PRIMERA LECTURA
Lectura
del segundo libro de los Reyes 5, 14‑17
Volvió Naamán al profeta y alabó al Señor
En aquellos días, Naamán de Siria bajó al
Jordán y se bañó siete veces, como había ordenado el profeta Eliseo, y su carne
quedó limpia de la lepra, como la de un niño.
Volvió con su comitiva y se presentó al
profeta, diciendo:
-“Ahora reconozco que no hay dios en toda
la tierra más que el de Israel. Acepta un regalo de tu servidor.”
Eliseo contestó:
-“¡Vive Dios, a quien sirvo! No aceptaré
nada.”
Y aunque le insistía, lo rehusó.
Naamán dijo:
-“Entonces, que a tu servidor le dejen
llevar tierra, la carga de un par de mulas; porque en adelante tu servidor no
ofrecerá holocaustos ni sacrificios a otros dioses fuera del Señor.”
Palabra
de Dios.
REFLEXIÓN
El libro del levítico indica ya cómo hay que tratar a una
persona tocada por la lepra, pues se entiende que la enfermedad es la
manifestación externa del pecado que se ha cometido, por tanto, es el mismo
Dios quien margina al enfermo y lo desprecia, la ley no hace más que establece
lo que Dios ha ordenado que se haga: “El
que ha sido declarado enfermo de afección cutánea andará harapiento y
despeinado, con la barba tapada y gritando: ¡Impuro, impuro! Mientras le dure
la afección seguirá impuro. Vivirá apartado y tendrá su morada fuera del
campamento” (Lv 13, 45-46).
Esta concepción de la enfermedad no se puede mantener hoy
bajo ningún aspecto, de la misma manera, tampoco es posible mantener hoy
ciertas actitudes y ciertas “mentalidades” que están haciendo un daño tremendo:
estoy recordando en estos momentos algunos momentos en los que tuve que
plantarme duro y negarle a alguien la posibilidad de ser padrino de un niño
pues era intolerable que se presentase en una iglesia siendo el representante
de padres y de comunidad por el simple hecho de ser el más rico de la comarca,
pero al mismo tiempo el más explotador, ladrón y violador, pero el dinero le
hacía ser “persona de bien”. Pero sí habría que revisar muchas de las
concepciones que hoy tenemos de muchas cosas que llevan a establecer las mismas
actitudes de desprecio y marginación que la ley de Israel establece con la enfermedad.
Salmo
responsorial Sal 97, 1. 2‑3ab. 3cd‑4 (R.: cf. 2b)
R.
El Señor revela a las naciones su salvación.
Cantad al Señor un cántico nuevo,
porque
ha hecho maravillas:
su diestra le ha dado la victoria,
su santo brazo. R.
R.
El Señor revela a las naciones su salvación.
El Señor da a conocer su victoria,
revela
a las naciones su justicia:
se acordó de su misericordia y su fidelidad
en
favor de la casa de Israel. R.
R.
El Señor revela a las naciones su salvación.
Los confines de la tierra han contemplado
la victoria de nuestro Dios.
Aclama al Señor, tierra entera,
gritad, vitoread,
tocad. R.
R.
El Señor revela a las naciones su salvación.
SEGUNDA LECTURA
Lectura
de la segunda carta del apóstol san Pablo a Timoteo 2, 8‑13
Si perseveramos, reinaremos con Cristo
Querido
hermano:
Haz
memoria de Jesucristo, resucitado de entre los muertos, nacido del linaje de
David.
Éste
ha sido mi Evangelio, por el que sufro hasta llevar cadenas, como un malhechor;
pero la palabra de Dios no está encadenada.
Por
eso lo aguanto todo por los elegidos, para que ellos también alcancen la
salvación, lograda por Cristo Jesús, con la gloria eterna.
Es
doctrina segura: Si morimos con él, viviremos con él. Si perseveramos,
reinaremos con él. Si lo negamos, también él nos negará. Si somos infieles, él
permanece fiel, porque no puede negarse a sí mismo.
Palabra
de Dios.
REFLEXIÓN
“LA
RESPUESTA AL REGALO RECIBIDO”
Continuamos
la lectura de la carta que Pablo le escribe a Timoteo en la que va confesándole
su vivencia del regalo que Cristo le ha hecho,
cosa que, al no ser entendida por los demás, le van a hacer la guerra,
pero él ha de vivir en coherencia con su
nueva realidad, coherencia que se
constituye en principio vital de su existencia: si ha muerto con Cristo, vivirá
con Él; si sufre con Cristo, reinará con Él, pues tiene la seguridad de que Él
no falla; Él es fiel y Pablo no tiene otra respuesta que reconocer el bien que
se le ha hecho viviendo en coherencia.
La
única respuesta que se puede dar al gran regalo que ha recibido de Cristo es el
reconocimiento y la fidelidad; traicionar y negar con la vida lo que se ha
hecho con nosotros, supone la negación de nosotros mismos.
Aleluya 1 Ts
5, 18
Dad gracias en toda ocasión: ésta es la
voluntad de Dios en Cristo Jesús respecto de vosotros.
EVANGELIO
Lectura
del santo evangelio según san Lucas 17, 11‑19
¿No ha vuelto más que este extranjero para dar gloria a Dios?
Yendo
Jesús camino de Jerusalén, pasaba entre Samaria y Galilea. Cuando iba a entrar
en un pueblo, vinieron a su encuentro diez leprosos, que se pararon a lo lejos
y a gritos le decían:
-“Jesús,
maestro, ten compasión de nosotros.”
Al verlos, les dijo:
-“Id
a presentaros a los sacerdotes.”
Y, mientras iban de camino,
quedaron limpios. Uno de ellos, viendo que estaba curado, se volvió alabando a
Dios a grandes gritos y se echó por tierra a los pies de Jesús, dándole
gracias.
Éste
era un samaritano.
Jesús tomó la palabra y dijo:
-“¿No
han quedado limpios los diez?; los otros nueve, ¿dónde están? ¿No ha vuelto más
que este extranjero para dar gloria a Dios?”
Y le dijo:
-“¡Levántate,
vete; tu fe te ha salvado!”.
Palabra
del Señor.
REFLEXIÓN
HAY MUCHAS COSAS QUE CAMBIAR
La mentalidad existente en tiempos de Jesús sobre la
enfermedad está expresada en el libro del levítico: la enfermedad es la
manifestación externa de un pecado cometido en contra de Dios que castiga
retirando la salud; de alguna manera la
enfermedad es la cara visible del pecado, por eso un leproso era un excluido, un
marginado de la vida social y religiosa, era considerado un pecador y un impuro, por eso eran
expulsados de la ciudad o, si es que los dejaban dentro, eran recluidos a
barrios marginales donde Vivian aislados con otros leprosos sin poder acercarse
a nadie, ni asistir a ceremonias religiosas ni fiestas ni a nada: “El que ha
sido declarado enfermo de afección cutánea andará harapiento y despeinado, con
la barba tapada y gritando: ¡Impuro, impuro! Mientras le dure la afección
seguirá impuro. Vivirá apartado y tendrá su morada fuera del campamento” (Lv
13, 45-46).
Los sacerdotes, como guías espirituales y religiosos del
pueblo, estaban encargados de diagnosticar ciertas enfermedades y de
restablecer al enfermo a la vida pública una vez que había curado dándole un
certificado de modo que le permitiese ser reinsertado en la sociedad después de
haber hecho un rito de purificación.
El relato presenta a diez hombres tocados por la enfermedad
de la lepra; 9 de ellos eran judíos y uno samaritano, un hombre despreciable,
proscrito, infiel, un hereje…
Cuando quedan curados los diez, tan solo el samaritano
vuelve para dar las gracias, de la misma manera que en tiempos de Eliseo le
ocurrió a Naamán, el sirio, después
de verse curado, volvió a dar las gracias y a reconocer la grandeza del Dios de
Israel.
Jesús hace caer en la cuenta del detalle: no hay cosa peor
que la soberbia y el orgullo que no reconoce el bien que se le hace y se cree
con todos los derechos: ni estos 9 judíos ni los que había en tiempos de Naamán
reconocieron el bien que Dios les estaba haciendo, solo los extranjeros, los
despreciados guardan sentimientos de agradecimiento mientras que el pueblo de
Israel no solo ha perdido estos sentimientos, sino la misma educación que lleva
a ser agradecidos por el bien que se recibe.
Con frecuencia escuchamos decir: “fulanito no es una persona
de iglesia, pero jamás lo oyes hablar mal de nadie, y jamás deja tirado a nadie…
una persona que te lo encontrarás allí donde se le necesita…”
En cambio, solemos encontrarnos con muchísima frecuencia
todo lo contrario: gente muy religiosa con una lengua envenenadora, con un
egoísmo exacerbado incapaces de el más mínimo rasgo de misericordia y de perdón…
pero eso sí, pasan todo el día rezando y están apuntados a varias cofradías.
Ciertamente, no es esa la generalidad, pero aunque sea la
excepción resulta tan escandalosa y triste, que hace más daño que todas las
equivocaciones que se puedan cometer, pues se quedan como referente para todos:
“Así es la iglesia” y “así son los cristianos”