DOMINGO III DE ADVIENTO -A-

PRIMERA LECTURA 

Lectura del libro de Isaías       35,  1-6a.  10
Dios viene en persona y os salvará 

           El desierto y el yermo se regocijarán,
se alegrarán el páramo y la estepa,
           florecerá como flor de narciso,
se alegrará con gozo y alegría.
     Tiene la gloria del Líbano
la belleza del Carmelo y del Sarión.
           Ellos verán la gloria del Señor,
la belleza de nuestro Dios.
           Fortaleced las manos débiles,
robusteced las rodillas vacilantes;
           decid a los cobardes de corazón:
"Sed fuertes, no temáis.
           Mirad a vuestro Dios,
que trae el desquite;
           viene en persona, resarcirá y os salvará."
           Se despegarán los ojos del ciego,
los oídos del sordo se abrirán,
           saltará como un ciervo el cojo,
la lengua del mudo cantará,
           y volverán los rescatados del Señor.
           Vendrán a Sión con cánticos:
en cabeza, alegría perpetua;
           siguiéndolos, gozo y alegría.
Pena y aflicción se alejarán.
Palabra de Dios. 

REFLEXIÓN 

SE CUMPLIERON LAS PROFECÍAS  

            Frente a la situación de hundimiento que está sufriendo el pueblo, el profeta invita a levantar la cabeza, pues Dios mismo va a tomar cartas en el asunto y presenta la visión que él tiene del futuro de esperanza y de alegría:

            Anuncia una transformación radical y para ello, utiliza el símbolo del desierto donde todo está árido y sin vida y Dios lo va a convertir en un jardín, donde todo el mundo va a poder contemplar la gloria y la grandeza de Dios al ver la transformación que va a hacer. Esta transformación la va a realizar Él mismo: “Él mismo viene en persona a salvarnos”

            El otro símbolo que utiliza es el de la “calzada” con el que expresa la esperanza y la alegría que le embarga: será una calzada llana y limpia, por donde podrán marchar la Paz, la Justicia, la Verdad hacia la verdadera libertad y felicidad.

            Los signos que presenta el profeta de esta nueva realidad de paz y alegría que ha venido describiendo, serán el hecho de que se recuperen los ciegos, los sordos, los cojos, los mudos que van a poder ver, oír y alabar la gloria de Dios rompiendo las cadenas que los tienen postrados.

            Por eso, invita a levantar los ánimos, a no quedarse anclados quejándose, sino por el contrario, hay que fortalecer a los débiles, afianzar las rodillas de los vacilantes y decirle a los cobardes: “¡Animo, no temáis!” No es tiempo de quejas y lamentos, sino de empuje y de esperanza

            Esta venida de Dios va a fortalecer  al hombre, lo va a capacitar con su Espíritu para que pueda transformar el mundo.

            Esta nueva realidad que anunciaba y con la que soñaba el profeta Isaías tuvo su cumplimiento perfecto con la venida de Jesús: Él se presentó, inauguró esta nueva etapa e invitó a seguirlo, pues Él fue delante abriendo el camino; de ahora en adelante todo queda en nuestras manos teniendo la seguridad de que Él camina a nuestro lado, si es que nosotros queremos caminar al suyo.

            Como entonces, los esquemas se repiten: no es tiempo el actual de quejas y lamentos, sino de poner manos a la obra, de no volver a caer en el engaño en que nos han metido, de abrir los ojos y limpiar las estructuras de mentirosos y maleantes, de recomponer nuestra manera de pensar y despertar del letargo en el que hemos caído. Tenemos de nuestra parte que la promesa ya se ha cumplido y la realidad se ha impuesto: Jesús, el salvador, vive entre nosotros.

 Salmo responsorial        Sal  145,  7.  8-9a.  9bc-10    (R.: cf. Is 35, 4) 

R.  Ven, Señor, a salvarnos 

El Señor mantiene su fidelidad perpetuamente,
           hace justicia a los oprimidos,
           da pan a los hambrientos.
           El Señor liberta a los cautivos.  R.
R.  Ven, Señor, a salvarnos

           El Señor abre los ojos al ciego,
           el Señor endereza a los que ya se doblan,
           el Señor ama a los justos,
           el Señor guarda a los peregrinos.     R:
R.  Ven, Señor, a salvarnos

      Sustenta al huérfano y a la viuda
           y trastorna el camino de los malvados.
           El Señor reina eternamente;
           tu Dios, Sión, de edad en edad.    R.
R.  Ven, Señor, a salvarnos 

SEGUNDA LECTURA


Lectura de la carta del apóstol Santiago       5,  7‑10
Manteneos firmes, porque la venida del Señor está cerca 

Tened paciencia, hermanos, hasta la venida del Señor.
El labrador aguarda paciente el fruto valioso de la tierra, mientras recibe la lluvia temprana y tardía.
Tened paciencia también vosotros, manteneos firmes, porque la venida del Señor está cerca.
No os quejéis, hermanos, unos de otros para no ser condenados. Mirad que el juez está ya a la puerta.
Tomad, hermanos, como ejemplo de sufrimiento y de paciencia a los profetas, que hablaron en nombre del Señor.
Palabra de Dios. 

REFLEXIÓN 

EL ARTE DE ESPERAR  
            La carta de Santiago viene a ser una especie de grito de ánimo a permanecer en la brecha: es muy fácil caer en el desánimo y en el desaliento mientras se espera; frente a la tentación del desaliento, está la esperanza gozosa y la certeza de que la muerte ha sido vencida, el mal, aunque haga mucho ruido, está derrotado.

Santiago pone la imagen del agricultor que siembra su semilla, la cuida, y unas vez que ha hecho lo que está en sus manos, con gozo y alegría se pone a disposición de Dios para que Él realice el resto, con la seguridad de que Él no nos va a dejar ni a defraudar.

            Santiago invita a fortalecer la virtud de la paciencia, aunque lo más exacto es pedirle al Señor que nos dé una gran fortaleza de ánimo para que nos ayude a afrontar todas las dificultades que puedan presentarse mientras esperamos, que van a ser muchas; al estilo de cómo hicieron los profetas, que siguieron esperando, a pesar de todas las problemas que les fueron surgiendo.

            De la misma manera, Santiago pide paciencia para no perder la compostura y no tener malos modales con nadie,  para evitar así que el desánimo cunda entre los hombres.

            Uno de los grandes problemas que nos surge en la actualidad es éste: cuando vemos que los otros no responden como debieran, nos enfadamos, nos venimos abajo y nos unimos a su bando, es decir: nos dedicamos a hacer el mal, con lo que damos la batalla por perdida antes de haber luchado. 

Aleluya       Lc. 4,  18
Aleluya, aleluya.
El Espíritu del Señor está sobre mí; me ha enviado para anunciar el Evangelio a los pobres.
Aleluya. 

EVANGELIO 


Lectura del santo evangelio según san Mateo       11,  2‑11
¿Eres tú el que ha de venir o tenemos que esperar a otro? 

En aquel tiempo, Juan, que había oído en la cárcel las obras del Mesías, le mandó a preguntar por medio de sus discípulos:
-“¿Eres tú el que ha de venir o tenemos que esperar a otro?”
Jesús les respondió:
-“Id a anunciar a Juan lo que estáis viendo y oyendo:
           los ciegos ven, y los inválidos andan;
           los leprosos quedan limpios, y los sordos oyen;
           los muertos resucitan, y a los pobres se les anuncia el Evangelio.
           ¡Y dichoso el que no se escandalice de mí!”
Al irse ellos, Jesús se puso a hablar a la gente sobre Juan:
-“¿Qué salisteis a contemplar en el desierto, una caña sacudida por el viento? ¿O qué fuisteis a ver, un hombre vestido con lujo? Los que visten con lujo habitan en los palacios. Entonces, ¿a qué salisteis?, ¿a ver a un profeta?
Sí, os digo, y más que profeta; él es de quien está escrito:
           “Yo envío mi mensajero delante de ti, para que prepare el camino ante ti.”
Os aseguro que no ha nacido de mujer uno más grande que Juan, el Bautista; aunque el más pequeño en el reino de los cielos es más grande que él.”
Palabra del Señor.

 

REFLEXIÓN 

EL REINO DE LOS CIELOS YA HA LLEGADO   

El evangelio de hoy parece una composición tardía, con la que se quiere mostrar el traspaso de Juan a Jesús: él  ha venido abriendo el camino, preparando los ánimos para el proyecto que trae Jesús y quiere hacerlo de forma oficial antes de morir.

            Ahora se encuentra en la cárcel, por el choque que ha tenido con Herodes, a quien ha denunciado de su corrupción y de todas las maldades que está haciendo.

            Juan ha tenido que interrumpir su misión y oye que Jesús está siguiendo sus pasos; entonces, viendo que su vida peligra, envía a sus discípulos para preguntar a Jesús si Él es el Mesías que se espera, con el fin de invitar a sus discípulos a que lo sigan.

                  Jesús en su respuesta no da su identidad, sino que se remite a los hechos que todos pueden observar: Id a anunciar a Juan lo que estáis viendo y oyendo:
           los ciegos ven, y los inválidos andan;
           los leprosos quedan limpios, y los sordos oyen;
           los muertos resucitan, y a los pobres se les anuncia el Evangelio.
           ¡Y dichoso el que no se escandalice de mí!”

                  Estas son las señales que ha anunciado el profeta Isaías indicando que el reino de Dios ha llegado: el reino de Dios es salud, curación, alegría de los pobres... El que entienda otra cosa, está equivocado y es probable que se escandalice, de la misma manera que ocurrió cuando lo anunciaron los profetas.

                  Tristemente continúa la misma actitud en los tiempos actuales, pues cada uno tiene hecho su esquema acomodado a sus intereses y no acepta la propuesta de Dios, si es que no está acomodada a su proyecto. Esta será la gran tristeza del cuarto evangelio de la que Marcos se hace eco: “Vino a los suyos y, los suyos no lo recibieron”

                  Jesús aprovecha el momento para hacer una apología de Juan y una proclamación del “nuevo mundo” que se ha inaugurado: de ahora en adelante ya no habrá más profetas, ya no vendrá nadie anunciando una esperanza futura… el Reino de Dios definitivo y último, ya se ha inaugurado y camina hacia su fin supremo; “Dichoso el que lo acepten y no se escandalice de Jesús”