EN LA PASIÓN DEL SEÑOR
CONMEMORACIÓN DE
LA ENTRADA DEL SEÑOR EN JERUSALÉN
EVANGELIO
✠ Lectura del santo Evangelio según san Lucas. Lc 19, 28-40
EN aquel tiempo, Jesús caminaba delante de
sus discípulos, subiendo hacia Jerusalén.
Al acercarse a Betfagé y Betania, junto al
monte llamado de los Olivos, mandó a dos discípulos, diciéndoles:
«Id a la aldea de enfrente;
al entrar en ella, encontraréis un pollino atado, que nadie ha montado nunca.
Desatadlo y traedlo. Y si alguien os pregunta: “¿Por qué lo desatáis?”, le
diréis así: “El Señor lo necesita”».
Fueron, pues, los enviados y lo
encontraron como les había dicho. Mientras desataban el pollino, los dueños les
dijeron:
«¿Por qué desatáis el
pollino?».
Ellos dijeron:
«El Señor lo necesita».
Se lo llevaron a Jesús y, después de poner
sus mantos sobre el pollino, ayudaron a Jesús a montar sobre él.
Mientras él iba avanzando, extendían sus
mantos por el camino. Y, cuando se acercaba ya a la bajada del monte de los
Olivos, la multitud de los discípulos, llenos de alegría, comenzaron a alabar a
Dios a grandes voces por todos los milagros que habían visto, diciendo:
«¡Bendito el rey que viene en
nombre del Señor! Paz en el cielo y gloria en las alturas».
Algunos fariseos de entre la gente le
dijeron:
«Maestro, reprende a tus
discípulos».
Y respondiendo, dijo:
«Os digo que, si estos
callan, gritarán las piedras».
Palabra del
Señor.
MISA
La Misa de este domingo tiene tres lecturas,
y es muy recomendable que se lean las tres, a no ser que algún motivo pastoral
aconseje lo contrario.
Dada la importancia de la lectura de la
historia de la Pasión del Señor, el sacerdote, si es necesario por la índole de
la asamblea, podrá decidir que se lea una sola de las dos lecturas que preceden
al Evangelio, o inclusive que se lea únicamente la historia de la Pasión,
incluso en su forma breve.
Estas normas solo pueden aplicarse en las
Misas celebradas con participación del pueblo.
Lectura del
libro de Isaías. Is 50, 4-7
No escondí el rostro ante ultrajes, sabiendo
que no quedaría defraudado
EL Señor Dios me ha dado una lengua de
discípulo;
para saber decir al abatido una palabra de
aliento.
Cada mañana me espabila el oído,
para que escuche como los
discípulos.
El Señor Dios me abrió el oído;
yo no resistí ni me eché
atrás.
Ofrecí la espalda a los que me
golpeaban,
las mejillas a los que
mesaban mi barba;
no escondí el rostro ante
ultrajes y salivazos.
El Señor Dios me ayuda,
por eso no sentía los
ultrajes;
por eso endurecí el rostro
como pedernal,
sabiendo que no quedaría
defraudado.
Palabra de
Dios.
REFLEXIÓN
“LA FIDELIDAD DE DIOS”
Algo
que escapa a nuestros cálculos: la fidelidad de Dios a los hombres, le hace
entrar justamente por allí por donde los hombres no entrarían ni la fuerza: por
el sufrimiento y por la muerte.
Pero
es desde ahí donde logra conectar con el hombre: desde el abatimiento, donde al
hombre ya no le quedan fuerzas y, por lo tanto, donde puede percibir que es
Dios quien vive a su lado.
Es
también ahí donde los hombres nos identificamos en lo que somos: no es en los
momentos de gloria donde decimos y demostramos lo que somos, sino en los duros
y difíciles. Es en el dolor y el fracaso donde se ven los verdaderos amigos.
Salmo
responsorial
Sal 21, 8-9. 17-18a. 19-20. 23-24 (R.: 2ab)
R/. Dios mío, Dios
mío, ¿por qué me has abandonado?
V/.
Al verme,
se burlan de mí,
hacen visajes, menean la cabeza:
«Acudió al Señor, que lo ponga a
salvo;
que lo libre si tanto lo quiere». R/.
R/. Dios mío, Dios
mío, ¿por qué me has abandonado?
V/.
Me
acorrala una jauría de mastines,
me cerca una banda de malhechores;
me taladran las manos y los pies,
puedo contar mis huesos. R/.
R/. Dios mío, Dios
mío, ¿por qué me has abandonado?
V/.
Se
reparten mi ropa,
echan a suerte mi túnica.
Pero tú, Señor, no te quedes lejos;
fuerza mía, ven corriendo a ayudarme.
R/.
R/. Dios mío, Dios
mío, ¿por qué me has abandonado?
V/.
Contaré tu
fama a mis hermanos,
en medio de la asamblea te alabaré.
«Los que teméis al Señor, alabadlo;
linaje de Jacob, glorificadlo;
temedlo, linaje de Israel». R/.
R/. Dios mío, Dios
mío, ¿por qué me has abandonado?
SEGUNDA LECTURA
Lectura de la
carta del apóstol san Pablo a los Filipenses. Flp 2,6-11
Se humilló a sí mismo; por eso Dios lo exaltó
sobre todo
CRISTO Jesús, siendo de condición
divina,
no retuvo ávidamente el ser igual a
Dios;
al contrario, se despojó de sí mismo
tomando la condición de esclavo,
hecho semejante a los hombres.
Y así, reconocido como hombre por su
presencia,
se humilló a sí mismo,
hecho obediente hasta la
muerte,
y una muerte de cruz.
Por eso Dios lo exaltó sobre todo
y le concedió el
Nombre-sobre-todo-nombre;
de modo que al nombre de
Jesús
toda rodilla se doble
en el cielo, en la tierra, en
el abismo,
y toda lengua proclame:
Jesucristo es Señor,
para gloria de Dios Padre.
Palabra de
Dios.
REFLEXIÓN
“CRISTO NO NOS DEJÓ EL
EJEMPLO DE DIOS, SINO DE HOMBRE”
Al
entrar Dios en el mundo del hombre, asume con todas sus consecuencias toda la dinámica en la que está inmerso el
hombre: renuncia a su condición divina
de la que no hace uso y se viste la condición humana, poniéndose en el último
puesto para que nadie se sienta excluido y nadie pueda decir que no estuvo a su
altura: “se despojó de su rango y tomó la condición de esclavo, pasando por uno
de tantos” hasta las últimas consecuencias, con lo cual, ha podido constituirse
el salvador de todos, pues no se salva
sino aquello que se asume.
Versículo antes
del Evangelio
Cf. Flp 2,8-9
Cristo se ha hecho por nosotros obediente
hasta la muerte, y una muerte de cruz.
Por eso Dios lo exaltó sobre todo
y le concedió el Nombre-sobre-todo-nombre.
Para la lectura de la historia de la Pasión
del Señor no se llevan cirios ni incienso, ni se hace al principio la
salutación habitual, ni se signa el libro. Esta lectura la proclama el diácono
o, en su defecto, el mismo celebrante. Pero puede también ser proclamada por
lectores laicos, reservando, si es posible, al sacerdote la parte
correspondiente a Cristo.
Si los lectores de la Pasión son diáconos,
antes del canto de la Pasión piden a bendición al celebrante, como en otras
ocasiones antes del Evangelio; pero si los lectores no son diáconos se omite
esta bendición.
EVANGELIO (forma larga)
✠ Pasión de nuestro Señor
Jesucristo según san Lucas. Lc 22, 14 — 23, 56
Ardientemente he deseado comer esto Pascua
con vosotros, antes de padecer
Cronista:
CUANDO llegó la hora, se sentó a la mesa y
los apóstoles con él y les dijo:
+ «Ardientemente he deseado comer esta Pascua con vosotros,
antes de padecer, porque os digo que ya no la volveré a comer hasta que se
cumpla en el reino de Dios».
C. Y, tomando un cáliz, después de pronunciar
la acción de gracias, dijo:
+ «Tomad esto, repartidlo entre vosotros; porque os digo que
no beberé desde ahora del fruto de la vid hasta que venga el reino de
Dios».
Haced esto en memoria mía
C. Y, tomando pan, después de pronunciar la
acción de gracias, lo partió y se lo dio diciendo:
+ «Esto es mi cuerpo, que se entrega por vosotros; haced
esto en memoria mía».
C. Después de cenar, hizo lo mismo con el
cáliz diciendo:
+ «Este cáliz es la nueva alianza en mi sangre, que es
derramada por vosotros».
Ay de aquel hombre por quien el Hijo del
hombre es entregado
+ «Pero mirad: la mano del que me entrega está conmigo, en
la mesa. Porque el Hijo del hombre se va, según lo establecido; pero ¡ay de
aquel hombre por quien es entregado!».
C. Ellos empezaron a preguntarse unos a
otros sobre quién de ellos podía ser el que iba a hacer eso.
Yo estoy en medio de vosotros como el que
sirve
C. Se produjo también un altercado a
propósito de quién de ellos debía ser tenido como el mayor. Pero él les
dijo:
+ «Los reyes de las naciones las dominan, y los que ejercen
la autoridad se hacen llamar bienhechores. Vosotros no hagáis así, sino que el
mayor entre vosotros se ha de hacer como el menor, y el que gobierna, como el
que sirve.
Porque ¿quién es más, el que está a la
mesa o el que sirve? ¿Verdad que el que está a la mesa? Pues yo estoy en medio
de vosotros como el que sirve.
Vosotros sois los que habéis perseverado
conmigo en mis pruebas, y yo preparo para vosotros el reino como me lo preparó
mi Padre a mí, de forma que comáis y bebáis a mi mesa en mi reino, y os sentéis
en tronos para juzgar a las doce tribus de Israel».
Tú, cuando te hayas convertido, confirma a
tus hermanos
+ «Simón, Simón, mira que Satanás os ha reclamado para
cribaros como trigo. Pero yo he pedido por ti, para que tu fe no se apague. Y
tú, cuando te hayas convertido, confirma a tus hermanos».
C. Él le dijo:
S. «Señor, contigo estoy dispuesto a ir
incluso a la cárcel y a la muerte».
C. Pero él le dijo:
+ «Te digo, Pedro, que no cantará hoy el gallo antes de que
tres veces hayas negado conocerme».
Es necesario que se cumpla en mí lo que está
escrito
C. Y les dijo:
+ «Cuando os envié sin bolsa, ni alforja, ni sandalias, ¿os
faltó algo?».
C. Dijeron:
S. «Nada».
C. Jesús añadió:
+ «Pero ahora, el que tenga bolsa, que la lleve consigo, y
lo mismo la alforja; y el que no tenga espada, que venda su manto y compre una.
Porque os digo que es necesario que se cumpla en mí lo que está escrito: “Fue
contado entre los pecadores”, pues lo que se refiere a mí toca a su fin».
C. Ellos dijeron:
S. «Señor, aquí hay dos espadas».
C. Él les dijo:
+ «Basta».
En medio de su angustia, oraba con más
intensidad
C. Salió y se encaminó, como de costumbre,
al monte de los Olivos, y lo siguieron los discípulos. Al llegar al sitio, les
dijo:
+ «Orad, para no caer en tentación».
C. Y se apartó de ellos como a un tiro de
piedra y, arrodillado, oraba diciendo:
+ «Padre, si quieres, aparta de mí este cáliz;
pero que no se haga mi
voluntad, sino la tuya».
C. Y se le apareció un ángel del cielo, que
lo confortaba. En medio de su angustia, oraba con más intensidad. Y le entró un
sudor que caía hasta el suelo como si fueran gotas espesas de sangre. Y,
levantándose de la oración, fue hacia sus discípulos, los encontró dormidos por
la tristeza, y les dijo:
+ «¿Por qué dormís? Levantaos y orad, para no caer en
tentación».
Judas, ¿con un beso entregas al Hijo del
hombre?
C. Todavía estaba hablando, cuando apareció
una turba; iba a la cabeza el llamado Judas, uno de los Doce. Y se acercó a
besar a Jesús.
Jesús le dijo:
+ «Judas, ¿con un beso entregas al Hijo del hombre?».
C. Viendo los que estaban con él lo que iba
a pasar, dijeron:
+ «Señor, ¿herimos con la espada?».
C. Y uno de ellos hirió al criado del sumo
sacerdote y le cortó la oreja derecha. Jesús intervino diciendo:
+ «Dejadlo, basta».
C. Y, tocándole la oreja, lo curó. Jesús
dijo a los sumos sacerdotes y a los oficiales del templo, y a los ancianos que
habían venido contra él:
+ «¿Habéis salido con espadas y palos como
en busca de un bandido? Estando a diario en el templo con vosotros, no me
prendisteis. Pero esta es vuestra hora y la del poder de las tinieblas».
Pedro, saliendo afuera, lloró amargamente
C. Después de prenderlo, se lo llevaron y lo
hicieron entrar en casa del sumo sacerdote. Pedro lo seguía desde lejos. Ellos
encendieron fuego en medio del patio, se sentaron alrededor, y Pedro estaba
sentado entre ellos.
Al verlo una criada sentado junto a la
lumbre, se lo quedó mirando y dijo:
S. «También este estaba con él».
C. Pero él lo negó diciendo:
S. «No lo conozco, mujer».
C. Poco después, lo vio otro y le
dijo:
S. «Tú también eres uno de ellos».
C. Pero Pedro replicó:
S. «Hombre, no lo soy».
C. Y pasada cosa de una hora, otro insistía
diciendo:
S. «Sin duda, este también estaba con él,
porque es galileo».
C. Pedro dijo:
S. «Hombre, no sé de qué me hablas».
C. Y enseguida, estando todavía él hablando,
cantó un gallo. El Señor, volviéndose, le echó una mirada a Pedro, y Pedro se
acordó de la palabra que el Señor le había dicho: «Antes de que cante hoy el
gallo, me negarás tres veces».
Y, saliendo afuera, lloró amargamente.
Haz de profeta: ¿quién te ha pegado?
C. Y los hombres que tenían preso a Jesús se
burlaban de él, dándole golpes.
Y, tapándole la cara, le preguntaban
diciendo:
S. «Haz de profeta: ¿quién te ha
pegado?».
C. E, insultándolo, proferían contra él
otras muchas cosas.
Lo condujeron ante su Sanedrín
C. Cuando se hizo de día, se reunieron los
ancianos del pueblo, con los jefes de los sacerdotes y los escribas; lo
condujeron ante su Sanedrín, y le dijeron:
S. «Si tú eres el Mesías, dínoslo».
C. Él les dijo:
+ «Si os lo digo, no lo vais a creer; y si
os pregunto, no me vais a responder. Pero, desde ahora, el Hijo del hombre estará
sentado a la derecha del poder de Dios».
C. Dijeron todos:
S. «Entonces, ¿tú eres el Hijo de
Dios?».
C. Él les dijo:
+ «Vosotros lo decís, yo lo soy».
C. Ellos dijeron:
S. «Qué necesidad tenemos ya de testimonios?
Nosotros mismos lo hemos oído de su boca».
C. Y levantándose toda la asamblea, lo
llevaron a presencia de Pilato.
No encuentro ninguna culpa en este hombre
C. Y se pusieron a acusarlo diciendo:
S. «Hemos encontrado que este anda
amotinando a nuestra nación, y oponiéndose a que se paguen tributos al César, y
diciendo que él es el Mesías rey».
C. Pilato le preguntó:
S. «Eres tú el rey de los judíos?».
C. Él le responde:
+ «Tú lo dices».
C. Pilato dijo a los sumos sacerdotes y a la
gente:
S. «No encuentro ninguna culpa en este hombre».
C. Pero ellos insistían con más fuerza,
diciendo:
S. «Solivianta al pueblo enseñando por toda
Judea, desde que comenzó en Galilea hasta llegar aquí».
C. Pilato, al oírlo, preguntó si el hombre
era galileo; y, al enterarse de que era de la jurisdicción de Herodes, que
estaba precisamente en Jerusalén por aquellos días, se lo remitió.
Herodes, con sus soldados, lo trató con
desprecio
C. Herodes, al ver a Jesús, se puso muy
contento, pues hacía bastante tiempo que deseaba verlo, porque oía hablar de él
y esperaba verle hacer algún milagro. Le hacía muchas preguntas con abundante
verborrea; pero él no le contestó nada.
Estaban allí los sumos sacerdotes y los
escribas acusándolo con ahínco.
Herodes, con sus soldados, lo trató con
desprecio y, después de burlarse de él, poniéndole una vestidura blanca, se lo
remitió a Pilato. Aquel mismo día se hicieron amigos entre sí Herodes y Pilato,
porque antes estaban enemistados entre sí.
Pilato entregó a Jesús a su voluntad
C. Pilato, después de convocar a los sumos
sacerdotes, a los magistrados y al pueblo, les dijo:
S. «Me habéis traído a este hombre como
agitador del pueblo; y resulta que yo lo he interrogado delante de vosotros y
no he encontrado en este hombre ninguna de las culpas de que lo acusáis; pero
tampoco Herodes, porque nos lo ha devuelto: ya veis que no ha hecho nada digno
de muerte. Así que
le daré un escarmiento y lo
soltaré».
C. Ellos vociferaron en masa:
S. «¡Quita de en medio a ese! Suéltanos a
Barrabás».
C. Este había sido metido en la cárcel por
una revuelta acaecida en la ciudad y un homicidio.
Pilato volvió a dirigirles la palabra
queriendo soltar a Jesús, pero ellos seguían gritando:
S. «¡Crucifícalo, crucifícalo!».
C. Por tercera vez les dijo:
S. «Pues ¿qué mal ha hecho este? No he encontrado
en él ninguna culpa que merezca la muerte. Así que le daré un escarmiento y lo
soltaré».
C. Pero ellos se le echaban encima, pidiendo
a gritos que lo crucificara; e iba creciendo su griterío.
Pilato entonces sentenció que se realizara
lo que pedían: soltó al que le reclamaban (al que había metido en la cárcel por
revuelta y homicidio), y a Jesús se lo entregó a su voluntad.
Hijas de Jerusalén, no lloréis por mí
C. Mientras lo conducían, echaron mano de un
cierto Simón de Cirene, que volvía del campo, y le cargaron la cruz, para que
la llevase detrás de Jesús.
Lo seguía un gran gentío del pueblo, y de
mujeres que se golpeaban el pecho y lanzaban lamentos por él.
Jesús se volvió hacia ellas y les
dijo:
+ «Hijas de Jerusalén, no lloréis por mí, llorad por
vosotras y por vuestros hijos, porque mirad que vienen días en los que dirán:
“Bienaventuradas las estériles y los vientres que no han dado a luz y los
pechos que no han criado”. Entonces empezarán a decirles a los montes: “Caed
sobre nosotros”, y a las colinas: “Cubridnos”; porque, si esto hacen con el
leño verde, ¿qué harán con el seco?».
C. Conducían también a otros dos malhechores
para ajusticiarlos con él.
Padre, perdónalos, porque no saben lo que
hacen
C. Y cuando llegaron al lugar llamado «La
Calavera», lo crucificaron allí, a él y a los malhechores, uno a la derecha y
otro a la izquierda.
Jesús decía:
+ «Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen».
C. Hicieron lotes con sus ropas y los
echaron a suerte.
Este es el rey de los judíos
C. El pueblo estaba mirando, pero los
magistrados le hacían muecas diciendo:
S. «A otros ha salvado; que se salve a sí
mismo, si él es el Mesías de Dios, el Elegido».
C. Se burlaban de él también los soldados,
que se acercaban y le ofrecían vinagre, diciendo:
S. «Si eres tú el rey de los judíos, sálvate
a ti mismo».
C. Había también por encima de él un letrero:
«Este es el rey de los judíos».
Hoy estarás conmigo en el paraíso
C. Uno de los malhechores crucificados lo
insultaba diciendo:
S. «No eres tú el Mesías? Sálvate a ti mismo
y a nosotros».
C. Pero el otro, respondiéndole e
increpándolo, le decía:
S. «Ni siquiera temes tú a Dios, estando en
la misma condena? Nosotros, en verdad, lo estamos justamente, porque recibimos
el justo pago de lo que hicimos; en cambio, este no ha hecho nada malo».
C. Y decía:
S. «Jesús, acuérdate de mí cuando llegues a
tu reino».
C. Jesús le dijo:
+ «En verdad te digo: hoy estarás conmigo en el paraíso».
Padre, a tus manos encomiendo mi espíritu
C. Era ya como la hora sexta, y vinieron las
tinieblas sobre toda la tierra, hasta la hora nona, porque se oscureció el sol.
El velo del templo se rasgó por medio. Y Jesús, clamando con voz potente,
dijo:
+ «Padre, a tus manos encomiendo mi espíritu».
C. Y, dicho esto, expiró.
Todos se arrodillan, y se hace una pausa.
C. El centurión, al ver lo ocurrido, daba
gloria a Dios diciendo:
S. «Realmente, este hombre era justo».
C. Toda la muchedumbre que había concurrido a
este espectáculo, al ver las cosas que habían ocurrido, se volvía dándose
golpes de pecho.
Todos sus conocidos y las mujeres que lo
habían seguido desde Galilea se mantenían a distancia, viendo todo esto.
José colocó el cuerpo de Jesús en un sepulcro
excavado en la roca
C. Había un hombre, llamado José, que era
miembro del Sanedrín, hombre bueno y justo (este no había dado su asentimiento
ni a la decisión ni a la actuación de ellos); era natural de Arimatea, ciudad
de los judíos, y aguardaba el reino de Dios. Este acudió a Pilato y le pidió el
cuerpo de Jesús. Y, bajándolo, lo envolvió en una sábana y lo colocó en un
sepulcro excavado en la roca, donde nadie había sido puesto todavía.
Era el día de la Preparación y estaba para
empezar el sábado. Las mujeres que lo habían acompañado desde Galilea lo siguieron,
y vieron el sepulcro y cómo había sido colocado su cuerpo. Al regresar,
prepararon aromas y mirra. Y el sábado descansaron de acuerdo con el precepto.
Palabra del
Señor.
EVANGELIO (forma breve)
Pasión de nuestro Señor Jesucristo
✠ Pasión de nuestro Señor Jesucristo según san Lucas. Lc 23, 1-49
Cronista:
EN aquel tiempo, los ancianos del pueblo,
con los jefes de los sacerdotes y los escribas llevaron a Jesús a presencia de
Pilato.
No encuentro ninguna culpa en este hombre
C. Y se pusieron a acusarlo diciendo:
S. «Hemos encontrado que este anda
amotinando a nuestra nación, y oponiéndose a que se paguen tributos al César, y
diciendo que él es el Mesías rey».
C. Pilato le preguntó:
S. «¿Eres tú el rey de los judíos?».
C. Él le responde:
+ «Tú lo dices».
C. Pilato dijo a los sumos sacerdotes y a la
gente:
S. «No encuentro ninguna culpa en este
hombre».
C. Pero ellos insistían con más fuerza,
diciendo:
S. «Solivianta al pueblo enseñando por toda
Judea, desde que comenzó en Galilea hasta llegar aquí».
C. Pilato, al oírlo, preguntó si el hombre
era galileo; y, al enterarse de que era de la jurisdicción de Herodes, que
estaba precisamente en Jerusalén por aquellos días, se lo remitió.
Herodes, con sus soldados, lo trató con desprecio
C. Herodes, al ver a Jesús, se puso muy
contento, pues hacía bastante tiempo que deseaba verlo, porque oía hablar de él
y esperaba verle hacer algún milagro. Le hacía muchas preguntas con abundante
verborrea; pero él no le contestó nada.
Estaban allí los sumos sacerdotes y los
escribas acusándolo con ahínco.
Herodes, con sus soldados, lo trató con
desprecio y, después de burlarse de él, poniéndole una vestidura blanca, se lo
remitió a Pilato. Aquel mismo día se hicieron amigos entre sí Herodes y Pilato,
porque antes estaban enemistados entre sí.
Pilato entregó a Jesús a su voluntad
C. Pilato, después de convocar a los sumos
sacerdotes, a los magistrados y al pueblo, les dijo:
S. «Me habéis traído a este hombre como
agitador del pueblo; y resulta que yo lo he interrogado delante de vosotros y
no he encontrado en este hombre ninguna de las culpas de que lo acusáis; pero
tampoco Herodes, porque nos lo ha devuelto: ya veis que no ha hecho nada digno
de muerte. Así que le daré un escarmiento y lo soltaré».
C. Ellos vociferaron en masa:
S. «¡Quita de en medio a ese! Suéltanos a
Barrabás».
C. Este había sido metido en la cárcel por
una revuelta acaecida en la ciudad y un homicidio.
Pilato volvió a dirigirles la palabra
queriendo soltar a Jesús, pero ellos seguían gritando:
S. «¡Crucifícalo, crucifícalo!».
C. Por tercera vez les dijo:
S. «Pues ¿qué mal ha hecho este? No he
encontrado en él ninguna culpa que merezca la muerte. Así que le daré un
escarmiento y lo soltaré».
C. Pero ellos se le echaban encima, pidiendo
a gritos que lo crucificara; e iba creciendo su griterío.
Pilato entonces sentenció que se realizara
lo que pedían: soltó al que le reclamaban (al que había metido en la cárcel por
revuelta y homicidio), y a Jesús se lo entregó a su voluntad.
Hijas de Jerusalén, no lloréis por mí
C. Mientras lo conducían, echaron mano de un
cierto Simón de Cirene, que volvía del campo, y le cargaron la cruz, para que
la llevase detrás de Jesús.
Lo seguía un gran gentío del pueblo, y de
mujeres que se golpeaban el pecho y lanzaban lamentos por él.
Jesús se volvió hacia ellas y les
dijo:
+ «Hijas de Jerusalén, no lloréis por mí, llorad por
vosotras y por vuestros hijos, porque mirad que vienen días en los que dirán:
“Bienaventuradas las estériles y los vientres que no han dado a luz y los
pechos que no han criado”. Entonces empezarán a decirles a los montes: “Caed
sobre nosotros”, y a las colinas: “Cubridnos”; porque, si esto hacen con el
leño verde, ¿qué harán con el seco?».
C. Conducían también a otros dos malhechores
para ajusticiar lo con él.
Padre, perdónalos, porque no saben lo que
hacen
C. Y cuando llegaron al lugar llamado «La
Calavera», lo crucificaron allí, a él y a los malhechores, uno a la derecha y
otro a la izquierda. Jesús decía:
+ «Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen».
C. Hicieron lotes con sus ropas y los
echaron a suerte.
Este es el rey de los judíos
C. El pueblo estaba mirando, pero los
magistrados le hacían muecas diciendo:
S. «A otros ha salvado; que se salve a sí
mismo, si él es el Mesías de Dios, el Elegido».
C. Se burlaban de él también los soldados,
que se acercaban y le ofrecían vinagre, diciendo:
S. «Si eres tú el rey de los judíos, sálvate
a ti mismo».
C. Había también por encima de él un
letrero: «Este es el rey de los judíos».
Hoy estarás conmigo en el paraíso
C. Uno de los malhechores crucificados lo
insultaba diciendo:
S. «¿No eres tú el Mesías? Sálvate a ti
mismo y a nosotros».
C. Pero el otro, respondiéndole e
increpándolo, le decía:
S. «¡Ni siquiera temes tú a Dios, estando en
la misma condena? Nosotros, en verdad, lo estamos justamente, porque recibimos
el justo pago de lo que hicimos; en cambio, este no ha hecho nada malo».
C. Y decía:
S. «Jesús, acuérdate de mí cuando llegues a
tu reino».
C. Jesús le dijo:
+ «En verdad te digo: hoy estarás conmigo en el paraíso».
Padre, a tus manos encomiendo mi espíritu
C. Era ya como la hora sexta, y vinieron las
tinieblas sobre toda la tierra, hasta la hora nona, porque se oscureció el sol.
El velo del templo se rasgó por medio. Y Jesús, clamando con voz potente,
dijo:
+ «Padre, a tus manos encomiendo mi espíritu».
C. Y, dicho esto, expiró.
Todos se arrodillan, y se hace una pausa.
C. El centurión, al ver lo ocurrido, daba
gloria a Dios diciendo:
S. «Realmente, este hombre era justo».
C. Toda la muchedumbre que había concurrido
a este espectáculo, al ver las cosas que habían ocurrido, se volvía dándose
golpes de pecho.
Todos sus conocidos y las mujeres que lo
habían seguido desde Galilea se mantenían a distancia, viendo todo esto.
Palabra del
Señor.
REFLEXIÓN
LA PASIÓN DE
JESÚS EXPRESIÓN DE LA MISERICORDIA
Por otro lado se encuentran
con la religión y la fe, que por un lado hablan de Dios JUSTICIA-AMOR-VERDAD… y
ven que en la práctica nada de eso se lleva adelante, prevalecen los intereses,
las leyes… Y ven que el inocente, el justo el bueno es asesinado legalmente y
ven cómo la fuerza del mal se impone sobre el bien, sin que Dios lo impida…
Ante esta realidad se rompen
todos los esquemas, pues se quedan sin respuestas, sin argumentos, sin
intereses de ningún tipo… queda el vacío, la sinrazón, el amor sin más
motivaciones… ésta es la mayor prueba de la fe: ese Cristo a quien confesamos
Dios, es atropellado por la injusticia, por la mentira, por los intereses
particulares, por el odio y la venganza de unos sinvergüenzas… Y teniendo el
poder de destruirlo todo, sufre con nosotros y siente la misma impotencia
nuestra ante el absurdo de la muerte.
La imagen de Jesús crucificado muriendo en esa cruz, rompe todas
las imágenes que hemos tenido de Dios poderoso, controlador, vengador, violento…
manifestándose a nuestro lado, humilde, paciente, respetuoso con nuestra
libertad hasta el punto de dejarnos abusar de su bondad. ¿Cómo es posible que
todavía sigamos diciendo que tenemos un Dios verdugo, policía castigador y
opresor?
Algo que nos escandaliza es ver que no responde al mal con el mal: “Padre,
perdónalos, porque no saben lo que hacen”, al ladrón le dirá: “Hoy estarás
conmigo en el paraíso”. El Dios que nos revela Cristo en su pasión y muerte es
el Padre lleno de misericordia que se expresa en todas las cruces que se
extienden por el mundo y en las que hay clavados millones de seres humanos.
El relato de la pasión de hoy es una
invitación a mirar a Cristo que es la expresión de Dios Padre misericordioso
capaz de dar su vida por cada uno de nosotros.