DOMINGO XXIV DEL T. O. -B-


PRIMERA LECTURA

 

Lectura del libro de Isaías 50, 5‑9ª

Ofrecí la espalda a los que me apaleaban

 

El Señor me abrió el oído; yo no resistí ni me eché atrás:

ofrecí la espalda a los que me apaleaban, las mejillas a los que mesaban mi barba;

no me tapé el rostro ante ultrajes ni salivazos.

El Señor me ayuda, por eso no sentía los ultrajes; por eso endurecí el rostro como pedernal,

sabiendo que no quedaría defraudado.

Tengo cerca a mi defensor, ¿Quién pleiteará contra mí?

Comparezcamos juntos.

¿Quién tiene algo contra mí? Que se me acerque.

Mirad, el Señor me ayuda, ¿Quién me condenará?

Palabra de Dios.

 

REFLEXIÓN

 

LA FIDELIDAD DE DIOS FUERZA DEL MENSAJERO  

 

            El texto de Isaías que nos propone la liturgia de hoy nos presenta la figura del “siervo” que actúa con fidelidad a Dios y escucha su palabra. Este siervo puede identificarse con una persona, o con un pueblo que guarda la fidelidad a Dios y vive con esa actitud de escucha a lo que el Señor le propone para que se lo transmita a los hombres.

            El ambiente en el que se desenvuelve Israel es muy duro y en esa situación, el pueblo está olvidando los compromisos con Dios y sus mandatos y se está dejando llevar por otras voces que lo tienen embaucado, muy distintas a las que Dios le lanza y le invitan a seguir unos derroteros completamente distintos de los que Dios le ha marcado; además, este pueblo se revuelve contra el mensajero, presentando una oposición férrea contra el mensaje que le trae en nombre de Dios, haciéndole frente con violencia: “con golpes, con insultos y salivazos”, pero el mensajero que se apoya en Dios, no cede ni se echa atrás, ni sale huyendo, pues tiene la certeza de que Dios está a su lado.

            El “siervo” sabe que la obra y el proyecto es de Dios; él no es más que un instrumento en sus manos y tiene la confianza y la seguridad de que Dios ha de realizar su proyecto por encima de la oposición del hombre y lo ha de hacer, hasta contando con los fallos del mensajero.

            El mensaje que nos deja la palabra de Dios es una llamada fuerte a la confianza en Dios que es fiel. El problema no debe ser la decepción por el fruto que saquemos con nuestro trabajo, sino que el éxito está en mantenerse en esa fidelidad a Dios, como respuesta a la suya.

            Estas palabras nos vienen como un regalo a todos los evangelizadores y a los que entregan su vida al servicio del reino.

 

 

Salmo responsorial Sal 114, 1‑2. 3‑4. 5‑6. 8‑9


R/.  Caminaré en presencia del Señor en el país de la vida.

Amo al Señor, porque escucha mi voz suplicante,

porque inclina su oído hacia mí el día que lo invoco. R/.

R/.  Caminaré en presencia del Señor en el país de la vida.


Me envolvían redes de muerte,

me alcanzaron los lazos del abismo,

caí en tristeza y angustia.

Invoqué el nombre del Señor:

“Señor, salva mi vida.” R/.

R/.  Caminaré en presencia del Señor en el país de la vida.


EL Señor es benigno y justo,

nuestro Dios es compasivo;

el Señor guarda a los sencillos:

estando yo sin fuerzas, me salvó R/.

R/.  Caminaré en presencia del Señor en el país de la vida.


Arrancó mi alma de la muerte,

mis ojos de las lágrimas,

mis pies de la caída.

Caminaré en presencia del Señor

en el país de la vida. R/.

R/.  Caminaré en presencia del Señor en el país de la vida.

 

 

SEGUNDA LECTURA

 

Lectura de la carta del apóstol Santiago 2, 14‑18

La fe, si no tiene obras, está muerta

 

¿De qué le sirve a uno, hermanos míos, decir que tiene fe, si no tiene obras? ¿Es que esa fe lo podrá salvar?

Supongamos que un hermano o una hermana andan sin ropa y faltos del alimento diario, y que uno de vosotros les dice: “Dios os ampare; abrigaos y llenaos el estómago”, y no les dais lo necesario para el cuerpo; ¿ de qué sirve?

Esto pasa con la fe: si no tiene obras, por sí sola está muerta.

Alguno dirá: “Tú tienes fe, y yo tengo obras. Enséñame tu fe sin obras, y yo, por las obras, te probaré mi fe.” 

Palabra de Dios.

 

 

REFLEXIÓN

 

FE Y OBRAS  

            Santiago quiere salir al paso de ese gran problema que puede darse, como es la división que podemos establecer entre la fe que confesamos y proclamamos y la vida práctica que llevamos, que es a lo que hoy se pretende recluir la religión o la fe: la fe se la quiere recluir al ámbito de lo privado, a la conciencia, sin necesidad de expresarse exteriormente, estableciéndose en el hombre una doble vida: lo que sentimos y vivimos interiormente, no tiene conexión alguna con lo que hacemos, incluso puede ser hasta lo absolutamente contrario.

            Pero en la práctica son también los dos extremos que suelen darse: los que centran toda su atención en el espíritu y huyen de la vida y del compromiso social, convirtiéndose en seres que no ponen los pies en la tierra: “espiritualismo desencarnado”, claro está, mientras todo les va bien y no les tocan a sus intereses.

            La otra tendencia opuesta es la de aquellos que no levantan un palmo de la tierra, negando todo sentido de transcendencia a la vida y se convierten en activistas, creyendo que la única espiritualidad posible es la economía y el activismo sin profundidad.

            Algunos han querido ver en este texto de Santiago el enfrentamiento de la teología paulina del espíritu con la de Santiago, ambas encontradas en la toma de posición frente a la realidad de la vida, pero esto no tiene fundamento alguno, ya que ninguno de los dos niega ni desecha la posición del otro, sino que ambas posiciones se complementan y fortalecen: un espíritu sin obras es una falacia, una mentira estúpida y una acción sin espíritu es un activismo peligros.

 

 

 

Aleluya Gal. 6,14

Dios me libre de gloriarme si no es en la cruz del Señor,

en la cual el mundo está crucificado para mí, y yo para el mundo.

 

EVANGELIO

 

Lectura del santo evangelio según san Marcos 8, 27‑35

Tú eres el Mesías... El Hijo del hombre tiene que padecer mucho

 

En aquel tiempo, Jesús y sus discípulos se dirigieron a las aldeas de Cesárea de Felipe; por el camino, preguntó a sus discípulos:

-“¿Quién dice la gente que soy yo?”

Ellos le contestaron:

-“Unos, Juan Bautista; otros, Elías; y otros, uno de los profetas.”

EL les preguntó:

-“Y vosotros, ¿Quién decís que soy?”

Pedro le contestó:

-“*Tú eres el Mesías.”

É1 les prohibió terminantemente decírselo a nadie.

Y empezó a instruirlos:

-“EL Hijo del hombre tiene que padecer mucho, tiene que ser condenado por los ancianos, sumos sacerdotes y escribas, ser ejecutado y resucitar a los tres días.”

Se lo explicaba con toda claridad. Entonces Pedro se lo llevó aparte y se puso a increparlo. Jesús se volvió y, de cara a los discípulos, increpó a Pedro:

-“¡Quítate de mi vista, Satanás! ¡Tú piensas como los hombres, no como Dios!”

Después llamó a la gente y a sus discípulos, y les dijo:

-“EL que quiera venirse conmigo, que se niegue a sí mismo, que cargue con su cruz y me siga. Mirad, el que quiera salvar su vida la perderá; pero el que pierda su vida por mí y por el Evangelio la salvará.”

Palabra del Señor.

 

 

REFLEXIÓN

 

“Y TÚ ¿QIÉN DICES QUE SOY YO?” 

 

            Jesús, con sus discípulos, habían recorrido pueblo a pueblo toda  Galilea; la gente estaba acomodada en su sistema de vida; lo escucharon con curiosidad pero no pasaron de ahí, lo ignoraron en su tierra de tal forma, que no pudo hacer allí ningún milagro y la gente, como lo conocía, lo criticaba y se burlaban de Él.

            En Cafarnaúm y en todas las grandes ciudades de la región, a pesar de todos los milagros que hizo en ellas, no sirvió para nada, la gente pasó olímpicamente de Él y lo ignoró.

            Los apóstoles han estado a su lado todo el tiempo, lo han visto cómo actúa, lo han escuchado, han visto los milagros que ha hecho, cómo vive, cuál es su proyecto… Y tampoco han entendido gran cosa.

            Jesús entra en crisis: tiene que replantearse su misión: su forma de actuar, su forma de exponer el mensaje, sus planteamientos… Llega el momento en que tiene que plantearse si quedarse en Galilea y acomodarse a la situación que vive, o salir de allí y marcharse a Jerusalén, donde le espera el enfrentamiento definitivo y la muerte.

            Jesús pregunta a sus discípulos qué piensa la gente de Él, cómo se está entendiendo el mansaje que predica, qué efectos está produciendo… constata que la gente no ha entendido nada, ni le interesa el tema.

            Entonces pregunta al interior del grupo: ¿Y vosotros, quién decís que soy yo?,   ¿Cómo han captado todo lo que les viene diciendo? Pedro se adelanta y le responde: “Tú eres el Mesías”, pero Jesús que está oyendo  la conversación que tienen entre ellos, le prohíbe que digan nada y se pone a enseñarles, pues la dimensión mesiánica que tienen es la que tiene todo el mundo: un mesianismo político que los ponga a la cabeza del poder sobre el imperio y sobre todos los que los rodean, por lo tanto, están físicamente con Jesús, pero lo que los mueve son intereses concretos, en cambio sicológica y espiritualmente están muy lejos de Él.

            Jesús no le queda más remedio que pararles los pies y les hace también entrar en crisis a ellos, desmontándoles todo lo que `pensaban: -“EL Hijo del hombre tiene que padecer mucho, tiene que ser condenado por los ancianos, sumos sacerdotes y escribas, ser ejecutado y resucitar a los tres días…EL que quiera venirse conmigo, que se niegue a sí mismo, que cargue con su cruz y me siga. Mirad, el que quiera salvar su vida la perderá; pero el que pierda su vida por mí y por el Evangelio la salvará.”

            Hoy sigue Jesús poniéndonos en crisis a nosotros: ¿qué estamos buscando? ¿A dónde lleva lo que hacemos? ¿Hemos entendido lo que nos pide?