DOMINGO IV DEL T. O. –C-


PRIMERA LECTURA

 

Lectura del libro de Jeremías. Jer 1, 4-5. 17-19

Te constituí profeta de las naciones

EN los días de Josías, el Señor me dirigió la palabra:
«Antes de formarte en el vientre, te elegí; antes de que salieras del seno materno, te consagré: te constituí profeta de las naciones.
Tú cíñete los lomos:
     prepárate para decirles todo lo que yo te mande.
     No les tengas miedo,
     o seré yo quien te intimide.
Desde ahora te convierto en plaza fuerte,
     en columna de hierro y muralla de bronce,
     frente a todo el país:
     frente a los reyes y príncipes de Judá,
     frente a los sacerdotes y al pueblo de la tierra.
Lucharán contra ti, pero no te podrán,
     porque yo estoy contigo para librarte
     —oráculo del Señor—».

Palabra de Dios.

 

REFLEXIÓN     

 

SER FIEL O MORIR    

            La persona y la misión de Jeremías es algo que a cualquiera lo pone con los nervios alterados y en actitud de guardia:

            Jeremías es de un pueblo cercano a Jerusalén, Anatot; su padre es Jilquías, sacerdote, de la familia de Abiatar, que fue el culpable del complot que se hizo contra Salomón (1 Rg2, 26-26) y como castigo fue expulsado de Jerusalén y enviado a Anatot habiéndole quitado la autorización para ejercer como sacerdote.

            Esta especie de “maldición social” caía sobre la familia de Jeremías que no era bien vista ni querida en Anatot. Es una familia “marcada” como “maldita”.

            En esta situación y en este ambiente, Dios llama a Jeremías, pero no para que vaya y le endulce el oído a sus paisanos, sino para que vaya, denuncie, arranque, derribe, plante… y sea el profeta de las desgracias, ¡por si no tenía bastante dificultad!

            Dios lo consagra para sí y tiene una relación íntima con él, hasta el punto que a partir de ahora dependerá totalmente de Dios, de su palabra.

            Jeremías va a ser separado de su gente, de su pueblo, pero no como su familia, sino todo lo contrario: Dios lo hace suyo para realizar una misión muy especial y su acción en Anatot será muy distinta a la de todos sus vecinos, de forma que, cuando empieza a actuar, es ignorado, aislado, insultado, criticado… y cuando empieza a tomar actitudes de compromiso es denunciado, amenazado, golpeado, aislado e insultado incluso por sus mismos familiares y amigos más cercanos que terminan por hacerlo desaparecer.

            ¿Y cuál es la causa de toda esta oposición? Simplemente: no aprueba lo que están haciendo, no les da la razón, ni dice lo que les gustaría escuchar, sino que cuando habla, los deja inquietos e intranquilos.

            Ellos quisieran encontrar en Jeremías un apoyo en su pecado, pero Jeremías no cesa en su denuncia y en su anuncio de catástrofe, como respuesta al mal que están haciendo, a pesar del amor entrañable que tiene a su pueblo y a su tierra y, a pesar de lo que le cuesta tener que decir lo que dice, porque siente como suyo el dolor de su pueblo.

 

Salmo responsorial

Sal 70, 1-2. 3-4a. 5-6ab. 15ab y 17 (R/.: cf. 15ab)


R/.
   Mi boca contará tu salvación, Señor.

 

        V/.   A ti, Señor, me acojo:
                no quede yo derrotado para siempre.
                Tú que eres justo, líbrame y ponme a salvo, 

                inclina a mí tu oído y sálvame.   R/.

R/.   Mi boca contará tu salvación, Señor.

 

        V/.   Sé tú mi roca de refugio,
                el alcázar donde me salve,
                porque mi peña y mi alcázar eres tú.
                Dios mío, líbrame de la mano perversa.   
R/.

R/.   Mi boca contará tu salvación, Señor.

 

        V/.   Porque tú, Señor, fuiste mi esperanza
                y mi confianza, Señor, desde mi juventud.
                En el vientre materno ya me apoyaba en ti,
                en el seno tú me sostenías.   
R/.

R/.   Mi boca contará tu salvación, Señor.


        V/.   Mi boca contará tu justicia,
                y todo el día tu salvación,
                Dios mío, me instruiste desde mi juventud,
                y hasta hoy relato tus maravillas.   
R/.
R/.   Mi boca contará tu salvación, Señor.

 

SEGUNDA LECTURA (forma larga)

Lectura de la primera carta del apóstol san Pablo a los Corintios. 1 Cor 12, 31 — 13, 13

Quedan la fe, la esperanza y el amor. La más grande es el amor

HERMANOS:
            Ambicionad los carismas mayores. Y aún os voy a mostrar un camino más excelente.
Si hablara las lenguas de los hombres y de los ángeles, pero no tengo amor, no sería más que un metal que resuena o un címbalo que aturde.
            Si tuviera el don de profecía y conociera todos los secretos y todo el saber; si tuviera fe como para mover montañas, pero no tengo amor, no sería nada.
            Si repartiera todos mis bienes entre los necesitados; si entregara mi cuerpo a las llamas, pero no tengo amor, de nada me serviría.
            El amor es paciente, es benigno; el amor no tiene envidia, no presume, no se engríe; no es indecoroso ni egoísta; no se irrita; no lleva cuentas del mal; no se alegra de la injusticia, sino que goza con la verdad.
            Todo lo excusa, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta. El amor no pasa nunca.
Las profecías, por el contrario, se acabarán; las lenguas cesarán; el conocimiento se acabará.
Porque conocemos imperfectamente e imperfectamente profetizamos; mas, cuando venga lo perfecto, lo imperfecto se acabará.
            Cuando yo era niño, hablaba como un niño, sentía como un niño, razonaba como un niño. Cuando me hice un hombre, acabé con las cosas de niño.
            Ahora vemos como en un espejo, confusamente; entonces veremos cara a cara. Mi conocer es ahora limitado; entonces conoceré como he sido conocido por Dios.
            En una palabra, quedan estas tres: la fe, la esperanza y el amor. La más grande es el amor.
Palabra de Dios.

SEGUNDA LECTURA (forma breve)

Lectura de la primera carta del apóstol san Pablo a los Corintios. 1 Cor 13, 4-13

Quedan la fe, la esperanza y el amor. La más grande es el amor

HERMANOS:
            El amor es paciente, es benigno; el amor no tiene envidia, no presume, no se engríe; no es indecoroso ni egoísta; no se irrita; no lleva cuentas del mal; no se alegra de la injusticia, sino que goza con la verdad.
            Todo lo excusa, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta. El amor no pasa nunca.
            Las profecías, por el contrario, se acabarán; las lenguas cesarán; el conocimiento se acabará.
            Porque conocemos imperfectamente e imperfectamente profetizamos; mas, cuando venga lo perfecto, lo imperfecto se acabará.
            Cuando yo era niño, hablaba como un niño, sentía como un niño, razonaba como un niño. Cuando me hice un hombre, acabé con las cosas de niño.
            Ahora vemos como en un espejo, confusamente; entonces veremos cara a cara. Mi conocer es ahora limitado; entonces conoceré como he sido conocido por Dios.
            En una palabra, quedan estas tres: la fe, la esperanza y el amor. La más grande es el amor.
Palabra de Dios.

 

REFLEXIÓN     

 

PARA UNA REVISIÓN DE VIDA   

            S. Pablo se hace un planteamiento respecto a aquellas aspiraciones o ilusiones que podemos hacernos en la vida y que realmente valga la pena poner toda la fuerza y jugarse la vida por ellas.

            Concluye diciendo que nada de lo que tenemos o conseguimos tiene sentido, si es que no está marcado por el amor: todo lo referente al ámbito material, religioso: dinero, riquezas, puestos de honor, dones de sabiduría, de lenguas… hasta el mismo martirio, si es que no está movido por el amor, no cuentan para anda, ni tienen consistencia alguna, si es que no están basados en el amor y movidos por él.

            De todo eso grande que podemos tener y hacer, lo que da fuerza, sentido y consistencia es el amor, porque incluso, de cara al final, lo único que va a quedar es el amor que lo viviremos en plenitud; el resto de cosas desaparecerán por completo, como algo sin consistencia.

            Ante la lectura de este texto, es bueno que nos planteemos si merece la pena estar empecinados en las cosas en las que ponemos nuestra vida y tenerla hipotecada pensando que el dinero es la solución de todos los problemas que nos podemos encontrar.

 

Aleluya

Lc 4, 18

R/.   Aleluya, aleluya, aleluya.

V/.   El Señor me ha enviado a evangelizar a los pobres,
        a proclamar a los cautivos la libertad.   
R/.

 

EVANGELIO

Lectura del santo Evangelio según san Lucas. Lc 4, 21-30

Jesús, como Elías y Eliseo, no solo es enviado a los judíos

EN aquel tiempo, Jesús comenzó a decir en la sinagoga:
    «Hoy se ha cumplido esta Escritura que acabáis de oír».
Y todos le expresaban su aprobación y se admiraban de las palabras de gracia que salían de su boca.
Y decían:
    «¿No es este el hijo de José?».
Pero Jesús les dijo:
    «Sin duda me diréis aquel refrán: “Médico, cúrate a ti mismo”, haz también aquí, en tu pueblo, lo que hemos oído que has hecho en Cafarnaúm».
Y añadió:
    «En verdad os digo que ningún profeta es aceptado en su pueblo. Puedo aseguraros que en Israel había muchas viudas en los días de Elías, cuando estuvo cerrado el cielo tres años y seis meses y hubo una gran hambre en todo el país; sin embargo, a ninguna de ellas fue enviado Elías sino a una viuda de Sarepta, en el territorio de Sidón. Y muchos leprosos había en Israel en tiempos del profeta Eliseo, sin embargo, ninguno de ellos fue curado sino Naamán, el sirio».
Al oír esto, todos en la sinagoga se pusieron furiosos y, levantándose, lo echaron fuera del pueblo y lo llevaron hasta un precipicio del monte sobre el que estaba edificado su pueblo, con intención de despeñarlo. Pero Jesús se abrió paso entre ellos y seguía su camino.
Palabra del Señor.

 

REFLEXIÓN     

 

MANIPULAR A JESÚS       

 

                Jesús llega a su pueblo y va el sábado, como tenía por costumbre, con todos sus paisanos a escuchar la Palabra de Dios en la sinagoga; le piden que haga un comentario del texto que se ha leído y cuando lo oyen echarles en cara que no están cumpliendo lo que el profeta está diciendo, le ocurre exactamente igual que a Jeremías: ellos le piden que les diga lo que les agrada, que les justifique sus desvaríos, que apruebe la pasividad, el conformismo y el anquilosamiento en el que han entrado… y entonces empiezan a pedirle signos que demuestren que tiene autoridad para decir lo que está diciendo que indique que es la verdad lo que sostiene: “Haz también aquí, en tu pueblo, lo que hemos oído que has hecho en Cafarnaúm».

            Es decir: los vecinos de Nazaret quieren que se les dé la razón y, además, gestionar ellos la vida de su paisano Jesús y ser ellos los que indiquen lo que tiene que decir y lo que tiene que hacer; ellos quieren montar un show a costa de Jesús y, de esa forma, reducir la fe a gestos mágicos, a montajes. Cuando no lo pueden conseguir se revuelven contra Jesús e intentan despeñarlo por un barranco.

            Jesús tiene que salir huyendo de su pueblo al no hacer ni decir lo que los nazarenos quieren ver y escuchar.

            De la misma manera que Elías y Eliseo, tiene que salir de su tierra e irse en busca de otras personas que quieran escuchar el mensaje, pues sus paisanos no tienen fe ni están dispuestos a cambiar de actitud en la vida.

            El problema sigue estando de pie con una actualidad enorme, no solo entre la gente de fuera, sino en el seno de la iglesia, entre aquellos que se encuentran muy a gusto y seguros, instalados en sus esquemas y posiciones, que no están dispuestos a abandonar por nada y quieren obligar a Jesús a decir lo que les conviene e interesa y a entrar por el aro que ellos han puesto