DOMINGO XXXII DEL TIEMPO OFRDINARIO -A-

PRIMERA LECTURA


Lectura del Libro de la Sabiduría 6, 13-17
Encuentran la sabiduría los que la buscan

Radiante e inmarcesible es la sabiduría; fácilmente la ven los que la aman y la encuentran los que la buscan.
Se anticipa a darse a conocer a los que la desean.
Quien temprano la busca no se fatigará, pues a su puerta la hallará sentada.
Pensar en ella es prudencia consumada, y quien vela por ella, pronto se verá sin afanes.
Ella misma busca por todas partes a los que son dignos de ella; en los caminos se les muestra benévola y les sale al encuentro en todos sus pensamientos.
Palabra de Dios.

REFLEXIÓN

“PERDER EL HORIZONTE” 
           En la Sagrada Escritura, “Sabio” no es el que sabe muchas cosas y tiene mucha información sobre muchísimos temas, pues eso lo puede tener perfectamente un computador de cualquier marca; el verdadero “Sabio” es aquel que sabe descubrir dónde está el mal y apartarse de él y dónde está el bien para abrazarse a él y ser feliz con lo que tiene, haciendo que también lo sean otros que le rodean; por eso, el mejor de los regalos que nos puede hacer Dios, es el de la “SABIDURÍA”
           El texto de hoy nos la compara a una mujer bella, hermosa, atractiva y llena de cualidades,  que   cautiva al hombre justo  e inteligente y la ama, la desea y la busca como el único tesoro de su vida, porque en ella encuentra su felicidad.
           Algo así es Dios (la sabiduría) para quien lo encuentra: en Él se encuentran todas las cualidades imaginables y está siempre a la puerta, dispuesto a salir al encuentro de quien lo busca; es más, ni siquiera se queda esperando a que lo busquen, Él mismo tiene la iniciativa y sale al encuentro del hombre, que solo deberá tener la disposición de estar abierto a su presencia y aceptar el amor que  le brinda, lo mismo que un padre hace con su hijo.
           Pero desgraciadamente, no todos entienden esto y confunden las cosas, llegando a ver el “bien” donde impera el mal y, de la misma manera al contrario, considerando malo aquello que es bueno. La degradación mayor a la que se puede llegar es a considerar la muerte como un bien y la vida como un mal

Salmo responsorial Sal 62, 2. 3‑4. 5‑6. 7‑8

V/. Mi alma está sedienta de ti, Señor, Dios mío.
R/. Mi alma está sedienta de ti, Señor, Dios mío.
V/. Oh Dios, tú eres mi Dios, por ti madrugo, mi alma está sedienta de ti;
mi carne tiene ansia de ti, como tierra reseca, agotada, sin agua.
R/. Mi alma está sedienta de ti, Señor, Dios mío.
V/. ¡Cómo te contemplaba en el santuario viendo tu fuerza y tu gloria!
Tu gracia vale más que la vida, te alabarán mis labios.
 R/. Mi alma está sedienta de ti, Señor, Dios mío.
V/. Toda mi vida te bendeciré y alzaré las manos invocándote.
Me saciaré como de enjundia y de manteca y mis labios te alabarán jubilosos.
R/. Mi alma está sedienta de ti, Señor, Dios mío.
V/. En el lecho me acuerdo de ti y velando medito en ti,
porque fuiste mi auxilio,
y a la sombra de tus alas canto con júbilo.
R/. Mi alma está sedienta de ti, Señor, Dios mío.

 SEGUNDA LECTURA

 Lectura de la primera carta del Apóstol San Pablo a los Tesalonicenses 4, 12‑17
A los que han muerto en Jesús, Dios los llevará con él
Hermanos:
No queremos que ignoréis la suerte de los difuntos para que no os aflijáis como los hombres sin esperanza.
Pues si creemos que Jesús ha muerto y resucitado, del mismo modo a los que han muerto en Jesús, Dios los llevará con él.
[Esto es lo que os decimos como Palabra del Señor:
Nosotros, los que vivimos y quedamos para su venida, no aventajaremos a los difuntos.
Pues él mismo, el Señor, a la voz del arcángel y al son de la trompeta divina, descenderá del cielo, y los muertos en Cristo resucitarán en primer lugar.
Después nosotros, los que aún vivimos, seremos arrebatados con ellos en la nube, al encuentro del Señor, en el aire.
Y así estaremos siempre con el Señor.
Consolaos, pues, mutuamente con estas palabras.]
Palabra de Dios


REFLEXIÓN

“NO VALE LA PENA DORMIRSE”
Seguimos en el contexto del domingo pasado: Silas y Timoteo llevan noticias a Pablo sobre la comunidad de Tesalónica.
De nuevo encontramos a  Pablo haciendo frente a una de las dificultades que se estaban presentando en la comunidad sobre el mal entendido que se estaba extendiendo: había gente que andaba diciendo que la venida del Señor era inminente y que, por tanto, el fin del mundo estaba ya a las puertas; en ese caso, ¿qué sentido tenía trabajar ni darse malos ratos en la vida?.
Hoy nos lo encontramos de nuevo dando respuesta a otra dificultad que existe dentro de la comunidad: hay una gran preocupación por la suerte de los que están muriendo: hay mucha gente que no cree que haya otra vida después de ésta y, otros están preocupados porque no saben qué ocurre en el espacio que hay entre la muerte y el momento en que llegue la resurrección final ¿dónde están los que mueren?
S. Pablo sale al paso dando la respuesta, ya que nos jugamos el sentido de todo.
Es bueno precisar algunos términos que emplea en la carta para que podamos entender lo que se dice:
MUERTE = sueño
RESUCITAR= despertar
El problema que se plantea no es el de la “resurrección”, que eso lo tienen muy claro y en eso se distinguen de los que no tienen fe.
Ante  la incógnita de lo que ocurrirá en el lapso existente entre ese “dormirse” y el “despertar” final, les hace caer en la cuenta de que el “tiempo” no es más que una categoría humana y que al salirse de esta existencia terrena, desaparece todo y se convierte en un acto: todo es presente, no hay ni futuro ni pasado, entonces Pablo no tiene dificultad alguna en afirmarles que, de ninguna manera los que aún quedamos con vida estamos en mejor situación que ellos, que ya están gozando  con Cristo de la resurrección, pues si han muerto con Él (y morir con Cristo es vivir amando), su situación es de resurrección con Él y, ahora, solo esperan la resurrección final de todo lo que está todavía en las categorías del tiempo y del espacio: el mundo, que se incorporará en la resurrección final, en donde participaremos todos de ese estado glorioso y triunfante de todo el universo.
El fundamento de esta seguridad es Cristo, que ha muerto y ha resucitado y, si nosotros estamos identificados con Él, que ha asumido nuestra naturaleza, seguimos su misma suerte al llegar al final de la existencia terrena: lo mismo que Dios ha hecho con él, hará con todos nosotros que participamos de la misma naturaleza.
Así, los que han muerto con Cristo, han resucitado ya con Él; en cambio, los que tengan la suerte de llegar al final en la existencia terrena, no tendrán que dar el paso a resucitar, sino que serán  transformados en seres gloriosos, todo en un instante.
En los versículos 16 y 17 Pablo hace uso de  expresiones apocalípticas para describir cómo puede llegar ese momento final, que ni él mismo sabe cómo será, ni cuándo ocurrirá, por eso, en el cap. 5 empieza diciendo que no se confíen, pues nadie sabe cuándo Dios puede llamar a todos, o a cada uno en particular.
La llamada a vivir preparados sigue teniendo plena actualidad; también el problema de la increencia sigue siendo actual y, en lugar de mantenerse en tensión, la falta de fe lleva al pragmatismo inmediato.

Aleluya

EVANGELIO

Lectura del santo Evangelio según San Mateo 25, 1‑13

Que llega el esposo, salid a recibirlo

En aquel tiempo dijo Jesús a sus discípulos esta parábola: —El Reino de los Cielos se parecerá a diez doncellas que tomaron sus lámparas y salieron a esperar al esposo.
Cinco de ellas eran necias y cinco eran sensatas.
Las necias, al tomar las lámparas, se dejaron el aceite; en cambio, las sensatas se llevaron alcuzas de aceite con las lámparas.
El esposo tardaba, les entró sueño a todas y se durmieron.
A medianoche se oyó una voz:
«¡Que llega el esposo, salid a recibirlo!»
Entonces se despertaron todas aquellas doncellas y se pusieron a preparar sus lámparas.
Y las necias dijeron a las sensatas:
—«Dadnos un poco de vuestro aceite, que se nos apagan las lámparas.»
Pero las sensatas contestaron:
—«Por si acaso no hay bastante para vosotras y nosotras, mejor es que vayáis a la tienda y os lo compréis.»
Mientras iban a comprarlo llegó el esposo y las que estaban preparadas entraron con él al banquete de bodas, y se cerró la puerta.
Más  tarde llegaron también las otras doncellas, diciendo:
«Señor, señor, ábrenos.»
Pero él respondió:
«Os lo aseguro: no os conozco.»
Por tanto, velad, porque no sabéis el día ni la hora.
Palabra del Señor

REFLEXIÓN


“A QUIEN MADRUGA, DIOS LE AYUDA”     
            Esta parábola es un ejemplo más de todos los que S. Mateo recoge para dar una enseñanza acerca de la resurrección final, la “parusía”.
            A partir del cap. 19 ya empieza a hablar sobre la próxima venida de Jesús resucitado estableciendo definitivamente el Reino de Dios.
            Presenta a Jesús hablando a la gente con ejemplos sencillos que van clarificando la realidad del reino de Dios.
            La gente no comprende y la mayoría no sabe ir más allá de lo que tiene delante de los ojos. Jesús va atajando las desviaciones, pero ni aún así logra que la gente vea claro. Lo vemos que, incluso, llega a enfrentarse en el cap. 23 a los fariseos que se están desviando del verdadero camino, a pesar de ser los maestros y deberían ser ellos los más seguros.
            Los mismos discípulos no entienden nada, a pesar de estar a su lado y recibir explicaciones particulares y, son ellos los que muchas veces le preguntan cuándo sucederá todo eso que les está diciendo y, cuál será la señal para que ellos puedan estar preparados (Mt. 24,3)
            Jesús sigue dándoles instrucciones, haciendo hincapié siempre en que la suerte final del hombre depende de la actuación que va teniendo aquí en la tierra, durante el tiempo que vive.
            Lo que menos importa es el “Cuándo” llegará el momento, pues eso es irreversible; lo importante es estar preparado en todo momento, para poder afrontarlo en el instante en que se presente.
            Esta parábola de las “Diez Doncellas” no es sino un ejemplo de los muchos que pone, con el que plantea la postura de los diferentes sectores de la gente de cara a la vida y al reino; Jesús coge para su enseñanza una escena muy popular: una boda. La novia está en casa de sus padres con un grupo de amigas, esperando el atardecer para salir al encuentro del novio que vendrá también de la casa de sus padres, con otro grupo de amigos para llevarla consigo. En ambos cortejos, cada componente lleva su lámpara colgada de un palo hasta llegar a casa del novio, donde se formará el festín.
            No obstante, en el grupo hay dos actitudes contrapuestas: cinco de ellas han llegado confiadas en que aquello es una fiesta y solo piensan en divertirse; cuando llega la dificultad no están preparadas para afrontarla; las otras cinco han sido previsoras y han comprendido  que no se puede dejar todo al azar de la última hora.
            Las primeras se confiaron en su vida y se dedicaron a pasárselo en grande, creyendo que al final podrían solucionar todo lo que dejaron de hacer y al final, llegaron con las manos vacías (sin aceite para sus lámparas) y cuando llegó el momento supremo, ya no hay vuelta atrás para deshacer lo hecho, o hacer lo no hecho.
            Las segundas entendieron muy bien el tema para su vida: no se puede ir dejando las cosas para el final, hay que ir sembrando cada día, para poder recoger; hay que ir construyendo cada día,  para poder disfrutar de la casa que se ha levantado, pues no se puede esperar de donde no se ha puesto nada. El final para ellas ha sido un gozo inmenso que esperaban ansiosas y, su alegría fue grande,  pues  les llevó a la celebración de la fiesta por el triunfo.
            La moraleja de la parábola es bien elocuente y deja al descubierto las distintas posturas que pueden darse en la vida con algo que también es evidente: las cosas no serán como cada uno creamos, de acuerdo a nuestras conveniencias, sino como realmente son, independientemente de lo que digamos o creamos y, al final, ya no habrá vuelta atrás para deshacer entuertos. Independientemente de lo que pensemos, es obligatorio el que nos revisemos nuestra actuación, pues nos jugamos el sentido de nuestra existencia y de nuestro futuro, aunque creamos que todo acabará en una caja de podredumbre.