DOMINGO -XXII- T.O. -A-

Lectura del profeta Jeremías 20,7‑9

La Palabra del Señor se volvió oprobio para mí  

Me sedujiste, Señor, y me dejé seducir; me forzaste y me pudiste. Yo era el hazmerreír todo el día, todos se burlaban de mí. Siempre que hablo tengo que gritar: "Violencia", proclamando: "Destrucción". La palabra del Señor se volvió para mí oprobio y desprecio todo el día. Me dije: "No me acordaré de él, no hablaré más en su nombre"; pero ella era en mis entrañas fuego ardiente, encerrado en los huesos; intentaba contenerlo, y no podía.
Palabra de Dios    
 

REFLEXIÓN 

LA DIFICULTAD DE SER PROFETA  

Tomar la opción de seguir el camino que Dios invita y que nos traza de acuerdo a sus planes, es algo que no es fácil ni tiene el aplauso de la gente, sino más bien todo lo contrario, pues el mundo tiene sus planes, que no coinciden con los de Dios y, lógicamente, no soporta ni tolera que alguien le lleve la contraria u opte por otra posibilidad.

            Incluso vemos el gran esfuerzo que se hace por convencernos que no hay posibilidad de otra cosa, que no hay otro camino que el que el mundo dispone y nos hace convencernos que optar por otra cosa es de locos.

            El ejemplo de los profetas nos muestra con claridad esta oposición que suele repetirse en cada momento de la historia: también le ocurrió a Jesús y le sigue ocurriendo a cualquier persona que hoy intenta ser coherente con los grandes valores del reino.

            La descripción que hace Jeremías de su experiencia es fantástica y casi podríamos ponerle hoy el nombre y apellido de tantas personas que sufren lo mismo. No puedo evitar el pensar en tantos jóvenes que hoy, en el ambiente que vivimos, intentan ser coherentes con un ideal y, peor aún si es que tiene que ver algo con Jesucristo. 

            Jeremías clama a Dios porque ve que su proyecto es seductor, es la única alternativa a la que puede aspirar todo hombre, pero es demasiado duro, excede a las posibilidades del hombre, ya que tiene que enfrentarse hasta con sus propios sentimientos.

            El haber intentado llevarlo a la práctica le está acarreando toda una serie de dificultades y problemas que le hacen aparecer como un bicho raro ante la sociedad y es por lo que siente tantas veces ganas de abandonar el proyecto.

            Es lo mismo que han sufrido el resto de los profetas y lo que siguen sintiendo hoy la gran mayoría de aquellos que hacen la opción por seguir el camino del reino que Cristo ha establecido para los suyos.

            La Palabra de Dios sigue siendo el gran acicate que anima a seguir caminando, es como el fuego que devora y no deja tranquilo mientras las cosas están fuera del proyecto de Dios.

Salmo responsorial: 62  

Mi alma está sedienta de ti, Señor, Dios mío.

Oh Dios, tú eres mi Dios, por ti madrugo, /
mi alma está sedienta de ti; /
mi carne tiene ansia de ti, /
como tierra reseca, agostada, sin agua. R.
Mi alma está sedienta de ti, Señor, Dios mío.  

¡Cómo te contemplaba en el santuario /
viendo tu fuerza y tu gloria! /
Tu gracia vale más que la vida, /
te alabarán mis labios. R.
Mi alma está sedienta de ti, Señor, Dios mío.  

Toda mi vida te bendeciré /
y alzaré las manos invocándote. /
Me saciaré como de enjundia y de manteca, /
y mis labios te alabarán jubilosos. R.
Mi alma está sedienta de ti, Señor, Dios mío.  

Porque fuiste mi auxilio, /
y a la sombra de tus alas canto con júbilo; /
mi alma está unida a ti, /
y tu diestra me sostiene. R.
Mi alma está sedienta de ti, Señor, Dios mío. 
 

Lectura de la carta del apóstol S. Pablo a los Romanos 12,1‑2
Presentad vuestros cuerpos como hostia viva  

Os exhorto, hermanos, por la misericordia de Dios, a presentar vuestros cuerpos como hostia viva, santa, agradable a Dios; éste es vuestro culto razonable. Y no os ajustéis a este mundo, sino transformaos por la renovación de la mente, para que sepáis discernir lo que es la voluntad de Dios, lo bueno, lo que le agrada, lo perfecto.
Palabra de Dios
 

REFLEXIÓN 

VIVIR EN CONSONANCIA CON LA FE   

Pablo se dirige ahora a la comunidad de Roma no solo como un hermano en la fe, sino como el responsable de la comunidad, que no puede permitir algunos de los errores que se están dando y con la obligación de enderezar aquello que va torciéndose: les invita a dejar muchas cosas de las que se están haciendo, que se quieren tapar después con  ritos vacíos que no llevan a nada y les hace ver que la mejor ofrenda que pueden hacer a Dios es la de su cuerpo, pues el verdadero culto no está en los ritos externos, sino en llevar una vida intachable para la que el cuerpo es el instrumento más sencillo y original que tenemos.

            Para Pablo, la conversión no consiste en adherirse a unos ritos o a unas fórmulas concretas, sino en una vida completamente transformada por el espíritu, en hacer un verdadero cambio de maneras de pensar y de vivir, en ser testigos con la vida de unos valores distintos a los que sostiene el mundo, en hacer de los valores del Reino el programa de vida, al estilo de lo que hizo Jesús.

            Esta será la única forma de saber distinguir entre lo bueno y lo malo, entre lo que está pidiendo Dios y lo que impone el mundo.

            Cuando esto lo trasladamos a nuestro siglo y en las circunstancias en que vivimos, las palabras de Pablo recuperan una fuerza y una actualidad impresionante, pues cada día estamos viendo como la vivencia de la fe la vamos reduciendo a gestos sociales vacíos por entero de contenido y la vida de los cristianos cada vez más lejos de lo que es vivir de acuerdo con los valores del evangelio.
 

Lectura del santo evangelio según S. Mateo 16,21‑27
El que quiera venirse conmigo, que se niegue a sí mismo  

En aquel tiempo, empezó Jesús a explicar a sus discípulos que tenía que ir a Jerusalén y padecer allí mucho por parte de los ancianos, sumos sacerdotes y escribas, y que tenía que ser ejecutado y resucitar al tercer día. Pedro se lo llevó aparte y se puso a increparlo: "¡No lo permita Dios, Señor! Eso no puede pasarte." Jesús se volvió y dijo a Pedro: "Quítate de mí vista, Satanás, que me haces tropezar; tú piensas como los hombres, no como Dios." Entonces dijo a sus discípulos: "El que quiera venirse conmigo, que se niegue a sí mismo, que cargue con su cruz y me siga. Si uno quiere salvar su vida, la perderá; pero el que la pierda por mí la encontrará. ¿De qué le sirve a un hombre ganar el mundo entero, si arruina su vida? ¿O qué podrá dar para recobrarla? Porque el Hijo del hombre vendrá entre sus ángeles, con la gloria de su Padre, y entonces pagará a cada uno según su conducta."
Palabra del Señor 


REFLEXIÓN

VIVIR COMO CRISTIANOS 

La resistencia de Pedro y los apóstoles a aceptar un camino de lucha, de dificultades, de persecución y de muerte es algo que siempre ha repugnada a cualquiera, también le repugnaba a Jesús, pues estamos llamados a la felicidad, pero, desgraciadamente, sabemos que el reino de la mentira y de la muerte está presente en este mundo y no queda más remedio que emprender la batalla contra él, o de lo contrario nos metemos en sus filas.

Lógicamente, Jesús invita a los suyos no a pasárselo bien, sino a pelear contra ese reino y, por tanto, el camino está lleno de dificultades, de dolor, de sufrimiento… y por eso ha de jugarse la vida y quien lo hacer está abocado a la alegría del triunfo, por eso dice que quien decide “perder la vida” la ganará; y perderla significa saber que se enfrenta a la lucha y a la dificultad que la asume como algo inherente al sistema que hemos elegido.

Si, por el contrario, yo rehúyo la dificultad, el sacrificio, el dolor, y busco el placer, la comodidad, la ausencia de problemas y de lucha… para esto no tengo más que dejarme en manos del proyecto que el mundo me ofrece y no voy a encontrar dificultades de ningún tipo, pues no voy a tener nada en contra que me lo haga pasar mal… lógicamente, si mi único interés es mi vida y mi comodidad, yo mismo me estoy excluyendo del triunfo, de la alegría y de la felicidad de la verdad y de la vida; no es más que vivir la coherencia de las opciones que tomamos en la vida.

Tomar la cruz significa unirse al proyecto de Jesús y, por tanto, participar en su muerte y en su resurrección.

Es interesante que no olvidemos algo que es fundamental en el cristiano: el día de nuestro bautizo fuimos consagrados como sacerdotes, profetas y reyes, por lo tanto, en nuestra vida estamos llamados a realizar la misión de profetas enfrentándonos a la mentira, a la injustica, a todo tipo de violencia y atropello, a toda forma de vida guiada por el egoísmo y la opresión… Un cristiano, por naturaleza, no puede ser y vivir en conformidad con el odio, la violencia, la injusticia, la mentira, la corrupción…

Un cristiano en su bautismo fue consagrado sacerdote y está llamado a hacer de su vida una ofrenda viva a Dios a favor de los grandes valores del reino por lo que tiene que ofrecer todo lo que es y tiene.

Un cristiano es consagrado “rey”, pero no para dominar, sino para convertirse en  guía, luz, referente para el camino del reino, servidor de la verdad, de la justicia y del amor. O somos coherentes con nuestra naturaleza, o nos convertimos en “tentadores diabólicos”

La pregunta que nos queda hoy en el aire es muy comprometida: ¿En qué situación estoy? ¿Cómo vivo mi dimensión profética, sacerdotal y regia?