y harina que se deja amasar o uva que se deja triturar y estrujar para que otros vivan y sean felices a su costa