PRIMERA
LECTURA
Lectura del libro de Josué. Jos 24,1-2a.15-17.18b
Serviremos al Señor, ¡porque él es nuestro
Dios!
EN aquellos días, Josué reunió todas las
tribus de Israel en Siquén y llamo a los ancianos de Israel, a los jefes, a los
jueces y a los magistrados. Y se presentaron ante Dios.
Josué dijo a todo el pueblo:
«Si os resulta duro servir al Señor, elegid hoy a quién queréis servir: si a los dioses a los que sirvieron vuestros padres al otro lado del Río, o a los dioses de los amorreos, en cuyo país habitáis; que yo y mi casa serviremos al Señor».
El pueblo respondió:
«Lejos de nosotros abandonar al Señor para ir a servir a otros dioses! Porque el Señor nuestro Dios es quien nos sacó, a nosotros y a nuestros padres, de Egipto, de la casa de la esclavitud; y quien hizo ante nuestros ojos aquellos grandes prodigios y nos guardó en todo nuestro peregrinar y entre todos los pueblos por los que atravesamos.
También nosotros serviremos al Señor, ¡porque él es nuestro Dios!».
Josué dijo a todo el pueblo:
«Si os resulta duro servir al Señor, elegid hoy a quién queréis servir: si a los dioses a los que sirvieron vuestros padres al otro lado del Río, o a los dioses de los amorreos, en cuyo país habitáis; que yo y mi casa serviremos al Señor».
El pueblo respondió:
«Lejos de nosotros abandonar al Señor para ir a servir a otros dioses! Porque el Señor nuestro Dios es quien nos sacó, a nosotros y a nuestros padres, de Egipto, de la casa de la esclavitud; y quien hizo ante nuestros ojos aquellos grandes prodigios y nos guardó en todo nuestro peregrinar y entre todos los pueblos por los que atravesamos.
También nosotros serviremos al Señor, ¡porque él es nuestro Dios!».
Palabra
de Dios.
REFLEXIÓN
RECONOCER
Y ASUMIR LA HISTORIA
El
pueblo ha vivido varias etapas: fue elegida la familia de Abrahán para
constituir de ella un pueblo, después pasó a Egipto y vivió en régimen de
esclavitud durante 400 años y el pueblo clamé a Dios y sus gritos llegaron a su
presencia y tomó cartas en el asunto… Dios se ha comprometido con su pueblo, lo
ha sacado de Egipto, lo ha acompañado por el desierto y le ha enseñado a ser un
pueblo libre.
Una vez que han pasado la etapa del desierto llega el
momento cumbre en el que Josué hace la gran asamblea de Siquén: ya no son
esclavos, ya han superado el desierto, ahora tienen que definirse y asumir con
responsabilidad, la nueva etapa que les espera; el pueblo tiene que aceptar y
asumir su identidad teológica (ha sido elegido por Dios), cultural y social; es
necesario e importante que reconozcan sus raíces, su historia, para asumir su
propia identidad, pues de lo contrario, quedarán en el aire y muy pronto
desaparecerían de la tierra.
Josué comienza planteando sus raíces, su fe en el Dios
que los ha traído hasta aquí y que es el que les ha dado su identidad hasta
ahora y el que en definitiva los ha aglutinado, pues era la única cosa que los
unía, ya que cada tribu, cada familia tiene sus tradiciones, sus costumbres, su
cultura… no es la sangre la que los une, sino la fe en Yahvé, el único centro
de referencia para todos.
Lógicamente, es necesario identificar a Yahvé entre todos
los dioses que tienen; Él no es como los demás, no se confunde con ninguno de
los dioses cananeos o egipcios que generan esclavitud y muerte; el culto y la
religión de Yahvé no impone leyes opresoras ni exige impuestos; es el Dios de
la fraternidad, del amor, de la paz y de la libertad.
Públicamente Josué hace
su opción confesando su fe y su adhesión al Dios de sus padres que los ha
sacado de Egipto y les ha hecho atravesar el desierto; para él ofrece todas las
garantías y lo acepta como el Dios personal y de su familia. Ahora cada uno
puede tomar la decisión que quiera, pues se hace responsable de su vida: “Si no os parece bien servir al Señor,
escoged hoy a quién queréis servir: a los dioses que sirvieron vuestros
antepasados al este del Éufrates o a los dioses de los amorreos en cuyo país
habitáis; yo y mi casa serviremos al Señor.”
Todo el pueblo reconoce a Yahvé y en Siquén hacen un
pacto de amor con este Dios de los pobres que han sentido a su lado durante
todo el tiempo que más necesitados han estado. El pacto lo concluyen diciendo: “¡Lejos de
nosotros abandonar al Señor para servir a dioses extranjeros! El Señor es
nuestro Dios!”
Salmo
responsorial
Sal 33, 2-3. 16-17. 18-19. 20-21. 22-23 (R/.:
9a)
R/. Gustad y ved qué bueno es el Señor.
V/. Bendigo
al Señor en todo momento,
su alabanza está siempre en mi boca;
mi alma se gloría en el Señor:
que los humildes lo escuchen y se alegren. R/.
su alabanza está siempre en mi boca;
mi alma se gloría en el Señor:
que los humildes lo escuchen y se alegren. R/.
R/. Gustad y ved qué bueno es el Señor.
V/. Los ojos
del Señor miran a los justos,
sus oídos escuchan sus gritos;
pero el Señor se enfrenta con los malhechores,
para borrar de la tierra su memoria. R/.
sus oídos escuchan sus gritos;
pero el Señor se enfrenta con los malhechores,
para borrar de la tierra su memoria. R/.
R/. Gustad y ved qué bueno es el Señor.
V/. Cuando
uno grita, el Señor lo escucha
y lo libra fe sus angustias;
el Señor está cerca de los atribulados,
salva a los abatidos. R/.
y lo libra fe sus angustias;
el Señor está cerca de los atribulados,
salva a los abatidos. R/.
R/. Gustad y ved qué bueno es el Señor.
V/. Aunque el justo sufra muchos males,
de todos lo libra el Señor;
él cuida de todos sus huesos,
y ni uno solo se quebrará. R/.
R/. Gustad y ved qué bueno es el Señor.
V/. La maldad da muerte al malvado,
los que odian al justo serán castigados.
El Señor redime a sus siervos,
no será castigado quien se acoge a él. R/.
R/. Gustad y ved qué bueno es el Señor.
SEGUNDA LECTURA
Lectura
de la carta del apóstol san Pablo a los Efesios. Ef 5, 21-32
Es éste un gran misterio: y yo lo refiero a
Cristo y a la Iglesia
HERMANOS:
Sed sumisos unos a otros en el temor de Cristo: las mujeres, a sus maridos, como al Señor; porque el marido es cabeza de la mujer, como Cristo es cabeza de la Iglesia; él, que es el salvador del cuerpo. Como la Iglesia se somete a Cristo, así también las mujeres a sus maridos en todo.
Maridos, amad a vuestras mujeres como Cristo amó a su Iglesia:
Él se entregó a sí mismo por ella, para consagrarla, purificándola con el baño del agua y la palabra, y para presentársela gloriosa, sin mancha ni arruga ni nada semejante, sino santa e inmaculada. Así deben también los maridos amar a sus mujeres, como cuerpos suyos que son.
Amar a su mujer es amarse a sí mismo. Pues nadie jamás ha odiado su propia carne, sino que le da alimento y calor, como Cristo hace con la Iglesia, porque somos miembros de su cuerpo.
«Por eso dejará el hombre a su padre y a su madre, y se unirá a su mujer y serán los dos una sola carne».
Es este un gran misterio: y yo lo refiero a Cristo y a la Iglesia.
Sed sumisos unos a otros en el temor de Cristo: las mujeres, a sus maridos, como al Señor; porque el marido es cabeza de la mujer, como Cristo es cabeza de la Iglesia; él, que es el salvador del cuerpo. Como la Iglesia se somete a Cristo, así también las mujeres a sus maridos en todo.
Maridos, amad a vuestras mujeres como Cristo amó a su Iglesia:
Él se entregó a sí mismo por ella, para consagrarla, purificándola con el baño del agua y la palabra, y para presentársela gloriosa, sin mancha ni arruga ni nada semejante, sino santa e inmaculada. Así deben también los maridos amar a sus mujeres, como cuerpos suyos que son.
Amar a su mujer es amarse a sí mismo. Pues nadie jamás ha odiado su propia carne, sino que le da alimento y calor, como Cristo hace con la Iglesia, porque somos miembros de su cuerpo.
«Por eso dejará el hombre a su padre y a su madre, y se unirá a su mujer y serán los dos una sola carne».
Es este un gran misterio: y yo lo refiero a Cristo y a la Iglesia.
Palabra
de Dios.
REFLEXIÓN
LLAMADOS
A SER UNO
S. Pablo siente a la iglesia como ese nuevo pueblo que ha
nacido de la Antigua Alianza, es el pueblo que ha hecho el pacto de amor con
Dios, como el que hace una pareja de esposos: ambos se unen en el amor para
formar un solo cuerpo, al que Pablo asigna al hombre la cabeza y el resto del
cuerpo a la mujer, podría haber sido al contrario, como de hecho ocurre en la
práctica en la inmensa mayoría de matrimonios; lo importante no es la función
que asigna a cada uno, sino la unidad que forman.
El nuevo pueblo expresado en esta imagen del matrimonio,
Cristo es la cabeza y el resto del pueblo es la iglesia, el cuerpo; el uno no
tiene sentido sin el otro ni subsisten como nueva presencia de Dios en el
mundo: la cabeza sin el resto de miembros no es nada, lo mismo que un montón de
miembros separados y sin orden ni concierto serían otra cosa más que un caos.
Y S. Pablo pide a ambos cónyuges que vivan a tope la
realidad a la que han sido llamados como esposos creyentes: en ellos se expresa
la realidad de Dios y el amor y entrega de Dios a su pueblo, por eso, amar a la
esposa o al esposo es amarse a sí mismo, pues están llamados a ser una sola cosa,
un mismo cuerpo, lo mismo que Dios es UNO siendo tres personas.
Esta realidad es tan grande y sagrada que se convierte en
opción fundamental del hombre y de la mujer: Por eso dejan padre y madre, para
ser UNA SOLA CARNE.
Dios es AMOR y esta realidad humana se convierte en la
expresión más primaria y natural del AMOR hecho carne, por eso Dios lo asume
como signo de su presencia y su amor en el mundo
Aleluya
Cf. Jn 6, 63c. 68c
R/. Aleluya, aleluya, aleluya.
V/. Tus palabras, Señor, son
espíritu y vida;
tú tienes palabras de vida eterna. R/.
tú tienes palabras de vida eterna. R/.
EVANGELIO
✠ Lectura del santo Evangelio según san Juan. Jn 6,
60-69
¿A quién vamos a acudir? Tú tienes palabras de
vida eterna
EN aquel tiempo, muchos de los discípulos de
Jesús dijeron:
«Este modo de hablar es duro, ¿Quién puede hacerle caso?».
Sabiendo Jesús que sus discípulos lo criticaban, les dijo:
«¿Esto os escandaliza?, ¿y si vierais al Hijo del hombre subir adonde estaba antes? El Espíritu es quien da vida; la carne no sirve para nada. Las palabras que os he dicho son espíritu y vida. Y, con todo, hay algunos de entre vosotros que no creen».
Pues Jesús sabía desde el principio quiénes no creían y quién lo iba a entregar.
Y dijo:
«Por eso os he dicho que nadie puede venir a mí si el Padre no se lo concede».
Desde entonces, muchos discípulos suyos se echaron atrás y no volvieron a ir con él.
Entonces Jesús les dijo a los Doce:
«¿También vosotros queréis marcharos?».
Simón Pedro le contestó:
«Señor, ¿a quién vamos a acudir? Tú tienes palabras de vida eterna; nosotros creemos y sabemos que tú eres el Santo de Dios».
Palabra del Señor.
«Este modo de hablar es duro, ¿Quién puede hacerle caso?».
Sabiendo Jesús que sus discípulos lo criticaban, les dijo:
«¿Esto os escandaliza?, ¿y si vierais al Hijo del hombre subir adonde estaba antes? El Espíritu es quien da vida; la carne no sirve para nada. Las palabras que os he dicho son espíritu y vida. Y, con todo, hay algunos de entre vosotros que no creen».
Pues Jesús sabía desde el principio quiénes no creían y quién lo iba a entregar.
Y dijo:
«Por eso os he dicho que nadie puede venir a mí si el Padre no se lo concede».
Desde entonces, muchos discípulos suyos se echaron atrás y no volvieron a ir con él.
Entonces Jesús les dijo a los Doce:
«¿También vosotros queréis marcharos?».
Simón Pedro le contestó:
«Señor, ¿a quién vamos a acudir? Tú tienes palabras de vida eterna; nosotros creemos y sabemos que tú eres el Santo de Dios».
Palabra del Señor.
REFLEXIÓN
¿CON
QUIÉN ANDAMOS?
Después de escuchar la primera lectura y ver cómo Josué
pide al pueblo que se defina y él lo hace optando por Dios; de la misma manera
S. Pablo asume el gran reto que significa casarse en cristiano, ahora Jesús nos
reta a que nos definamos en un momento en el que estamos viendo cómo la gente
dice que para ser cristiano no hay que ir a misa, ni hacer compromisos con la
comunidad ni cultivar el espíritu… Para una gran mayoría ser cristiano, a lo
máximo es ser un filántropo o para otros un cumplidor de unos ritos
desconectados de la vida.
Cuando Jesús hoy nos dice que Él es el camino, la Verdad
y la vida y que si no estamos unidos a Él y no comemos su cuerpo y bebemos su
sangre, es decir comulgamos con su persona y con su proyecto no somos de los
suyos… no nos queda más remedio que definirnos y llamar a las cosas por su
nombre. Es un ejercicio de auténtica libertad el que tenemos que hacer y aquí
no vale funcionar por coacciones ni cumplidos, eso nadie se lo cree hoy.
No vale refugiarse diciendo que no queremos saber nada de
estas cosas, que se las arreglen los curas y las monjas o tirando piedras al
tejado de la iglesia como si no fuera con nosotros.
Mientras Jesús fue hablando sin exigir nada, todo lo
escuchaban con agrado y simpatía, pues decía cosas fuertes, pero eran bonitas,
invitaban a soñar, el problema se presenta el momento que les pide dar un `paso
adelante y comprometerse con el proyecto, ahí fue la espantada, ya no sonaba
igual su predicación, hasta los mismos apóstoles sienten que la cosa no es
fácil y que los desestabiliza de la situación que venían viviendo: -“Este modo de hablar es duro, ¿quién puede
hacerle caso?”
Pero es curioso que Jesús, ante la espantada que estaba
viendo no rectificó ni endulzó o suavizó la situación, sino que se enfrentó a
los apóstoles y les dijo: -“¿También
vosotros queréis marcharos?”
La respuesta a Jesús no tiene matices: es un sí o un no,
claro y rotundo; no podemos andar a dos aguas dando un día una cara y al
siguiente otra.
Hoy se nos está exigiendo esta opción en muchos aspectos
de nuestra vida cristiana: en nuestra práctica de los sacramentos; en la
connivencia con ideologías políticas completamente disparatadas y contrarias al
mensaje de paz y de amor que nos presenta Jesús y que estamos compatibilizando;
en posiciones sociales y políticas que están en contra de la fe que confesamos
y nos mantenemos apoyándolas y realizándolas…