DOMINGO -XXI- T.O. -A-


Lectura del profeta  Isaías 22,19‑23

Colgaré de su hombro la llave del palacio de David  
Así dice el Señor a Sobná, mayordomo de palacio: "Te echaré de tu puesto, te destituiré de tu cargo. Aquel día, llamaré a mi siervo, a Eliacín, hijo de Elcías: le vestiré tu túnica, le ceñiré tu banda, le daré tus poderes; será padre para los habitantes de Jerusalén, para el pueblo de Judá. Colgaré de su hombro la llave del palacio de David: lo que él abra nadie lo cerrará, lo que él cierre nadie lo abrirá. Lo hincaré como un clavo en sitio firme, dará un trono glorioso a la casa paterna."
Palabra de Dios 
 
REFLEXIÓN 
 
LA CORRUPCIÓN ARRUINA AL PUEBLO    
Isaías, rompe su dinámica a la hora de pronunciarse en contra de situaciones injustas en las que se mueve un país, una institución, un pueblo, un grupo… pues entiende que hay que combatir esa forma de hacer o de pensar; en este momento cambia la dinámica y se dirige directamente en contra de una persona que está siendo el reflejo de lo que hace el conjunto y que, junto con otras circunstancias, están dando lugar al hundimiento del pueblo.
A inicios del s. VI la situación cambió radicalmente con la entrada del poder del imperio de Babilonia que pretendió  someter a todos los pequeños reinos y tribus existentes en el territorio, de los que Jerusalén no era más que una pequeña fortaleza que había que conquistar.
Ante esta situación, Isaías se dirige al rey Ezequías y a toda la clase dirigente que no se mueven por otro objetivo que por engordarse y vive confiada en su seguridad del trono y del poder; la imagen quedaba clara y patente en los ministros que se consideraban reyes en cualquiera de las funciones que realizaban, sobre todo cuando no estaba el rey.
En este momento Isaías, rompiendo la dinámica normal, se lanza en contra de una persona concreta que está siendo el reflejo de lo que está ocurriendo: Sobna, es un alto funcionario extranjero de la casa real de Ezequías; parece que no se contentó con llevar la banda del rey, sino que quiso sentirse rey y se mandó construir un mausoleo subterráneo en lo alto de una montaña que se divisaba desde todas partes, mientras el pueblo se debatía en la miseria.
Estas manifestaciones de arrogancia ponían en evidencia la decadencia del sistema, la corrupción y la ruina en la que estaba cayendo la institución
Isaías se lanza contra este ministro presuntuoso, denunciando todas las arbitrariedades y atropellos que había cometido y anunciándole cuál sería su fin: "Te echaré de tu puesto, te destituiré de tu cargo. Aquel día, llamaré a mi siervo, a Eliacín, hijo de Elcías: le vestiré tu túnica, le ceñiré tu banda, le daré tus poderes” y pondrá a otro más competente y con otras metas distintas, que vele por la seguridad y el bienestar del pueblo: “Colgaré de su hombro la llave del palacio de David: lo que él abra nadie lo cerrará, lo que él cierre nadie lo abrirá. Lo hincaré como un clavo en sitio firme, dará un trono glorioso a la casa paterna."
Cuando leemos un pasaje como éste, es imposible sustraerse a ver retratada la realidad en la que nos movemos y vivimos, en la que, viendo al pueblo debatirse en una crisis atroz, producida por ellos mismos, hay dirigentes sindicales, llamados a luchar por los derechos de los obreros y de los pobres y en cambio se dedican a saquearlos, cayendo en los mismos vicios de megalomanía que estos ministros de Ezequías; vemos a los ministros que se  blindan sueldos escandalosos, mientras el pueblo se debate en la miseria y ocupando puestos en los que nunca mueven un dedo y se llevan unos sueldos astronómicos, mientras al pueblo se le divide, se disgrega y se le desangra sin derechos de ningún tipo.
            Lo más triste de todo esto es que, cuando la voz de algún profeta grita ¡justicia! rápidamente se la apaga con la ayuda de todos los medios de comunicación, puestos al servicio de los impostores. 

 
Salmo responsorial: 137  
Señor, tu misericordia es eterna, no abandones la obra de tus manos.
Te doy gracias, Señor, de todo corazón; /
delante de los ángeles tañeré para ti, /
me postraré hacia tu santuario, /
daré gracias a tu nombre. R.
Señor, tu misericordia es eterna, no abandones la obra de tus manos.
Por tu misericordia y tu lealtad, /
porque tu promesa supera a tu fama; /
cuando te invoqué, me escuchaste, /
acreciste el valor en mi alma. R.
Señor, tu misericordia es eterna, no abandones la obra de tus manos.
El Señor es sublime, se fija en el humilde, /
y de lejos conoce al soberbio. /
Señor, tu misericordia es eterna, /
no abandones la obra de tus manos. R.
Señor, tu misericordia es eterna, no abandones la obra de tus manos.  

 
Lectura de la carta del apóstol S. Pablo a los Romanos 11,33‑36
Él es el origen, guía y meta del universo 
¡Qué abismo de generosidad, de sabiduría y de conocimiento, el de Dios! ¡Qué insondables sus decisiones y qué irrastreables sus caminos! ¿Quién conoció la mente del Señor? ¿Quién fue su consejero? ¿Quién le ha dado primero, para que él le devuelva? Él es el origen, guía y meta del universo. A él la gloria por los siglos. Amén.
Palabra de Dios 
 
REFLEXIÓN 
 
LOS PLANES OCULTOS DE DIOS     
S. Pablo, retoma el tema de la elección de la que ha sido objeto el pueblo por parte de Dios, con el que ha hecho una alianza de amor, en la que Dios se ha comprometido a tenerlo como el preferido entre todas las naciones de la tierra, sin exigirle a cambio nada y, sin embargo, el pueblo se ha permitido el lujo de despreciar a Dios y no reconocerlo, matando a Jesús y no aceptándolo como Mesías, el salvador que todos han venido esperando.
Esta situación, para Pablo sobrepasa todos los límites de la imaginación y no le queda más alternativa que  ponerse en las manos de Dios, pues confiesa que él no conoce el plan de Dios frente a este descalabro  y no sabe a dónde puede conducir, pues aquí se rompen todos los esquemas humanos.
Cuando nosotros miramos también la realidad de hoy y la situación a la que estamos llegando y la forma cómo todo se desenvuelve y miramos al futuro, nos ocurre como a Pablo: esto nos sobrepasa y no queda más remedio que concluir de la misma manera: si miramos el camino que hemos cogido, estamos ciertos que esto desemboca en el caos, pues de una opción por la mentira, por la corrupción y la muerte no se puede esperar otra cosa que la misma muerte y la infelicidad. Entonces, no nos queda otra salida que confesar, que solo Dios ha de saber en sus planes a dónde piensa llevar  todo esto.
La verdad es que puede sonar a catastrofismo, pero es que en la realidad vemos constantemente que se opta por la muerte, a todos los niveles, y no se deja respirar a la vida. Un ejemplo concreto nos presentaba esta mañana la Tv. decía que se ha descubierto un fármaco contra la hepatitis, que la cura radicalmente. El fármaco está producido, lleva ya casi un año y está encontrando una gran cantidad de problemas para que salga al mercado por el precio que va a tener y por quién lo va a pagar… mientras tanto, en España están muriendo ciento y pico mil personas con hepatitis cada año  teniendo la solución ahí preparada pero no se ponen de acuerdo quién la va a comercializar. ¿A dónde puede derivar esta forma de hacer y de vivir? Solo queda la esperanza de que Dios rompa los planes de los poderosos  

 
Lectura del santo evangelio según S. Mateo  16,13‑20
Tú eres Pedro, y te daré las llaves del reino de los cielos  
En aquel tiempo, al llegar a la región de Cesarea de Filipo, Jesús preguntó a sus discípulos:
"¿Quién dice la gente que es el Hijo del hombre?"
Ellos contestaron: "Unos que Juan Bautista, otros que Elías, otros que Jeremías o uno de los profetas."
Él les preguntó: "Y vosotros, ¿Quién decís que soy yo?"
Simón Pedro tomó la palabra y dijo: "Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios vivo."
Jesús le respondió: "¡Dichoso tú, Simón, hijo de Jonás!, porque eso no te lo ha revelado nadie de carne y hueso, sino mi Padre que está en el cielo. Ahora te digo yo: Tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia, y el poder del infierno no la derrotará. Te daré las llaves del reino de los cielos; lo que ates en la tierra, quedará atado en el cielo, y lo que desates en la tierra, quedará desatado en el cielo." Y les mandó a los discípulos que no dijesen a nadie que él era el Mesías.
Palabra del Señor
 
REFLEXIÓN

 
¿POR DÓNDE ANDAMOS?  
Jesús está viendo cómo se mueven, lo que piensan, cómo miran el futuro, cuáles son sus expectativas… pero está viendo también cuáles son los modelos que tienen y a los que miran: hay gente que tiene unas ansias de poder impresionantes; Jesús y los apóstoles  se encuentran a la mitad del camino y Jesús quiere saber cómo respiran y qué perspectivas tienen con Él
Ahora se encuentran en territorio lejano, fuera de las influencias del poder central, en un extremo de la Palestina, en Cesárea, una ciudad fundada por Herodes Filipo a unos 40 Kms. Al norte del lago de Tiberíades.
Jesús quiere saber qué opina la gente de esta tierra distante de Él y de su mensaje y hace un sondeo entre sus discípulos: “Quién dice la gente que soy yo?”
Es interesante escuchar las respuestas: la gente lo percibe correctamente: “Es un profeta” y el grupo de los íntimos lo reconocen como el Mesías, el Hijo de Dios.
El problema que ambas partes tienen es el mismo: tanto la gente como los discípulos tienen un esquema ya prefabricado de lo que es un profeta y de lo que ha de ser el Mesías y quieren que Jesús lo asuma. Da la sensación que todo lo que ha venido diciendo y haciendo no ha servida de nada, la gente sigue en sus trece sin dejar que entre en crisis el concepto que ya tienen.
Recuerdo que un día vino una mujer a que le bendijera un recipiente de unos 40 litros de agua; decía que quería soplar las ubres de sus vacas. Estuve dándole una catequesis sobre el agua bendita durante una hora y media; por más que le decía ella solo quería su agua y cuando terminé me respondió a todo lo que yo le había dicho: “entonces, padrecito ¿me va a bendecir el agüita?”
Da la sensación que a Jesús le ocurre algo parecido, por eso les pide a todos que guarden silencio y continúa hablándoles de que ha de sufrir y ha de morir… pero esto no está en sus cálculos ni en sus expectativas.
Efectivamente, Jesús es el Mesías, pero no el Mesías triunfalista y poderoso que ellos tienen en la cabeza y en el corazón, que les va a dar un puesto en la administración. También Jesús es el profeta, pero no el que ellos tienen en la cabeza, que anuncia el poder y la fuerza de la religión, de la ideología y de la ley, en cambio, Jesús es EL PROFETA del amor, de la justicia, de la verdad, de la paz… Él no defiende a ninguna religión, a ninguna institución, a ningún poder.
Las tres lecturas nos están poniendo en situación para que nos demos cuenta cómo los esquemas, los objetivos, los designios de Dios son completamente distintos a los mantenidos por los hombres que suelen estar apoyados en intereses concretos que, a su vez, apoyan otras instituciones o ideologías.