PRIMERA
LECTURA
Lectura del Profeta Isaías Is 40, 1‑5. 9‑11.
Consolad,
consolad a mi pueblo, dice vuestro Dios; hablad al corazón de Jerusalén,
gritadle: que se ha cumplido su servicio, y está pagado su crimen, pues de la
mano del Señor ha recibido doble paga por sus pecados.
Una
voz grita: En el desierto preparadle un camino al Señor; allanad en la estepa
una calzada para nuestro Dios; que los valles se levanten, que los montes y colinas
se abajen, que lo torcido se enderece y lo escabroso se iguale.
Se
revelará la gloria del Señor, y la verán todos los hombres juntos —ha hablado
la boca del Señor—.
Súbete
a lo alto de un monte, heraldo de Sión, alza con fuerza la voz, heraldo de Jerusalén,
álzala, no temas, di a las ciudades de Judá: aquí está vuestro Dios.
Mirad:
Dios, el Señor, llega con fuerza, su brazo domina.
Mirad:
le acompaña el salario, la recompensa le precede.
Como un pastor apacienta el
rebaño, su mano los reúne.
Lleva
en brazos los corderos, cuida de las madres.
Palabra de Dios
REFLEXIÓN
FORTALECER
LA ESPERANZA
El profeta Isaías escribe cuando el pueblo
se encuentra en Babilonia exiliado y parece que puede haber una posibilidad de
que recuperen la libertad y les dejen volver a su tierra.
El profeta intenta alentar al pueblo
diciéndole que ya han pagado la pena por su equivocación con los trabajos
forzados que han tenido que hacer y por la esclavitud a la que han sido
sometidos; espera que esto les sirva como escarmiento y cambien la actitud que
han tenido y que les ha llevado al descalabro, de forma que vayan allanando y
derribando las murallas que han levantado entre ellos, las montañas que han
hecho impidiendo que sea posible el encuentro, allanando todo lo que han
complicado y abriendo un camino nuevo y limpio por el que pueda caminar la
justicia, la verdad, la fraternidad y la paz, remitiéndose a la costumbre que
tenían de allanar un camino para que el rey entrase triunfante después de haber
ganado una batalla.
Dios está dispuesto a poner su mano,
de la misma manera que lo estuvo cuando el pueblo salió de Egipto y ha venido
haciéndolo a través de la historia, pero Dios no puede condescender con la
injusticia, con la mentira y la corrupción cuando se opta por ella.
El profeta anuncia que vendrá un
mensajero anunciando esta buena noticia, pero el personaje queda sin saber a
quién se refiere. Después, en el Nuevo Testamento, los evangelistas verán su
imagen en Juan Bautista.
La imagen que nos trae la palabra de
Dios tiene un perfecto engranaje en nuestra actualidad mirando a larga y a
corta distancia: sufrimos las consecuencias de las posiciones que tomamos;
llegamos a donde nos empecinamos en
dirigirnos y tenemos aquello que hemos construido, pero tenemos el grave
problema de no escarmentar y a cada momento volvemos a repetir los mismos
errores y caer en el mismo hueco del que salimos.
V/. Muéstranos, Señor, tu
misericordia y danos tu salvación.
R/. Muéstranos, Señor, tu
misericordia y danos tu salvación.
V/.
Voy a escuchar lo que dice el Señor:
«Dios
anuncia la paz a su pueblo y a sus amigos.»
La
salvación está ya cerca de sus fieles
y
la gloria habitará en nuestra tierra.
R/. Muéstranos, Señor, tu
misericordia y danos tu salvación.
V/.
La misericordia y la fidelidad se encuentran,
la
justicia y la paz se besan;
la
fidelidad brota de la tierra
y
la justicia mira desde el cielo.
R/. Muéstranos, Señor, tu
misericordia y danos tu salvación.
V/.
El Señor nos dará la lluvia,
y
nuestra tierra dará su fruto.
La
justicia marchará ante é1,
la
salvación seguirá sus pasos.
R/.. Muéstranos, Señor, tu
misericordia y danos tu salvación.
Lectura de la segunda carta del Apóstol
San Pedro 3, 8‑14.
Queridos hermanos:
No perdáis de vista
una cosa: para el Señor un día es como mil años y mil años como un día.
El Señor no tarda
en cumplir su promesa, como creen algunos.
Lo que ocurre es
que tiene mucha paciencia con vosotros, porque no quiere que nadie perezca,
sino que todos se conviertan.
El día del Señor
llegará como un ladrón.
Entonces el cielo
desaparecerá con gran estrépito; los elementos se desintegrarán abrasados y la
tierra con todas sus obras se consumirá.
Si todo este mundo
se va a desintegrar de este modo, ¡qué santa y piadosa ha de ser vuestra vida!
Esperad y apresurad
la venida del Señor, cuando desaparecerán los cielos consumidos por el fuego y
se derretirán los elementos.
Pero nosotros,
confiados en la promesa del Señor, esperamos un cielo nuevo y una tierra nueva,
en que habite la justicia.
Por tanto, queridos
hermanos, mientras esperáis estos acontecimientos, procurad que Dios os
encuentre en paz con Él, inmaculada e irreprochable.
Palabra de Dios
REFLEXIÓN
VIVIR
LA TENSIÓN DEL REINO
Pedro escribe a una
comunidad que está preocupada por la
venida final de Jesucristo al final de los tiempos que están preocupados y
temerosos de que sea inminente, pues ante lo que están viendo y constatando
llega un momento que les entra la duda si es verdad o es un cuento lo que les
han dicho; este es un fuerte problema en los primeros momentos de la iglesia en
donde existe una mentalidad “apocalíptica” por la que se piensa que el fin del
mundo está cercano y mucha gente se une
a la iglesia por esta razón.
En un principio se
les había dicho que Jesucristo volvería pronto, recordemos que Pablo espera
incluso que a él le coja estando vivo.
El apóstol responde
a la comunidad que el retraso se debe a la paciencia de Dios que espera que
todos se den cuenta y lleguen a la salvación, pues la medida del tiempo de Dios
es completamente diferente a la nuestra:
“para el Señor un día es como mil años y mil años como un día”.
Lo que han de estar
seguros y preocupados no es en el “Cuando” llegará, sino en la certeza de que
ocurrirá y en ese momento todo será transformado y lo que a nosotros nos queda
es confiar “en la promesa del Señor,
esperamos un cielo nuevo y una tierra nueva, en que habite la justicia”.
Mientras tanto, lo
que tenemos que hacer es ir preparando para que no encuentre obstáculo el
momento que llegue que lo ha de hacer de la forma más inesperada: “El día del
Señor llegará como un ladrón”
Aleluya Lc 3, 4. 6
Preparad el camino del Señor,
allanad sus senderos; y todos
verán la salvación del Señor.
Aleluya.
Lectura
del santo Evangelio según San Marcos
1, 1‑8
Comienza el Evangelio de
Jesucristo, Hijo de Dios.
Está
escrito en el Profeta Isaías: Yo envío mi mensajero delante de ti para que te
prepare el camino.
Una
voz grita en el desierto: Preparadle el camino al Señor, allanad sus senderos.
Juan bautizaba en
el desierto: predicaba que se convirtieran y se bautizaran, para que se les
perdonasen los pecados. Acudía la gente de Judea y de Jerusalén, confesaban sus
pecados y él los bautizaba en el Jordán.
Juan iba vestido de
piel de camello, con una correa de cuero a la cintura y se alimentaba de saltamontes
y miel silvestre. Y proclamaba:
—Detrás de mí viene
el que puede más que yo, y yo no merezco agacharme para desatarle las
sandalias.
Yo os he bautizado con agua,
pero él os bautizará con Espíritu Santo.
Palabra
del Señor
REFLEXIÓN
“VIVIR EN CONSONANCIA CON LA
FE QUE CONFESAMOS”
En este tiempo de “Adviento”
la actitud clave es la ESPERANZA y,
además, una esperanza firme que haga que nos levemos por encima de todo y
seamos capaces de trascender cualquier realidad problemática que se nos
presente aún por muy problemática que sea.
No obstante, para
“esperar” algo hay que estar fundamentados, pues de lo contrario, caeríamos en
el ridículo.
Como base de nuestra
esperanza tenemos una promesa que no falla: “Nosotros –como dice la carta de
Pedro- confiados en la promesa del
Señor, esperamos un cielo nuevo y una tierra nueva en la que habite la
justicia”
Pero estos “cielos
nuevos” y “tierra Nueva” somos también nosotros responsables de ellos; la
historia está en nuestras manos e incluso, la venida del Señor podemos nosotros
apresurarla.
Si nos damos cuenta,
esto no puede darse si es que no hemos contraído un compromiso serio con la
vida que será el que fundamente la esperanza: un hombre que construya la
justicia será el que pueda esperar un mundo nuevo donde habite la justicia.
La voz del profeta
Isaías vuelve a resonar con una fuerza enorme entre nosotros abriéndonos un
camino y dándonos unas pistas de luz para fundamentar nuestra esperanza.
Su pueblo estaba desterrado
y tocado por el signo de la desesperanza y la destrucción.
Los hombres que solo
saben destruir, que siembran la oscuridad, el desconcierto y la desilusión a su
alrededor, son unos impostores y, como no, un gran obstáculo para que se
apresure la llegada de esos cielos nuevos y tierra nueva.
Para que esto ocurra y
para que podamos tener parte en la promesa del Señor, hemos de ir preparándole
el camino, como dice el profeta: “Que los valles se levanten” es decir: que
levantemos la mirada más arriba de nuestros instintos y mediocridades que
pertenecen a lo pasado, a lo viejo.
“Que los montes se
abajen” es decir: que desparezcan esas dificultades que levantamos y las
hacemos como montañas cuando no son más que caprichos.
“Que lo torcido se
enderece”, es decir, que la honradez y la limpieza de corazón y de miras se
impongan en nuestra vida y desaparezcan de nuestras relaciones la falsedad, el
engaño y el egoísmo…
“Que lo escabroso se
iguale”, es decir: vamos a a limar las
asperezas de todo tipo y a posibilitar el respeto y la escucha entre las
personas.
Cuando esto se vaya
haciendo, “Se revelará la gloria del Señor y la verán todos los hombres” –como
dice textualmente el profeta.
Cuando esta sea nuestra
forma de caminar, nos habremos convertido en heraldos del reino que con nuestra
presencia lo iremos anunciando.
Esto es claro, no
obstante, ¿Qué es lo que estamos haciendo? La esperanza se ha de basar en esto
o de lo contrario…
Dice la carta de Pedo:
“Por tanto, queridos, hermanos, mientras esperáis estos acontecimientos,
procurad que Dios os encuentre en paz con Él, inmaculados e irreprochables”.