QUINTO DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO -A-

PRIMERA LECTURA 

Lectura del libro de Isaías 58, 7‑10
Entonces nacerá tu luz como la aurora 

Esto dice el Señor:
Parte tu pan con el hambriento, hospeda a los pobres sin techo,
viste al que va desnudo, y no te cierres a tu propia carne.
Entonces romperá tu luz como la aurora, en seguida te brotará la carne sana;
te abrirá camino la justicia,
detrás irá la gloria del Señor.
Entonces clamarás al Señor
y te responderá.
Gritarás y te dirá:
"Aquí estoy."
Cuando destierres de ti la opresión,
el gesto amenazador y la maledicencia,
cuando partas tu pan con el hambriento
y sacies el estómago del indigente,
brillará tu luz en las tinieblas,
tu oscuridad se volverá mediodía.
Palabra de Dios.

REFLEXIÓN 


AFIANZAR LO FUNDAMENTAL  

El texto que nos presenta la liturgia de este domingo pertenece al tercer Isaías y se  desarrolla en una época (s. VI-V a, C.) en la que el pueblo ha vuelto del exilio y ha emprendido la restauración.

            La alegría y el entusiasmo inicial se va perdiendo poco a poco, pues se van dando cuenta que la gente  ha perdido la conciencia de pueblo, el individualismo y el egoísmo han crecido mucho en el exilio y se ha perdido la ilusión y la confianza en los líderes; la cerrazón es fuerte y los intereses no coinciden: mientras unos dicen una cosa, otros dicen lo contrario y otros se encastillaron en otra posición; nadie está decidido a dejar sus esquemas y ponerse a hablar y plantearse el bien común.

           Ante esta situación, el autor abre el camino indicando por dónde han de ir las cosas: “Cuando destierres de ti la opresión, el gesto amenazador y la maledicencia, cuando partas tu pan con el hambriento y sacies el estómago del indigente, brillará tu luz en las tinieblas, tu oscuridad se volverá mediodía”

            Al mismo tiempo  denuncia lo que hará volver a las andadas, si es que no están dispuestos a cambiar.

            Dios acusa al pueblo de hacer gestos y ritos vacíos de contenido y de sinceridad, en cambio, está olvidando lo fundamental: “compartir su pan con el hambriento, albergar a quien no tiene techo, vestir al desnudo…” y mientras tanto, andan muy preocupados de la pureza ritual y del cumplimiento de las leyes religiosas, creyendo que de esa manera tienen ganado el favor de Dios y, hasta se creen con el derecho a protestarle a Dios porque no se fija en esas cosas que hacen.

            El texto lo podríamos trasladar, sin dificultad alguna, a la situación que estamos viviendo. Es una llamada fortísima a hacer una lectura a fondo del camino que hemos abierto y que estamos siguiendo, para preguntarnos qué respuesta es la que estamos dando a Dios.

 Salmo responsorial Sal 111, 4‑5. 6‑7. 8a y 9 

V/. El justo brilla en las tinieblas como una luz. 

R/. El justo brilla en las tinieblas como una luz.

V/. En las tinieblas brilla como una luz
el que es justo, clemente y compasivo.
Dichoso el que se apiada y presta,
y administra rectamente sus asuntos.
R/. El justo brilla en las tinieblas como una luz. 

V/. El justo jamás vacilará, su recuerdo será perpetuo.
No temerá las malas noticias, su corazón está firme en el Señor.
R/. El justo brilla en las tinieblas como una luz. 

V/. Su corazón está seguro, sin temor, reparte limosna a los pobres,
su caridad es constante, sin falta, y alzará la frente con dignidad.
R/. El justo brilla en las tinieblas como una luz.

SEGUNDA LECTURA 


Lectura de la primera carta del Apóstol San Pablo a los Corintios 2, 1‑5
Os he anunciado a Cristo crucificado 

Hermanos:
Cuando vine a vosotros a anunciaros el testimonio de Dios, no lo hice con sublime elocuencia o sabiduría, pues nunca entre vosotros me precié de saber cosa alguna, sino a Jesucristo, y éste crucificado.
Me presenté a vosotros débil y temeroso; mi palabra y mi predicación no fue con persuasiva sabiduría humana, sino en la manifestación y el poder del Espíritu, para que vuestra fe no se apoye en la sabiduría de los hombres, sino en el poder de Dios.
Palabra de Dios 

REFLEXIÓN 

EL PROTAGONISMO DEL HOMBRE, OBSTÁCULO PARA LA PAZ     

                  La mentalidad  reinante dentro de la cultura griega del momento es el orgullo de ser un pueblo “iluminado” por su ciencia y su cultura. Pablo, en cambio,  se presenta enorgulleciéndose de lo contrario: atestigua con su propia persona que Dios ha prescindido de su orgullo de ser un judío educado en la ley, en las tradiciones, en la “cultura” y ha visto cómo Dios funciona en otros esquemas completamente distintos; por eso, no se ha presentado haciendo alardes de grandeza de ningún tipo; su única gloria es Jesucristo y Éste crucificado, cosa que para la cultura griega es un escándalo y una estupidez, pero él tiene claro que la fuerza reside precisamente en lo que ellos desprecian: la cruz.

                  Pablo no se ha servido de raciocinios convincentes ni de retórica brillante, que es lo que da la fuerza y abre las puertas entre los griegos para presentarse, sino que ha puesto en el centro de todo a Jesucristo crucificado, pues sabe muy bien que la fuerza de su mensaje no está en sus palabras, sino en el Espíritu, que es el que lo obra todo en todos; él no es más que un instrumento pobre en manos de  Dios.

                  Pablo tiene muy claro algo que se ha venido dando a través de toda la historia y sigue dándose hasta nuestros días: cuando el hombre coge el protagonismo, Dios desaparece del escenario y solo entra el momento en que el hombre lo deja actuar.

                  Uno de los grandes problemas actuales es justamente éste: quizás hemos puesto demasiada fuerza en los medios y hemos condicionado el triunfo a resultados vistosos que puedan ser medidos con cifras; lógicamente, los resultados no nos salen y lo que tenemos, es más bien una desbandada, lo encontramos  bien claro cuando la gente confiesa que cree en Jesús, pero no cree en la iglesia. 

Aleluya 

EVANGELIO 


Lectura del santo Evangelio según San Mateo 5, 13‑16
Vosotros sois la luz del mundo 

En aquel tiempo dijo Jesús a sus discípulos:
—Vosotros sois la sal de la tierra. Pero si la sal se vuelve sosa, ¿con qué la salarán?
No sirve más que para tirarla fuera y que la pise la gente.
Vosotros sois la luz del mundo. No se puede ocultar una ciudad puesta en lo alto de un monte.
Tampoco se enciende una vela para meterla debajo del celemín, sino para ponerla en el candelero y que alumbre a todos los de casa.
Alumbre así vuestra luz a los hombres para que vean vuestras buenas obras y den gloria a vuestro Padre que está en el cielo.
Palabra del Señor 

REFLEXIÓN 

¿QUÉ LUZ ES LA QUE REFLEJO?   

            Es interesante que nos detengamos a observar lo que significa la sal y la luz en la vida ordinaria de la gente: la SAL conserva los alimentos, da sabor a las comidas, purifica, curte… En la antigua Palestina se utilizaba también para encender y mantener el fuego de los hornos de tierra… es, en definitiva, un elemento de primera necesidad para la vida humana.

            La LUZ, la primera cosa que aparece es que disipa las tinieblas y hace que nos podamos mover con facilidad, mostrándonos el camino. La LUZ refiriéndola al sol sabemos que es la fuente de vida y de energía más grande del universo; refiriéndola a la luz eléctrica, vemos que es el motor de funcionamiento de la vida del mundo.

            Si miramos el tema como metáfora empleada en la sagrada Escritura, vemos que todos los profetas la aplican a la presencia de Dios que es lo que guía al pueblo y la conducta de los hombres; los profetas no hacen sino ir despejando las dificultades que se van presentando y que impiden que Dios sea la luz que ilumine el camino del pueblo y de las personas…

            Ser “sal” y “luz” es la tarea fundamental de todo seguidor de Jesús, pues el verdadero creyente y seguidor de Jesús no hace sino: con su presencia ilumina el camino de la verdad, de la justicia, de la honradez, de la fraternidad, de la paz… cualquier creyente, seguidor de Jesús, se convierte en faro al que se puede mirar como referente para orientarse en la vida.

            Vivir al lado de un seguidor de Jesús, compartir el camino, es vivir con el sentido del amor, de la justicia, de la verdad, de la fraternidad, de la unidad, de la misericordia… es vivir el sabor de la paz y la libertad.

            Este es el mandato claro y tajante de Jesús a los suyos, por tanto, hemos de estar constantemente haciéndonos la pregunta: ¿qué sentido y qué sabor estoy yo dando a los que viven a mi lado? ¿Qué luz es la que yo estoy proyectando a los que me acompañan en el camino?

            La misma pregunta hemos de hacérnosla a nivel de iglesia universal y local, porque el mal está en el mundo y existe la tentación de aliarse con la corrupción y las tinieblas: ¿Qué sentido y sabor estamos dando en el mundo en que vivimos? ¿Es la iglesia faro que alumbra la justicia, la verdad, la libertad, la paz…?

            Cuando la corrupción entra en las estructuras y en las personas, la luz se apaga y la sal no sirva más que para ser pisoteada y despreciada por la gente. ¿No tendrá que ver esto con lo que está ocurriendo del descrédito y desprecio que está sufriendo la iglesia a nivel general en el momento actual?

            ¿Qué luz se ha apagado o que sal se ha vuelto sosa…? No es cuestión de acusar a nadie, sino de que cada uno vea qué ha pasado con su sal y con su luz.