DOMINGO -XXIV- DEL TIEMPO ORDINARIO -B-



PRIMERA LECTURA

 Lectura del libro de Isaías 50, 5‑9ª
Ofrecí la espalda a los que me apaleaban

 El Señor me abrió el oído;
yo no resistí ni me eché atrás:
ofrecí la espalda a los que me apaleaban,
las mejillas a los que mesaban mi barba;
no me tapé el rostro ante ultrajes ni salivazos.
El Señor me ayuda,
por eso no sentía los ultrajes;
por eso endurecí el rostro como pedernal,
sabiendo que no quedaría defraudado.
Tengo cerca a mi defensor,
¿quién pleiteará contra mí?
Comparezcamos juntos.
¿Quién tiene algo contra mí?
Que se me acerque.
Mirad, el Señor me ayuda,
¿quién me condenará?
Palabra de Dios.

 
REFLEXIÓN


“FIDELIDAD A DIOS, FIDELIDAD AL HOMBRE”   

            El texto que nos presenta hoy la liturgia pertenece a la sección del “Tercer Canto del Siervo de Yahvé”  (Is. 50,4-11) Sabemos que es una figura extraña que utiliza Isaías que no se sabe exactamente a quién se refiere: ¿es un profeta, es el pueblo…?
            Lo que aparece con toda claridad es que se trata de un “discípulo fiel” dispuesto a  escuchar a aprender y asumir lo que se le pida.
            Su disponibilidad es total y sabe perfectamente que la misión que se le encomiendo no es nada fácil y le va a acarrear insultos, golpes, desprecio y marginación, pero tiene la completa seguridad de que el que lo envía y lo sostiene no lo va a dejar en la estacada, sino que está a su lado y no va a permitir que sus enemigos se salgan con la suya.
            Esta seguridad en Yahvé le da ánimos incluso para desafiar a los enemigos, sabiendo que lo van a machacar: “Tengo cerca a mi defensor, ¿quién pleiteará contra mí? Comparezcamos juntos. ¿Quién tiene algo contra mí? Que se me acerque”.
            Tiene la certeza de que cualquier intento de ataque contra Dios está llamado al fracaso, pues Dios es el testigo y garante de la verdad y de la inocencia.
            Isaías lanza su mensaje al pueblo en una situación crítica para reforzar la confianza: solo la vuelta a Dios y el ponerse en sus manos es lo único que los puede salvar y eso no puede fallar, por más fuerte que se presente el enemigo.
            Indudablemente el mensaje tiene un eco formidable en nuestros días y en la situación que estamos viviendo donde se ha intentado por todos los medios borrar a Dios del horizonte del hombre, pero a la vuelta de los años y de las conclusiones a las que estamos asistiendo, nos damos cuenta que lo que se ha hecho es destrozar al hombre y no hay otro asidero que restituya la dignidad sino Dios, Él no falla y con Él, la fuerza del enemigo se revuelve contra él mismo.

 Salmo responsorial Sal 114, 1‑2. 3‑4. 5‑6. 8‑9

R/.  Caminaré en presencia del Señor en el país de la vida.

Amo al Señor, porque escucha mi voz suplicante,
porque inclina su oído hacia mí el día que lo invoco. R/.
R/.  Caminaré en presencia del Señor en el país de la vida.

Me envolvían redes de muerte,
me alcanzaron los lazos del abismo,
caí en tristeza y angustia.
Invoqué el nombre del Señor:
“Señor, salva mi vida.” R/.
R/.  Caminaré en presencia del Señor en el país de la vida.

EL Señor es benigno y justo,
nuestro Dios es compasivo;
el Señor guarda a los sencillos:
estando yo sin fuerzas, me salvó R/.
R/.  Caminaré en presencia del Señor en el país de la vida.

Arrancó mi alma de la muerte,
mis ojos de las lágrimas,
mis pies de la caída.
Caminaré en presencia del Señor
en el país de la vida. R/.
R/.  Caminaré en presencia del Señor en el país de la vida.

 
SEGUNDA LECTURA

 Lectura de la carta del apóstol Santiago 2, 14‑18
La fe, si no tiene obras, está muerta

¿De qué le sirve a uno, hermanos míos, decir que tiene fe, si no tiene obras? ¿Es que esa fe lo podrá salvar?
Supongamos que un hermano o una hermana andan sin ropa y faltos del alimento diario, y que uno de vosotros les dice: “Dios os ampare; abrigaos y llenaos el estómago”, y no les dais lo necesario para el cuerpo; ¿ de qué sirve?
Esto pasa con la fe: si no tiene obras, por sí sola está muerta.
Alguno dirá: “Tú tienes fe, y yo tengo obras. Enséñame tu fe sin obras, y yo, por las obras, te probaré mi fe.”
Palabra de Dios.

 
REFLEXIÓN

 
“OBRAS SON AMORES Y NO BUENAS RAZONES”    

            Uno de los grandes peligros que nos acechan constantemente y que se han venido dando a través de los siglos, es el de hacer apartados en la persona: una cosa es el trabajo, otra la vida privada; una cosa es la vivencia de la fe y otra la vida relacional con la gente… y así, vemos a un individuo que es de una forma en un sitio y de otra manera en otro, hasta el punto que el individuo que nos encontramos en la iglesia, no se parece en nada al que nos encontramos en el trabajo, o en la vida social, o en los negocios.
            Ciertamente, eso no se puede admitir, por mucho que haya muchas teorías que lo sostienen, porque la unidad del individuo, es indivisible y es el mismo en todas partes.
            Santiago sale al frente de este peligro, que puede desviarse y llevarnos a permitir una concepción errónea del mismo S. Pablo, sobre su doctrina de la fe y las obras, cuando sostiene que solo la fe salva, y es verdad, puesto que la salvación es un regalo de Dios, que no ha estado condicionado por nuestras obras, pero también es cierto que, aquel que se siente regalado con la salvación, sus obras se ponen en conexión con ese regalo y responde con el mismo amor que se le ha tenido, lo cual está ya indicando que se ha aceptado la salvación que se le ha dado.
            De ahí que, Santiago plantee su teoría sobre la coherencia: una fe que no se manifiesta con obras, no es fe, está vacía, no sirve para nada.
            Alguien puede argumentar que su interior no puede ser juzgado y que, solo Dios  lo conoce; por supuesto, nadie nos vamos a convertir en jueces del interior de nadie, pero –siguiendo el consejo de Jesús- de un interior bueno, es imposible que salgan obras malas y lo mismo al contrario. No juzgamos el interior de nadie, sino las obras externas que presentamos y que, son las que dicen lo que verdaderamente hay dentro y somos.
            Es muy bueno que leamos con frecuencia esta catequesis que nos da Santiago, ya que tenemos el peligro constante de llenarnos de palabras grandilocuentes, mientras nuestra actuación deja mucho que desear.

 
Aleluya Gal. 6,14
Dios me libre de gloriarme si no es en la cruz del Señor,
en la cual el mundo está crucificado para mí, y yo para el mundo.

 
EVANGELIO

Lectura del santo evangelio según san Marcos 8, 27‑35
Tú eres el Mesías... El Hijo del hombre tiene que padecer mucho

 En aquel tiempo, Jesús y sus discípulos se dirigieron a las aldeas de Cesárea de Felipe; por el camino, preguntó a sus discípulos:
-“¿Quién dice la gente que soy yo?”
Ellos le contestaron:
-“Unos, Juan Bautista; otros, Elías; y otros, uno de los profetas.”
EL les preguntó:
-“Y vosotros, ¿quién decís que soy?”
Pedro le contestó:
-“*Tú eres el Mesías.”
É1 les prohibió terminantemente decírselo a nadie.
Y empezó a instruirlos:
-“EL Hijo del hombre tiene que padecer mucho, tiene que ser condenado por los ancianos, sumos sacerdotes y escribas, ser ejecutado y resucitar a los tres días.”
Se lo explicaba con toda claridad. Entonces Pedro se lo llevó aparte y se puso a increparlo. Jesús se volvió y, de cara a los discípulos, increpó a Pedro:
-“¡Quítate de mi vista, Satanás! ¡Tú piensas como los hombres, no como Dios!”
Después llamó a la gente y a sus discípulos, y les dijo:
-“EL que quiera venirse conmigo, que se niegue a sí mismo, que cargue con su cruz y me siga. Mirad, el que quiera salvar su vida la perderá; pero el que pierda su vida por mí y por el Evangelio la salvará.”
Palabra del Señor.

 
REFLEXIÓN

 
 “FE Y CREENCIA”    

             Con frecuencia confundimos  “Creer” con “Tener FE” y son dos cosas que no están necesariamente unidas:
            CREER puede ser un acto intelectual por el que yo creo en algo, en la existencia de algo que me han dicho o que yo mismo he constatado o imagino, pero que no quita ni pone nada a mi vida. En este sentido podemos decir que todo el mundo es creyente y cada uno tiene sus  “dioses” en los que cree y a los que  da culto a su manera; “dioses” que representa en miles de formas: desde la de un balon  de futbol con su templo que es el estadio , a un billete de 500 € con su templo que es un banco. Podemos poner bastantes más “dioses” en los que se cree y a los que se rinde culto y se pone la vida a su disposición, entre los que se puede encontrar muchísimas formas de la religiosidad popular, cuya creencia se centra en una imagen o en un “santón”, del tipo que sea.
            LA FE significa el encuentro con una PERSONA (Jesucristo) que ha llenado mi vida y me ha transformado hasta el punto que confío en Él, me fío de Él, hago mios sus presupuestos, acepto sus propuestas porque las considero mías, su palabra se convierte en mi razón de vivir y en la respuesta de mi vida. SU proyecto de vida se convierte en mi proyecto hasta el punto que se puede llegar a decir aquello de S. Pablo: “No soy yo quien vive, es Cristo quien vive en mi”
            Lógicamente, una actitud de FE, no está regida por normas, por cumplimientos, por ritos, por…
La FE  verdadera transforma la vida y la adecua a Jesucristo y a su causa; por eso, cuando nos preguntan por Jesucristo, no se trata de  la respuesta que demos diciendo lo que pensamos con las palabras, sino lo que realmente tiene de peso en nuestras obras.
            Solo se me ocurre una pregunta para que nos las respondamos a nivel individual: Si Jesús nos preguntara hoy: ¿Qué pinto yo en tu vida cuando haces tus decisiones?. Nos daremos cuenta que puede ocurrir que seamos “creyentes” pero que no tenemos fe alguna.