“De
andar por la calle”
Me cuenta la maestra que ha
llegado una madre a la clase, con un bocadillo en la mano, pidiéndole que deje
salir a su hijo de la clase para que se lo coma, pues se ha levantado enfadado
esta mañana y se ha ido sin desayunar a la escuela.
Lógicamente, la maestra no
ha permitido que salga el niño de la clase para comer, hasta que llegue la hora
del recreo y la madre se ha ido a poner una denuncia.
En la policía ha contado
que la maestra la ha tratado de forma muy grosera y que tiene a su hijo
marginado.
EVANGELIO
✠ Lectura del santo Evangelio según san Mateo.
Mt 11, 2-11
¿Eres tú el que ha de venir o tenemos que
esperar a otro?
EN aquel tiempo, Juan, que había oído en la cárcel las obras del Mesías, mandó a sus discípulos a preguntarle:
«¿Eres tú el que ha de venir o tenemos que esperar a otro?».
Jesús les respondió:
«Id a anunciar a Juan lo que estáis viendo y oyendo:
los ciegos ven, y los cojos andan;
los leprosos quedan limpios y los sordos oyen;
los muertos resucitan
y los pobres son evangelizados.
¡Y bienaventurado el que no se escandalice de mí!».
Al irse ellos, Jesús se puso a hablar a la gente sobre Juan:
«¿Qué salisteis a contemplar en el desierto, una caña sacudida por el viento? ¿O qué salisteis a ver, un hombre vestido con lujo? Mirad, los que visten con lujo habitan en los palacios. Entonces, ¿a qué salisteis?, ¿a ver a un profeta?
Sí, os digo, y más que profeta. Este es de quien está escrito:
“Yo envío mi mensajero delante de ti,
el cual preparará tu camino ante ti”.
En verdad os digo que no ha nacido de mujer uno más grande que Juan el Bautista; aunque el más pequeño en el reino de los cielos es más grande que él».
Palabra del Señor.
REFLEXIÓN
MIRANDO, NO VEN
Alguien
puede ser que me pregunte: ¿qué tiene que ver el hecho que cuentas con el
evangelio que nos presenta la liturgia?
Aparentemente
nada, pero en la realidad que estamos viviendo, podemos observar cómo actuamos
en una pura contradicción: mientras criticamos lo que hay, lo apoyamos con
nuestra vida, de forma que cuando alguien nos muestra por donde va el camino,
vamos lo denunciamos y hasta lo calumniamos.
Juan
Bautista entiende por dónde va el camino y eso le llevará a aceptar incluso, el
tener que morir en la cárcel.
Todos estaban deseando que
alguien se levantara y diera el golpe a la situación de injusticia y atropello
que venían sufriendo, hasta el mismo Juan. Él está en la cárcel, fruto de un
absurdo y espera que el Mesías lo saque, pues ya el profeta Isaías había dicho
que vendrá y romperá los cerrojos de las cárceles y dará la libertad a los
cautivos; ha dicho también que recuperará la vista a los ciegos, devolverá el
oído a los sordos y el lenguaje a los mudos… y traerá la paz y la prosperidad a
todo el pueblo… es exactamente lo mismo que estamos deseando todos, pero con
una diferencia: Juan Bautista colabora para que se dé ese cambio y no se
convierte en otro obstáculo más que entorpece el camino; el mantenerse en esa
actitud le cuesta la cárcel y la vida.
La señora de la historia no
piensa ni en el futuro de su hijo ni en el atropello de la educación; para ella
no hay más que lo inmediato, lo material, su capricho y no es capaz de ir más
allá, es decir: no somos capaces de irnos del fruto a la raíz y no nos damos
cuenta que sin raíz es imposible el fruto.
Pero lo más triste de todo,
es que esperamos siempre que nos lo den todo hecho quedándonos, eso sí, con el
derecho de criticar si las cosas no se hacen a mi gusto.
Juan envía a sus
discípulos para que le pregunten a Jesús y Jesús les invita a mirar a la raíz y
los devuelve a Juan para que le cuenten lo que han visto, porque si se detenía
a explicarles las cosas, era muy probable de que no entendieran y contaran otra
cosa, parecido a lo que cuenta la mujer a la policía, pues todos tenemos el
mismo problema, de forma que, incluso, viendo no vemos, oyendo no oímos y
palpando, todavía llamamos piedra al pan y viceversa y, si nos aprietan un
poco, hasta nos escandalizamos y decimos que no se puede ser tan radical.