PENTECOSTES -2013


 
PRIMERA LECTURA 

Lectura del libro de los Hechos de los apóstoles 2, 1‑11
Se llenaron todos de Espíritu Santo y empezaron a hablar
Al llegar el día de Pentecostés, estaban todos reunidos en el mismo lugar. De repente, un ruido del cielo, como de un viento recio, resonó en toda la casa donde se encontraban. Vieron aparecer unas lenguas, como llamaradas, que se repartían, posándose encima de cada uno. Se llenaron todos de Espíritu Santo y empezaron a hablar en lenguas extranjeras, cada uno en la lengua que el Espíritu le sugería. 
Se encontraban entonces en Jerusalén judíos devotos de todas las naciones de la tierra. Al oír el ruido, acudieron en masa y quedaron desconcertados, porque cada uno los oía hablar en su propio idioma. Enormemente sorprendidos, preguntaban:  C*)No son galileos todos esos que están hablando? Entonces, )cómo es que cada uno los oímos hablar en nuestra lengua nativa?  Entre nosotros hay partos, medos y elamitas, otros vivimos en Mesopotamia, Judea, Capadocia, en el Ponto y en Asia, en Frigia o en Panfilia, en Egipto o en la zona de Libia que limita con Cirene; algunos somos forasteros de Roma, otros judíos o prosélitos; también hay cretenses y árabes; y cada uno los oímos hablar de las maravillas de Dios en nuestra propia lengua.+ 
Palabra de Dios.

REFLEXIÓN 

¿QUÉ ESPÍRITU ES EL QUE NOS MUEVE? 

Comienza el texto de los Hechos diciéndonos que los cristianos “Estaban todos juntos en un mismo lugar”. Con estas palabras ya nos está dando S. Lucas una de las notas características de la comunidad cristiana: LA UNIDAD, eso que es signo identificativo, pues el primer síntoma de la práctica del Amor es justamente esto: la UNIDAD y, esto que es nota identificativa, se convierte también en proyecto, en reto de todos: construir la unidad es un proceso de conversión diario, que nos lleva a limar asperezas, a cambiar actitudes, a superar prejuicios… para que pueda darse la comunión. Esta labor la va haciendo el Espíritu Santo en cada uno de los miembros de la iglesia que se abren a su acción santificadora.
            Esta “FUERZA VITAL” que transforma, que vivifica, se escapa a todos nuestros sistemas de espacio y tiempo para poder definirla y, para que podamos hacernos una idea, se la expone por sus efectos, por sus huellas y su acción, y de esa manera podamos imaginarla: es parecida al  “viento”, que llega sin esperarlo, no sabes de dónde viene, cómo es, ni lo puedes controlar… pero tiene una fuerza absolutamente incontrolable: “De repente, un ruido del cielo, como de un viento recio resonó en toda la casa” (Hch 2,2). Es una forma de decir que es algo que escapa de los cálculos del hombre, es algo divino, pues viene del cielo, su origen no responde a un proyecto humano…
            S. Lucas quiere dejar también muy claro que el Espíritu Santo es algo dinámico: una fuerza que lo remueve todo: algo así como un terremoto, como el fuego que lo trastorna todo, que lo transforma todo, que purifica incluso lo más oxidado y endurecido y lo vuelve maleable… El Espíritu Santo es fuerza, potencia, poder de transformación y además es algo cósmico, capaz de transformar el universo entero.
“Entonces aparecieron lenguas como de fuego, que se repartían y se posaban sobre cada uno de ellos” (Hch 2,3). El fuego es otro elemento con el que en el A.T. expresa la presencia de Dios, es un elemento del cosmos, que el ser humano no puede retener en sus manos, se le escapa y no puede controlar; es algo que lo envuelve todo, lo calienta, lo ilumina, lo purifica y lo transforma… algo así es el Espíritu Santo: poderoso, irresistible, transcendente…
Dice el libro de los Hechos que: “Se llenaron todos de Espíritu Santo” y, lógicamente, no pudieron resistir a su fuerza, salieron hablando y dando testimonio de todo lo que habían vivido, de tal forma que, la gente los vio transformados, hasta el punto que quedaban maravillados y la gente, al verlos se unía al grupo.
Es imposible resistirse a hacer la pregunta: ¿Qué pasa con nuestros jóvenes que recibien el Espíritu Santo en la confirmación, desaparecen de la iglesia y se vuelven hasta enemigos de Jesucristo y de su iglesia?
¿Qué pasa con el bautismo que seguimos celebrando y las primeras comuniones después cuatro años de catequesis, o del resto de sacramentos en los que “teóricamente” se da el Espíritu Santo y dan como resultado todo lo contrario a lo que se debería esperar? ¿Es que el Espíritu ha perdido su “ser” y se ha convertido en algo “lygth” SIN fuerza, ni poder, ni interés, ni atractivo…? O ¿es que estamos tan distantes de lo que es el Espíritu Del Señor, que lo que tenemos es completamente otro tinglado que no tiene que ver nada con Él? 

Salmo responsorial   Sal 103, 1ab  y 24ac. 29bc‑30. 31 y 34

R. Envía tu Espíritu, Señor, y repuebla la faz de la tierra. 

Bendice, alma mía, al Señor:
(Dios mío, qué grande eres!
Cuántas son tus obras, Señor;
la tierra está llena de tus criaturas.
R. Envía tu Espíritu, Señor, y repuebla la faz de la tierra. 

Les retiras el aliento, y expiran
y vuelven a ser polvo;
envías tu aliento, y los creas,
y repueblas la faz de la tierra.
R. Envía tu Espíritu, Señor, y repuebla la faz de la tierra. 

Gloria a Dios para siempre,
goce el Señor con sus obras.
Que le sea agradable mi poema,
y yo me alegraré con el Señor.
R. Envía tu Espíritu, Señor, y repuebla la faz de la tierra. 

 
SEGUNDA LECTURA 

Lectura de la primera carta del apóstol san Pablo a los Corintios 12, 3b‑7. 12‑13 
Hemos sido bautizados en un mismo Espíritu, para formar un solo cuerpo
Hermanos:  Nadie puede decir: *Jesús es Señor+, si no es bajo la acción del Espíritu Santo. 
Hay diversidad de dones, pero un mismo Espíritu; hay diversidad de ministerios, pero un mismo Señor; y hay diversidad de funciones, pero un mismo Dios que obra todo en todos. En cada uno se manifiesta el Espíritu para el bien común. 
Porque, lo mismo que el cuerpo es uno y tiene muchos miembros, y todos los miembros del cuerpo, a pesar de ser muchos, son un solo cuerpo, así es también Cristo. 
Todos nosotros, judíos y griegos, esclavos y libres, hemos sido bautizados en un mismo Espíritu, para formar un solo cuerpo. Y todos hemos bebido de un solo Espíritu. 
Palabra de Dios. 

REFLEXIÓN 

“VIVIR SEGÚN EL ESPÍRITU SANTO”  

            En Jesús vemos a Dios que se ha encarnado, ha tomado la naturaleza humana y se ha hecho un hombre de carne y hueso, para mostrarnos a los hombres, cómo se  ha de recorrer el camino que Dios le ha marcado para ser feliz y, realizarse como el hombre a imagen y semejanza que Dios creó desde el principio... Hasta ahí entendemos.
            Pero Dios ha hecho un compromiso nuevo con los hombres: Él se ha bajado para vivir en este mundo que creó como expresión de su amor, para vivir y entenderse con un ser capaz de relacionarse con Él y, en esta nueva etapa, Dios le da al hombre su misma VIDA, para que pueda entenderlo, sentirlo y vivirlo: lo llama incluso amigo; pero para que esto pueda realizarlo, ha de ser con la fuerza del mismo Espíritu que mueve a Dios: EL ESPÍRITU SANTO, pues de lo contario, cada uno estaría en una onda distinta.
            Y de la misma manera que es Dios: TRES personas distintas, que viven en comunión perfecta, realizando cada una su función, la iglesia, que es el sacramento de Cristo en el mundo, está estructurada a imagen de Dios: cada creyente es un miembro de ese “cuerpo” que vive y actúa en perfecta comunión con el resto y para el resto.
            El motor que anima a este cuerpo es la misma VIDA de Dios: el Espíritu Santo y cada miembro va realizando la función que el Espíritu Santo le anima.
            Es incompatible con la naturaleza de la iglesia el que un miembro haga el bien y otro el mal; el que uno actúe sirviendo y amando, mientras otro lo haga explotando y atropellando.
Romper la unidad debe ser considerado, dentro del “Cuerpo de la Igesia”, el peor y más grave de los pecados.
El hecho más triste y más escandaloso es que se intente compatibilizar una cosa con otra: algo así como defender al mismo tiempo la verdad y la mentira, la luz con las tinieblas, diciendo que las dos cosas pueden ser al mismo tiempo y ambas tienen justificación.
 

SECUENCIA 

Ven, Espíritu divino,
manda tu luz desde el cielo.
Padre amoroso del pobre;
don, en tus dones espléndido;
luz que penetra las almas;
fuente del mayor consuelo. 

Ven, dulce huésped del alma,
descanso de nuestro esfuerzo,
tregua en el duro trabajo,
brisa en las horas de fuego,
gozo que enjuga las lágrimas
y reconforta en los duelos.   

Entra hasta el fondo del alma,
divina luz, y enriquécenos.
Mira el vacío del hambre, 
si tú le faltas por dentro;
mira el poder del pecado,
cuando no envías tu aliento.   

Riega la tierra en sequía,
sana el corazón enfermo,
lava las manchas, infunde
calor de vida en el hielo, 
doma el espíritu indómito,
guía al que tuerce el sendero.   

Reparte tus siete dones,
según la fe de tus siervos;
por tu bondad y tu gracia,
dale al esfuerzo su mérito;
salva al que busca salvarse
y danos tu gozo eterno. 

 
Aleluya
Ven, Espíritu Santo,
llena los corazones de tus fieles
enciende en ellos la llama de tu amor.   

EVANGELIO 

Lectura del santo evangelio según san Juan 20, 19‑23 
Como el Padre me ha enviado, así también os envío yo. Recibid el Espíritu Santo
Al anochecer de aquel día, el día primero de la semana, estaban los discípulos en una casa, con las puertas cerradas por miedo a los judíos. Y en esto entró Jesús, se puso en medio y les dijo:  C*Paz a vosotros.+ 
Y, diciendo esto, les enseñó las manos y el costado. Y los discípulos se llenaron de alegría al ver al Señor. Jesús repitió:  C*Paz a vosotros. Como el Padre me ha enviado, así también os envío yo.+ 
Y, dicho esto, exhaló su aliento sobre ellos y les dijo:  C*Recibid el Espíritu Santo; a quienes les perdonéis los pecados, les quedan perdonados; a quienes se los retengáis, les quedan retenidas.+ 
Palabra del Señor. 
 

 ¡¡VEN, ESPÍRITU SANTO!!    

            Si  nos detenemos a pensar podemos  recordar cómo en las primeras páginas de la biblia, cuando nos narra la creación del hombre dice que Dios creó al hombre del barro de la tierra y después sopló sobre él su aliento y el hombre tuvo vida, se convirtió en  persona, imagen y semejanza de Dios. Vivir sin esa semejanza es caminar en la vida con “pies de barro”; morir es volver al polvo de la tierra… a la materia muerta y sin sentido.
S. Juan retoma esta figura  para  explicar lo que la venida del Espíritu ha supuesto para la iglesia: lo que se tiene es un grupo de hombres y mujeres acabado, cerrado en si,  inutilizado por el miedo y la decepción, sin perspectivas de ningún tipo…  estaban los discípulos en una casa, con las puertas cerradas por miedo a los judíos “; se necesita una renovación total, una persona nueva capaz de superar esta situación y Jesús hace esta transformación: “, exhaló su aliento sobre ellos y les dijo:  “Recibid el Espíritu Santo; a quienes les perdonéis los pecados, les quedan perdonados; a quienes se los retengáis, les quedan retenidos.” 
 Ocurre una nueva creación en la que la fuerza de Dios hace que todo sea nuevo: los apóstoles se transforman y el miedo se convierte en valentía, el apocamiento en  amplitud de miras, los intereses  mezquinos se convierten en  alegría y esperanza… Esto es imposible que surja  de una realidad como la que vivían si es que  El Espíritu no hubiera insuflado nueva vida.
            En Pentecostés, es considerado, pues, como una “nueva creación” Jesús sopló sobre los apóstoles su aliento y les infundió un Espíritu nuevo capaz de perdonar los pecados en nombre de Dios y de  actuar en su nombre. Sin este Espíritu, la iglesia no es nada, es una simple organización más, incapaz de crecer, de abrirse al mundo, de dar una palara de aliento, de ofrecer una  posibilidad de vida, y  nunca podría  ser un aliento para la esperanza.
            Pero de la misma manera, cuando la iglesia o el creyente no se dejan  guiar por ese Espíritu, se convierten en un triste signo de algo caduco y sin sentido, anquilosados en un pasado anacrónico, pensando siempre en tiempos pasados, en situaciones de gloria que se perdieron y no volverán: se quiso matar el Espíritu y encasillarlo y toda la estructura se convirtió en una pieza de museo sin vida.
            ¡¡Ven,  Espíritu Santo!, y renueva el corazón de todos los fieles para que tu iglesia pueda ser un signo de vida y esperanza para el mundo.