PRIMERA LECTURA
Lectura del
Profeta Isaías 42, 1‑4. 6‑7
Mirad a mi siervo, a
quien prefiero
Esto
dice el Señor:
Mirad
a mi siervo, a quien sostengo; mi elegido, a quien prefiero.
Sobre
él he puesto mi espíritu, para que traiga el derecho a las naciones.
No
gritará, no clamará, no voceará por las calles.
La
caña cascada no la quebrará, el pabilo
vacilante no lo apagará.
Promoverá
fielmente el derecho, no vacilará ni se quebrará hasta implantar el derecho en
la tierra y sus leyes, que esperan las islas.
Yo,
el Señor, te he llamado con justicia, te he tomado de la mano, te he formado y
te he hecho alianza de un pueblo, luz de las naciones.
Para
que abras los ojos de los ciegos, saques a los cautivos de la prisión, y de la
mazmorra a los que habitan en las tinieblas.
Palabra de Dios.
REFLEXIÓN
NUESTRO BAUTISMO A
REVISIÓN
El profeta Isaías nos presenta hoy el
modelo a seguir: “Mirad a mi siervo, a quien sostengo; mi elegido, a quien
prefiero”; Él es el referente al que tenemos que mirar en nuestro caminar por
la vida, Él se convierte en el único modo de existencia de cara a Dios aprobado
por Él mismo.
Esta debe ser una llamada fuerte que la
iglesia de hoy debe escuchar con atención a la hora de plantearse la actitud
del verdadero creyente: si miramos a Cristo bautizándose en el Jordán, hemos de
mirar qué le lleva a hacerlo y las consecuencias que saca de su acción, eso hay
que llevarlo a nuestra vida, pues la misma Palabra de Dios nos lo está
diciendo.
¿Qué es lo que tenemos que mirar de
Jesús? Ha sido llamado y asistido por el Espíritu para realizar una misión
dentro del pueblo de Israel: hacer presente con su vida y su palabra a Dios en
medio de su pueblo, o sea: dejar claro y evidente la presencia del reino de
Dios entre los hombres; esta misma misión es la que Cristo deja a su iglesia y,
en consecuencia, a todo bautizado y para ello, lo asiste con su Espíritu.
Aceptar, por tanto, el bautismo. es
repetir la misma actitud y acción de Jesús: asumir la misión que el Padre le ha
encomendado, que es la que le ha dejado a la iglesia, por tanto, la misión de
todo bautizado es testimoniar a Dios en su vida y la forma evidente es
demostrándolo con su vida dentro de la comunidad construyendo la fraternidad,
la justicia, la paz, en una existencia solidaria con los más débiles.
La pregunta vuelve a hacerse más
urgente: ¿Es esto lo que estamos haciendo con nuestra práctica bautismal?
Salmo
responsorial Sal 28, 1a
y 2. 3ac‑4. 3b
y 9b‑10
R/. El Señor bendice a su pueblo
con la paz.
V/.
Hijos de Dios, aclamad al Señor,
aclamad la gloria del nombre del
Señor,
postraos ante el Señor en el atrio
sagrado.
R/.
El Señor bendice a su pueblo con la paz.
V/.
La voz del Señor sobre las aguas,
el Señor sobre las aguas
torrenciales.
La voz del Señor es potente,
la voz del Señor es magnífica.
R/.
El Señor bendice a su pueblo con la paz.
V/. El Dios de la gloria ha tronado.
El Señor descorteza las selvas.
En su templo un grito unánime: ¡Gloria!
El Señor se sienta por encima del
aguacero,
el Señor se sienta como rey eterno.
R/.
El Señor bendice a su pueblo con la paz.
SEGUNDA LECTURA
Lectura de los
Hechos de los Apóstoles 10, 34‑38
Dios ungió a Jesús con
la fuerza del Espíritu Santo
En
aquellos días, Pedro tomó la palabra y dijo:
-Está
claro que Dios no hace distinciones; acepta al que lo teme y practica la
justicia, sea de la nación que sea. Envió su palabra a los israelitas
anunciando la paz que traería Jesucristo, el Señor de todos.
Conocéis
lo que sucedió en el país de los judíos, cuando Juan predicaba el bautismo,
aunque la cosa empezó en Galilea. Me refiero a Jesús de Nazaret, ungido por
Dios con la fuerza del Espíritu Santo, que pasó haciendo el bien y curando a
los oprimidos por el diablo; porque Dios estaba con él.
Palabra de Dios.
REFLEXIÓN
VIVIR SEGÚN EL BAUTISMO
Pedro se
presenta ante la comunidad y deja bien claro que lo que ha traído Jesús no es
para unos pocos privilegiados que pueden permitirse hasta el lujo de
despreciarlo; la salvación ha sido dada para todos, sin distinción de razas,
pueblos, lenguas, religiones, culturas… La única condición que se pone es
aceptarlo y poner en práctica la justicia, para ello no queda más remedio que
iniciar un proceso de conversión y de cambio en la vida (“Dios acepta al que lo
teme y practica la justicia”) y, esto consiste en abrirse a Dios y abandonar
toda actitud de vida basada en el egoísmo, en el odio, en la violencia, en el
desprecio de los demás, en el orgullo y aceptar la libertad que Cristo nos ha
traído; y ser capaces de reconocer en la dignidad del otro la presencia del
reino.
Pedro pone como
referente a Jesús: “Él pasó haciendo el bien” y no hay otra forma de responder
a la llamada que todos tenemos a vivir: esta es la forma de existencia
inaugurada por Jesús y, para esto no hay más remedio que cambiar la forma de
existencia que tenemos.
Esto que ha
quedado tan claro desde siempre, es impresionante ver cómo lo hemos complicado,
de manera que responder a nuestro ser de cristianos, se parece a todo menos a
esto que aparece con tanta claridad.
Aleluya Mc
9, 6
Aleluya,
aleluya.
Los cielos se
abrieron
y se oyó la voz del Padre:
Este es mi
Hijo, el amado; escuchadle.
Aleluya.
EVANGELIO
Lectura del
santo Evangelio según San Mateo
3, 13‑17
Apenas se bautizó
Jesús, vio que el Espíritu de Dios bajaba sobre él
En
aquel tiempo, fue Jesús desde Galilea al
Jordán y se presentó a Juan para que lo bautizara.
Pero
Juan intentaba disuadirlo diciéndole: -Soy yo el que necesito que tu me
bautices, ¿y tú acudes a mí?
Jesús
le contesto: -Déjalo ahora. Esta bien que cumplamos así todo lo que Dios
quiere.
Entonces
Juan se lo permitió. Apenas se bautizó Jesús, salió del agua; se abrió el cielo
y vio que el Espíritu de Dios bajaba como una paloma y se posaba sobre él. Y
vino una voz del cielo que decía:
“Este
es mi Hijo, el amado, mi predilecto.”
Palabra del Señor
REFLEXIÓN
BAUTIZADOS O REMOJADOS
El evangelio de
hoy nos presenta la actitud de Jesús que muestra otro de los elementos fundamentales que lleva
consigo el bautismo: el estar atentos a
la voluntad de Dios y dejarse guiar por ella: es lo que Jesús le aconseja a
Juan cuando éste se resiste a bautizar a Jesús, pues le dice que es él quien
tiene que bautizarlo; Jesús le responde: “Está bien que cumplamos todo lo que
Dios quiere”, con lo que Jesús sostiene que de lo que se trata, por encima de
cualquier otra cosa o pensamiento, es de hacer y cumplir lo que Dios quiere,
que es lo que en realidad va a demostrar que hemos aceptado ser Hijos de Dios;
en Jesús esto aparece con toda claridad, de forma que si su presencia en el
mundo le ha de llevar a aceptar ser el “siervo sufriente” de Isaías, no tendrá
problema en aceptarlo; cada uno tendrá que asumir su misión y con ella, lo que
le toque afrontar
El bautismo nos
ubica en nuestra condición de Hijos de Dios, dispuestos a obedecer a nuestro
Padre, asumiendo esta actitud como modo normal de existencia; procurando con
nuestra forma de actuar que se hagan presentes la justicia, la verdad, el amor,
la fraternidad, la paz…
Pero, por
desgracia, esto, hoy suena a cuentos chinos y, todo se ha reducido a un acto
social que se celebra con un rito sin consecuencias algunas, desligado por
completo de la vida y de la fe en Jesucristo. Se ha olvidado que el bautismo es
el hecho fundamental de todo cristiano, que hace que el hombre se inserte en la
muerte de Jesús, que supone vivir amando y sostenerse en la vida con la
esperanza de una resurrección que Cristo nos ha regalado, pero tristemente
estamos viendo cómo ni se acepta lo primero, ni se cree en lo segundo, pero
seguimos “bautizando” y dando por supuesto que con el rito vendrá detrás el
resto, como si el agua fuera lo que hace el milagro de la conversión.