XIII DOMINGO TIEMPO ORDINARIO, CILO A

El que no carga con la cruz no es digno de mí. El que os recibe a vosotros, me recibe a mí.
Del evangelio según san Mateo.
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus apóstoles:
«El que quiere a su padre o a su madre más que a mí, no es digno de mí; el que quiere a su hijo o a su hija más que a mí, no es digno de mí; y el que no carga con su cruz y me sigue, no es digno de mí.
El que encuentre su vida la perderá, y el que pierda su vida por mí, la encontrará. El que os recibe a vosotros, me recibe a mí, y el que me recibe, recibe al que me ha enviado; el que recibe a un profeta porque es profeta, tendrá recompensa de profeta; y el que recibe a un justo porque es justo, tendrá recompensa de justo.
El que dé a beber, aunque no sea más que un vaso de agua fresca, a uno de estos pequeños, solo porque es mi discípulo, en verdad os digo que no perderá su recompensa». Palabra del Señor.
    A lo largo de los domingos anteriores, de ser elegidos y enviados para anunciar la buena noticia sin miedo a todo el universo, Jesús es más exigente en el evangelio de hoy, quiere que vivamos su amor de manera incondicional. Para ello, pone de ejemplo lo más grande que nos da Dios: nuestros padres e hijos, aquellos por los que seriamos capaces de dar la vida. Hoy el Maestro nos dice que quien ame más a ellos que a Él no es digno de seguirle.
    Esta exigencia no es que dejemos de amarles, puesto que Él mismo nos lo da como propio reflejo de Dios, nos invita a honrarles, etc., por lo tanto, qué nos quiere decir,  pues que el amor que le debe a Él el verdadero discípulo ha de ser más fuerte, mas pleno, ya que Él mismo es el amor con mayúsculas. 
    En este Evangelio podemos contemplar que Dios es el origen, el centro y el final de todo nuestro camino de evangelización, un camino no libre de cruces y sacrificios al igual que lo experimentó Cristo, es decir, quien no se identifica con Jesús no puede ser reflejo de Él.
    La pregunta que nos podemos hacer es ¿cómo amar a Dios entonces? En el hermano, como nos dice este pasaje, aunque sea solo dándole un vaso de agua; pero también entregándonos, aunque nos cueste la vida, no literalmente , sino en el día a día, de esta forma poniendo a Dios por encima de ellos, estaríamos amando a Dios, según su voluntad.
    Que Él nos conceda amarle según su corazón y sobre todo según las fuerzas que Él mismo nos otorga, así estaremos respondiendo a su camino de fe y salvación.