DOMINGO –II- -T.O.-

 PRIMERA LECTURA 

Lectura del libro de Isaías 49, 3. 5‑6
Te hago luz de las naciones para que seas mi salvación 

“Tú eres mi siervo (Israel) de quien estoy orgulloso.”
Y ahora habla el Señor, que desde el vientre me formó siervo suyo, para que le trajese a Jacob, para que le reuniese a Israel, -tanto me honró el Señor y mi Dios fue mi fuerza.
Es poco que seas mi siervo y restablezcas las tribus de Jacob y conviertas a los supervivientes de Israel; te hago luz de las naciones, para que mi salvación alcance hasta el confín de la tierra.
Palabra de Dios. 

REFLEXIÓN 

DIOS SIGUE LLAMANDO   

La lectura del texto de Isaías que nos trae la liturgia de hoy es una fuerte llamada de Dios a su Pueblo Israel, pero una llamada que tiene hoy una resonancia especial en los tiempos que vivimos: Dios llama a su pueblo y le recuerda lo que ha hecho con él y para lo que lo ha escogido: desde el vientre lo ha escogido para que le traiga a Jacob y le runa a Israel; es decir: Dios lo ha escogido entre los pueblos, lo ha elegido y le ha dado su fuerza para que realice su misión ¿Qué más se puede pedir?

            Dios le pide que asuma su proyecto que tenía pensado para él y lo haga suyo, pidiéndole una forma nueva de vivir, de modo que todos lo puedan identificar como el pueblo que ha optado por la libertad, por la justicia, por la verdad…

            Pero el pueblo no ha querido escuchar la propuesta de Dios y solo queda un  pequeño resto que está llamado a ser luz ante los hombres que ilumine la voluntad expresa de salvación que Dios tiene para todos los pueblos.

            Esta petición y este reto, tienen hoy una resonancia especial para la iglesia en los tiempos que vivimos, pues la llamada vuelve a lanzarla el Señor para el hombre del siglo XXI perdido en la desesperanza y en la desilusión.

            La iglesia viene a ser ese pequeño “resto” llamado a ser luz para el mundo que ilumine la paz, la justicia, la verdad, el amor, la comprensión, la acogida… todos esos valores que Dios pensó para el hombre y sin los cuales es imposible vivir y ser feliz. 

Salmo responsorial Sal 39, 2 y 4ab, 7‑8a. 8b‑9. 10 


V/. Aquí estoy, Señor, para hacer tu voluntad.
R/. Aquí estoy, Señor, para hacer tu voluntad.

V/. Yo esperaba con ansia al Señor:
él se inclinó y escucho mi grito;
me puso en la boca un cántico nuevo,
un himno a nuestro Dios.
R/. Aquí estoy, Señor, para hacer tu voluntad. 

V/. Tú no quieres sacrificios ni ofrendas, y en cambio me abriste el oído;
no pides sacrificio expiatorio, entonces yo digo: “Aquí estoy.”
R/. Aquí estoy, Señor, para hacer tu voluntad. 

V/. Como está escrito en mi libro: «para hacer tu voluntad."
Dios mío, lo quiero, y llevo tu ley en las entrañas.
R/. Aquí estoy, Señor, para hacer tu voluntad. 

V/. He proclamado tu salvación ante la gran asamblea;
no he cerrado los labios:
Señor, tú lo sabes.
R/. Aquí estoy, Señor, para hacer tu voluntad. 

SEGUNDA LECTURA 


Comienzo de la primera carta del Apóstol San Pablo a los Corintios 1, 1‑3
Gracias y paz os dé Dios nuestro Padre y Jesucristo nuestro Señor 

Yo, Pablo, llamado a ser apóstol de Jesucristo, por voluntad de Dios, y Sóstenes, nuestro hermano, escribimos a la Iglesia de Dios en Corinto, a los consagrados por Jesucristo, al pueblo santo que el llamó y a todos los demás que en cualquier lugar invocan el nombre de Jesucristo Señor nuestro y de ellos.
La gracia y la paz de parte de Dios, nuestro Padre, y del Señor Jesucristo sean con vosotros.
Palabra de Dios 

REFLEXIÓN 

ACENTUAR LO VERDADERAMENTE IMPORTANTE    

                  Pablo comienza su carta a los cristianos de Corinto presentando  de forma expresa lo que es la verdad inapelable: la salvación que Dios ha traído en Jesucristo no está circunscrita a un pueblo, a una cultura, a un grupo determinado… sino que es un regalo que Dios ha hecho a todos los hombres que lo aceptan e invocan su nombre.

                  El saludo está dirigido a los cristianos de Corinto, pero puede ser perfectamente el mismo que haga para cualquier comunidad de la tierra, es un saludo dirigido a la iglesia de todos los lugares y de todos los tiempos: su mensaje  desborda los límites del tiempo y del espacio, va dirigido a toda la humanidad.

                  El encargo, la misión, la vocación que todo hombre tiene en la vida es a construir un mundo en el que reine la justicia, la verdad el amor y la paz, sea de la nación que sea, sea de la religión que sea… y quien acepta esta forma de vivir y asume este proyecto de liberación como forma de existencia, está invocando el nombre de Dios y está en la misma onda de Jesús, es decir: es su seguidor.

                  Esto suena muy fuerte, pues pareciera que estamos prescindiendo de la iglesia, de la religión y de toda estructura y, en verdad es así, pues el hombre nacido en Cristo es un hombre libre cuyo horizonte no es la religión ni las estructuras, sino el REINO DE DIOS que se convierte en fin último y supremo  de todo  lo que existe o se organiza y la iglesia, la religión, o cualquier estructura que no tiene como principio y meta la construcción del reino de Dios, no tiene sentido de existir a no ser que sea degradante de la persona y de la creación.

                  No podemos olvidar que Cristo no vino a crear una nueva religión ni una nueva estructura que subyugara al hombre, sino a establecer el reinado de Dios para el mundo, que es lo único que lo puede salvar.

                  Esta llamada de Pablo a la comunidad de Corinto es importantísimo que la escuchemos hoy todos, pues uno de los grandes peligros que estamos teniendo acentuados por el individualismo que se cultiva es a cerrarnos de forma excluyente en nuestros “grupos”, en nuestros “partidos”, en nuestros “territorios”, en definitiva en nuestros intereses… excluyendo, despreciando y desprestigiando a todos los que no son de los nuestros. 

Aleluya 

EVANGELIO 


Lectura del santo Evangelio según San Juan 1, 29‑34
Este es el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo 

En aquel tiempo, al ver Juan a Jesús que venía hacia él, exclamó: -Este es el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo. Este es aquél de quien yo dije: “Tras de mí viene un hombre que está por delante de mí, porque existía antes que yo.” Yo no lo conocía, pero ha salido a bautizar con agua, para que sea manifestado a Israel.
Y Juan dio testimonio diciendo:
-He contemplado al Espíritu que bajaba del cielo como una paloma y se posó sobre él.
Yo no lo conocía, pero el que me envió a bautizar con agua me dijo: Aquél sobre quien veas bajar el Espíritu y posarse sobre él, ese es el que ha de bautizar con Espíritu Santo.
Y yo lo he visto, y he dado testimonio de que este es el Hijo de Dios.
Palabra del Señor 

REFLEXIÓN

RECUPERAR EL SENTIDO PERDIDO  

Para ubicarnos en la expresión de Juan, es conveniente que nos traslademos en el tiempo al ambiente que se vive en Israel, donde se considera que una persona que ha pecado,  se considera que se ha enfrentado a Dios y, por tanto, queda excluida de la comunidad; para volver, necesita pagar una multa y para ello tendrá que ir al templo, comprar un cordero (un animal) y ofrecérselo como holocausto a Dios para aplacar su ira y que le perdone su pecado y pueda ser reintegrado en la comunidad.

Juan entiende que un cordero no restituye la dignidad a una persona, ni perdona la deuda contraída con Dios e identifica a Jesús como el único y verdadero “cordero” que trae el perdón de los pecados y la restauración de la persona, cosa que solo puede hacer Dios.

Juan identifica a Jesús como el único enviado del Padre y ungido por su espíritu, para que lleve adelante la obra de redención de los hombres; Él es el verdadero servidor de Yahvé que anuncia el profeta Isaías y que tiene la misión de restablecer en el mundo la justicia de Dios; Él es el que trae la salvación para todos los hombres.

Juan reconoce a Jesús como el verdadero Mesías salvador de Israel y para ello utiliza un lenguaje arcaico que ya no es usual en su tiempo, aunque en la práctica sigan realizándose sacrificios expiatorios con los que, el mismo Juan no está de acuerdo, pues lo han vaciado todo de sentido y lo han llenado de otro; el mismo templo se ha convertido en un verdadero mercado, en una cueva de ladrones: han vaciado el contenido de reconciliación y de perdón que tenían los sacrificios y lo han llenado de un sentido material: recaudar dinero.

Una tarea urgente de nuestra iglesia es retomar el sentido de muchas de las cosas que se hacen y llenarlas de nuevo de su sentido verdadero: basta con que nos detengamos en algunos momentos de nuestra vida cristiana, como pueden ser las fiestas de Pascua o de Navidad o la misma práctica de los sacramentos: cuando miramos la postura de Juan frente al templo, la de todos los profetas y la del mismo Jesús frente a todo lo que ha quedado reducida la práctica religiosa, entendemos perfectamente la postura de Juan y la de Jesús con el látigo en la mano.