DOMINGO DE RAMOS


De andar por casa
            El refrán dice: “En domingo de Ramos, quien no estrena algo se le caen las manos”; efectivamente, el día tiene una carga de alegría, si es que se entiende como es debido, pues recordamos el momento en que entró Jesús en Jerusalén y la gente sintió que era el momento de la alegría por el cambio, aunque luego, a la hora de hacer el verdadero cambio, prefirieron quedarse en la fiesta, exactamente igual que nosotros: de lo que se trata es de estrenar algo y comenzar la semana de vacaciones. A muy poca gente le interesa lo que afrontó Jesús en favor nuestro.
         Este año la fiesta se nos aguó y los verdaderos seguidores de Jesús tendremos que encerrarnos en nuestra casa y en familia, retomar lo que Él hizo por nosotros y actualizarlo en nuestro hogar.

Lectura del santo Evangelio según san Mateo. Mt. 27, 11-54
(Lectura de la pasión muy resumida)

                Llevaron a Jesús ante Poncio Pilato que le preguntó; “”Eres tú el rey de los judíos?” Jesús le contestó: “Tú lo dices”… Mientras, los sumos sacerdotes y los ancianos lo acusaban… Él no contestaba… y el gobernador estaba extrañado… entonces, viendo que era inocente, preguntó a la gente: “¿A quién queréis que suelte, a Barrabás o a Jesús”? (Barrabás era un terrorista asesino y Pilato no creía que la gente lo prefiriera a Jesús) La gente contestó: “¡A Barrabás!” y Pilato les preguntó: “¿Y qué hago con Jesús?” Contestaron todos: ¡Crucifícalo”!... Y cargaron a Jesús con la cruz y lo crucificaron junto a otros dos bandidos uno a su derecha y otro a su izquierda que lo insultaban junto con los escribas, los fariseos, los ancianos y todos los que pasaban por allí que le gritaban y decían: “Tú que destruyes el templo y lo reconstruyes en tres días, sálvate a ti mismo; si eres el Hijo de Dios bájate de la cruz… Y se burlaban de Él.
            Jesús, dando un grito imponente expiró. El centurión y sus hombres que custodiaban el cadáver viendo lo que ocurrió dijeron aterrorizados: “Verdaderamente, este hombre era Hijo de Dios”.

REFLEXIÓN

            Si nos detenemos a observar, veremos que volvemos a repetir la historia con los mismos esquemas y los mismos mecanismos: El pueblo estaba cansado de la explotación y del atropello al que estaba sometido; ya habían hecho como parte de su vida ordinaria esta situación de engaño y explotación.
            Jesús viene, les plantea el reino de Dios, cuyos ejes son la verdad, la justicia, el amor, la paz, la libertad… y todos se entusiasman al escucharlo, pero cuando les dice que esto tiene que hacerlo suyo cada uno y llevarlo a la práctica, ahí echan marcha atrás, pues eso les exige romper la situación acomodaticia en la que han caído y no aceptan el cambio. Prefieren seguir como están antes del riesgo de abrir un camino de paz y de fraternidad.
            El Reino que Jesús propone, a las autoridades civiles, militares y religiosas les desestabilizaba su posición en el poder y revolvieron al pueblo para que condenase a Jesús…
            Hoy vemos cómo se sigue haciendo exactamente lo mismo: a quien intenta llevar a la práctica todo eso que se dice de la igualdad de derechos, de la justicia, del respeto, de la tolerancia… se le condena por reaccionario y por enemigo del orden establecido que no es otro que la mentira por sistema, que consiste en hacer todo lo contrario de lo que se dice y a la gente se le hace ver blanco lo que es negro y negar lo evidente y se impone un pensamiento único, para que nadie intente revolverse y se quita la voz a quien pueda levantarla, haciéndolo incluso, desaparecer si es que molesta.

Oración

Ya ves, Señor,
¡qué poco hemos avanzado!.
Siento vergüenza de ver
cómo nos dejamos lavar el cerebro
y no aprendemos ni a base de golpes de muerte.
Los animales son más sensatos que nosotros,
pues cuando han recibido un escarmiento,
no se acercan al peligro;
nosotros en cambio, somos tan tercos
que siempre nos atrevemos
a enfrentarnos al peligro
creyendo que lo vamos a destruir
y llegamos hasta el extremo
de considerar la vida como una maldición
la muerte como un derecho y una bendición.
¿Qué nos tiene que pasar
para que escarmentemos
y nos demos cuenta
que expulsarte de nuestra vida,
condenarte a muerte,
es nuestra propia destrucción.
Señor,
danos un mínimo del sentido común
que hemos destruido.