PRIMERA LECTURA
Lectura del libro de la Sabiduría. Sab 2, 12. 17-20
Lo condenaremos a muerte ignominiosa
SE decían los impíos:
«Acechemos al justo, que nos resulta fastidioso:
se opone a nuestro modo de actuar,
nos reprocha Las faltas contra la ley
y nos reprende contra la educación recibida.
Veamos si es verdad lo que dice,
comprobando cómo es su muerte.
Si el justo es hijo de Dios, él lo auxiliará
y lo librará de las manos de sus enemigos.
Lo someteremos a ultrajes y torturas,
para conocer su temple y comprobar su resistencia.
Lo condenaremos a muerte ignominiosa,
pues, según dice, Dios lo salvará».
«Acechemos al justo, que nos resulta fastidioso:
se opone a nuestro modo de actuar,
nos reprocha Las faltas contra la ley
y nos reprende contra la educación recibida.
Veamos si es verdad lo que dice,
comprobando cómo es su muerte.
Si el justo es hijo de Dios, él lo auxiliará
y lo librará de las manos de sus enemigos.
Lo someteremos a ultrajes y torturas,
para conocer su temple y comprobar su resistencia.
Lo condenaremos a muerte ignominiosa,
pues, según dice, Dios lo salvará».
Palabra
de Dios.
REFLEXIÓN
LA REPULSA DE LO DIFERENTE
El
libro de la Sabiduría nos presenta un cuadro en el que describe una realidad
muy común que estamos viviendo a cada momento: con frecuencia oímos la queja de
la gente que se siente acosada por la ley, mientras que los que van trampeando
por la vida, se presentan como triunfadores, en cambio, aquel que camina en la
legalidad lo acribillan con impuestos y con un control exagerado, de tal forma
que vive asustado.
El
autor del libro da un paso más y cataloga esta actitud como una acción
premeditada por el espíritu del mal que ataca al hombre justo e inocente que
sigue una línea concreta de honradez orientada siempre al bien, cosa que no
puede soportar el malvado, pues lo considera una denuncia de su error y, por
tanto, un reproche de su conducta, entonces ataca burlándose del justo,
ridiculizándolo y poniéndolo a prueba para ver si es verdad que está convencido
de lo que dice y lo vive como actitud, queriendo demostrarle que es igual a
todos y que su actitud es una estupidez. Y es que algo que duele y no suele
soportarse es que alguien se comporte como diferente del resto. Y peor aún, si
es que ese comportamiento deja en evidencia lo corrompido de mi actuación.
Salmo
responsorial
Sal 53, 3-4. 5. 6 y 8 (R/.: 6b)
R/. El Señor sostiene mi vida.
V/. Oh,
Dios, sálvame por tu nombre,
sal por mí con tu poder.
Oh, Dios, escucha mi súplica,
atiende a mis palabras. R/.
sal por mí con tu poder.
Oh, Dios, escucha mi súplica,
atiende a mis palabras. R/.
R/. El Señor sostiene mi vida.
V/. Porque
unos insolentes se alzan contra mí,
y hombres violentos me persiguen a muerte,
sin tener presente a Dios. R/.
y hombres violentos me persiguen a muerte,
sin tener presente a Dios. R/.
R/. El Señor sostiene mi vida.
V/. Dios es
mi auxilio,
el Señor sostiene mi vida.
Te ofreceré un sacrificio voluntario,
dando gracias a tu nombre, que es bueno. R/.
el Señor sostiene mi vida.
Te ofreceré un sacrificio voluntario,
dando gracias a tu nombre, que es bueno. R/.
R/. El Señor sostiene mi vida.
SEGUNDA LECTURA
Lectura de la carta del apóstol Santiago. Sant 3, 16—4, 3
El fruto de la justicia se siembro en la paz
para quienes trabajan por la paz
QUERIDOS hermanos:
Donde hay envidia y rivalidad, hay turbulencia y todo tipo de malas acciones.
En cambio, la sabiduría que viene de lo alto es, en primer lugar, intachable, y además es apacible, comprensiva, conciliadora, llena de misericordia y buenos frutos, imparcial y sincera. El fruto de la justicia se siembra en la paz para quienes trabajan por la paz.
¿De dónde proceden los conflictos y las luchas que se dan entre vosotros? ¿No es precisamente de esos deseos de placer que pugnan dentro de vosotros? Ambicionáis y no tenéis, asesináis y envidiáis y no podéis conseguir nada, lucháis y os hacéis la guerra, y no obtenéis porque no pedís.
Pedís y no recibís, porque pedís mal, con la intención de satisfacer vuestras pasiones.
Donde hay envidia y rivalidad, hay turbulencia y todo tipo de malas acciones.
En cambio, la sabiduría que viene de lo alto es, en primer lugar, intachable, y además es apacible, comprensiva, conciliadora, llena de misericordia y buenos frutos, imparcial y sincera. El fruto de la justicia se siembra en la paz para quienes trabajan por la paz.
¿De dónde proceden los conflictos y las luchas que se dan entre vosotros? ¿No es precisamente de esos deseos de placer que pugnan dentro de vosotros? Ambicionáis y no tenéis, asesináis y envidiáis y no podéis conseguir nada, lucháis y os hacéis la guerra, y no obtenéis porque no pedís.
Pedís y no recibís, porque pedís mal, con la intención de satisfacer vuestras pasiones.
Palabra
de Dios.
REFLEXIÓN
EL SELLO DE AUTENTICIDAD
Santiago
sigue con la misma temática que ya comenzó en el cap. 2º: la verdad de lo que
se confiesa se autentifica con las obras; una fe que no está avalada por las
obras, no es más que palabras vacías que se lleva el viento.
De
la misma manera, la sabiduría verdadera es aquella que se sustenta en una
actitud de honradez intachable: siendo pacíficos, , imparciales, tolerantes,
sinceros…La persona sabia siembra y promociona la paz, en cambio la persona
estúpida e ignorante distorsiona, crea discordia y establece el desorden.
Aquellos
falsos maestros que no se apoyan en una vida limpia y sincera, sus palabras no
son creíbles y, por eso, fomentan y promueven la discordia, la división, pues
solo buscan sus propios intereses y esto hace que se establezca el desorden.
La imagen que nos presenta el autor de la
carta la podemos ver reflejada en la realidad de los políticos que nos rigen,
en los que vemos que han cogido la mentira y el engaño como bandera de
identidad; el resultado está siendo catastrófico, pus nadie puede creer en
ellos y, menos aún, confiar en aquello que nos dicen, pues vemos con toda
claridad que sus vidas y sus actitudes no responden en absoluto a nada de lo
que predican.
Aleluya
Cf. 2 Tes 2, 14
R/. Aleluya, aleluya, aleluya.
V/. Dios nos llamó por medio del
Evangelio,
para que sea nuestra la gloria de nuestro Señor Jesucristo. R/.
para que sea nuestra la gloria de nuestro Señor Jesucristo. R/.
EVANGELIO
✠ Lectura del santo Evangelio según san Marcos. Mc 9,
30-37
El Hijo del hombre va a ser entregado. Quien
quiera ser el primero, que sea el servidor de todos
EN aquel tiempo, Jesús y sus discípulos
atravesaron Galilea; no quería que nadie se enterase, porque iba instruyendo a
sus discípulos.
Les decía:
«El Hijo del hombre va a ser entregado en manos de los hombres y lo matarán; y después de muerto, a los tres días resucitará».
Pero no entendían lo que decía, y les daba miedo preguntarle. Llegaron a Cafarnaúm, y una vez en casa, les preguntó:
«¿De qué discutíais por el camino?».
Ellos callaban, pues por el camino habían discutido quién era el más importante.
Jesús se sentó, llamó a los Doce y les dijo:
«Quien quiera ser el primero, que sea el último de todos y el servidor de todos».
Y tomando un niño, lo puso en medio de ellos, lo abrazó y les dijo:
«El que acoge a un niño como este en mi nombre, me acoge a mí; y el que me acoge a mí, no me acoge a mí, sino al que me ha enviado».
Palabra del Señor.
Les decía:
«El Hijo del hombre va a ser entregado en manos de los hombres y lo matarán; y después de muerto, a los tres días resucitará».
Pero no entendían lo que decía, y les daba miedo preguntarle. Llegaron a Cafarnaúm, y una vez en casa, les preguntó:
«¿De qué discutíais por el camino?».
Ellos callaban, pues por el camino habían discutido quién era el más importante.
Jesús se sentó, llamó a los Doce y les dijo:
«Quien quiera ser el primero, que sea el último de todos y el servidor de todos».
Y tomando un niño, lo puso en medio de ellos, lo abrazó y les dijo:
«El que acoge a un niño como este en mi nombre, me acoge a mí; y el que me acoge a mí, no me acoge a mí, sino al que me ha enviado».
Palabra del Señor.
REFLEXIÓN
LA LECCIÓN QUE NO QUEREMOS
APRENDER
Nos cuenta el evangelio que, con todo lo que habían
visto, oído y vivido, los discípulos seguían pensando en sacar adelante sus
intereses particulares, a pesar de ir explicándoles todo lo que le iba a
ocurrir en Jerusalén… no habían entendido absolutamente nada de todo el mensaje
de Jesús y más bien iban pensando en cómo repartirse los puestos. Cuando Jesús
les pregunta de qué iban hablando, ninguno le contestó, porque “no entendían
aquello, y les daba miedo preguntarle”
La situación sigue repitiéndose al pie de la letra y
muchos cristianos -metámonos todos y
sálvese el que pueda- nos ocurre lo
mismo: “no entendemos” ni queremos entender, que las cosas puedan ser como
Cristo nos plantea y como Él lo hizo: estoy pensando en el tema de la cruz, que
es el signo que nos distingue a los cristianos y con el que nos identificamos;
pero la cruz es el máximo signo de libertad, de solidaridad, de coherencia, de
entrega, de amor…¿Cómo es posible que no lo defendamos y que estemos dando
lugar a que sea despreciada, devaluada y hasta nos dé vergüenza hacérnosla? Pero
lo malo no es eso, lo peor es que la hemos convertido en una joya, en un adorno,
en todo menos en la expresión de lo que vivimos, por eso estamos viendo que la
barren del escenario y nos quedamos tan tranquilos y para muchos, incluso lo
justifican.
Pero ciñéndonos al
texto: los apóstoles no entendían que Cristo hablara de sufrimiento, de silencio,
de pasar desapercibido… de actuar como lo hace el amor verdadero: sin
exigencia, sin echar en cara nada, sin gritar ni reclamar derechos, pero eso
sí: dando testimonio de vida, que sea la palabra que nadie pueda rebatir…
Y vemos que nuestra
respuesta es la misma de Pedro cuando coge aparte a Jesús y le increpa diciendo
que tiene que apartarse de la idea que les está proponiendo, o cuando en el
huerto echa mano de la espada para defender con violencia… Esas actitudes las
seguimos con mucha más facilidad que la de Jesús que no opone resistencia, pero
tampoco baja la cara, ni pierde el control de la situación, con lo que hace
poner nerviosos a todos y se salen de sus casillas, pues la calma, la paz, la
tranquilidad sacan de quicio a todos que lo perciben como una acusación
peligrosa. Y es que no hay bofetada más poderosa que la que no se da.