DOMINGO IV DE CUARESMA -A-


De andar por casa:
         Lo llevaron al hospital con un fuerte dolor de una pierna; era invierno, y en la sala de espera hacía un frio tremendo. Pidió una manta para cubrirse del frío y, como era cuestión del celador, la enfermera le dijo que ella no sabía nada de eso. Mientras tanto, el celador estaba atendiendo a otros pacientes y nadie proporcionó la manta al enfermo, con lo que salió del hospital con una pulmonía que estuvo a punto de llevárselo.

Lectura del santo Evangelio según san Juan. Jn 9, 1.6-9. 13-17. 34-38
Él fue, se lavó, y volvió con vista

EN aquel tiempo, al pasar, vio Jesús a un hombre ciego de nacimiento.
Entonces escupió en la tierra, hizo barro con la saliva, se lo untó en los ojos al ciego, y le dijo:
    «Ve a lavarte a la piscina de Siloé (que significa Enviado)».
Él fue, se lavó, y volvió con vista. Y los vecinos y los que antes solían verlo pedir limosna preguntaban:
    «¿No es ese el que se sentaba a pedir?».
Unos decían:
    «El mismo».
Otros decían:
    «No es él, pero se le parece».
El respondía:
    «Soy yo».
Llevaron ante los fariseos al que había sido ciego. Era sábado el día que Jesús hizo barro y le abrió los ojos. También los fariseos le preguntaban cómo había adquirido la vista.
Él les contestó:
    «Me puso barro en los ojos, me lavé y veo».
Algunos de Los fariseos comentaban:
    «Este hombre no viene de Dios, porque no guarda el sábado».
Otros replicaban:
    «¿Cómo puede un pecador hacer semejantes signos?».
Y estaban divididos. Y volvieron a preguntarle al ciego:
    «Y tú, ¿qué dices del que te ha abierto los ojos?».
Él contestó:
    «Que es un profeta».
Le replicaron:
    «Has nacido completamente empecatado, ¿y nos vas a dar lecciones a nosotros?».
Y lo expulsaron.
Oyó Jesús que lo habían expulsado, lo encontró y le dijo:
    «¿Crees tú en el Hijo del hombre?».
Él contestó:
    «¿Y quién es, Señor, para que crea en él?».
Jesús le dijo:
    «Lo estás viendo: el que te está hablando, ese es».
Él dijo:
    «Creo, Señor».
Y se postró ante él.
Palabra del Señor.

REFLEXIÓN:
            Nos cuenta el evangelio que era sábado, día para el que había unas normas muy estrictas sobre un montón de cosas que no se podían hacer, entre ellas atender a los enfermos.
            Jesús, sin detenerse en detalles, se acercó a un ciego que encontró, hizo barro con su saliva y se la puso en los ojos al ciego, después le pidió que fuera a lavarse y el efecto que produjo, no fue el de admiración ante el milagro que ocurrió de la recuperación de la vista, sino el escándalo por haber hecho barro con la saliva, había hecho algo prohibido por la ley.
            Es decir: la persona no cuenta para nada, lo que importa es que se guarden las formas, que se cumpla lo que hay establecido, aunque vaya en contra de lo más sagrado, como es la dignidad de una persona.
            Y lo que debe ser un instrumento para que la persona esté defendida y apoyada, se lo convierte en el fin y la persona en instrumento para su cumplimiento: el hombre hecho para cumplir la ley y no la ley para ayudar al hombre a vivir como persona.