CUARTO DOMINGO DEL T. ORDINARIO -A-

PRIMERA LECTURA 

Lectura del Profeta Sofonías 2, 3; 3, 12‑13
Dejaré en medio de ti un pueblo pobre y humilde 

Buscad al Señor los humildes, que cumplís sus mandamientos; buscad la justicia, buscad la moderación, quizá podáis ocultaros el día de la ira del Señor.
Dejaré en medio de ti un pueblo pobre y humilde, que confiará en el nombre del Señor.
El resto de Israel no cometerá maldades, ni dirá mentiras, ni se hallará en su boca una lengua embustera; pastarán y se tenderán sin sobresaltos.
Palabra de Dios.
 

REFLEXIÓN:
 

DIOS NO SE DESENTIENDE DE NUESTRA HISTORIA 

 
                  El profeta ha comenzado haciendo una fuerte denuncia de todos los pecados en los que el pueblo anda metido y contra los que están metiendo el desorden y la corrupción.

                  En este momento cambia el discurso y se dirige a los justos, a los que permanecen fieles y están aguantando la insolencia de los que rompen la paz.

                  El profeta se dirige a los sencillos y humildes, pidiéndoles que no decaigan y que sigan ellos buscando la justicia y siendo reflejo de Dios para el mundo, ya que los dirigentes están llevando las cosas irremediablemente a la catástrofe y al exilio, por lo que al pueblo no le quedará más remedio que aguantar las consecuencia y soportar el destierro.

                  Con este grupo pequeño de leales y fieles, Yahvé va a formar el “resto” que será como la levadura y como el retoño verde que nace del tronco seco;  ese resto va a ser la esperanza para el pueblo;  va a ser signo de la verdad y la justicia,  “no cometerá más iniquidad, no dirá mentiras, ni hablará con falsedad”.  Ese  “Resto” se convertirá en referente para orientar el camino en momentos de tormenta y oscuridad.

                  La voz del profeta Sofonías suena hoy con una fuerza impresionante, como un eco que retumba en todas nuestras estructuras, pues pareciera que está hablando en la actualidad y sigue animando a todos aquellos que practican la justicia y la honradez en un mundo en el que eso está considerado como superado y trasnochado, hoy suena su voz diciéndonos: “No os vengáis abajo, no caigáis en la tentación de creer que estáis haciendo el tonto con no participar en la corrupción establecida”.  Todavía queda la esperanza de que hay mucha gente que cree en la justicia, en la solidaridad, en la verdad y que se juega el tipo por la paz, aunque, por desgracia, a esta gente se la calla, se la ignora y se la margina al silencio y a la  nulidad, pero Dios sigue apostando por ellos y tenemos esperanza de que un día meterá su mano de la forma más inaudita a nuestros esquemas, pues nuestra historia es también la suya. 

Salmo responsorial Sal 145, 7. 8‑9a. 9bc‑10 


V/. Dichosos los pobres en el espíritu,
porque de ellos es el Reino de los Cielos. 

V/. Dichosos los pobres en el espíritu,
porque de ellos es el Reino de los Cielos. 

V/. El Señor hace justicia a los oprimidos,
da pan a los hambrientos.
El Señor liberta a los cautivos. 

V/. Dichosos los pobres en el espíritu,
porque de ellos es el Reino de los Cielos. 

V/. El Señor abre los ojos al ciego,
el Señor endereza a los que ya se doblan,
el Señor ama a los justos,
el Señor guarda a los peregrinos.
V/. Dichosos los pobres en el espíritu,
porque de ellos es el Reino de los Cielos. 

V/. El Señor sustenta al huérfano y a la viuda
y trastorna el camino de los malvados.
El Señor reina eternamente,
tu Dios, Sión, de edad en edad.
R/. Dichosos los pobres en el espíritu,
porque de ellos es el Reino de los Cielos. 

SEGUNDA LECTURA


Lectura de la primera carta del Apóstol San Pablo a los Corintios 1, 26‑31
Dios ha escogido lo débil del mundo 

Hermanos:
Fijaos en vuestra asamblea, no hay en ella muchos sabios en lo humano, ni muchos poderosos, ni muchos aristócratas; todo lo contrario, lo necio del mundo lo ha escogido Dios para humillar a los sabios.
Aún más, ha escogido la gente baja del mundo, lo despreciable, lo que no cuenta para anular a lo que cuenta, de modo que nadie pueda gloriarse en presencia del Señor.
Por él vosotros sois en Cristo Jesús, en este Cristo que Dios ha hecho para nosotros sabiduría, justicia, santificación y redención.
Y así -como dice la Escritura- el que se gloríe que se gloríe en el Señor.
Palabra de Dios 

REFLEXIÓN:
 

LA BASE DE TODA LIBERACIÓN    

                  Pablo se dirige a la comunidad de Corinto que está siendo motivo de gozo  por un lado, pero de tristeza por otro: los griegos  son amantes de la ciencia y la sabiduría y se sienten orgullosos de su cultura y de su ambiente cultural, pero están metidos en una dimensión completamente materialista, entendiendo por ciencia solo aquellos que proviene de la investigación y de la razón que les hace conocedores de muchas cosas, sin embargo, sin embargo ignoran la sabiduría divina; la “ciencia de Dios” no es  muy estimada por ellos, pues la consideran ilógica, inútil y estúpida ya que no se sustenta en argumentos humanos.

                  Los creyentes de la comunidad de Corinto no son gente letrada ni especializada en cuestiones mundanas, ni son personas pertenecientes al poder ni a la nobleza… tienen el peligro de querer funcionar en esos esquemas en los que se mueve la sociedad o de acomplejarse al no sentirse a la altura; a ellos les pide que no se dejen invadir por la tentación de instalarse en esa situación mundana, pues Dios no se ajusta a ese tipo de sabiduría, sino que, por el contrario, coge lo que el mundo desprecia y considera inútil y despreciable, para confundir el orgullo y el poder de los grandes.

                  De esa forma, nadie puede presumir de fortaleza ni de grandeza delante de Dios, como hacen los sabios y entendidos del sistema, que andan cargados de “sabiduría” y de poder y con ello tienen sometido al pobre y se sienten grandes delante de sus dioses.

                  Nuestra grandeza no está en nuestros orígenes de nobleza, de riqueza o de poder, sino en el Señor: Él es nuestra riqueza, nuestra fuerza, que con nuestra sencillez y pobreza, Él hace la transformación del mundo.

                  La fuerza del cristiano no está en los “valores” mundanos del poder, la sabiduría, la nobleza, la riqueza, el prestigio, la fama… que se posee, sino en Dios. Ésta es la base, incluso, de la verdadera libertad.

                  Es exactamente la misma tentación que constantemente nos aborda cada día y mucha gente siente como una necesidad imperiosa el que la iglesia “se ponga al día” en cuestiones que el mundo da por superadas, pero que el mismo sentido común nos dice que es irreconciliable como lo es, por ejemplo el que yo sostenga que lo que hay en el vientre de una mujer no es un ser humano y que el derecho a asesinar me asiste por el simple hecho de que con mi cuerpo yo puedo hacer lo que quiera aunque de mi acción se derive el asesinato de una persona. 

EVANGELIO 


Lectura del santo Evangelio según San Mateo 5, 1‑12a
Dichosos los pobres de espíritu 

En aquel tiempo, al ver Jesús al gentío subió a la montaña, se sentó y se acercaron sus discípulos, y el se puso a hablar enseñándoles:
Dichosos los pobres en el espíritu, porque de ellos es el Reino de los Cielos.
Dichosos los sufridos, porque ellos heredarán la tierra.
Dichosos los que lloran, porque ellos serán consolados.
Dichosos los que tienen hambre y sed de 1a justicia, porque ellos quedarán saciados.
Dichosos los misericordiosos, porque ellos alcanzarán misericordia.
Dichosos los limpios de corazón, porque ellos verán a Dios.
Dichosos los que trabajan por la paz, porque ellos se llamarán «los Hijos de Dios.»
Dichosos los perseguidos por causa de la justicia, porque de ellos es el Reino de los Cielos.
Dichosos vosotros cuando os insulten, y os persigan, y os calumnien de cualquier modo por mi causa. Estad alegres y contentos, porque vuestra recompensa será grande en el cielo.
Palabra del Señor

 

REFLEXIÓN:
                

FELICES LOS POBRES   

 
Hay algo que choca frontalmente con la idea y la mentalidad que reina en nuestra actualidad y que, imagino que en tiempos de Jesús, cuando se puso a hablar presentando su programa debió dejar fuera de juego a la gente que lo escuchaba:

           Efectivamente, Jesús parte de algo que va inserto en la naturaleza humana: el deseo y la necesidad vital de SER FELIZ, es la llamada fundamental que todo hombre tiene desde el mismo momento que naca: nadie viene a la vida para ser un desgraciado, sino para realizarse y ser feliz. Sin embargo, cuando escuchamos a Jesús nos deja fuera de juego, pues da la sensación de que la felicidad de la que Él habla no tiene que ver nada con la que nosotros anhelamos y buscamos; imagino que en su tiempo ocurriría algo parecido:

           El concepto que un israelita de su tiempo tiene de la felicidad más o menos es la situación en la que un hombre varón, porque a la mujer no le está permitido pensar en esas cosas, goza de una buena salud, está casado con una mujer sumisa, trabajadora y que sepa llevar bien su casa; tiene varios hijos varones y tierras para vivir con holgura económicamente y dar sus limosnas al templo, según tiene establecido la ley, cosa que le está diciendo que Dios lo protege y está bendiciéndolo y, con este estado de bienestar, es reconocido por sus vecinos como un buen hombre al que se le respeta y se le escucha.

           De la misma manera, cuando miramos el sentido de “felicidad” que hoy expresaría cualquiera, seguro que iría más o menos por la misma línea: una persona se sentiría feliz con un trabajo estable, con un buen sueldo que le permite vivir desahogadamente, con un hogar en el que hay entendimiento y compenetración entre el matrimonio,, con unos hijos a quienes se les ha dado unas bases para un buen futuro y los tiene establecidos con un buen puesto de trabajo que les permite vivir holgadamente, y esta pareja sin problemas que vive sin preocupación económica, con todos los medios  que desea<n y con un grupo de amigos que los reconocen y con los que pueden contar para sus momentos de ocio, de forma que no se sienten solos, pues, además, cuenta con un futuro asegurado…

           El tema de Dios en su vida lo tienen perfectamente ubicado como para que su conciencia no les remuerda, pero lo tienen completamente desligado de su FELICIDAD que está centrada fundamentalmente en la ausencia de problemas económicos y de salud.

           Cuando miramos las dos visiones de la FELICIDAD de una u otra cultura, vemos que contrastan radicalmente con la FELICIDAD que presenta Jesús y que él vive personalmente: Él no se casa, no tiene hijos, no tiene dónde reclinar la cabeza, vive en una total inseguridad andando de un lado para otro como un vagabundo y viviendo y pensando completamente en contra de lo que todo el mundo aspira y sueña.

           Efectivamente, es la señal más evidente que nos indica que el plan de Dios para el hombre no concuerda en nada con lo que el hombre piensa. 

 

PRESENTACIÓN DE JESÚS EN EL TEMPLO
2 de Febrero  2014
 

PRIMERA LECTURA 
 
Lectura del profeta Malaquías 3,1‑4
Entrará en el santuario el Señor a quien vosotros buscáis
 
                Así dice el Señor:
                "Mirad, yo envío a mi mensajero, para que prepare el camino ante mí. De pronto entrará en el santuario el Señor a quien vosotros buscáis, el mensajero de la alianza que vosotros deseáis. Miradlo entrar ‑dice el Señor de los ejércitos‑. )Quién podrá resistir el día de su venida?, )quién quedará en pie cuando aparezca? Será un fuego de fundidor, una lejía de lavandero: se sentará como un fundidor que refina la plata, como a plata y a oro refinará a los hijos de Leví, y presentarán al Señor la ofrenda como es debido.
                Entonces agradará al Señor la ofrenda de Judá y de Jerusalén, como en los días pasados, como en los años antiguos."
Palabra de Dios 
 
 
Salmo responsorial: 23
 
El Señor, Dios de los ejércitos, es el Rey de la gloria.
 
(Portones!, alzad los dinteles, /
que se alcen las antiguas compuertas: /
va a entrar el Rey de la gloria. R.
El Señor, Dios de los ejércitos, es el Rey de la gloria.
)Quién es ese Rey de la gloria? /
 ‑El Señor, héroe valeroso; /
el Señor, héroe de la guerra. R.
El Señor, Dios de los ejércitos, es el Rey de la gloria.
(Portones!, alzad los dinteles, /
que se alcen las antiguas compuertas: /
va a entrar el Rey de la gloria. R.
El Señor, Dios de los ejércitos, es el Rey de la gloria.
)Quién es ese Rey de la gloria? /
‑El Señor, Dios de los ejércitos. /
Él es el Rey de la gloria. R.
El Señor, Dios de los ejércitos, es el Rey de la gloria.
 
 
SEGUNDA  LECTURA
 
Lectura de la carta a los Hebreos 2,14‑18
Tenía que parecerse en todo a sus hermanos
 
                Los hijos de una familia son todos de la misma carne y sangre, y de nuestra carne y sangre participó también Jesús; así, muriendo, aniquiló al que tenía el poder de la muerte, es decir, al diablo, y liberó a todos los que por miedo a la muerte pasaba la vida entera como esclavos. Notad que tiende una mano a los hijos de Abrahán, no a los ángeles. Por eso tenía que parecerse en todo a sus hermanos, para ser sumo sacerdote compasivo y fiel en lo que a Dios se refiere, y expiar así los pecados del pueblo. Como él ha pasado por la prueba del dolor, puede auxiliar a los que ahora pasan por ella.
Palabra de Dios
 
EVANGELIO
 
Lectura del santo evangelio según S. Lucas 2,22‑40
Mis ojos han visto a tu Salvador
 
                Cuando llegó el tiempo de la purificación, según la ley de Moisés, los padres de Jesús lo llevaron a Jerusalén, para presentarlo al Señor, de acuerdo con lo escrito en la ley del Señor: "Todo primogénito varón será consagrado al Señor", y para entregar la oblación, como dice la ley del Señor: "un par de tórtolas o dos pichones."
                Vivía entonces en Jerusalén un hombre llamado Simeón, hombre justo y piadoso, que aguardaba el consuelo de Israel; y el Espíritu Santo moraba en él. Había recibido un oráculo del Espíritu Santo: que no vería la muerte antes de ver al Mesías del Señor. Impulsado por el Espíritu, fue al templo.
                Cuando entraban con el niño Jesús sus padres para cumplir con él lo previsto por la ley, Simeón lo tomó en brazos y bendijo a Dios diciendo:
                "Ahora, Señor, según tu promesa, puedes dejar a tu siervo irse en paz. Porque mis ojos han visto a tu Salvador, a quien has presentado ante todos los pueblos: luz para alumbrar a las naciones y gloria de tu pueblo Israel."
                Su padre y su madre estaban admirados por lo que se decía del niño. Simeón los bendijo, diciendo a María, su madre:
                "Mira, éste está puesto para que muchos en Israel caigan y se levanten; será como una bandera discutida: así quedará clara la actitud de muchos corazones. Y a ti, una espada te traspasará el alma."
                Había también una profetisa, Ana, hija de Fanuel, de la tribu de Aser. Era una mujer muy anciana; de jovencita había vivido siete años casada, y luego viuda hasta los ochenta y cuatro; no se apartaba del templo día y noche, sirviendo a Dios con ayunos y oraciones. Acercándose en aquel momento, daba gracias a Dios y hablaba del niño a todos los que aguardaban la liberación de Jerusalén.
Y, cuando cumplieron todo lo que prescribía la ley del Señor, se volvieron a Galilea, a su ciudad de Nazaret. El niño iba creciendo y robusteciéndose, y se llenaba de sabiduría; y la gracia de Dios lo acompañaba.

 

REFLEXIÓN 

PRESENTACIÓN DE JESÚS EN EL TEMPLO   

        Cuando nos sentamos a pensar un momento en la fiesta que nos presenta hoy la liturgia, la verdad es que te quedas un poco desorientado pues vemos que se rompe toda la trayectoria y se sale del esquema litúrgico  y, por más vueltas que se le das, no acabas de encontrar su encaje, pues intentando, incluso, buscarle una justificación, no acabamos de ubicarla ni bíblica, ni dentro de la tradición y, menos aún, litúrgicamente:

        Acabamos de celebrar la navidad, epifanía, bautismo… y después que nos disponemos a entrar de lleno en la vida pública de Jesús, ahora asoma la fiesta de la presentación en el templo, cuando estamos ya a las mismas puertas de la cuaresma.

        La lógica de esta fiesta entraría en todo el marco de la Navidad, pero ahora, francamente no hay cómo encajarla, a no ser que pongamos el piloto automático  y salgamos del paso con un discurso sacado de contexto.

        Intentando hacer un esfuerzo y dando un salto atrás en la lógica del tiempo, la podemos ubicar en los días del nacimiento de Jesús: Dios decide entrar en la historia del hombre, toma la naturaleza humana y asume hasta sus últimas consecuencias las implicaciones que eso lleva consigo: desde acatar el ritmo de la naturaleza hasta asumir los condicionamientos culturales, religiosos y políticos del pueblo donde se encarna; por esta razón, nace y asume la situación política de ser perseguido y exiliado; el no ser reconocido ni siquiera por los suyos que lo desprecian y lo marginan, como un loco; asume lo establecido por la ley y, por lo mismo, a los  ocho días fue presentado en el templo, se dejó hacer el rito de consagración a Dios y de pertenencia al pueblo de Israel y aceptó las normas establecidas.

        Pero resulta curioso ver cómo a la misma entrada de Dios en el mundo, los grandes, los poderosos, la religiosos, la política… no lo reconocen; ahora, cuando es presentado en el templo, también está solo y es una pobre limpiadora del templo la que lo reconoce junto con un anciano que ya está en sus últimos días. Pero la oficialidad religiosa está completamente al margen.

        Es imposible desvincular esta situación por la que atraviesa Jesús, que nos da una lección de acatamiento de la ley, pues lo repite en el evangelio: “Según establece la ley de Moisés”, de la realidad que estamos atravesando: una de las grandes quejas que “toda la gente honrada y sencilla”  tiene, es la misma: si no estás enganchado en el sistema, si no tienes el “carnet” del partido o de la institución, no eres nadie, no pintas para nada, ni se te reconoce como persona; estamos viendo una cantidad enorme de gente preparada, gente con unas inquietudes fantásticas, gente valiosísima... que solo es reconocida  por aquellos que sufren a su lado, pero que les robaron la voz  y los callaron, porque no responden a los planteamientos del sistema.

        También es fácil atenerse al discurso y mirar a Jesús en su humildad que “siendo Dios” renunció a su realidad y se sometió, siendo igual a nosotros en todo menos en el pecado, y nos quedamos ahí, porque seguir más adelante es entrar en terreno vedado, pero no por eso deja de ser una realidad que sigue teniendo actualidad en mucha gente que se somete porque n o le queda más remedio y otra, que le han quitado hasta la capacidad de pensar y se deja someter, por la misma razón. La iglesia ha de estar alerta y pensar que tiene el peligro de apoltronarse en ese discurso desencarnado, sin darse cuenta que la realidad es lacerante.