De andar por casa
“Yo no pienso matarme ni sacarle las castañas del fuego a nadie”. Es la
frase que escuchamos con mucha frecuencia.
Recuerdo que en la fábrica
donde trabajaba, un compañero llegó a reprenderme porque yo cumplía con mi
obligación y no perdía el tiempo en las horas de trabajo y me dijo: “¿Es que
piensas heredar?”
Una forma rara de entender la
justicia es pensar que somos solo sujeto de derechos y no de obligaciones.
Como has sido fiel en lo poco, entra en el
gozo de tu Señor
EN aquel tiempo, dijo Jesús a sus
discípulos esta parábola:
«Un hombre, al irse de viaje, llamó a sus siervos y los dejó al cargo de sus
bienes: a uno le dejó cinco talentos, a otro dos, a otro uno, a cada cual según
su capacidad; luego se marchó.
Al cabo de mucho tiempo viene
el señor de aquellos siervos y se pone a ajustar las cuentas con ellos.
Se acercó el que había
recibido cinco talentos y le presentó otros cinco, diciendo:
“Señor, cinco talentos me
dejaste; mira, he ganado otros cinco”. Su señor le dijo:
“Bien, siervo bueno y fiel; como has sido fiel en lo poco, te daré un cargo
importante; entra en el gozo de tu señor”»….
Se
acercó también el que había recibido un talento y dijo:
“Señor, sabía que eres exigente, que siegas donde no siembras y recoges donde
no esparces, tuve miedo y fui a esconder tu talento bajo tierra. Aquí tienes lo
tuyo”.
El señor le respondió:
“Eres un siervo negligente y
holgazán. ¿Conque sabías que siego donde no siembro y recojo donde no esparzo?
Pues debías haber puesto mi dinero en el banco, para que, al volver yo, pudiera
recoger lo mío con los intereses. Quitadle el talento y dádselo al que tiene
diez. Porque al que tiene se le dará y le sobrará, pero al que no tiene, se le
quitará hasta lo que tiene. Y a ese siervo inútil echadlo fuera, a las
tinieblas; allí será el llanto y el rechinar de dientes”».
Palabra del Señor.
La parábola hoy la podríamos contar dándole un pequeño retoque: “Un propietario envió a unos amigos para que se encargaran cada uno de una parte de sus bienes, trabajaran con ellos, vivieran y fueran felices, dándoles todo lo que necesitaban para cumplir la misión que tenían, pues además lo tendrían siempre a su disposición para lo que lo necesitasen.
Según fue creyendo que
habrían terminado, los fue llamando para que entregaran el encargo que les
había hecho y la sorpresa fue espectacular: encontró de todo: desde los que
habían sido plenamente felices y habían triunfado en la vida, hasta los que lo
habían perdido todo y se dedicaron a destrozar lo que les había dejado.
Lógicamente, cada uno tuvo
que dar cuantas de lo que había recibido y lo que había hecho, aparte de la
vida que había perdido y del daño realizado.
A cada uno de nosotros se
nos ha dado una parte de esa hacienda y los medios para sacar de ella el máximo
fruto. ¿Qué es lo que estoy haciendo? ¿En qué estoy empleando los dones que el
Señor me ha dado?