LA SAGRADA FAMILIA

Lectura del Libro del Eclesiástico       3,  3‑7.  14‑17a

El que teme al Señor honra a sus padres 

Dios hace al padre más respetable que a los hijos y afirma la autoridad de la madre sobre la prole.
El que honra a su padre expía sus pecados, el que respeta a su madre acumula tesoros;
el que honra a su padre se alegrará de sus hijos y cuando rece, será escuchado; el que respeta a su padre tendrá larga vida, al que honra a su madre el Señor le escucha.
Hijo mío, sé constante en honrar a tu padre, no lo abandones, mientras viva; aunque flaquee su mente, ten indulgencia, no lo abochornes, mientras seas fuerte.
La piedad para con tu padre no se olvidará, será tenida en cuenta para pagar tus pecados; el día del peligro se te recordará y se desharán tus pecados como la escarcha bajo el calor.
Palabra de Dios. 

REFLEXIÓN
 

LAS BASES DE UNA BUENA CONVIVENCIA    

La obra del sabio Ben Sira tiene como tres grandes bloques en los que desarrolla su visión del sentido de la vida recogido en todo el saber del pueblo adquirido durante siglos.

            Comienza con un poema de alabanza a la sabiduría que está basada en el temor a Dios, en el respeto y, a partir de ahí, su proyección en la vida que ya se viene observando  en el libro de los proverbios y en otros escritos en los que se habla de la bondad de la sabiduría y de otras virtudes como la paciencia, la confianza, el respeto a los padres, la humildad; de la misma manera se centra en las actuaciones del hombre para con sus semejantes, como es el prestar o tomar prestado, la relación entre los ricos y los pobres, la generosidad y la tacañería, el pecado y la virtud; Dios misericordioso y creador  pero también Dios justo.

Al mismo tiempo advierte de los grandes peligros para el hombre como la presunción, el egoísmo, el desenfreno… todo esto aplicado a la vida de los hombres y mujeres, hijos e hijas, esposos, gobernantes y súbditos.

En este marco el anciano Ben Sirá establece la relación que ha de haber entre padres e hijos y en la familia en general haciendo una jerarquía de valores que han de permanecer en su sitio para que las cosas no se desvirtúen: es lógico y natural que sean los padres los que orienten y guíen a sus hijos hasta que éstos puedan defenderse en la vida y es lógica también la contrapartida: los hijos han de respetar, escuchar y dejarse guiar por sus padres con plena confianza, pues de lo contrario caerían en el absurdo.

De ahí se va a dar un bien recíproco: lo que haces con tus padres va a ser la base que sentará en tus hijos lo que ellos han de hacer contigo, por eso da una serie de consejos para que los hijos respeten, amen, ayuden y cuiden a sus padres, pues de alguna manera están ya planificando su propio futuro. Será Dios mismo quien bendiga esta forma de actuar 

Salmo responsorial       Sal  127,  1‑2.  3.  4‑5 

V/.  ¡Dichoso el que teme al Señor, y sigue sus caminos!
R/.  ¡Dichoso el que teme al Señor, y sigue sus caminos! 

V/.  ¡Dichoso el que teme al Señor,
            y sigue sus caminos !
       Comerás del fruto de tu trabajo,
            serás dichoso, te irá bien.
V/.  ¡Dichoso el que teme al Señor, y sigue sus caminos! 

V/.  Tu mujer, como parra fecunda,
            en medio de tu casa;                  
       tus hijos como renuevos de olivo,
            alrededor de tu mesa.
V/.  ¡Dichoso el que teme al Señor, y sigue sus caminos! 

V/.  Esta es la bendición del hombre
            que teme al Señor:
       Que el Señor te bendiga desde Sión,
            que veas la prosperidad de Jerusalén,
            todos los días de tu vida.
V/.  ¡Dichoso el que teme al Señor, y sigue sus caminos!

 
Lectura de la carta del Apóstol San Pablo a los Colosenses       3,  12‑21
La vida de familia vivida en el Señor

Hermanos:
Sobrellevaos mutuamente y perdonaos, cuando alguno tenga quejas contra otro.
El Señor os ha perdonado: haced vosotros lo mismo.
Y por encima de todo esto, el amor, que es el ceñidor de la unidad consumada.
Que la paz de Cristo actúe de árbitro en vuestro corazón: a ella habéis sido convocados, en un solo cuerpo.
Y sed agradecidos: la Palabra de Cristo habite entre vosotros en toda su riqueza; enseñaos unos a otros con toda sabiduría; exhortaos mutuamente.
Cantad a Dios, dadle gracias de corazón, con salmos, himnos y cánticos inspirados.
Y todo lo que de palabra o de obra realicéis, sea todo en nombre de Jesús, ofreciendo la Acción de Gracias a Dios Padre por medio de él.
Mujeres, vivid bajo la autoridad de vuestros maridos, como conviene en el Señor.
Maridos, amad a vuestras mujeres, y no seáis ásperos con ellas.
Hijos, obedeced a vuestros padres en todo, que eso le gusta al Señor.
Padres, no exasperéis a vuestros hijos, no sea que pierdan los ánimos.
Palabra de Dios.

 

REFLEXIÓN
 

LAS BASES DE LA UNIDAD Y DE LA PAZ  


S. Pablo no  hace una referencia expresa a la familia, sino que se expresa dentro del marco general de coherencia que ha establecido para todo cristiano que se siente salvado por Jesucristo, no tiene más remedio que  sentir sobre sí la “misericordia entrañable de Dios” que será la base de las nuevas formas de relacionarse con Dios, con los semejantes y con el universo entero y esta forma de relacionarse, será la que lleven a la humanidad a un destino completamente nuevo a todos los niveles y entre ellos al más primario, como es la misma familia.

            En este nuevo esquema de convivencia que establece Pablo, cobra especial relevancia el perdón, la tolerancia, la condescendencia, la bondad, la humildad, la dulzura, la comprensión … que se convierten en elementos básicos para la convivencia dentro de la familia y de cualquier estamento social.

            Ya en el capítulo 1, 2 establece la base de la vida en comunidad: somos hombres nuevos que hemos renacido del Espíritu, en pura lógica esta nueva realidad de nuestras vidas ha de llevar a un comportamiento  completamente diferente asentado en la práctica del amor, sin éste, las relaciones humanas se hacen imposibles y sin el amor la unidad que es el signo que nos distingue es inalcanzable.

            Por tanto, el amor se convierte en la base y fundamento necesarios sobre los que se ha de edificar todo: “el amor, es el ceñidor de la unidad consumada”. Este principio, que es válido para cualquier situación, cuando se aplica a la familia da como resultado la unidad y la paz.

            Romper este esquema es destruir la familia, o cualquier estructura social en la que pensemos y, construir otra cosa en la que desaparece toda relación humana de paz y de amor, será otro tipo de relación, pero que jamás llevará a la unidad en el amor.

 
Aleluya       Col  3,  15a.  16a 

Aleluya, aleluya.
Que la paz de Cristo actúe de árbitro   en vuestro corazón;
que la Palabra de Cristo habite entre vosotros  en toda su riqueza.
Aleluya.

 
Lectura del santo Evangelio según San Lucas 2, 22-40.

Cuando llegó el tiempo de la purificación de María, según la ley de Moisés, llevaron a Jesús a Jerusalén, para presentarlo al Señor [(de acuerdo con lo escrito en la ley del Señor: «Todo primogénito varón será consagrado al Señor») y para entregar la oblación (como dice la ley del Señor: «un par de tórtolas o dos pichones»).
Vivía entonces en Jerusalén un hombre llamado Simeón, hombre honrado y piadoso, que aguardaba el Consuelo de Israel; y el Espíritu Santo moraba en él. Había recibido un oráculo del Espíritu Santo: que no vería la muerte antes de ver al Mesías del Señor. Impulsado por el Espíritu Santo,  fue al templo.
  Cuando entraban con el Niño Jesús sus padres (para cumplir con él lo previsto por la ley), Simeón lo tomó en brazos y bendijo a Dios diciendo:
Ahora, Señor, según tu promesa, puedes dejar a tu siervo irse en paz; porque mis ojos han visto a tu Salvador, a quien has presentado ante todos los pueblos: luz para alumbrar a las naciones, y gloria de tu pueblo, Israel.
José y María, la madre de Jesús, estaban admirados por lo que se decía del niño.
Simeón los bendijo diciendo a María, su madre:
—Mira: Este está puesto para que muchos en Israel caigan y se levanten; será como una bandera discutida: así quedará clara la actitud de muchos corazones. Y a ti una espada te traspasará el alma.
Había también una profetisa, Ana, hija de Fanuel, de la tribu de Aser. Era una mujer muy anciana: de jovencita había vivido siete años casada, y llevaba ochenta y cuatro de viuda; no se apartaba del templo día y noche, sirviendo a Dios con ayunos y oraciones. Acercándose en aquel momento, daba gracias a Dios y hablaba del niño a todos los que aguardaban la liberación de Israel].
Y cuando cumplieron todo lo que prescribía la Ley del Señor, se volvieron a Galilea, a su ciudad de Nazaret. El niño iba creciendo y robusteciéndose, y se llenaba de sabiduría; y la gracia de Dios lo acompañaba.
Palabra del Señor 
 

LA PROMESA  TRANSCIENDE LOS LIMITES DE ISRAEL 

Es interesante detenerse en el texto, pues está como contrapunto a lo que  ha expresado anteriormente: el marco del nacimiento es la aldea de Belén, el establo, la marginación… ahora se abre un nuevo escenario: el templo, la gran ciudad de Jerusalén el reconocimiento del niño por Simeón como “Señor”, “Mesías”, “Salvador” que viene no de los grandes, pues de hecho el Mesías entra el en templo y no es recibido por “El poder”, sino por  un sacerdote anciano y una limpiadora que está por allí.

            Por otro lado están José y María, que el evangelista quiere dejar bien claro que son dos personas respetuosas de la ley: por tres veces insiste que se hacen las cosas “De acuerdo a lo que manda la ley”· indicando que José y María pertenecen al grupo de judíos que viven en la fidelidad a la ley, pues para Lucas la ley ha hecho el papel de preparar la nueva etapa de la historia, marcada por la presencia del Mesías que irrumpe con la venida de Jesús.

            El discurso que pronuncia Simeón es un cántico de acción de gracias a Dios por el acontecimiento que ha ocurrido y que él ha tenido la suerte de contemplar: Simeón tiene la gran dicha de poder sostener en sus brazos nada menos que al Mesías esperado en Israel. En los brazos de Simeón está la conclusión de todo el Antiguo testamento, el cumplimiento de todas las promesas hechas en la antigüedad a sus antepasados y la apertura a una nueva dimensión que es inimaginable, pero que él prevé dura y, de ahí la profecía lanzada a María: ella va a ser testigo de lo que va a suponer la muerte del orden antiguo, marcado por el pecado y el nacimiento de un nuevo orden marcado por la vida y la salvación.

            S. Lucas quiere dejar bien claro la importancia que tiene este momento: Ahora comienza una nueva etapa: “Ahora, Señor, según tu promesa, puedes dejar a tu siervo irse en paz; porque mis ojos han visto a tu Salvador”. La esperanza del pueblo se transforma ahora en realidad viva que puede constatarse.

       Por primera vez se ve con claridad cómo la promesa cumplida sobrepasa los límites que había establecidos y no queda reducida a los límites de Israel; Lucas quiere dejar claro el origen de la salvación que ha venido de Israel y que ha servido de soporte a las promesas, pero la salvación es para todos los pueblos: “El Salvador, a quien has presentado ante todos los pueblos: luz para alumbrar a las naciones, y gloria de tu pueblo, Israel”.