Lectura del profeta Ezequiel
33,7‑9
Si no hablas al malvado, te
pediré cuenta de su sangre
Así dice el Señor:
"A ti, hijo de Adán, te he puesto de atalaya en la casa de Israel; cuando
escuches palabra de mi boca, les darás la alarma de mi parte. Si yo digo al
malvado: "¡Malvado, eres reo de muerte!", y tú no hablas, poniendo en
guardia al malvado para que cambie de conducta, el malvado morirá por su culpa,
pero a ti te pediré cuenta de su sangre; pero si tú pones en guardia al malvado
para que cambie de conducta, si no cambia de conducta, él morirá por su culpa,
pero tú has salvado la vida."
Palabra
de Dios
REFLEXIÓN
RESPONSABLES DE LA SALVACIÓN DEL HERMANO
El profeta Ezequiel no puede dejar a un
lado y olvidar todo lo que el pueblo ha sufrido en el exilio, fruto del desmadre al que había llegado; la
consecuencia fue la invasión de Nabucodonosor y la destrucción de Jerusalén.
Esa lección de la historia que con
frecuencia la gente olvida y, sobre todo los más jóvenes que no pasaron por
ahí, tienen el peligro de pensar que todo empezó cuando ellos llegaron a este
mundo y no se dan cuenta que, lo que se tiene es fruto de una historia que ha
costado mucho atravesarla.
Ezequiel viene a ser como la memoria viva
que no deja dormirse a su pueblo y se convierte en el vigilante que está atento
a todo lo que pasa y va interpretando todos los signos de la historia y de la
marcha del pueblo, a la luz de la Palabra de Dios.
El profeta siente como una responsabilidad
personal, el cuidar de la vida del pueblo y está pendiente de todos los
peligros que acechan y que pueden desviarlo del camino y volver a repetir la misma
historia de muerte.
Su postura es molesta, pues siempre está
advirtiendo de los peligros que existen y abriendo los ojos al pueblo para que
vea y no tropiece. Pero el pueblo es libre y puede aceptar las advertencias del
profeta, o despreciarlas y hasta revolverse contra él y hasta matarlo, como
ocurre prácticamente con todos y, después reconocen la razón que llevaba,
cuando ya no hay remedio.
No podemos olvidar que todos nosotros, al
estar bautizados fuimos consagrados también como profetas y, por tanto, es
responsabilidad de cada uno la salvación de los que le rodean: cada uno hemos
de convertirnos en un cuidador o vigilante de su hermano y no permitir que los
demás entren por un camino equivocado.
Sin embargo, esta característica del
cristiano y de la iglesia en general, es triste ver cómo se ha perdido, de tal
manera que nadie es cuidador, vigía de la vida de los demás, sino todo lo
contrario: el individualismo hizo mella en cada uno y lo convirtió en un
extraño y un enemigo más que en un hermano.
Salmo responsorial: 94
Ojalá
escuchéis hoy la voz del Señor: "No endurezcáis vuestro corazón."
Venid, aclamemos al Señor, /
demos vítores a la Roca que nos salva; /
entremos a su presencia
dándole gracias, /
aclamándolo con cantos. R.
Ojalá
escuchéis hoy la voz del Señor: "No endurezcáis vuestro corazón."
Entrad, postrémonos por
tierra, /
bendiciendo al Señor, creador
nuestro. /
Porque él es nuestro Dios, /
y nosotros su pueblo, /
el rebaño que él guía. R.
Ojala
escuchéis hoy la voz del Señor: "No endurezcáis vuestro corazón."
Ojala escuchéis hoy su voz: /
"No endurezcáis el
corazón como en Meribá, /
como el día de Masá en el
desierto; /
cuando vuestros padres me
pusieron a prueba /
y me tentaron, aunque habían
visto mis obras." R.
Ojala
escuchéis hoy la voz del Señor: "No endurezcáis vuestro corazón."
Lectura de la carta del
apóstol S. Pablo a los Romanos 13,8‑10
Amar es cumplir la ley entera
Hermanos: A nadie
le debáis nada, más que amor; porque el que ama a su prójimo tiene cumplido el
resto de la ley. De hecho, el "no cometerás adulterio, no matarás, no
robarás, no envidiarás" y los demás mandamientos que haya, se resumen es
esta frase: "Amarás a tu prójimo como a ti mismo." Uno que ama a su
prójimo no le hace daño; por eso amar es cumplir la ley entera.
Palabra
de Dios
REFLEXIÓN
LA EXPERIENCIA DE
LA FE VIVA
S. Pablo se
encuentra con una sociedad completamente corrompida, en la que los valores del
reino no tienen cabida. ¿Cómo vivir ahí? No hay otra alternativa que asentar la
vida sobre las bases del AMOR, para poder responder a los desafíos que la vida
está presentando en ese momento.
Es muy fácil
desviarse por otros caminos y poner como referentes morales otros principios que el mismo sistema
presenta. Sin embargo, el AMOR es la síntesis, el resumen más importante de
todo concepto filosófico, político o religioso; agarrados ahí no van a fallar:
“ el no cometerás adulterio, no matarás,
no robarás, no envidiarás… y todos los mandamientos, se resumen en esta
frase: “Amarás a tu prójimo como a ti mismo”. No hay más ley, ni mejor culto
que le podamos dar a Dios que el amor.
Pablo no se está
oponiendo a ninguna norma, ni aconsejando nada extraño, simplemente proclama el
amor como fuerza que supera a toda ley: “Uno que ama a su prójimo no le puede
hacer daño”, sino más bien, siempre andará buscando cómo hacer el bien a todos
los niveles
Convertirse no es más que cambiar
radicalmente de forma de pensar y de actuar: quien se convierte, pone el AMOR
como norma suprema de su vida y ese amor se traduce en hechos concretos de servicio,
de honradez, de perdón, de respeto, de tolerancia, de justicia, de solidaridad
y de fraternidad… y todo lo que no sea eso, no es más que una caricatura del
cristianismo y de la fe.
Lectura del santo evangelio
según S. Mateo 18,15‑20
Si te hace caso, has salvado a
tu hermano
En aquel tiempo,
dijo Jesús a sus discípulos: "Si tu hermano peca, repréndelo a solas entre
los dos. Si te hace caso, has salvado a tu hermano. Si no te hace caso, llama a
otro o a otros dos, para que todo el asunto quede confirmado por boca de dos o
tres testigos. Si no les hace caso, díselo a la comunidad, y si no hace caso ni
siquiera a la comunidad, considéralo como un gentil o un publicano. Os aseguro
que todo lo que atéis en la tierra quedará atado en el cielo, y todo lo que
desatéis en la tierra quedará desatado en el cielo.
Os aseguro, además,
que si dos de vosotros se ponen de acuerdo en la tierra para pedir algo, se lo
dará mi Padre del cielo. Porque donde dos o tres están reunidos en mi nombre,
allí estoy yo en medio de ellos."
Palabra
del Señor
REFLEXIÓN
ABIERTOS AL
PERDÓN Y A LA CORRECCIÓN
S. Mateo nos muestra
uno de los problemas más fuertes que se presentan en la vida de una comunidad:
cuando un miembro de ella está caminando erróneamente ¿qué hacemos? ¿lo dejamos que se estrelle, o se lo
impedimos?
La
respuesta que el individualismo de hoy nos
presenta es bien clara: “¿Y yo quién soy
para meterme en la vida de nadie? Tenemos que respetar las decisiones de cada
uno…” y con estas y mil razones más, que
basamos en el respeto a la libertad de la persona, escurrimos el bulto y
dejamos que una persona llegue a perder su vida.
S.
Mateo se plantea seriamente el tema: el pecado
no es solo una cuestión individual con carácter moral, sino que es
también algo que afecta a la comunidad, pues el individuo no vive aislado, por
tanto, sus errores afectan a la comunidad entera y ésta tiene la obligación de
enfrentarlo e impedírselo.
S.
Mateo intenta dejar bien claras dos cosas: no se trata de dejar que cada uno
haga lo que quiera, de tal forma que se llegue al caos en la comunidad, ni
tampoco establecer un rigorismo tal, que agobie y no se tolera que alguien
pueda realizar su libertad y cometer un fallo o equivocarse.
No
se trata de establecer un código jurídico, sino que, por encima de cualquier
otra cosa, de lo que se trata es de salvar al hermano que ha cometido el fallo
y, no tomar la postura de expulsarlo o
condenarlo antes de nada.
Se
trata de establecer un proceso
pedagógico que le lleve a darse cuenta que no vale la pena estancarse en
el error; ahora bien, si la persona se empecina y se resiste, no aceptando la
invitación que se le hace desde el amor
y la fraternidad, entonces sí, la comunidad se ve obligada a expulsarla de su
seno, es decir, la comunidad ha de respetar la opción que la persona ha tomado
de desprecio a la comunidad, pues no acepta ni el perdón ni el arrepentimiento,
por lo tanto, ella misma se aparta de la comunión.
La
llamada que nos hace hoy la palabra de Dios es fuerte: estar siempre abiertos al perdón y a la
acogida, pero al mismo tiempo, abiertos a reconocer que nos podemos equivocar
en un momento y dar las gracias si mi hermano me llama a la corrección, sin
considerar ese hecho como un desprecio o una ofensa.