II DOMINGO DE ADVIENTO. CICLO B

 

Enderezad los senderos del Señor

Del Evangelio según san Marcos.
Comienza el Evangelio de Jesucristo, Hijo de Dios.
Como está escrito en el profeta Isaías:
«Yo envío a mi mensajero delante de ti, el cual preparará tu camino; voz del que grita en el desierto: “Preparad el camino del Señor, enderezad sus senderos”»;
se presentó Juan en el desierto bautizando y predicando un bautismo de conversión para el perdón de los pecados. Acudía a él toda la región de Judea y toda la gente de Jerusalén. Él los bautizaba en el río Jordán y confesaban sus pecados.
Juan iba vestido de piel de camello, con una correa de cuero a la cintura y se alimentaba de saltamontes y miel silvestre. Y proclamaba:
«Detrás de mí viene el que es más fuerte que yo y no merezco agacharme para desatarle la correa de sus sandalias. Yo os he bautizado con agua, pero él os bautizará con Espíritu Santo». Palabra del Señor.
    Seguimos adentrándonos en este tiempo de Adviento, el viernes celebrábamos la solemnidad de la Inmaculada, la Madre de Jesús que nos impulso a vivir este tiempo de preparación a la venida de su Hijo. Hoy es Juan Bautista, el profeta que grita este camino de preparación en medio del desierto.
    El Espíritu Santo el día de nuestro Bautismo, nos impulso a preparar el camino al Señor, como algo primordial para el cristiano. Esta preparación tiene dos aspectos, el de conversión para unirnos a Él y el de testimonio para hacerlo presente.
    Toda nuestra vida como nos dice hoy el profeta y dirá después Cristo al comienzo de la predicación del Reino es un camino de conversión, desde nuestro interior, una vuelta a Él, y a su vez un camino testimonial como dice el profeta, no somos nosotros los que nos anunciamos sino a Aquel que viene con Espíritu Santo y fuego.
    No es un camino llamativo y apetecible a la luz de la sociedad,  pero a la luz del Espíritu sí es atrayente y gozoso, es sentirnos instrumentos de la preparación de la venida de Cristo en el día a día, en nuestras vidas. 
    Hemos de llenarnos de humildad y sencillez al igual que el profeta para que seamos signos de contradicción no por nosotros mismos, sino por nuestro testimonio y obras, "preparad el camino al Señor, allanad sus senderos". Seamos profetas de nuestro tiempo y dejemos que Él venga a nuestra vida.