DOMINGO VI DE PASCUA -C-

   De andar por casa:

         ¿Cuántas veces has escuchado el refrán que dice: “obras son amores y no buenas razones? Las palabras convencen cada vez menos, sobre todo, si es que no van acompañadas con hechos que las avalen.

         Esto mismo es lo que sostiene Jesús: no se trata de hablar y decir cosas muy bonitas, sino de actuar, que es lo que autentifica lo que decimos y sentimos.

 EVANGELIO

Lectura del santo Evangelio según san Juan. Jn 14, 23-29

El Espíritu Santo os irá recordando todo lo que os he dicho

        EN aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
             «El que me ama guardará mi palabra, y mi Padre lo amará, y vendremos a él y haremos morada en él.
            El que no me ama no guarda mis palabras. Y la palabra que estáis oyendo no es mía, sino del Padre que me envió.
            Os he hablado de esto ahora que estoy a vuestro lado, pero el Paráclito, el Espíritu Santo, que enviará el Padre en mi nombre, será quien os lo enseñe todo y os vaya recordando todo lo que os he dicho.
            La paz os dejo, mi paz os doy; no os la doy yo como la da el mundo. Que no se turbe vuestro corazón ni se acobarde. Me habéis oído decir: “Me voy y vuelvo a vuestro lado”. Si me amarais, os alegraríais de que vaya al Padre, porque el Padre es mayor que yo, Os lo he dicho ahora, antes de que suceda, para que cuando suceda creáis».

Palabra del Señor.

 REFLEXIÓN

             Jesús habla a sus discípulos y les dice que no se trata de decir cosas bonitas, palabras grandilocuentes y confesiones  públicas de que somos creyentes y seguidores de Él, sino que “El que me ama guardará mi palabra”,

        Este es el único argumento convincente, la única palabra auténtica: llevar a la práctica lo que Él mandó y enseñó: la coherencia entre lo que se hace con lo que se siente y lo que se dice.

            El cristiano seguidor de Jesús, con su actuación levanta siempre una interrogante a quien lo ve: ¿Por qué actúa así?

            Jesús respondía: “Porque yo hago lo que quiere mi Padre y yo no puedo ser de otra manera”; el cristiano, al dar razón de su actuación también debería decir: yo no puedo ser de otra manera, porque el Espíritu del Señor es el que vive en mí y yo no puedo actuar de otra forma.

            Pero con frecuencia solemos seguir el proceso inverso: actuamos, y como se parece tan poco a lo que confesamos, tenemos que andar buscando después argumentos y retorcer el rizo para que coincida en algo lo que hacemos con lo que decimos. Por eso convencemos tan poco.