DOMINGO XXXIV DEL T. O. -C-




SOLEMNIDAD DE NUESTRO SEÑOR JESUCRISTO,
REY DEL UNIVERSO

PRIMERA LECTURA

Lectura del segundo libro de Samuel. 2 Sam 5, 1-3 
Ellos ungieron a David como rey de Israel

EN aquellos días, todas las tribus de Israel se presentaron ante David en Hebrón y le dijeron:
    «Hueso tuyo y carne tuya somos. Desde hace tiempo, cuando Saúl reinaba sobre nosotros, eras tú el que dirigía las salidas y entradas de Israel. Por su parte, el Señor te ha dicho: “Tú pastorearás a mi pueblo Israel, tú serás el jefe de Israel”».
Los ancianos de Israel vinieron a ver al rey en Hebrón. El rey hizo una alianza con ellos en Hebrón, en presencia del Señor, y ellos le ungieron como rey de Israel.
Palabra de Dios.

REFLEXIÓN

LA MISIÓN DEL DIRIGENTE       
            El pueblo se desvió y prefirió dejar el camino del Amor y la fraternidad que Dios le había trazado y optó por asemejarse al resto de pueblos vecinos y le pidió a Samuel que le nombrara un rey.
            Después de hacerles ver las consecuencias que eso iba a traer y leerles los derechos reales, dijeron que querían un rey. Y nombraron a Saúl.
            Pronto se dieron cuenta del error que habían cometido, el momento en que Saúl puso en práctica la dinámica de los reyes, exigiendo los derechos reales homologándose con los vecinos: a partir de ese momento se perdió la unidad, la fraternidad, la solidaridad entre ellos. Empezó a funcionar la política y no el amor.
            En el texto de 2ª Sam que nos trae la liturgia, nos presenta el momento en que los ancianos de Israel se reúnen y se presentan a David para pedirle que dé un golpe de estado y se ponga al frente del pueblo que está destruido; ellos hacen el compromiso de unir a todas las tribus de Israel que se han dividido.
            David ya había sido ungido por Samuel como sucesor de Saúl y cuando éste lo supo, pasó su reinado persiguiéndolo y queriendo matarlo; ahora, de nuevo es reconocido por todas las tribus de Israel y lo reconocen como miembro de la misma familia: “Somos de tu misma carne y sangre” y, por tanto, sientes como nosotros la misma necesidad y dolor por el país.
            David hace un compromiso de unidad con todas las tribus: han de recuperar la fraternidad entre ellos.  Esta será la misión fundamental del rey: apoyar la unidad, cuidarla, cultivarla y protegerla.
            Toda soberanía en Israel tendrá como referente la acción y misión de David, quien para poder realizar esa unidad, deberá mantener su fidelidad a Dios.

Salmo responsorial
Sal 121, 1bc-2. 4-5 (R/.: 1bc)
R/.   Vamos alegres a la casa del Señor.

        V/.   Qué alegría cuando me dijeron:
                 «Vamos a la casa del Señor»!
                 Ya están pisando nuestros pies
                 tus umbrales, Jerusalén.   
R/.
R/.   Vamos alegres a la casa del Señor.

        V/.   Allá suben las tribus, las tribus del Señor,
                 según la costumbre de Israel,
                 a celebrar el nombre del Señor;
                 en ella están los tribunales de justicia,
                 en el palacio de David.    R/.
R/.   Vamos alegres a la casa del Señor.

SEGUNDA LECTURA

Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Colosenses.
Col 1, 12-20
Nos ha trasladado al reino del Hijo de su amor


HERMANOS:
Demos gracias a Dios Padre, que os ha hecho capaces de compartir la herencia del pueblo santo en la luz.
Él nos ha sacado del dominio de las tinieblas,
     y nos ha trasladado
     al reino del Hijo de su amor,
     por cuya sangre hemos recibido la redención,
     el perdón de los pecados.
Él es imagen del Dios invisible,
     primogénito de toda criatura;
     porque en él fueron creadas todas las cosas:
     celestes y terrestres,
     visibles e invisibles.
Tronos y Dominaciones,
     Principados y Potestades;
     todo fue creado por él y para él.
Él es anterior a todo,
     y todo se mantiene en él.
Él es también la cabeza del cuerpo: de la Iglesia.
Él es el principio, el primogénito de entre los muertos, y así es el primero en todo.
Porque en él quiso Dios que residiera toda la plenitud. Y por él y para él
     quiso reconciliar todas las cosas,
     las del cielo y las de la tierra,
     haciendo la paz por la sangre de su cruz.
Palabra de Dios.

EL HOMBRE, RESPONSABLE DE SU DESTINO     
            Pablo escribe a los colosenses haciéndoles prácticamente el resumen de todo lo que les ha venido diciendo:
                        -En Cristo se han cumplido todas las promesas.
                        -En Él se ha realizado por completo todo el plan de Dios que tenía desde la creación del mundo.
                        -Cristo ha sido el empuje final, el último detalle que Dios ha puesto a su obra, en Él se ha dado la última palabra.
                        -A partir de este momento, todo camina a su fin supremo que es el establecimiento del reino y es en esa dirección en la que tiene que caminar todo el universo.
                        -Ya no hay vuelta atrás ni cambios que nos puedan orientar en una dirección distinta, ni abrirnos a una esperanza nueva. Cristo es la culminación de todo el proyecto de Dios. A partir de Él, todo sigue caminando hacia el fin determinado por Dios desde toda la eternidad.
                        -Todo esto es irreversible; tan solo el hombre, debido a su libertad, podrá adherirse o despreciar el proyecto que Dios ha marcado, por lo que él mismo se ha de hacer responsable de su destino supremo.

Aleluya
Mc 11, 9-10
R/.   Aleluya, aleluya, aleluya.
V/.   ¡Bendito el que viene en nombre del Señor!
        ¡Bendito el reino que llega, el de nuestro padre David!   
R/.

EVANGELIO

Lectura del santo Evangelio según san Lucas. Lc 23, 35-43
Señor, acuérdate de mí cuando llegues a tu reino

EN aquel tiempo, los magistrados hacían muecas a Jesús diciendo:
    «A otros ha salvado; que se salve a sí mismo, si él es el Mesías de Dios, el Elegido».
Se burlaban de él también los soldados, que se acercaban y le ofrecían vinagre, diciendo:
    «Si eres tú el rey de los judíos, sálvate a ti mismo».
Había también por encima de él un letrero:
    «Este es el rey de los judíos».
Uno de los malhechores crucificados lo insultaba diciendo:
    «¿No eres tú el Mesías? Sálvate a ti mismo y a nosotros».
Pero el otro, respondiéndole e increpándolo, le decía:
    «¿Ni siquiera temes tú a Dios, estando en la misma condena? Nosotros, en verdad, lo estamos justamente, porque recibimos el justo pago de lo que hicimos; en cambio, este no ha hecho nada malo».
Y decía:
    «Jesús, acuérdate de mí cuando llegues a tu reino».
Jesús le dijo:
    «En verdad te digo: hoy estarás conmigo en el paraíso».
Palabra del Señor


RESPUESTA DECEPCIONANTE      
            El cuadro que nos narra S. Lucas del momento final de Jesús es desolador.  Es una llamada de atención para que cada uno nos ubiquemos: allí están los magistrados, los sumos sacerdotes, los soldados… es decir: allí estaba la religión, la política, la ley, el ejército… las fuerzas del orden público burlándose de Jesús:
 «A otros ha salvado; que se salve a sí mismo, si él es el Mesías de Dios, el Elegido».
            Allí también estaba el pueblo mirando, unos aplaudiendo lo que decían y uniéndose a las burlas, otros indiferentes, otros asustados… pero todos callados, sin que nadie se atreva a levantar la voz.
            Todos han conocido a Jesús, lo han escuchado, han visto cómo vivía, han contemplado cómo se acercaba a los enfermos y los curaba, cómo se compadecía y ayudaba a los marginados, cómo trataba a los más humildes… lo han visto y lo han seguido porque era el consuelo y la esperanza del pueblo. No le ha hecho daño a nadie, todos saben que “ha pasado haciendo el bien” a todo el mundo. Y ahora no hay una sola voz que suene a su favor, ni alguien que reivindique la dignidad que Él ha proclamado.
            Y Jesús, desde lo alto de la cruz, contempla este panorama… En medio de este panorama surge una voz retorciéndose por el dolor reconociendo su culpa, proclamando a Jesús inocente y pidiéndole que se acuerde de él cuando esté en su reino. No le pide ningún puesto, como lo habían hecho los discípulos, sino simplemente, «Jesús, acuérdate de mí cuando llegues a tu reino». Y Jesús se olvida de su dolor y de todo para responderle inmediatamente: «En verdad te digo: hoy estarás conmigo en el paraíso».
            El resto se vuelve a sus casas comentando lo acontecido, unos a favor y otros en contra, pero todos dispuestos a seguir lo mismo y a seguir girando al viento que mejor sople, sin comprometerse a cambiar absolutamente nada.
            Esta situación me resulta tremendamente familiar y me impresiona ver cómo después de 21 siglos no hemos cambiado ni un milímetro