De andar por casa
Una
mujer que se encuentra sola y abandonada nombra albacea al párroco del pueblo;
por las circunstancias de la vida me toca a mí y me llama el notario para abrir
el testamento, en donde la difunta hace heredera universal de sus bienes a la
persona que la acoja en el momento que se encuentre que ya no pueda valerse por
sí misma.
Cuando llegó a esa situación, anduvo dando vueltas en varios
sitios y nadie la quiso acoger; sus hermanos y sobrinos no quisieron saber de
ella absolutamente nada, pues creían que no tendría dónde caerse muerta.
Al final, unas monjitas la recogieron sin exigir nada, por
puro amor al prójimo. A los dos meses de estar con ellas murió; me llama el
notario para abrir el testamento y hacer que se cumpla la voluntad de la
difunta.
Ahí fue la sorpresa de todos: a las monjitas les dejaba una
fortuna enorme junto con dos pisos. Para sus hermanos y sobrinos que
demostraran que eran familia suya, les dejaba 5.000 pts. a cada uno como
regalo.
Todavía tuvo la cara dura una hermana de venir a decirme que
para eso no tenía que haberla llamado, que se guardara su dinero y sus bienes.
Vino a su casa, y los suyos no lo
recibieron.
Pero a cuantos lo recibieron, les dio poder de ser hijos de Dios,
Pero a cuantos lo recibieron, les dio poder de ser hijos de Dios,
EVANGELIO
✠ Lectura del santo Evangelio según san
Juan. Jn 1, 1-5. 9-14
El Verbo se hizo carne y habitó entre nosotros
En el principio existía el Verbo, y el Verbo estaba junto a Dios,
y el Verbo era Dios.
Él estaba en el principio junto a Dios.
Por medio de él se hizo todo, y sin él no se hizo nada de cuanto se ha hecho.
En él estaba la vida, y la vida era la luz de los hombres.
Y la luz brilla en la tiniebla, y la tiniebla no lo recibió.
El Verbo era la luz verdadera, que alumbra a todo hombre, viniendo al mundo.
En el mundo estaba; el mundo se hizo por medio de él, y el mundo no lo conoció.
Vino a su casa, y los suyos no lo recibieron.
Pero a cuantos lo recibieron, les dio poder de ser hijos de Dios, a los que creen en su nombre.
Estos no han nacido de sangre, ni de deseo de carne,
ni de deseo de varón, sino que han nacido de Dios.
Y el Verbo se hizo carne y habitó entre nosotros, y hemos contemplado su gloria: gloria como del Unigénito del Padre, lleno de gracia y de verdad.
Palabra del Señor.
Él estaba en el principio junto a Dios.
Por medio de él se hizo todo, y sin él no se hizo nada de cuanto se ha hecho.
En él estaba la vida, y la vida era la luz de los hombres.
Y la luz brilla en la tiniebla, y la tiniebla no lo recibió.
El Verbo era la luz verdadera, que alumbra a todo hombre, viniendo al mundo.
En el mundo estaba; el mundo se hizo por medio de él, y el mundo no lo conoció.
Vino a su casa, y los suyos no lo recibieron.
Pero a cuantos lo recibieron, les dio poder de ser hijos de Dios, a los que creen en su nombre.
Estos no han nacido de sangre, ni de deseo de carne,
ni de deseo de varón, sino que han nacido de Dios.
Y el Verbo se hizo carne y habitó entre nosotros, y hemos contemplado su gloria: gloria como del Unigénito del Padre, lleno de gracia y de verdad.
Palabra del Señor.
REFLEXIÓN:
S. Juan hace el resumen del
acontecimiento de la venida de Jesús: al final no hay más que un gesto de falta
de reconocimiento del amor de Dios y una ingratitud ante todo el bien que han
recibido.
Al leer el texto sentimos la misma
sensación que ante el hecho de esta señora: lo único que cuenta para la mayoría
es lo que pueden coger, la persona no interesa para nada. En cambio, a los que
lo han reconocido y lo han aceptado, les da lo más grande que han podido
imaginar: el poder ser Hijos de Dios.
Pero hay otra cosa que rebasa todos
los límites del amor: aunque se siente despreciado y no reconocido, todavía su
corazón sigue abierto al amor y a la posibilidad de la vuelta.
Lo triste y doloroso es que por
nuestra parte nos cerramos a la luz y hasta nos cae mal el saber que Dios está
abierto a nuestra decisión. Así, como esta señora: “Para esto no tenían que haberme llamado, que se guarde su dinero y sus
bienes”