Lectura del profeta Isaías 55,6‑9
Mis planes no son vuestros
planes
Buscad al Señor
mientras se le encuentra, invocadlo mientras está cerca; que el malvado
abandone su camino, y el criminal sus planes; que regrese al Señor, y él tendrá
piedad, a nuestro Dios, que es rico en perdón. Mis planes no son vuestros
planes, vuestros caminos no son mis caminos ‑ oráculo del Señor ‑. Como el
cielo es más alto que la tierra, mis caminos son más altos que los vuestros,
mis planes, que vuestros planes.
Palabra
de Dios
REFLEXIÓN
SEGUIR
EL PLAN DE DIOS
El profeta invita al pueblo a ponerse en la onda de
Dios y para ello ha de hacer como el que se dirige a un lugar y equivoca el
camino: se da la vuelta y busca el camino correcto, pero no se empecina en
continuar por camino equivocado, pues no llegará a ningún sitio y, hasta puede
perderse.
El profeta ve que
pueblo está a punto de coger un camino que les puede llevar de nuevo al exilio,
pues las perspectivas que se vislumbran son de destrucción de todos los valores
y esto le va a llevar a la muerte; debe coger un camino que le oriente hacia
Dios, debe darse una conversión y volver al verdadero camino para que salgan
del extravío al que se están abocando.
Isaías invita a que busquen al Señor y que tengan cuidado
para no entrar por un camino equivocado, cosa que nos ocurre con frecuencia
cuando queremos someter a Dios a nuestros planes que suelen estar movidos por
el egoísmo y por nuestros intereses particulares; por eso el profeta lo
advierte: “Los planes del Señor no son nuestros planes” y, por lo mismo, no se
trata de buscar y querer que Dios se someta a nuestra voluntad, sino que
busquemos el plan de Dios y nos unamos a él.
La situación con la que se enfrenta el profeta Isaías,
tiene una clarísima actualidad en los momentos que vivimos en donde no solo
queremos obligar a que Dios entre por nuestro aro, sino que abiertamente se
prescinde de Él y se le declara como nocivo y contrario a los intereses del
hombre. ¿Cuál será el resultado de esta actitud globalizada?
Salmo responsorial: 144
Cerca está el Señor de los que
lo invocan.
Día tras día, te bendeciré /
y alabaré tu nombre por
siempre jamás. /
Grande es el Señor, merece
toda alabanza, /
es incalculable su grandeza.
Cerca está el Señor de los que
lo invocan.
El Señor es clemente y
misericordioso, /
lento a la cólera y rico en
piedad; /
el Señor es bueno con todos, /
es cariñoso con todas sus
criaturas.
Cerca está el Señor de los que
lo invocan.
El Señor es justo en todos sus
caminos, /
es bondadoso en todas sus
acciones; /
cerca está el Señor de los que
lo invocan, /
de los que lo invocan
sinceramente.
Cerca está el Señor de los que
lo invocan.
REFLEXIÓN
EL
ÚNICO APOYO PARA LA ESPERANZA
S. Pablo se dirige
a la comunidad de los filipenses indicándoles su actitud de búsqueda y confiesa
su convicción de que, tanto la vida como la muerte están dentro de los planes
de Dios y no de los hombres, a pesar de que, según la cultura helenista, se
entendiera que la muerte era un gran alivio para el alma, ya que era una
liberación de todos los dolores, problemas y calamidades humanas. S. Pablo en
cambio, entiende que el gran alivio y la gran liberación no es deshacerse del
cuerpo y liberarse delos problemas, como ellos dicen, sino estar con Jesús tanto
en la vida como, sobre todo, saber que el final ha de ser el encuentro
definitivo con Él. Por tanto, para Pablo esta verdad se convierte en el gran
apoyo de su esperanza, tanto para el presente como para el futuro y no solo
para los que mueren dando testimonio de la fe con el martirio, sino para los
que viven y siguen luchando en este mundo.
Sin lugar a duda
esto supone como una bocanada de aire fresco para todos los que en los momentos
actuales pierden la ilusión, la esperanza y el sentido en la lucha, ya que nada
parece tener una respuesta alentadora.
Lectura del santo evangelio
según S. Mateo 20,1‑16
¿Vas a tener tú envidia porque
soy bueno?
En aquel tiempo,
dijo Jesús a sus discípulos esta parábola: "El reino de los cielos se
parece a un propietario que al amanecer salió a contratar jornaleros para su
viña. Después de ajustarse con ellos en un denario por jornada, los mandó a la
viña. Salió otra vez a media mañana, vio a otros que estaban en la plaza sin trabajo,
y les dijo: "Id también vosotros a mi viña, y os pagaré lo debido."
Ellos fueron. Salió de nuevo hacia mediodía y a media tarde e hizo lo mismo.
Salió al caer la tarde y encontró a otros, parados, y les dijo: "¿Cómo es
que estáis aquí el día entero sin trabajar?" Le respondieron: "Nadie
nos ha contratado." Él les dijo: "Id también vosotros a mi
viña." Cuando oscureció, el dueño de la viña dijo al capataz: "Llama
a los jornaleros y págales el jornal, empezando por los últimos y acabando por
los primeros." Vinieron los del atardecer y recibieron un denario cada
uno.
Cuando llegaron los
primeros, pensaban que recibirían más, pero ellos también recibieron un denario
cada uno. Entonces se pusieron a protestar contra el amo: "Estos últimos
han trabajado sólo una hora, y los has tratado igual que a nosotros, que hemos
aguantado el peso del día y el bochorno." Él replicó a uno de ellos:
"Amigo, no te hago ninguna injusticia. ¿No nos ajustamos en un denario?
Toma lo tuyo y vete. Quiero darle a este último igual que a ti. ¿Es que no
tengo libertad para hacer lo que quiera en mis asuntos? ¿O vas a tener tú
envidia porque yo soy bueno?" Así, los últimos serán los primeros y los
primeros los últimos."
Palabra
del Señor
REFLEXIÓN
EL
MARCO EN EL QUE DIOS ACTUA ES LA JUSTICIA
En la lectura de
este pasaje permanecen como un eco las palabras de Isaías (55,8) “Vuestros
caminos no son mis caminos, vuestros planes no son mis planes…” La descripción
que Jesús hace en esta parábola es una descripción perfecta: el hombre actúa en
un esquema de justicia que consiste en dar a cada uno lo que se merece por su
rendimiento, mientras que Dios se mueve en otro esquema: el motor de Dios es LA
JUSTICIA y eso significa tratar a todos por igual, dándole a cada uno lo que
necesita para vivir con dignidad, no lo que se merece por su esfuerzo.
Esta actitud que Jesús aplica al Padre, escandaliza
terriblemente a todos los dirigentes del pueblo que sostienen que Dios les debe
la salvación como recompensa por el esfuerzo que hacen en el cumplimiento de la
ley y no aceptan de ninguna manera la gratuidad del amor.
El contexto de la parábola es
la discusión constante que Jesús viene manteniendo con los fariseos y con las autoridades que sostienen una
actitud excluyente con un sector de la población a quien consideran impura:
pecadores, publicanos, mujeres, enfermos, paganos…
A simple vista se percibe el
problema existente en las comunidades de Mateo que provienen de judíos
convertidos al cristianismo y que no acaban de desprenderse de las leyes judías
que les prohíben juntarse con paganos y ahora se encuentran que pertenecen a la
misma comunidad cristiana; ellos no entienden que los que acaban de entrar en
la comunidad tengan los mismos derechos y la misma dignidad que aquellos que
pertenecen desde siempre al pueblo elegido.
Lógicamente, si
queremos que Dios entre por nuestros esquemas y actúe como lo hacemos nosotros,
la situación que plantea la parábola es una clara actitud de injusticia por
parte de Dios que ha tratado a los últimos exactamente igual que a los
primeros, pero si queremos obligar a que Dios entre en nuestro juego, entonces
¿Cuántos quedaríamos fuera de juego? El mundo sería propiedad,
indiscutiblemente de aquellos que tienen la ley a su favor y que, sin lugar a
duda serían ellos los que hacen la ley y la interpretan, con lo cual, esta
tierra sería el chalet de unos cuantos. El evangelista utiliza la figura de la
paga para expresar el modo de actuar Dios Padre frente a nuestra forma
utilitarista y pragmática contraria a la JUSTICIA