De andar por casa
Querido amigo: estoy seguro que has oído a alguien y, puede que hasta en
algún momento hasta te haya ocurrido a ti que hayas tenido el sentimiento de lástima hacia alguien y escuches:
“me da lástima esa persona y ya le paso lo que me diga, pues es un pobre hombre”
✠ Lectura del santo Evangelio según san Juan.
Jn 15, 9-17
Nadie tiene amor más grande que el que da la
vida por sus amigos
«Como el Padre me ha amado,
así os he amado yo; permaneced en mi amor.
Si guardáis mis mandamientos,
permaneceréis en mi amor; lo mismo que yo he guardado los mandamientos de mi
Padre y permanezco en su amor.
Os he hablado de esto para que
mi alegría esté en vosotros, y vuestra alegría llegue a plenitud.
Este es mi mandamiento: que os
améis unos a otros como yo os he amado.
Nadie tiene amor más grande
que el que da la vida por sus amigos.
Vosotros sois mis amigos si
hacéis lo que yo os mando.
Ya no os llamo siervos, porque
el siervo no sabe lo que hace su señor: a vosotros os llamo amigos, porque todo
lo que he oído a mi Padre os lo he dado a conocer.
No sois vosotros los que me
habéis elegido, soy yo quien os he elegido y os he destinado para que vayáis y
deis fruto, y vuestro fruto permanezca.
De modo que lo que pidáis al
Padre en mi nombre os lo dé. Esto os mando: que os améis unos a otros».
Palabra del Señor.
Y
Jesús trata a sus apóstoles como a “amigos, porque todo lo que he oído a mi
Padre os lo he dado a conocer” y con la misma confianza que el Padre lo ha
enviado a Él porque siente el mismo amor, Él envía a sus apóstoles para que
ellos vayan y den el mismo fruto que Él ha dado. La única norma que da para
este trabajo al que envía es esta: “Esto os mando: que os améis unos a otros».
Yo
no puedo evitar el hacerme la siguiente pregunta: ¿Para qué envía hoy la
iglesia? ¿Qué frutos se buscan? ¿Qué mandato es el que se da para realizar este
trabajo?