JESUCRISTO, REY DEL
UNIVERSO
PRIMERA LECTURA
Lectura
del segundo libro de Samuel 5, 1‑3
Ungieron a David como rey de Israel
En aquellos días, todas las tribus de
Israel fueron a Hebrón a ver a David y le dijeron:
-“Hueso tuyo y carne tuya somos; ya hace
tiempo, cuando todavía Saúl era nuestro rey, eras tú quien dirigías las entradas
y salidas de Israel. Además el Señor te ha prometido: "Tú serás el pastor
de mi pueblo Israel, tú serás el jefe de Israel.”
Todos los ancianos de Israel fueron a
Hebrón a ver al rey, y el rey David hizo con ellos un pacto en Hebrón, en
presencia del Señor, y ellos ungieron a David como rey de Israel.
Palabra
de Dios.
REFLEXIÓN
“CONSTRUIR
LA UNIDAD”
El
pueblo de Israel andaba disperso, cada tribu por su lado, sin otra cohesión que
la fe en Yahvé.
David
había sido consagrado por Samuel como rey de todo Israel, pero necesitaba la
aprobación y la aceptación de todas las tribus y este es el momento en que
todos los representantes de las tribus lo aceptan y le prestan su apoyo y
reconocimiento aceptando y asumiendo que “somos todos de tu misma carne y
sangre” es decir: les une la misma sangre, la misma fe, la misma lengua, son un
mismo clan con un mismo padre: Abraham.
Esta
es la gran obra de David: conseguir la unidad de todas las tribus y hacer un
pueblo unido que será lo que le dé la fuerza y el respeto ante el resto de
pueblos.
La
figura de David se presenta hoy como el gran referente para todo líder: el unir
y crear cohesión en el pueblo que se les entrega; esto será la base del triunfo
y de la fortaleza de un pueblo. La imagen de lo contrario quedará también
palpable en los sucesores de David que lo dividen y propician la corrupción y la
explotación entre los hermanos y
llevarán al pueblo a la ruina.
Al
leer este pasaje es imposible volver la cara para no mirar lo que hoy se viene
haciendo entre nuestros dirigentes en todos los ámbitos, desde la cabeza que
lleva la dirección hasta en la empresa donde se trabaja: todo aquel que
propicia la división, no anda buscando el bien del pueblo ni del obrero,
sino la corrupción y la explotación, por
eso, podríamos decir que uno de los mayores pecados en los que podemos caer es
en el que colabora en corromper la unidad.
Salmo
responsorial Sal 121, 1‑2. 4‑5 (R.: cf. 1)
¡Qué alegría cuando me dijeron:
«Vamos a la casa del Señor»!
Ya están pisando nuestros pies
tus umbrales, Jerusalén. R.
R.
Vamos alegres a la casa del Señor.
Allá suben las tribus,
las tribus del Señor,
según la costumbre de Israel,
a celebrar el nombre del Señor;
en ella están los tribunales de justicia,
en el palacio de David. R.
R.
Vamos alegres a la casa del Señor.
SEGUNDA LECTURA
Lectura
de la carta del apóstol san Pablo a los Colosenses 1, 12‑20
Nos ha trasladado al reino de su Hijo querido
Hermanos:
Damos gracias a Dios Padre, que nos ha
hecho capaces de compartir la herencia del pueblo santo en la luz.
É1 nos ha sacado del dominio de las
tinieblas, y nos ha trasladado al reino de su Hijo querido, por cuya sangre
hemos recibido la redención, el perdón de los pecados.
É1 es imagen de Dios invisible,
primogénito de toda criatura; porque por medio de él fueron creadas todas las
cosas: celestes y terrestres, visibles e invisibles, Tronos, Dominaciones,
Principados, Potestades; todo fue creado por él y para él.
É1 es anterior a todo, y todo se mantiene
en él.
É1 es también la cabeza del cuerpo: de la Iglesia.
É1 es el principio, el primogénito de
entre los muertos, y así es el primero en todo.
Porque en él quiso Dios que residiera
toda la plenitud.
Y por él quiso reconciliar consigo todos
los seres: los del cielo y los de la tierra, haciendo la paz por la sangre de
su cruz.
Palabra
de Dios.
“CRISTO,
UNICO REFERENTE DE UNIDAD”
S.
Pablo escribe esta segunda carta a la comunidad de Colosas poniendo a
Cristo en el centro y el eje de toda la
vida de la comunidad, es lo único que le va a dar fuerza y cohesión a todo,
pues ha sido el mismo Dios Padre quien lo ha colocado en el centro y sentido de
toda la creación.
En Cristo se va a encontrar la unidad y la paz
de todos, abandonando todo aquello que los hace andar perdidos en la oscuridad
y nos abre a la luz de la verdad.
Para
Pablo Cristo es el gran motivo de acción de gracias al Padre que nos ha dado el
referente definitivo y supremo. Cristo es el nuevo David que reúne en la fe a
todos los hombres y nos hace hermanos porque nos ha dado un Padre único.
Para
Pablo Cristo es la imagen concreta del nuevo hombre regenerado. Sin Él no hay
posibilidad de una verdadera unidad y armonía, no solo en el pueblo, sino en
todo el universo.
Aunque
a muchos les duela, porque están queriendo convencer al mundo de otra cosa y
decir que el único referente de unidad y
grandeza es el dinero y el mercado, lo estamos viendo y comprobando que es una
gran mentira: eso solo se convierte en referente de degradación de la vida y de
la persona. No hay otro referente de
unidad y dignidad de un pueblo más que Jesucristo.
La
gran equivocación es pensar que puede ser la economía, el dinero lo que nos
una; un ejemplo claro lo tenemos en Europa: creyeron que la moneda única nos
podía unir, pero estamos viendo que lo único que ha hecho es crear una división
más profunda.
Aleluya
Mc 11, 9b‑10a
Bendito el que viene en nombre del
Señor.
Bendito el reino que llega, el de nuestro
padre David.
EVANGELIO
Lectura
del santo evangelio según san Lucas 23, 35-43
Señor, acuérdate de mí cuando llegues a tu reino
En aquel tiempo, las autoridades hacían
muecas a Jesús, diciendo:
-“A otros ha salvado; que se salve a sí
mismo, si él es el Mesías de Dios, el Elegido.”
Se burlaban de él también los soldados,
ofreciéndole vinagre y diciendo:
-“Si eres tú el rey de los judíos,
sálvate a ti mismo.”
Había encima un letrero en escritura
griega, latina y hebrea: “Éste es el rey de los judíos.”
Uno de los malhechores crucificados lo
insultaba, diciendo:
-“¿No eres tú el Mesías? Sálvate a ti
mismo y a nosotros.”
Pero el otro lo increpaba:
-“¿Ni siquiera temes tú a Dios, estando
en el mismo suplicio? Y lo nuestro es justo, porque recibimos el pago de lo que
hicimos; en cambio, éste no ha faltado en nada.”
Y decía:
-“Jesús, acuérdate de mí cuando llegues a
tu reino.”
Jesús le respondió:
-“Te lo aseguro: hoy estarás conmigo en
el paraíso.”
Palabra
del Señor.
EL REINADO DE JESÚS
Es bueno que entendamos el
ambiente y la ideología que existía en tiempo de Jesús en torno a la monarquía:
se había tenido la experiencia única de David que había sido capaz de unificar
a todas las tribus de Israel haciendo un pueblo unido y grande que había sido
respetado y reconocido por todos los pueblos.
Pero esto se rompió debido a
la corrupción de los siguientes reyes que ocuparon el trono y fueron socavando
la esperanza y la grandeza del pueblo hasta el punto que la esperanza del
Pueblo la identifican con un nuevo David que será un caudillo militar que
derrote el poder de los romanos, o un nuevo Sumo Sacerdote que restablezca la
pureza del templo y de la fe, todos esperan que un mesías venga y restablezca la grandeza del pueblo.
Es una esperanza mesiánica política.
Por eso, cuando Jesús anuncia
su proyecto, que pasa por la pasión y muerte, desconcierta a todos sus
seguidores: ellos esperaban otra cosa.
El evangelio presenta el
reinado de Jesús frente a la idea que ellos tenían: “¿No dices que eres el
Mesías? No entienden otro rey que el que se sienta en un trono de poder. Pero
Jesús rompe no solo el poder romano, sino todo tipo de poder opresor, Él quiere
levantar el “poder” que todo hombre tiene para liberarse a sí mismo de todas
las ataduras que le impiden ser PERSONA
Una de las grandes
dificultades que todos tenemos es, justamente, el miedo a la libertad y por eso
andamos buscando cómo dominar a los demás o cómo vivir en dependencia de otros
o de algo, entregando nuestra libertad; en uno y otro caso se trata de huir de
la libertad.
En definitiva, se trata de
una búsqueda de poder que lleva a la insatisfacción de la persona y la encauza
por la avaricia que le lleva a cometer la injusticia; por la soberbia que nos
impide ver los fallos que cometemos y nos empecina hasta el punto de
convertirnos en personas peligrosas. Quien entra en esta órbita se convierte en
un mentiroso manipulador de la verdad que no tendrá dificultad ni reparos en
utilizar, incluso la violencia y en su afán de manipular y poseer, el sexo lo
convertirá en una forma de opresión
Por todo esto, alguien dice
–con toda la razón- que el mayor de los pecados es este miedo a la libertad,
cosa que la vemos perfectamente expresada en los regímenes dictatoriales, cómo
se alarman cuando alguien expresa una idea contraria a lo que ellos piensan y
luchan por establecer un pensamiento único. Pero lo triste es que todos están
en la misma tesitura y Jesús viene a romper esa forma de totalitarismo con el
rechazo constante y sistemático a todas las propuestas que tiene de poder,
proclamando la LIBERTAD como único aire que puede y debe respirar la persona
Por esto, la cruz se
convierte en el máximo signo de libertad, pues ni la muerte le produjo el miedo
que hace que todo hombre retroceda a los esquemas establecidos de
dominación-dependencia y se mantenga en el respeto y en la armonía.