De andar por casa:
Estoy seguro que conoces a
gente muy buena, que no hace daño a nadie, que no habla mal de nadie, que no
anda dando qué hablar con nadie… es decir: buenas personas, de esos que dicen:
“Cada uno en su casa y Dios en la de todos”
✠ Lectura del santo
Evangelio según san Marcos. Mc 10, 17-27
Vende lo que tienes y sígueme
EN aquel tiempo, cuando
salía Jesús al camino, se le acercó uno corriendo, se arrodilló ante él y le
preguntó:
«Maestro bueno, ¿qué haré para heredar la vida eterna?».
Jesús le contestó:
«¿Por qué me llamas bueno? No hay nadie bueno más que Dios. Ya
sabes los mandamientos: no matarás, no cometerás adulterio, no robarás, no
darás falso testimonio, no estafarás, honra a tu padre y a tu madre».
Él replicó:
«Maestro, todo eso lo he cumplido desde mi juventud».
Jesús se quedó mirándolo, lo amó y le dijo:
«Una cosa te falta: anda, vende lo que tienes, dáselo a los
pobres, así tendrás un tesoro en el cielo, y luego ven y sígueme».
A estas palabras, él frunció el ceño y se marchó triste porque
era muy rico.
Jesús, mirando alrededor, dijo a sus discípulos:
«¡Qué difícil les será entrar en el reino de Dios a los que tienen
riquezas!».
Los discípulos quedaron sorprendidos de estas palabras. Pero Jesús añadió:
«Hijos, ¡qué difícil es entrar en el reino de Dios! Más fácil le
es a un camello pasar por el ojo de una aguja, que a un rico entrar en el reino
de Dios».
Ellos se espantaron y comentaban:
«Entonces, ¿quién puede salvarse?».
Jesús se les quedó mirando y les dijo:
«Es imposible para los hombres, no para Dios. Dios lo puede todo».
Palabra del Señor.
Cuando Jesús le pide que se libere
de lo que lo tiene amarrado: el dinero, ahí dio un paso atrás: prefirió
quedarse siendo buena persona.
Y es que eso de “Ser libres”, a
pesar de que es algo por lo que todo el mundo pelea, no es nada fácil, pues no
se trata de hacer lo que me da la gana, sino de ser dueño de mí mismo,
controlar y dirigir mis impulsos, destruir mis miedos, no dejarme atrapar por
mis gustos y caprichos, ni por mis intereses, sino ponerme con plena libertad
al servicio de la verdad, de la justicia y de la paz.
Pero hacer esto es ya otra cosa, eso
ya no es para todos; por eso vemos que hay muchos bautizados y no bautizados
que, incluso, son buenas personas, pero no han querido responder a la invitación
que el Señor les ha hecho a ser libres.