DOMINGO EN LA OCTAVA DE NAVIDAD -A-


FESTIVIDAD DE LA SAGRADA FAMILIA


PRIMERA LECTURA 


Lectura del Libro del Eclesiástico       3,  3‑7.  14‑17a 
El que teme al Señor honra a sus padres

Dios hace al padre más respetable que a los hijos    y afirma la autoridad de la madre sobre la prole.
El que honra a su padre expía sus pecados, el que respeta a su madre acumula tesoros; el que honra a su padre se alegrará de sus hijos y cuando rece, será escuchado; el que respeta a su padre tendrá larga vida,  al que honra a su madre el Señor le escucha.
Hijo mío, sé constante en honrar a tu padre, no lo abandones, mientras viva; aunque flaquee su mente, ten indulgencia, no lo abochornes, mientras seas fuerte.
La piedad para con tu padre no se olvidará, será tenida en cuenta para pagar tus pecados;  el día del peligro se te recordará y se desharán tus pecados como la escarcha bajo el calor.
Palabra de Dios.
 

REFLEXIÓN

ATACAR LA NATURALEZA   

La Sabiduría de siempre nos dice que el padre y la madre, con su experiencia, con su amor, con su sabiduría y con su madurez, tienen todos los elementos necesarios para poder guiar a su hijo y ayudarle en su crecimiento.

Esa misma sabiduría también nos dice que el hijo que confía en sus padres y se deja guiar por ellos, tiene muchas posibilidades de triunfar en la vida y a Dios lo tendrá siempre a su lado, mientras que, al mismo tiempo irá poniendo las bases para poder ser referente para sus hijos.

Respetar a los padres es algo que agrada a Dios y que está en consonancia con los principios de las leyes de la misma naturaleza.

Cuando nos empecinamos en sostener que esas leyes hay que cambiarlas, sea en el orden que sea de la naturaleza, comentemos atentados que suelen salirnos caros: pensemos lo que ocurre cuando en la naturaleza rompemos una cadena de la fauna o de la flora, por ejemplo: matamos con insecticidas las abejas y se impide la polinización de las plantas, con lo que se afecta hasta la producción de alimentos…

Hoy estamos especializados en romper las leyes naturales en todos los órdenes y no queremos darnos cuenta que, cuando la naturaleza se siente atacada se rebela y, sus consecuencias son nefastas.

Hemos atacado en su base a la familia, lógicamente estamos dejando sin referentes a nuestros niños y a nuestros jóvenes; el principio de la vida como el final está notando ya las consecuencias: para el principio se está aceptando el aborto como un derecho y, por lógica, se ha de considerar lo mismo la eutanasia sosteniendo que la muerte es más importante que la vida. 
 

Salmo responsorial       Sal  127,  1‑2.  3.  4‑5 

V/.  ¡Dichoso el que teme al Señor, y sigue sus caminos! 

V/.  ¡Dichoso el que teme al Señor,
           y sigue sus caminos !
       Comerás del fruto de tu trabajo,
           serás dichoso, te irá bien.
R .  ¡Dichoso el que teme al Señor, y sigue sus caminos! 

V/.  Tu mujer, como parra fecunda,
           en medio de tu casa;
       tus hijos como renuevos de olivo,
           alrededor de tu mesa.
R .  ¡Dichoso el que teme al Señor, y sigue sus caminos! 

V/.  Esta es la bendición del hombre
           que teme al Señor:
       Que el Señor te bendiga desde Sión,
           que veas la prosperidad de Jerusalén,
           todos los días de tu vida.
R .  ¡Dichoso el que teme al Señor, y sigue sus caminos! 

SEGUNDA LECTURA 


Lectura de la carta del Apóstol San Pablo a los Colosenses       3,  12‑21 
La vida de familia vivida en el Señor

Hermanos:
Como pueblo elegido de Dios, pueblo sacro y amado, sea vuestro uniforme: la misericordia entrañable, la bondad, la humildad, la dulzura, la comprensión.
Sobrellevaos mutuamente y perdonaos, cuando alguno tenga quejas contra otro.
El Señor os ha perdonado: haced vosotros lo mismo.
Y por encima de todo esto, el amor, que es el ceñidor de la unidad consumada.
Que la paz de Cristo actúe de árbitro en vuestro corazón: a ella habéis sido convocados, en un solo cuerpo.
Y sed agradecidos: la Palabra de Cristo habite entre vosotros en toda su riqueza; enseñaos unos a otros con toda sabiduría; exhortaos mutuamente.
Cantad a Dios, dadle gracias de corazón, con salmos, himnos y cánticos inspirados.
Y todo lo que de palabra o de obra realicéis, sea todo en nombre de Jesús, ofreciendo la Acción de Gracias a Dios Padre por medio de él.
Mujeres, vivid bajo la autoridad de vuestros maridos, como conviene en el Señor.
Maridos, amad a vuestras mujeres, y no seáis ásperos con ellas.
Hijos, obedeced a vuestros padres en todo, que eso le gusta al Señor.
Padres, no exasperéis a vuestros hijos, no sea que pierdan los ánimos.
Palabra de Dios.
 

REFLEXIÓN

LA FAMILIA, IMAGEN PERFECTA DEL PROYECTO DE DIOS 

La  carta de S. Pablo a la comunidad de los Colosenses es una invitación clara a que tengan en cuenta algo que ha de considerarse sagrado, ya que supone la base y el fundamento de la sociedad y de la iglesia: la Familia;  en ella han de aprender las relaciones básicas de respeto, de obediencia, y de colaboración con la sociedad y con el mismo Dios

Para que esta relación pueda darse correctamente, Pablo indica los vicios que han de desterrarse lo mismo que las actitudes que han de tenerse como principio de identidad: “la misericordia entrañable, la bondad, la humildad, la dulzura, la comprensión”.

A partir de ahí propone un programa de vida: “Sobrellevaos mutuamente y perdonaos, cuando alguno tenga quejas contra otro”, y como norma suprema pone “el amor, que es el ceñidor de la unidad consumada”, lo que le va a dar consistencia y sentido a todo.

Ahora bien, este proyecto cristiano donde se ancla y se consolida es en la Eucaristía y en la Palabra de DIOS que es donde se van a poder encontrar la base y el sentido de todo.

Pablo pasa a continuación a dar unos cuantos consejos tanto a esposos como a hijos, pues son ellos  los que han de realizar el proyecto amándose, respetándose, obedeciéndose y no desalentándose con posturas cerradas.
Jesús se convierte en el verdadero lazo de unión de toda la familia.

 
Aleluya       Col  3,  15a.  16a

Aleluya, aleluya.
Que la paz de Cristo actúe de árbitro  en vuestro corazón;
que la Palabra de Cristo habite entre vosotros en toda su riqueza.
Aleluya. 

EVANGELIO 


Lectura del santo Evangelio según San Mateo       2,  13‑15.  19‑23 
Coge al niño y a su madre y huye a Egipto

Cuando se marcharon los Magos, el ángel del Señor se apareció en sueños a José y le dijo:
-Levántate, coge al niño y a su madre y huye a Egipto; quédate allí hasta que yo te avise, porque Herodes va a buscar al niño para matarlo.
José se levantó, cogió al niño y a su madre de noche; se fue a Egipto y se quedó hasta la muerte de Herodes; así se cumplió lo que dijo el Señor por el Profeta: “Llamé a mi hijo para que saliera de Egipto.”
Cuando murió Herodes, el ángel del Señor se apareció de nuevo en sueños a José en Egipto y le dijo:
-Levántate, coge al niño y a su madre y vuélvete a Israel; ya han muerto los que atentaban contra la vida del niño.
Se levantó, cogió al niño y a su madre y volvió a Israel.
Pero al enterarse de que Arquelao reinaba en Judea como sucesor de su padre Herodes tuvo miedo de ir allá. Y avisado en sueños se retiró a Galilea y se estableció en un pueblo llamado Nazaret. Así se cumplió lo que dijeron los profetas, que se llamaría nazareno.
Palabra del Señor 

EL LUGAR DE ENCUENTRO CON JESÚS    

La  religiosidad popular e incluso los mismos sentimientos religiosos que tenemos, han podido deformar la imagen que tengamos del hogar de Nazaret presentándonos un ambiente idílico, en el que todo  está envuelto en un clima de paz y de alegría propio de los cuentos de hadas. Sin embargo, no es ésta la imagen que nos presentan los evangelios y, menos aún el evangelista Mateo: él rompe cualquier atisbo de poesía que podamos imaginar en el hogar de Nazaret pues para él estás bien claro que la familia de José, María y Jesús no han encontrado un momento de sosiego y todo parece venirles atravesado desde su mismo noviazgo.

Ahora han de enfrentarse al mismo poder establecido de Herodes que les hace huir del país, pues José entiende que el niño y, ellos mismos, corren peligro y la imagen que presenta es bien fuerte: José tuvo que salir de noche cogiendo al niño y a su madre y huir a Egipto… eso no indica una circunstancias de felicidad como quien va de viaje de vacaciones.

En su huida, José y María pueden recordar el trayecto del desierto que hizo su pueblo  cuando fue esclavo en el país al que ellos se dirigen ahora a refugiarse; ellos están volviendo a vivir las mismas dificultades con su hijo.

Como cualquiera que ha tenido que vivir la emigración, no huyendo, sino con un contrato de trabajo, que cambia bastante, está en capacidad de entender un poco lo que esto supone: lejos de su tierra y de los suyos, en un país en donde tus derechos no cuentan para nadie, la incertidumbre e inseguridad, la dificultad del idioma, el contraste de las costumbres, de la religión… cuando miras al futuro no sabes cuándo podrás volver a tu tierra y encontrarte con tu gente y con tu ambiente.

Cuando parece que las cosas pueden estar tranquilas por la muerte del asesino Herodes, deciden volver a su tierra, pero se encuentran que el puesto de Herodes lo ocupa otro famoso asesino: Arquelao, del que José no se fía, pues sabe que es un tirano.

La familia vuelve a Nazaret, pero todavía con una gran inseguridad, pues las cosas no andan en paz y la familia vive con el alma en un hilo por el peligro que supone para el niño.

Al final, José y María viven de un lado para otro, buscando trabajo para poder vivir, en total inseguridad, siempre con miedo de que puedan matar a su hijo, huyendo siempre del poder establecido que teme a la presencia de Dios.

Una cosa queda bien clara: desde el principio, los grandes, los acomodados, los poderosos… se sintieron a disgusto con Jesús, por tanto, difícilmente ellos pueden pregonar la alegría en una navidad y, por eso, es comprensible que quieran cambiarle por entero el sentido y celebrar otra cosa y no el nacimiento de Jesús.

S. Mateo tiene esto bien claro: Dios se ha hecho hombre y ha nacido en una familia de emigrantes; desde niño ha vivido la inseguridad y ha vivido amenazado y soportando el hambre, la opresión, la injusticia, el abuso de los grandes y de los poderosos. No podemos buscarlo entre los potentados de la tierra, sino entre los pobres.