XV DOMINGO TIEMPO ORDINARIO. CICLO A

 

Salió el sembrador a sembrar.
Del evangelio según san Mateo.
Aquel día, salió Jesús de casa y se sentó junto al mar. Y acudió a él tanta gente que tuvo que subirse a una barca; se sentó y toda la gente se quedó de pie en la orilla.
Les habló muchas cosas en parábolas:
«Salió el sembrador a sembrar. Al sembrar, una parte cayó al borde del camino; vinieron los pájaros y se la comieron.
Otra parte cayó en terreno pedregoso, donde apenas tenía tierra, y como la tierra no era profunda brotó enseguida; pero en cuanto salió el sol, se abrasó y por falta de raíz se secó.
Otra cayó entre abrojos, que crecieron y la ahogaron.
Otra cayó en tierra buena y dio fruto: una, ciento; otra, sesenta; otra, treinta.
El que tenga oídos, que oiga».
Se le acercaron los discípulos y le preguntaron:
«¿Por qué les hablas en parábolas?».
Él les contestó:
«A vosotros se os han dado a conocer los secretos del reino de los cielos y a ellos no.
Porque al que tiene se le dará y tendrá de sobra, y al que no tiene, se le quitará hasta lo que tiene. Por eso les hablo en parábolas, porque miran sin ver y escuchan sin oír ni entender. Así se cumple en ellos la profecía de Isaías:
“Oiréis con los oídos sin entender;
miraréis con los ojos sin ver;
porque está embotado el corazón de este pueblo,
son duros de oído, han cerrado los ojos;
para no ver con los ojos, ni oír con los oídos,
ni entender con el corazón,
ni convertirse para que yo los cure”.
Pero bienaventurados vuestros ojos porque ven y vuestros oídos porque oyen. En verdad os digo que muchos profetas y justos desearon ver lo que veis y no lo vieron, y oír lo que oís y no lo oyeron.
Vosotros, pues, oíd lo que significa la parábola del sembrador: si uno escucha la palabra del reino sin entenderla, viene el Maligno y roba lo sembrado en su corazón. Esto significa lo sembrado al borde del camino.
Lo sembrado en terreno pedregoso significa el que escucha la palabra y la acepta enseguida con alegría; pero no tiene raíces, es inconstante, y en cuanto viene una dificultad o persecución por la palabra, enseguida sucumbe.
Lo sembrado entre abrojos significa el que escucha la palabra; pero los afanes de la vida y la seducción de las riquezas ahogan la palabra y se queda estéril. Lo sembrado en tierra buena significa el que escucha la palabra y la entiende; ese da fruto y produce ciento o sesenta o treinta por uno». Palabra del Señor
    El Evangelio de este domingo, podemos decir que no necesita ninguna explicación, ya que está bien explicado. No obstante, podemos sacar algunas ideas para nuestra vida.
    En este domingo toda la parábola gira en torno a Dios y al hombre,  con la imagen de la semilla y el sembrador. Descubrimos que este sembrador o es muy generoso o no lo hace bien, pues esparce semilla por doquier sin importar donde cae, y nos encontramos que la tierra no toda es igual ni puede producir lo mismo.
    En la extrapolación de esta parábola a la vida cristiana, descubrimos que el sembrador es Dios, y lo hace generosamente, en todos los lugares y rincones de la tierra, esa tierra que somos todos nosotros. Cada uno en nuestras circunstancias y situaciones tenemos que dar fruto de la semilla que hemos recibido, cada uno según sus esfuerzos.
    Es verdad como dice la escritura que en muchas ocasiones los agentes externos a la semilla puede hacer que no dé fruto, por eso se nos interpela  ¿cómo dar fruto? o mejor ¿qué hacemos con la semilla que Dios nos ha dado?. No importa la tierra que seamos, pues bien sabemos que en los lugares menos pensados nos encontramos que la tierra da su fruto, flores que están en lugares solitarios, árboles y arbustos que germinan en lugares quemados o secos, etc., esto nos quiere decir que con nuestro esfuerzo y con la ayuda de la gracia de Dios podemos dar fruto, siendo la tierra que sea. 
    Bien sabemos que esa semilla es la fe, por lo tanto ¿qué hacemos con esa fe, la dejamos arrinconada hasta el momento que nos haga falta, o más bien trabajamos para que  produzca sus frutos, muchos o pocos? Al buen Dios, no le importa mucho la cantidad sino la disposición que tenemos cada uno delante de Él para hacer germinar la fe.
    Seamos tierra buena para que con nuestros frutos podamos ser reflejo del Sembrador y que a su vez con el soplo del Espíritu también podamos convertirnos en sembradores de esperanza y de paz.