LA SANTISIMA TRINIDAD -13


 

PRIMERA LECTURA  


Lectura del libro de los Proverbios 8, 22‑31
Antes de comenzar la tierra, la sabiduría fue engendrada

Así dice la sabiduría de Dios: 
«El Señor me estableció al principio de sus tareas, al comienzo de sus obras antiquísimas. 
En un tiempo remotísimo fui formada, antes de comenzar la tierra. 
Antes de los abismos fui engendrada, antes de los manantiales de las aguas. 
Todavía no estaban aplomados los montes, antes de las montañas fui engendrada. 
No había hecho aún la tierra y la hierba, ni los primeros terrones del orbe. 
Cuando colocaba los cielos, allí estaba yo; cuando trazaba la bóveda sobre la faz del abismo; 
cuando sujetaba el cielo en la altura, y fijaba las fuentes abismales. 
Cuando ponía un limite al mar, cuyas aguas no traspasan su mandato; 
cuando asentaba los cimientos de la tierra, yo estaba junto a él, como aprendiz, 
yo era su encanto cotidiano, todo el tiempo jugaba en su presencia: 
jugaba con la bola de la tierra, gozaba con los hijos de los hombres. 
Palabra de Dios.
 

REFLEXIÓN 

EL ROSTRO DE DIOS    

            En un primer momento, en la cultura de Israel, una de las manifestaciones más primarias de la presencia y la asistencia de  Dios, está en la capacidad que el hombre tiene para gobernar su propia vida y ser feliz o en la habilidad que tiene el gobernante para establecer unas relaciones de paz y de justicia en su pueblo.
            “Sabio”, según esta mentalidad, no es, por tanto, quien sabe muchas cosas, sino quien, con lo que tiene, es capaz de ser feliz y conducirse por el camino recto, conservando siempre la cordura y la capacidad crítica, descubriendo siempre en la vida el camino del bien y conduciéndose por él.
            El texto que nos presenta la liturgia es una reflexión posterior que se hace ante esta realidad existente y, esa presencia de la SABIDURÍA,  llega a concluirse que no es obra del hombre, sino presencia de Dios en el hombre, con lo que la “Sabiduría” se identifica con Dios creador; de ahí que, la “Sabiduría” que aquí se describe, se la identifica con la imagen y manifestación del “Verbo de Dios”
            Podríamos decir que éste es uno de los primeros rostros  que se presentan de Dios, muy distinto y diferente de lo que tradicionalmente venimos sosteniendo.
            Por otro lado, la imagen que se nos muestra de Dios, no es la del ser solitario que se distrae “haciendo cosas”, sino la de un ser en relación: “yo estaba junto a él, como aprendiz, yo era su encanto cotidiano”  todo el tiempo jugaba en su presencia: 
Jugaba con la bola de la tierra, gozaba con los hijos de los hombres”… Dios vive en armonía con los hombres, no disfrutando con hacerles sufrir, sino todo lo contrario, siendo feliz con ellos.
            Mirando las cosas así, desde esta perspectiva, la historia de Dios con los hombres, no es un drama, ni una tragedia, sino una historia de comunión, de amistad, de amor  y de alegría.
            ¡Qué triste que hayamos desvirtuado las cosas tanto que hayamos hecho de Dios un ogro que goza probando a los hombres con enfermedades y con problemas para ver hasta cuánto aguantan…!
 

Salmo responsorial Sal 8, 4‑5. 6‑7a. 7b‑9. (R.: 2a)


R. Señor, dueño nuestro, ¡qué admirable es tu nombre en toda la tierra! 

Cuando contemplo el cielo, obra de tus dedos,
la luna y las estrellas que has creado,
¿qué es el hombre, para que te acuerdes de él,
el ser humano, para darle poder? R.
R. Señor, dueño nuestro, ¡qué admirable es tu nombre en toda la tierra! 

Lo hiciste poco inferior a los ángeles,
lo coronaste de gloria y dignidad,
le diste el mando sobre las obras de tus manos. R.
R. Señor, dueño nuestro, ¡qué admirable es tu nombre en toda la tierra! 

Todo lo sometiste bajo sus pies:
rebaños de ovejas y toros, y hasta las bestias del campo,
las aves del cielo, los peces del mar,
que trazan sendas por el mar. R.
R. Señor, dueño nuestro, ¡qué admirable es tu nombre en toda la tierra! 
 

SEGUNDA LECTURA


Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Romanos 5, 1‑5
A Dios, por medio de Cristo, en el amor derramado con el Espíritu

 Hermanos: 
Ya que hemos recibido la justificación por la fe, estamos en paz con Dios, por medio de nuestro Señor Jesucristo. 
Por él hemos obtenido con la fe el acceso a esta gracia en que estamos; y nos gloriamos, apoyados en la esperanza de alcanzar la gloria de Dios. 
Más aún, hasta nos gloriamos en las tribulaciones, sabiendo que la tribulación produce constancia, la constancia, virtud probada, la virtud, esperanza, y la esperanza no defrauda, porque el amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones con el Espíritu Santo que se nos ha dado.  
Palabra de Dios.
 

REFLEXIÓN 

“VIVIR EN SANTIDAD”   

            S. Pablo hace una síntesis de todo el mensaje cristiano: Cristo nos ha traído la paz y la reconciliación con Dios y nos ha ubicado en el camino de la salvación.
            Deja claro que la salvación no es fruto de la acción, ni de la capacidad del hombre, sino que es el gran regalo que Dios nos ha hecho: “Por él hemos obtenido, con la fe, el acceso a esta gracia en que estamos”: la “santidad” no es el resultado de nuestro esfuerzo, sino que es un don que el Señor nos da y, lo que tenemos que hacer es actuar en conformidad con lo que somos y confiar en Dios.
            Cristo nos ha liberado del pecado y de la ley y nos abre el camino a seguir; incluso, frente a las dificultades de la vida nos presenta, la clave estará en ser fieles a lo que somos y no seguir otras consignas.
            Llevar adelante este camino, solo se puede realizar con la aceptación del Espíritu Santo que Dios nos ha dado y que, será el que nos dará paciencia en la tribulación y esa paciencia nos irá dando  una virtud sólida, que es la base y fundamento de la esperanza.
            Vivir, por tanto, en la onda de la libertad y la salvación que Cristo nos ha conseguido, es establecerse en un proyecto de vida que es sustentado por la presencia del Espíritu Santo.
 

Aleluya Ap 1, 8 

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo,
al Dios que es, que era y que viene. 
 

EVANGELIO  


Lectura del santo evangelio según san Juan 16, 12‑15
Todo lo que tiene el Padre es mío; el Espíritu tomará de lo mío y os lo anunciará 

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: 
—«Muchas cosas me quedan por deciros, pero no podéis cargar con ellas por ahora; cuando venga él, el Espíritu de la verdad, os guiará hasta la verdad plena. Pues lo que hable no será suyo: hablará de lo que oye y os comunicará lo que está por venir. 
É1 me glorificará, porque recibirá de mi lo que os irá comunicando. 
Todo lo que tiene el Padre es mío. Por eso os he dicho que tomará de lo mío y os lo anunciará.» 

Palabra del Señor. 
 

REFLEXIÓN 

“UBICARSE EN EL BIEN”    

            Es interesante lo que Jesús le dice a los apóstoles: “Muchas cosas me quedan por deciros, pero no podéis cargar con ellas por ahora”, prefiere no calentarles la cabeza con teorías sobre Dios, sobre su relación con su Padre, sobre el puesto que ocupa cada uno en el esquema de la “Trinidad”, sobre las funciones de cada uno: del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo… Todo eso de lo que tanta gente ha empleado su vida entera escribiendo, intentando explicar lo que es inexplicable y, lo peor todavía, condenando a quien se le ocurra decir algo que pueda poner en tela de juicio lo que ellos han dicho.
            Jesús no se dedica a escribir ningún tratado sobre la Trinidad, ni a dar todo un código de verdades en las que tenemos que creer, sino que comparte con sus amigos su experiencia de amor, de acogida, de cercanía y de escucha con su Padre; Él comparte su alegría de sentirse hijo amado por su Padre y la fuerza que lo mantiene en sintonía y lo lanza a hacer este mundo cada vez más humano y a que reine en él el mismo espíritu que lo une a Él con su Padre de forma que todos puedan sentir la misma felicidad que Él siente.
            Jesús no se dedica a dar una serie de datos  estadísticos y fríos de su Padre ni del amor que los une, sino que expresa con su vida lo que su Padre siente: un cariño especial por aquellos que la sociedad excluye y relega, por aquellos que se sienten indefensos y atropellados… Él se pone al lado de ellos y Jesús no puede hacer otra cosa distinta; su Padre es bueno con todos y no hace acepción de personas, Él no puede, ni sabe ser de otra forma: Él se siente feliz viendo que los hombres son felices y se siente mal cuando alguien sufre,  pues hace suyos las alegrías y los sufrimientos de los hombres, especialmente los más débiles y desprotegidos.
            Como hemos dicho, no se entretiene en dar discursos, sino en vivir y en la práctica del amor, de la justicia va invitando a que los demás lo hagan y sigan su camino, con lo que nuestras vidas cambian y se ponen en la onda del Padre con la fuerza del mismo Espíritu.
            En esa misma onda, Jesús demuestra, sin necesidad de explicaciones, que la presencia del Espíritu Santo no es una fantasía, sino una realidad que nos transforma a todos, pues no es otra cosa que el AMOR DE DIOS que vive en nosotros y nos hace amarnos los unos a los otros llevándonos siempre a  hacer el bien.
            Por eso, esa fórmula que usamos en nuestra oración: hacer y decir las cosas en ¡el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu santo”; el realizar el signo de la cruz en el nombre de la Santísima Trinidad, es ponernos en la onda de Dios, en la situación del “BIEN” Y PARA EL “BIEN”
            Es fácil que haya mucha gente que crea que eso es signo de beaterío o de ñoñería religiosa… pueden pensar lo que quieran, pero siempre será más grande, noble, honrado, bueno… actuar en, desde, y por el bien que por el mal.