DOMINGO XXXIII DEL T.O. -C-


PRIMERA LECTURA

Lectura de la profecía de Malaquías. Mal 3, 19-20a
A vosotros os iluminará un sol de justicia

HE aquí que llega el día, ardiente como un horno, en el que todos los orgullosos y malhechores serán como paja; los consumirá el día que está llegando, dice el Señor del universo, y no les dejará ni copa ni raíz.
Pero a vosotros, los que teméis mi nombre, os iluminará un sol de justicia y hallaréis salud a su sombra.
Palabra de Dios.

REFLEXIÓN

LA VIDA HA VENCIDO A LA MUERTE        
            Malaquías anuncia con certeza lo que tendrá su plenitud en Cristo: el triunfo del bien sobre el mal. Cristo será el testigo autorizado y con Él resucitado, se proclamará el fracaso “de los arrogantes y los malvados que serán puestos al descubierto y sus planes serán como paja que alienta el fuego y de ellos no quedará ni rama ni raíz”. Al mismo tiempo se proclama el triunfo del bien y de la vida con el que serán honrados todos los que luchan por él.
            Esta es la promesa que proclama Malaquías, pero también es la realidad consumada por Jesús; ahora solo queda la fe que nos alienta a seguir luchando y le da sentido a todo lo que hacemos y la esperanza de que nada de lo que hacemos queda en el vacío, sino que su triunfo es el nuestro y nuestro apoyo irá destruyendo la fuerza del mal, cosa que irá ocurriendo en la medida en que los ignorantes vayan aceptando que están equivocados y que los creyentes actúen convencidos y seguros de lo que hacen.            Mientras tanto, tenemos que sufrir el acoso de los malvados que luchan por convencernos y hasta lo legalizan, que la muerte es un derecho y la vida es una desgracia.
            De todas formas, surge inevitablemente la pregunta que es fruto del deseo ardiente: ¿cuándo ocurrirá esto?    ¡Que sea pronto, Señor!
Salmo responsorial
Sal 97, 5-6. 7-8. 9ab. 9cd (R/.: cf. 9)
R/.   El Señor llega para regir los pueblos con rectitud.

        V/.   Tañed la cítara para el Señor,
                 suenen los instrumentos:
                 con clarines y al son de trompetas,
                 aclamad al Rey y Señor.   
R/.
R/.   El Señor llega para regir los pueblos con rectitud.

        V/.   Retumbe el mar y cuanto contiene,
                 la tierra y cuantos la habitan;
                 aplaudan los ríos,
                 aclamen los montes.    R/.
R/.   El Señor llega para regir los pueblos con rectitud.

        V/.   Al Señor, que llega
                 para regir la tierra.
                 Regirá el orbe con justicia
                 y los pueblos con rectitud.   
R/.
R/.   El Señor llega para regir los pueblos con rectitud.

SEGUNDA LECTURA

Lectura de la segunda carta del apóstol san Pablo a los Tesalonicenses.
2 Tes 3, 7-12
Si alguno no quiere trabajar, que no coma

HERMANOS:
Ya sabéis vosotros cómo tenéis que imitar nuestro ejemplo: No vivimos entre vosotros sin trabajar, no comimos de balde el pan de nadie, sino que con cansancio y fatiga, día y noche, trabajamos a fin de no ser una carga para ninguno de vosotros.
No porque no tuviéramos derecho, sino para daros en nosotros un modelo que imitar.
Además, cuando estábamos entre vosotros, os mandábamos que si alguno no quiere trabajar, que no coma.
Porque nos hemos enterado de que algunos viven desordenadamente, sin trabajar, antes bien metiéndose en todo.
A esos les mandamos y exhortamos, por el Señor Jesucristo, que trabajen con sosiego para comer su propio pan.
Palabra de Dios.

 REFLEXIÓN

LA VIDA NO SE DETIENE    
            Pablo tiene muy claro que vivir en Cristo es ser signo de su persona y de su fuerza transformadora, porque Cristo resucitado lo transforma todo, no es un Cristo estático que se cruza de brazos y nos invita a ser meros espectadores pasivos… ¡Ni mucho menos! Nuestra fe en Jesús nos lleva a hacer nuestro su proyecto de forma que hagamos lo que hagamos se convertirá en su fuerza transformadora que hará que vayan cambiando todas las estructuras.
            La fuerza de la resurrección lleva a perder todos los miedos y a implicarse a fondo en la transformación del mundo, con la certeza de que la vida y el bien han vencido al mal y a la muerte; estamos llamados a activar el reino.
            Los parásitos son signos de muerte y no de resurrección: la vida no se detiene

Aleluya
Lc 21, 28
R/.   Aleluya, aleluya, aleluya.
V/.   Levantaos, alzad la cabeza:
        se acerca vuestra liberación.   
R/.

EVANGELIO
Lectura del santo Evangelio según san Lucas. Lc 21, 5-19
Con vuestra perseverancia salvaréis vuestras almas

EN aquel tiempo, como algunos hablaban del templo, de lo bellamente adornado que estaba con piedra de calidad y exvotos, Jesús les dijo:
«Esto que contempláis, llegarán días en que no quedará piedra sobre piedra que no sea destruida».
Ellos le preguntaron:
«Maestro, ¿cuándo va a ser eso?, ¿y cuál será la señal de que todo eso está para suceder?».
Él dijo:
«Mirad que nadie os engañe. Porque muchos vendrán en mi nombre diciendo: “Yo soy”, o bien: “Está llegando el tiempo”; no vayáis tras ellos.
Cuando oigáis noticias de guerras y de revoluciones, no tengáis pánico.
Porque es necesario que eso ocurra primero, pero el fin no será enseguida».
Entonces les decía:
«Se alzará pueblo contra pueblo y reino contra reino, habrá grandes terremotos, y en diversos países, hambres y pestes.
Habrá también fenómenos espantosos y grandes signos en el cielo.
Pero antes de todo eso os echarán mano, os perseguirán, entregándoos a las sinagogas y a las cárceles, y haciéndoos comparecer ante reyes y gobernadores, por causa de mi nombre. Esto os servirá de ocasión para dar testimonio.
Por ello, meteos bien en la cabeza que no tenéis que preparar vuestra defensa, porque yo os daré palabras y sabiduría a las que no podrá hacer frente ni contradecir ningún adversario vuestro.
Y hasta vuestros padres, y parientes, y hermanos, y amigos os entregarán, y matarán a algunos de vosotros, y todos os odiarán a causa de mi nombre.
Pero ni un cabello de vuestra cabeza perecerá; con vuestra perseverancia salvaréis vuestras almas».
Palabra del Señor.

REFLEXIÓN

LLEGÓ EL FINAL DEL TIEMPO      
            Para los judíos, la gran obra de Dios es el templo que él se ha hecho construir para vivir en medio de su pueblo. En él queda expresada toda la grandeza de Dios y del pueblo, contra lo que chocarán todas las grandes potencias.
            Cuando en el año 70 es destruido por el ejército romano, los judíos quedan desconcertados, pues se les viene abajo todas sus creencias y los apóstoles caen en la cuenta de las palabras de Jesús: “De todo esto no quedará piedra sobre piedra”.
            Es que lo que Dios ha traído: el nuevo orden que se ha inaugurado con Jesús, no se sostiene ya en las piedras de un edificio, ni en las riquezas y el poder, sino en el corazón de cada persona.
            El final del templo no coincide con el final del tiempo, sino más bien con el final de un sistema político-religioso que no tiene nada que ver con lo que Dios quiere.
            El desbarajuste político puede crear confusión en la mente y en el corazón de los creyentes cuando tienen puesta su fe en las piedras, en las joyas, en los exvotos… en las imágenes
            Pero ese hundimiento de todo lo material, ha acontecido con la venida de Jesucristo.  El final del tiempo ha ocurrido ya, aunque el templo y las estructuras humanas sigan en pie.    
            Cristo-Dios ha venido, ha superado ya el orden establecido, ha vencido la esclavitud y la muerte, ya está todo decidido, se ha establecido un camino que es irreversible; todos los que vengan, a partir de este momento, elaborando fantasías religiosas o políticas, no son más que parlanchines embusteros que no hacen sino buscar sus intereses y, para eso, irán engañando y asustando a la gente.
            A partir de Jesucristo no queda otra alternativa de salvación y de eternidad: Se trata de apostar por la justicia, por la Verdad, por la Paz, por El Amor y la Libertad… ese es el futuro del hombre y del mundo. Todo lo que no sea esto, está llamado a la destrucción, sus días están contados y de eso, no quedarán rastros sobre la tierra. Esto, además, es compromiso de Dios.