XXX DOMINO TIEMPO ORDINARIO. CICLO C

El publicano bajó a su casa justificado, y el fariseo no.

Del evangelio según san Lucas.
En aquel tiempo, dijo Jesús esta parábola a algunos que confiaban en sí mismos por considerarse justos y despreciaban a los demás:
«Dos hombres subieron al templo a orar. Uno era fariseo; el otro, publicano. El fariseo, erguido, oraba así en su interior: "¡Oh, Dios!, te doy gracias porque no soy como los demás hombres: ladrones, injustos, adúlteros; ni tampoco como ese publicano. Ayuno dos veces por semana y pago el diezmo de todo lo que tengo".
El publicano, en cambio, quedándose atrás, no se atrevía ni a levantar los ojos al cielo, sino que se golpeaba el pecho diciendo: "¡Oh, Dios!, ten compasión de este pecador".
Os digo que este bajó a su casa justificado, y aquel no. Porque todo el que se enaltece será humillado, y el que se humilla será enaltecido». Palabra del Señor.
    Este domingo continuamos con la temática del domingo anterior, la oración y en Dios, que siempre nos escucha si viene esta desde nuestro interior.
    Hoy nos encontramos con la parábola del fariseo y el publicano. Jesús proclama esta parábola para recriminar a los que por creerse justos menosprecian a los demás.
    Tanto el fariseo como el publicano van al templo a hacer oración, buscan quizás la ayuda o el consuelo de Dios, pero si nos fijamos la oración o incluso en la figura del fariseo y el publicano, vemos que son totalmente distintas. Distintas en cuanto su vida social y espiritual, la forma de hacer oración, su actitud ante Dios, totalmente contrapuestas. 
    El fariseo desde su orgullo ante Dios manifiesta con el domingo pasado la figura del juez injusto, no teme a Dios y no le importa nadie, en cambio, el publicano desde su humildad y reconocimiento de su pecado pide perdón desde el interior de su corazón. 
    Desde estas dos actitudes mira siempre el corazón arrepentido, y este será siempre perdonado y justificado ante Dios. Hoy Jesús nos pide que nuestra oración salga siempre desde nuestro interior, que nuestro arrepentimiento sea sincero y que no miremos a nadie con indiferencia, sino como aquel que junto a mí nos queremos encontrar con la misericordia y el amor que Dios derrama siempre que nos acerquemos a Él con un corazón arrepentido.


XXIX DOMINGO TIEMPO ORDINARIO CICLO C. DOMUND

 

Dios hará justicia a sus elegidos que claman ante él.

Del evangelio según san Lucas.
En aquel tiempo, Jesús decía a sus discípulos una parábola para enseñarles que es necesario orar siempre, sin desfallecer.
«Había un juez en una ciudad que ni temía a Dios ni le importaban los hombres.
En aquella ciudad había una viuda que solía ir a decirle:
"Hazme justicia frente a mi adversario".
Por algún tiempo se estuvo negando, pero después se dijo a sí mismo:
"Aunque ni temo a Dios ni me importan los hombres, como esta viuda me está molestando, le voy a hacer justicia, no sea que siga viniendo a cada momento a importunarme"».
Y el Señor añadió:
«Fijaos en lo que dice el juez injusto; pues Dios, ¿no hará justicia a sus elegidos que claman ante él día y noche?; ¿o les dará largas? Os digo que les hará justicia sin tardar. Pero, cuando venga el Hijo del hombre, ¿encontrará esta fe en la tierra?». Palabra del Señor
    Hoy, el Evangelio nos presenta una enseñanza fundamental de Jesús sobre la oración perseverante. Nos habla de una viuda que, sin cansarse, insiste ante un juez para que le haga justicia. Este juez no teme a Dios ni respeta a los hombres, pero termina haciendo lo que ella pide por su insistencia.
    En tiempos de Jesús, una viuda era símbolo de vulnerabilidad, de alguien sin protección social. Pero esta viuda, a pesar de su debilidad, no se rinde. Tiene una fuerza interior que nace de su deseo de justicia.
    Este personaje nos recuerda que la fe no es pasividad, sino fuerza que impulsa a actuar, a buscar el bien, a no rendirse ante las injusticias de la vida.
    Jesús hace un contraste deliberado. Si incluso un juez injusto accede por insistencia, ¿cuánto más nuestro Padre del cielo, que es justo y bueno, escuchará a sus hijos que claman día y noche?
    Dios no es indiferente. Él escucha siempre, aunque a veces no responda como o cuando queremos. La fe nos lleva a confiar en que su respuesta siempre es amorosa y justa, aunque misteriosa.

    La parábola termina con una pregunta inquietante que nos hace Jesús:
"Pero, cuando venga el Hijo del Hombre, ¿encontrará esta fe en la tierra?". La respuesta a esta pregunta nos lleva a una invitación: confiar y no perder la esperanza cuando las cosas se ponen difíciles, cuando la oración parece no tener respuesta, no dejemos de orar. Como la viuda, seamos insistentes, no por cansar a Dios, sino para mantener viva nuestra fe.

    La perseverancia en la oración transforma nuestro corazón, y muchas veces nos da una respuesta más grande que la que pedíamos.

XXVI DOMINGO TIEMPO ORDINARIO. CICLO C

 

     Recibiste bienes, y Lázaro males: ahora él es aquí consolado, mientras que tú eres atormentado.

Del evangelio según san Lucas.
En aquel tiempo, dijo Jesús a los fariseos:
«Había un hombre rico que se vestía de púrpura y de lino y banqueteaba cada día.
Y un mendigo llamado Lázaro estaba echado en su portal, cubierto de llagas, y con ganas de saciarse de lo que caía de la mesa del rico.
Y hasta los perros venían y le lamían las llagas.
Sucedió que murió el mendigo, y fue llevado por los ángeles al seno de Abrahán.
Murió también el rico y fue enterrado. Y, estando en el infierno, en medio de los tormentos, levantó los ojos y vio de lejos a Abrahán, y a Lázaro en su seno, y gritando, dijo:
"Padre Abrahán, ten piedad de mí y manda a Lázaro que moje en agua la punta del dedo y me refresque la lengua, porque me torturan estas llamas".
Pero Abrahán le dijo:
"Hijo, recuerda que recibiste tus bienes en tu vida, y Lázaro, a su vez, males: por eso ahora él es aquí consolado, mientras que tú eres atormentado.
Y, además, entre nosotros y vosotros se abre un abismo inmenso, para que los que quieran cruzar desde aquí hacia vosotros no puedan hacerlo, ni tampoco pasar de ahí hasta nosotros".
Él dijo:
"Te ruego, entonces, padre, que le mandes a casa de mi padre, pues tengo cinco hermanos: que les dé testimonio de estas cosas, no sea que también ellos vengan a este lugar de tormento".
Abrahán le dice:
"Tienen a Moisés y a los profetas: que los escuchen".
Pero él le dijo:
"No, padre Abrahán. Pero si un muerto va a ellos, se arrepentirán".
Abrahán le dijo:
"Si no escuchan a Moisés y a los profetas, no se convencerán ni aunque resucite un muerto"». Palabra del Señor.
    El domingo pasado Jesús nos manifestaba que no podíamos servir a dos señores: a Dios y al dinero. Hoy nos invita a tener la fe, la esperanza y la caridad solo puesta en Él.
    En esta parábola descubrimos que aunque lo tengamos todo, si el centro de nuestra vida no es Dios, no tenemos nada. Es más, el mismo amor de Dios no estaría en nosotros. Al rico Epulón lo único que le preocupaba en su tormento era que sus hermanos no fueran a ese lugar, aún así seguía siendo materialista "si un muerto va a verlos cambiarían".
    En contraposición nos encontramos con Lázaro, aquel pobre que solo se alimentaba de las migajas que caían de la mesa, éste fue al seno de Abraham, Dios lo envolvió con su claridad.
    A nosotros se nos invita a escuchar, a encontrarnos con el resucitado, a interiorizar su Palabra y hacerla vida, para que otros tengan vida en Él. Si miramos a nuestro alrededor descubrimos que nos buscamos a nosotros mismos a costa de lo que sea, esta parábola nos debe de ayudar a pensar que es lo que hacemos con todo lo que Dios nos ha dado, de cómo lo comunicamos a los demás y sobre todo si somos capaces de vivir la gran experiencia del encuentro con Cristo resucitado.
    

XXV DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO. CICLO C

 

No podéis servir a Dios y al dinero.

Del evangelio según san Lucas.
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
«Un hombre rico tenía un administrador, a quien acusaron ante él de derrochar sus bienes.
Entonces lo llamó y le dijo:
"¿Qué es eso que estoy oyendo de ti? Dame cuenta de tu administración, porque en adelante no podrás seguir administrando".
El administrador se puso a decir para sí:
"¿Qué voy a hacer, pues mi señor me quita la administración? Para cavar no tengo fuerzas; mendigar me da vergüenza. Ya sé lo que voy a hacer para que, cuando me echen de la administración, encuentre quien me reciba en su casa".
Fue llamando uno a uno a los deudores de su amo y dijo al primero:
"¿Cuánto debes a mi amo?".
Este respondió:
"Cien barriles de aceite".
Él le dijo:
"Toma tu recibo; aprisa, siéntate y escribe cincuenta".
Luego dijo a otro:
"Y tú, ¿cuánto debes?".
Él contestó:
"Cien fanegas de trigo".
Le dice:
"Toma tu recibo y escribe ochenta".
Y el amo alabó al administrador injusto, porque había actuado con astucia. Ciertamente, los hijos de este mundo son más astutos con su propia gente que los hijos de la luz.
Y yo os digo: ganaos amigos con el dinero de iniquidad, para que, cuando os falte, os reciban en las moradas eternas.
El que es fiel en lo poco, también en lo mucho es fiel; el que es injusto en lo poco, también en lo mucho es injusto.
Pues, si no fuisteis fieles en la riqueza injusta, ¿quién os confiará la verdadera? Si no fuisteis fieles en lo ajeno, ¿lo vuestro, quién os lo dará?
Ningún siervo puede servir a dos señores, porque, o bien aborrecerá a uno y amará al otro, o bien se dedicará al primero y no hará caso del segundo. No podéis servir a Dios y al dinero». Palabra del Señor.
    El evangelio de este domingo  pone de manifiesto el lugar que le damos a Dios en medio de nuestras vidas. Después de esta parábola evangélica Jesús nos apremia diciendo que  no podemos servir a dos señores, porque nos apegaremos a uno y descuidaremos al otro.
    La verdad es que en muchas ocasiones nuestra vida se mueve en esta dicotomía, Dios o dinero, aunque lo material no nos puede conducir a la felicidad o al sentido pleno de nuestra vida, y eso lo descubrimos muchas veces. Bien sabemos que el sentido pleno de nuestra existencia lo encontramos solo en Dios, que el  Bien Sumo. 
    Es cierto que cuando se habla en este evangelio de dinero, abarca mucho más que es: poder, placer, protagonismo, todo aquello que enaltece al hombre por un momento y que descubre después en su vida que al final no ha sido feliz, no ha encontrado el camino perfecto, el sentido pleno a su vida.
    Solo entregando nuestra vida, tiempo, riqueza, encontraremos la felicidad plena de sabernos amados por el Amor, y esa riqueza y alegría no nos la podrá quitar nada ni nadie como nos dice Jesús en otro momento.

SOLEMINDAD DE LA SANTA CRUZ.

 


Tiene que ser elevado el Hijo del hombre.

Del evangelio según san Juan.
En aquel tiempo, dijo Jesús a Nicodemo:
«Nadie ha subido al cielo sino el que bajó del cielo, el Hijo del hombre.
Lo mismo que Moisés elevó la serpiente en el desierto, así tiene que ser elevado el Hijo del hombre, para que todo el que cree en él tenga vida eterna.
Porque tanto amó Dios al mundo, que entregó a su Unigénito, para que todo el que cree en él no perezca, sino que tenga vida eterna.
Porque Dios no envió a su Hijo al mundo para juzgar al mundo, sino para que el mundo se salve por él». Palabra del Señor.
    Este domingo fiesta de la Exaltación de la Santa Cruz, la contemplamos desde un punto de vista que quizás no es el más habitual: La cruz gloriosa de Cristo que nos trae la salvación.
    En este signo salvífico descubrimos el amor total de Dios por el hombre, "tanto amó Dios al mundo, que envió, que nos da a su Hijo" para mostrarnos ese amor y trasformar el mundo.
   En la misma cruz de Cristo se nos da la vida, una vida que nos llama a la eternidad: "para que tengan vida eterna".
   De la misma manera que el pueblo de Israel al mirar, al contemplar la serpiente de bronce quedaban sanos de la picadura de la serpiente que es el pecado, a nosotros se nos invita a la contemplación de la Cruz, para configurarnos con el crucificado y de esta forma encontrar sentido a nuestras propias cruces de cada día. Pidamos y oremos por los que están viviendo la cruz en estos momentos para que no le falte nunca el consuelo y la esperanza de aquel que murió y resucitó por nosotros.

XXIII DOMINGO TIEMPO ORDINARIO. CICLO C

 

        

Aquel que no renuncia a todos sus bienes no puede ser discípulo mío.
Del evangelio según san Lucas.
En aquel tiempo, mucha gente acompañaba a Jesús; él se volvió y les dijo:
«Si alguno viene a mí y no pospone a su padre y a su madre, a su mujer y a sus hijos, a sus hermanos y a sus hermanas, e incluso a sí mismo, no puede ser discípulo mío. Quien no carga con su cruz y viene en pos de mí, no puede ser discípulo mío.
Así, ¿quién de vosotros, si quiere construir una torre, no se sienta primero a calcular los gastos, a ver si tiene para terminarla? No sea que, si echa los cimientos y no puede acabarla, se pongan a burlarse de él los que miran, diciendo:
"Este hombre empezó a construir y no pudo acabar".
¿O qué rey, si va a dar la batalla a otro rey, no se sienta primero a deliberar si con diez mil hombres podrá salir al paso del que lo ataca con veinte mil?
Y si no, cuando el otro está todavía lejos, envía legados para pedir condiciones de paz.
Así pues, todo aquel de entre vosotros que no renuncia a todos sus bienes no puede ser discípulo mío.» Palabra del Señor.
    

En este domingo, Jesús, nos propone a caminar junto a Él. Todo cristiano debe de caminar durante toda su vida junto a Cristo y así lo hacemos día a día.
   Pero hoy Jesús, sabiendo de nuestra propia naturaleza nos indica  cómo tenemos que hacer este camino.
    Lo primero  es el vaciarnos para llenarnos de Él, esta acción es un acto de humildad, dejarnos educar por Él, para que el mundo pueda contemplar en nosotros el rostro amado del Padre.
    La segunda clave es coger la cruz, la nuestra junto con la cruz de los demás. Tenemos que contemplar la cruz de Cristo, estamos muy acostumbrados a contemplarla en los signos que llevamos en el pecho, en las pulseras, en el rosario, ¿pero cogemos la cruz de la vida?.
    La tercera clave que nos invita a llevar a termino es dejar todos los bienes, muchos de ellos son obstáculo para seguirlo, tenemos que descubrir en nuestra vida que es aquello que no nos permite seguirle. Es posible caminar en post de Él como nos dice. Sí, hoy lo descubrimos en la vida de santidad de estos dos santos nuevos, Carlo Acutis y Pier Giorgio Frassati hijos de nuestro tiempo que caminando en post de Él han llegado al final del camino y viven para siempre en la gloria del Padre.
    Santos Carlos Acutis y Pier Giorgio Frassati rogad por nosotros.

IV DOMINGO TIEMPO PASCUAL.CICLO C


Yo doy la vida eterna a mis ovejas.

Del evangelio según san Juan.
En aquel tiempo, dijo Jesús:
«Mis ovejas escuchan mi voz, y yo las conozco, y ellas me siguen, y yo les doy la vida eterna; no perecerán para siempre, y nadie las arrebatará de mi mano.
Lo que mi Padre me ha dado es más que todas las cosas, y nadie puede arrebatar nada de la mano de mi Padre.
Yo y el Padre somos uno». Palabra del Señor.
    En este cuarto domingo de Pascua, celebramos el domingo del Buen Pastor. Hoy contemplamos con mirada agradecida a Roma, con la alegría y el gozo que nos ha dado el Espíritu Santo, un nuevo Papa, León XIV. Y como nos dice la primera lectura de este domingo "Yo te he puesto como luz de los gentiles, para que lleves la salvación hasta el confín de la tierra"».
    Jesús se  presenta como el único pastor que nos conoce y nos llama por nuestro nombre a cada uno. Esta grandeza nos manifiesta que para Dios somos únicos, cada uno de nosotros, y nos invita a descubrirlo en nuestras vidas escuchando su voz.
    El Pastor que ha dado su vida por nosotros y que el Padre lo ha resucitado,  nos da la vida eterna y nos llama a su seguimiento para tener vida en Él.
    Caminemos en post de Jesucristo, Buen Pastor, para que tengamos vida y vida en abundancia, y dando gracias a Dios por el nuevo Papa que nos ha dado, León XIV, que Dios lo bendiga y lo ilumine siempre con su Espíritu Santo.

III DOMINGO DEL TIEMPO PASCUAL. CICLO C


 Jesús se acerca, toma el pan y se lo da, y lo mismo el pescado.

Del evangelio según san Juan.
En aquel tiempo, Jesús se apareció otra vez a los discípulos junto al lago de Tiberíades. Y se apareció de esta manera:
Estaban juntos Simón Pedro, Tomás, apodado el Mellizo; Natanael, el de Caná de Galilea; los Zebedeos y otros dos discípulos suyos.
Simón Pedro les dice:
«Me voy a pescar».
Ellos contestan:
«Vamos también nosotros contigo».
Salieron y se embarcaron; y aquella noche no cogieron nada. Estaba ya amaneciendo, cuando Jesús se presentó en la orilla; pero los discípulos no sabían que era Jesús.
Jesús les dice:
«Muchachos, ¿tenéis pescado?».
Ellos contestaron:
«No».
Él les dice:
«Echad la red a la derecha de la barca y encontraréis».
La echaron, y no podían sacarla, por la multitud de peces. Y aquel discípulo a quien Jesús amaba le dice a Pedro:
«Es el Señor».
Al oír que era el Señor, Simón Pedro, que estaba desnudo, se ató la túnica y se echó al agua. Los demás discípulos se acercaron en la barca, porque no distaban de tierra más que unos doscientos codos, remolcando la red con los peces. Al saltar a tierra, ven unas brasas con un pescado puesto encima y pan.
Jesús les dice:
«Traed de los peces que acabáis de coger».
Simón Pedro subió a la barca y arrastró hasta la orilla la red repleta de peces grandes: ciento cincuenta y tres. Y aunque eran tantos, no se rompió la red.
Jesús les dice:
«Vamos, almorzad».
Ninguno de los discípulos se atrevía a preguntarle quién era, porque sabían bien que era el Señor.
Jesús se acerca, toma el pan y se lo da, y lo mismo el pescado.
Esta fue la tercera vez que Jesús se apareció a los discípulos después de resucitar de entre los muertos. Palabra del Señor.
    Seguimos celebrando la Pascua con el gozo de la resurrección del Señor. Hoy nuevamente nos encontramos con el Resucitado. Nos invita a que lo descubramos en la vida cotidiana, en el día a día.
    Los discípulos vuelven a su quehacer diario y es ahí donde el Señor se hace presente, acordaros que es un evangelio similar a la llamada de los primeros discípulos cunado sucede la pesca milagrosa. Eso nos quiere decir que tenemos que ser testigos en nuestros propios ambientes, sin tener miedo a los que dirán con hemos escuchado en la primera lectura, "hay que obedecer a Dios antes que a los hombres".
    Por lo tanto a Dios no solo lo podemos buscar en los grandes acontecimientos, que seguramente, es más difícil, Él  nos indica que vayamos al principio de nuestra propia historia, al primer encuentro, allí nos esperará para compartir no solo el pescado sino también su vida, su esperanza, tristezas y alegrías mutuas.
    La esperanza que nos ofrece es que siempre es posible el encuentro, con Él mismo y con los demás en comunidad. Por eso, nos reunimos cada domingo para encontrarnos con Él.
    Hagamos presente al Señor en nuestras vidas para compartirlas con los demás como hace Él y así el mundo creerá y se alegrará con la alegría pascual, la misma que nos  da Él y que nadie nos podrá quitar.
    Hoy primer domingo de mayo, día de la madre, pensemos en nuestra Madre del cielo, Ella nunca perdió la esperanza en su Hijo y se mantuvo fiel hasta el final, y como no, dar gracias a Dios por cada una de nuestras madres, que el mismo Dios nos las dio como gratuidad y don. Que ellas las que están ya en su presencia intercedan por nosotros como siempre lo han hecho y las que están junto a nosotros las veamos como signo del gran amor que Dios nos tiene a cada uno.

DOMINGO DE RESURRECCIÓN. CICLO C

 


Él había de resucitar de entre los muertos.

Del evangelio según san Juan.
El primer día de la semana, María la Magdalena fue al sepulcro al amanecer, cuando aún estaba oscuro, y vio la losa quitada del sepulcro.
Echó a correr y fue donde estaban Simón Pedro y el otro discípulo, a quien Jesús amaba, y les dijo:
«Se han llevado del sepulcro al Señor y no sabemos dónde lo han puesto».
Salieron Pedro y el otro discípulo camino del sepulcro. Los dos corrían juntos, pero el otro discípulo corría más que Pedro; se adelantó y llegó primero al sepulcro; e, inclinándose, vio los lienzos tendidos; pero no entró.
Llegó también Simón Pedro detrás de él y entró en el sepulcro: vio los lienzos tendidos y el sudario con que le habían cubierto la cabeza, no con los lienzos, sino enrollado en un sitio aparte.
Entonces entró también el otro discípulo, el que había llegado primero al sepulcro; vio y creyó.
Pues hasta entonces no habían entendido la Escritura: que él había de resucitar de entre los muertos. Palabra del Señor.
    Hoy toda la liturgia de la Iglesia universal se centra en una palabra, Aleluya. La Iglesia se goza en la resurrección de Cristo de entre los muertos. Cristo ha resucitado para traernos la esperanza en una vida nueva.
    Las lecturas de hoy marcan el ritmo de toda la vida del cristiano, buscad. Cristo no está donde lo pusieron y María lo busca, ¿dónde lo han puesto?, a aquella mujer que amó mucho tiene la dicha de encontrarse con el Resucitado y le anuncia la misión.
    También nos encontramos con Pedro y Juan que fueron al sepulcro. Juan "vio y creyó"   nace así el testimonio de dar a conocer la vida en Cristo resucitado.
    A eso estamos nosotros llamados, a ser testigos del resucitado en la misión que Cristo nos da, busquemos los bienes de allá arriba como nos dice el apóstol Pablo testimoniando que el Maestro esta vivo. Seamos portadores de la esperanza, pues como nos dice el pregón pascual, la deuda de Adán está ya cancelada.
    Vivamos a alegría pascual con el mismo cántico de la Iglesia, el aleluya para que siendo testigos y misioneros de la resurrección llevemos esperanza a nuestro mundo, y de esa forma hagamos presentes al Dios de la vida, al Dios que rompió las cadenas de la muerte y nos abrió su corazón, donde está nuestra vida escondida en Él. Feliz Pascua de Resurrección.

DOMINGO DE RAMOS. CICLO C

 


Bendito el que viene en nombre del Señor.

Del evangelio según san Lucas.
En aquel tiempo, Jesús caminaba delante de sus discípulos, subiendo hacia Jerusalén.
Al acercarse a Betfagé y Betania, junto al monte llamado de los Olivos, mandó a dos discípulos, diciéndoles:
«Id a la aldea de enfrente; al entrar en ella, encontraréis un pollino atado, que nadie ha montado nunca. Desatadlo y traedlo. Y si alguien os pregunta: "¿Por qué lo desatáis?", le diréis así: "El Señor lo necesita"».
Fueron, pues, los enviados y lo encontraron como les había dicho. Mientras desataban el pollino, los dueños les dijeron:
«¿Por qué desatáis el pollino?».
Ellos dijeron:
«El Señor lo necesita».
Se lo llevaron a Jesús y, después de poner sus mantos sobre el pollino, ayudaron a Jesús a montar sobre él.
Mientras él iba avanzando, extendían sus mantos por el camino. Y, cuando se acercaba ya a la bajada del monte de los Olivos, la multitud de los discípulos, llenos de alegría, comenzaron a alabar a Dios a grandes voces por todos los milagros que habían visto, diciendo:
«¡Bendito el rey que viene en nombre del Señor! Paz en el cielo y gloria en las alturas».
Algunos fariseos de entre la gente le dijeron:
«Maestro, reprende a tus discípulos».
Y respondiendo, dijo:
«Os digo que, si estos callan, gritarán las piedras». Palabra del Señor
    Hoy es Domingo de Ramos, y nos encontramos con el misterio de la entrada de Jesús en Jerusalén.
    Comienza la Semana Mayor de los cristianos, la Semana Santa. Se nos invita a adentrarnos en el Misterio de la Pasión, Muerte y Resurrección del Señor.
    Estamos llamados a descubrir en nuestras vidas estos Misterios y llevarlos no solo hacia el exterior en las procesiones sino en nuestro propio interior. 
    Contemplar a Cristo en su pasión, la que se lee en el evangelio de hoy es contemplar nuestra vida diaria, sufrimientos, traiciones, negaciones, muertes y resurrecciones.
    Contemplar la Pasión, es orar y meditar al igual que Jesús en estos momentos, descubrir el amor misericordioso del Padre que aunque parezca alejado del Hijo esta muy cerca de Él. Es orar y meditar el amor del Hijo que se nos da en totalidad, sacramental y corporalmente, este amor amando hasta el extremo. Es orar y contemplar al Espíritu derramado en la cruz al mundo para que después de cincuenta días sea manifestado por todos aquellos que lo han recibido.
    Vivamos estos días llenos de unción y encontrémonos con el Crucificado para dejarnos tocar por Él y de esta forma alegrarnos ante el encuentro definitivo al oír nuestro nuestro nombre como María al alborear el Domingo de Resurrección.

V DOMINGO DE CUARESMA, CICLO C

 

 El que esté sin pecado, que le tire la primera piedra.

Del evangelio según san Juan.
En aquel tiempo, Jesús se retiró al monte de los Olivos. Al amanecer se presentó de nuevo en el templo, y todo el pueblo acudía a él, y, sentándose, les enseñaba.
Los escribas y los fariseos le traen una mujer sorprendida en adulterio, y, colocándola en medio, le dijeron:
«Maestro, esta mujer ha sido sorprendida en flagrante adulterio. La ley de Moisés nos manda apedrear a las adúlteras; tú, ¿qué dices?».
Le preguntaban esto para comprometerlo y poder acusarlo. Pero Jesús, inclinándose, escribía con el dedo en el suelo.
Como insistían en preguntarle, se incorporó y les dijo:
«El que esté sin pecado, que le tire la primera piedra».
E inclinándose otra vez, siguió escribiendo.
Ellos, al oírlo, se fueron escabullendo uno a uno, empezando por los más viejos. Y quedó solo Jesús, con la mujer en medio, que seguía allí delante.
Jesús se incorporó y le preguntó:
«Mujer, ¿dónde están tus acusadores?; ¿ninguno te ha condenado?».
Ella contestó:
«Ninguno, Señor».
Jesús dijo:
«Tampoco yo te condeno. Anda, y en adelante no peques más». Palabra del Señor.
    Cuando nos acercamos a este evangelio, nos surge una pregunta desde nuestro interior, ¿Jesús es capaz de perdonarlo todo?
   Hoy al igual que entonces, existen acusados y acusadores. Pero en este ámbito justificadamente podríamos decir que la ley de Moisés lo dice. Y también en la actualidad se antepone demasiadas veces la ley y olvidamos el amor.
    Le presentan al Dios del amor una mujer pecadora, le piden que cumpla la ley y ¿qué nos encontramos? Que sale perdonada. La ley del amor es el motor de vida del Maestro, es más, va mas lejos, "aquel que este libre de pecado que tire la primera piedra", el Señor manifiesta de esta manera las falta de amor de todos ellos, y los llama al amor para amarle.
    Hoy también nos dice a  nosotros lo mismo, dejémonos amar por Él y de esta manera, el pecado, se alejará de nosotros, la misericordia florecerá en nuestro interior y viviremos en plenitud la ley nueva de Cristo, que nos es  sino  convertir nuestro corazón de piedra en un corazón de carne que da vida al mundo. 
    Nos invita a dejar en el camino nuestras piedras para así poder caminar junto a Él hacia la Pascua ya cercana donde solo encontraremos a Cristo crucificado para adherirnos a Él y destruyendo nuestro pecado, poder resucitar junto a Él y obtener la corona de gloria que no se marchita, como nos dice el apóstol Pablo.




IV DOMINGO DE CUARESMA, CICLO C

Este hermano tuyo estaba muerto y ha revivido.


Lectura del evangelio según san Lucas
En aquel tiempo, solían acercarse a Jesús todos los publicanos y pecadores a escucharlo. Y los fariseos y los escribas murmuraban diciendo:
«Ese acoge a los pecadores y come con ellos».
Jesús les dijo esta parábola:
«Un hombre tenía dos hijos; el menor de ellos dijo a su padre:
"Padre, dame la parte que me toca de la fortuna".
El padre les repartió los bienes.
No muchos días después, el hijo menor, juntando todo lo suyo, se marchó a un país lejano, y allí derrochó su fortuna viviendo perdidamente. Cuando lo había gastado todo, vino por aquella tierra un hambre terrible, y empezó él a pasar necesidad.
Fue entonces y se contrató con uno de los ciudadanos de aquel país que lo mandó a sus campos a apacentar cerdos. Deseaba saciarse de las algarrobas que comían los cerdos, pero nadie le daba nada.
Recapacitando entonces, se dijo:
"Cuántos jornaleros de mi padre tienen abundancia de pan, mientras yo aquí me muero de hambre. Me levantaré, me pondré en camino adonde está mi padre, y le diré: Padre, he pecado contra el cielo y contra ti; ya no merezco llamarme hijo tuyo: trátame como a uno de tus jornaleros".
Se levantó y vino adonde estaba su padre; cuando todavía estaba lejos, su padre lo vio y se le conmovieron las entrañas; y, echando a correr, se le echó al cuello y lo cubrió de besos.
Su hijo le dijo:
"Padre, he pecado contra el cielo y contra ti; ya no merezco llamarme hijo tuyo".
Pero el padre dijo a sus criados:
"Sacad enseguida la mejor túnica y vestídsela; ponedle un anillo en la mano y sandalias en los pies; traed el ternero cebado y sacrificadlo; comamos y celebremos un banquete, porque este hijo mío estaba muerto y ha revivido; estaba perdido y lo hemos encontrado".
Y empezaron a celebrar el banquete.
Su hijo mayor estaba en el campo. Cuando al volver se acercaba a la casa, oyó la música y la danza, y llamando a uno de los criados, le preguntó qué era aquello.
Este le contestó:
"Ha vuelto tu hermano; y tu padre ha sacrificado el ternero cebado, porque lo ha recobrado con salud".
Él se indignó y no quería entrar, pero su padre salió e intentaba persuadirlo.
Entonces él respondió a su padre:
"Mira: en tantos años como te sirvo, sin desobedecer nunca una orden tuya, a mí nunca me has dado un cabrito para tener un banquete con mis amigos; en cambio, cuando ha venido ese hijo tuyo que se ha comido tus bienes con malas mujeres, le matas el ternero cebado".
El padre le dijo:
"Hijo, tú estás siempre conmigo, y todo lo mío es tuyo; pero era preciso celebrar un banquete y alegrarse, porque este hermano tuyo estaba muerto y ha revivido; estaba perdido y lo hemos encontrado"».Palabra del Señor.
    Nos encontramos en el cuarto domingo de cuaresma, domingo de la alegría y es verdad, en el evangelio descubrimos la gran misericordia del Padre que tiene con el hijo y por eso la alegría inmensa que tiene el Padre por el hijo perdido y encontrado, como vemos son sentimientos propios que podemos experimentar todos nosotros.
    El evangelio de hoy es muy evocador, lo podemos ver desde muchos puntos de vista, pero quizás lo primero sería adentrarnos en cada uno de los personajes que aparecen.
    Lo primero que descubrimos es la gran misericordia y fidelidad que tiene el padre con el hijo menor, dándole la parte de la herencia que le corresondía, aun sabiendo que iba a malgastarla, y no por ello, su gran misericordia al regreso de ese hijo una vez que ha malgastado toda su vida, al recibirlo, con los brazos abiertos.
    Sus dos hijos son contradictorios entre sí, el menor bien sabemos lo que hace y el mayor vive como un siervo, al no conocer plenamente el amor de su padre hacia Él.
    El centro del evangelio es la fiesta, el padre hace fiesta por el hijo perdido y ofrece lo mejor que tiene porque lo ha recobrado con vida.
    Desde este punto podemos adentrarnos nosotros también en esta historia, cuantas veces nos alejamos del Padre aún sabiendo todo lo que nos ha dado y malgastamos la vida, incluso perdiendo la dignidad de cristianos. Dios continuamente sale a nuestro encuentro para hacer fiesta y nos ofrece el mejor de sus corderos, Jesucristo, aquel que es la vida del mundo. Nos invita a no ser esclavos de nosotros mismos como el hijo mayor, para adentrarnos en nuestra propia historia de salvación, a participar en la vida de Cristo, puesto que no nos llama siervos sino amigos, porque conocemos todo lo que el Padre quiere. El hijo mayor esperaba su herencia una vez que el padre faltase para revestirse de su propia autoridad.
   En este tiempo cuaresmal miremos en nuestro interior, para reconocer que nos hemos alejado de Él y vayamos al encuentro del Padre, él nos recibirá con misericordia y nos volverá a dar la dignidad de los hijos de Dios, hará fiesta para ser todos uno en Cristo Jesús.

II DOMINGO CUARESMA.CICLO C

  Mientras oraba, el aspecto de su rostro cambió.

Del evangelio según san Lucas.
En aquel tiempo, tomó Jesús a Pedro, a Juan y a Santiago y subió a lo alto del monte para orar. Y, mientras oraba, el aspecto de su rostro cambió y sus vestidos brillaban de resplandor.
De repente, dos hombres conversaban con él: eran Moisés y Elías, que, apareciendo con gloria, hablaban de su éxodo, que él iba a consumar en Jerusalén.
Pedro y sus compañeros se caían de sueño, pero se espabilaron y vieron su gloria y a los dos hombres que estaban con él.
Mientras estos se alejaban de él, dijo Pedro a Jesús:
«Maestro, ¡qué bueno es que estemos aquí! Haremos tres tiendas: una para ti, otra para Moisés y otra para Elías».
No sabía lo que decía.
Todavía estaba diciendo esto, cuando llegó una nube que los cubrió con su sombra. Se llenaron de temor al entrar en la nube.
Y una voz desde la nube decía:
«Este es mi Hijo, el Elegido, escuchadlo».
Después de oírse la voz, se encontró Jesús solo. Ellos guardaron silencio y, por aquellos días, no contaron a nadie nada de lo que habían visto. Palabra del Señor.
    En este segundo domingo de Cuaresma,  nos encontramos con el evangelio de la Trasfiguración del Señor. Este momento es crucial porque revela la divinidad de Jesús y su conexión con la ley y los profetas, representados por Moisés y Elías. La voz de Dios se escucha desde una nube, afirmando que Jesús es su Hijo elegido y que debemos escucharle.
    Hoy se nos invita a adentrarnos en la oración para entrar en comunión no solo con Moisés y Elías, sino para entrar en el Misterio de la Transfiguración y contemplar la gloria propia de Jesucristo. Jesús se retira a orar antes de esta experiencia. Esto nos enseña que la oración es fundamental para nuestra vida espiritual y para discernir la voluntad de Dios. En este camino cuaresmal la oración nos ayuda a contemplar el camino de la cruz y a alimentar la esperanza en la resurrección. La Transfiguración muestra la gloria de Jesús y nos invita a reconocer su divinidad. Es un recordatorio de que, aunque enfrentemos dificultades, la luz de Cristo siempre brilla.
    La aparición de Moisés y Elías, la Ley y los profetas, fundamento del pueblo de Israel, nos manifiesta que Jesús cumple las promesas del Antiguo Testamento. Esto nos anima a ver cómo nuestras propias vidas pueden estar conectadas con el plan de Dios. La voz de Dios nos recuerda que debemos prestar atención a las enseñanzas de Jesús y seguir su ejemplo en nuestras vidas.
    La Transfiguración es un momento de revelación y transformación que nos impulsa a revitalizar y profundizar nuestra fe y a vivir de acuerdo con el mensaje de amor y esperanza que Jesús nos trae. 

    

I DOMINGO DE CUARESMA. CICLO C

   El Espíritu lo fue llevando por el desierto, mientras era tentado.
Del evangelio según san Lucas
En aquel tiempo, Jesús, lleno del Espíritu Santo, volvió del Jordán y el Espíritu lo fue llevando durante cuarenta días por el desierto, mientras era tentado por el diablo. En todos aquellos días estuvo sin comer y, al final, sintió hambre.
Entonces el diablo le dijo:
«Si eres Hijo de Dios, di a esta piedra que se convierta en pan».
Jesús le contestó:
«Está escrito: "No solo de pan vive el hombre"».
Después, llevándole a lo alto, el diablo le mostró en un instante todos los reinos del mundo y le dijo:
«Te daré el poder y la gloria de todo eso, porque a mí me ha sido dado, y yo lo doy a quien quiero. Si tú te arrodillas delante de mí, todo será tuyo».
Respondiendo Jesús, le dijo:
«Está escrito: "Al Señor, tu Dios, adorarás y a él solo darás culto"».
Entonces lo llevó a Jerusalén y lo puso en el alero del templo y le dijo:
«Si eres Hijo de Dios, tírate de aquí abajo, porque está escrito: "Ha dado órdenes a sus ángeles acerca de ti, para que te cuiden", y también: "Te sostendrán en sus manos, para que tu pie no tropiece contra ninguna piedra"».
Respondiendo Jesús, le dijo:
«Está escrito: "No tentarás al Señor, tu Dios"».
Acabada toda tentación, el demonio se marchó hasta otra ocasión. Palabra del Señor.
    Comenzamos la Cuaresma, tenemos ante nosotros cuarenta días de preparación para la celebración de la Pascua.
    Hoy Jesús se adentra en el desierto durante cuarenta días para ser tentado. El pueblo de Israel ya tiene experiencia de todo esto, sobre todo por la experiencia propia en el desierto hacia la tierra prometida, donde fue tentado en muchas ocasiones.
    Lo primero que descubrimos es que la tentación viene del Maligno.
    La primera tentación que experimento Jesús es la de la autosuficiencia, sintió hambre y al ser el Hijo de Dios, podía convertir las piedras en pan, es decir, no pasaría ninguna necesidad pues él mismo podría autoabastecerse de lo que quisiera. Jesús nos advierte: «Está escrito: "No solo de pan vive el hombre"». Tenemos también que alimentar la fe, por medio de la escucha de la Palabra y de los Sacramentos, no podemos dejar de lado la presencia de Dios en nuestras vidas.
    La segunda tentación es la soberbia, «Te daré el poder y la gloria de todo eso, porque a mí me ha sido dado, y yo lo doy a quien quiero. Si tú te arrodillas delante de mí, todo será tuyo». El propio hombre se manifiesta como el ser único y supremo de todo el universo, y no siente la necesidad de entrar en comunión con el Dios único y verdadero. La vida es mía y dispongo de ella como quiera.
    La tercera tentación nos lleva a la propia intención de tentar a Dios, «Está escrito: "No tentarás al Señor, tu Dios"». Todo lo contrario a la confianza en Él. Confiar en Él es cumplir su voluntad con la certeza de que en ese cumplimiento estamos llevando a cabo el plan salvífico de Dios en nosotros.
    Vivamos esta Cuaresma con el corazón abierto a este plan sabiendo que tras experimentar el dolor de la cruz podremos vivir la alegría de la Resurrección y la victoria de la vida sobre la muerte.


VIII DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO. CICLO C

 De lo que rebosa el corazón habla la boca.

Del evangelio según san Lucas.
En aquel tiempo, dijo Jesús a los discípulos una parábola:
«¿Acaso puede un ciego guiar a otro ciego? ¿No caerán los dos en el hoyo?
No está el discípulo sobre su maestro, si bien, cuando termine su aprendizaje, será como su maestro.
¿Por qué te fijas en la mota que tiene tu hermano en el ojo y no reparas en la viga que llevas en el tuyo? ¿Cómo puedes decirle a tu hermano:
"Hermano, déjame que te saque la mota del ojo", sin fijarte en la viga que llevas en el tuyo? ¡Hipócrita! Sácate primero la viga de tu ojo, y entonces verás claro para sacar la mota del ojo de tu hermano.
Pues no hay árbol bueno que dé fruto malo, ni árbol malo que dé fruto bueno; por ello, cada árbol se conoce por su fruto; porque no se recogen higos de las zarzas, ni se vendimian racimos de los espinos.
El hombre bueno, de la bondad que atesora en su corazón saca el bien, y el que es malo, de la maldad saca el mal; porque de lo que rebosa el corazón habla la boca». Palabra del Señor.
    La lectura de este domingo, va muy unida a la temática del domingo anterior. La parábola de la mota y la viga, aunque no es lo mismo una mota que una viga, la verdad es que ambos no ven bien. Por lo tanto, nos invita a descubrir cuál es el obstáculo que tenemos para no tener una plena visión.
    Hoy Jesús nos lleva a descubrirlo pero desde el corazón, un árbol bueno da frutos buenos, un árbol malo da frutos malos, o como decimos en el refranero, "nadie da lo que no tiene". Mirar desde el corazón de Jesús es contemplar la realidad desde una óptica superior,  desde su mirada .
    Su mirada nos invita a mirar a los otros con misericordia como vimos el domingo pasado, a descubrir nuestras debilidades propias y sobre todo a ponernos en el lugar del otro, desde la humildad y sencillez para que así podamos construir un mundo mejor.
    Pidamos al Señor la luz de su Espíritu para que adentrándose en nuestro corazón podamos dar frutos buenos y dar testimonio de Aquel que viene a curarnos de nuestras propias cegueras.

VII DOMINGO DEL TIEMO ORDINARIO. CICLO C

 Sed misericordiosos como vuestro Padre es misericordioso


Del evangelio según san Lucas
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
«A vosotros los que me escucháis os digo: amad a vuestros enemigos, haced el bien a los que os odian, bendecid a los que os maldicen, orad por los que os calumnian.
Al que te pegue en una mejilla, preséntale la otra; al que te quite la capa, no le impidas que tome también la túnica. A quien te pide, dale; al que se lleve lo tuyo, no se lo reclames.
Tratad a los demás como queréis que ellos os traten. Pues, si amáis a los que os aman, ¿qué mérito tenéis? También los pecadores aman a los que los aman. Y si hacéis bien solo a los que os hacen bien, ¿qué mérito tenéis? También los pecadores hacen lo mismo.
Y si prestáis a aquellos de los que esperáis cobrar, ¿qué mérito tenéis? También los pecadores prestan a otros pecadores, con intención de cobrárselo.
Por el contrario, amad a vuestros enemigos, haced el bien y prestad sin esperar nada; será grande vuestra recompensa y seréis hijos del Altísimo, porque él es bueno con los malvados y desagradecidos.
Sed misericordiosos como vuestro Padre es misericordioso; no juzguéis, y no seréis juzgados; no condenéis, y no seréis condenados; perdonad, y seréis perdonados; dad, y se os dará: os verterán una medida generosa, colmada, remecida, rebosante, pues con la medida con que midiereis se os medirá a vosotros». Palabra del Señor
    El Evangelio de este domingo, es un texto muy exigente, comienza ya desde el principio con unas afirmaciones rotundas, "amad a vuestros enemigos, haced el bien a los que os odian, bendecid a los que os maldicen, orad por los que os calumnian". Ante nuestro enemigos todos estamos al acecho, pero Jesús nos invita a todo lo contrario, de esta forma da un sentido nuevo a la ley antigua.
Hoy Jesús nos descubre que nuestro verdadero sentido y quehacer si queremos seguirlo es dignificar a todo hombre aunque este se manifieste ante nosotros como enemigo. Nos descubre que si hacemos lo mismo que hacen los demás ¿qué mérito tenemos?.
    Los discípulos de Cristo hemos de llevar a cabo la obra del Señor, amad hasta las últimas consecuencias y haced el bien sin esperar nada a cambio, eso es lo que Jesús hace con nosotros, que aun siendo lo que somos nos ama y se entrega en su totalidad.
    Dejemos que su amor descanse en nosotros para que de esta forma también podamos ser portadores de amor y justicia.

DOMINGO VI TIEMPO ORDINARIO. CICLO C

 

Bienaventurados los pobres. Ay de vosotros, los ricos.

Del evangelio según san Lucas
En aquel tiempo, Jesús bajó del monte con los Doce, se paró en una llanura con un grupo grande de discípulos y una gran muchedumbre del pueblo, procedente de toda Judea, de Jerusalén y de la costa de Tiro y de Sidón.
Él, levantando los ojos hacia sus discípulos, les decía:
«Bienaventurados los pobres, porque vuestro es el reino de Dios.
Bienaventurados los que ahora tenéis hambre, porque quedaréis saciados.
Bienaventurados los que ahora lloráis, porque reiréis.
Bienaventurados vosotros cuando os odien los hombres, y os excluyan, y os insulten y proscriban vuestro nombre como infame, por causa del Hijo del hombre. Alegraos ese día y saltad de gozo, porque vuestra recompensa será grande en el cielo. Eso es lo que hacían vuestros padres con los profetas.
Pero ¡ay de vosotros, los ricos, porque ya habéis recibido vuestro consuelo!
¡Ay de vosotros, los que estáis saciados, porque tendréis hambre!
¡Ay de los que ahora reís, porque haréis duelo y lloraréis!
¡Ay si todo el mundo habla bien de vosotros! Eso es lo que vuestros padres hacían con los falsos profetas». Palabra del Señor.
    Después de sentirnos invitados al seguimiento de Cristo, como a Pedro el domingo pasado. Hoy nos invita a recorrer este camino pero de qué manera.
    Nos encontramos con las Bienaventuranzas proclamas por Jesús en el llano, un camino de vida que nos ofrece Cristo para llegar hasta a Él. ¿Cómo podemos entenderlas? Si tenemos en cuenta la primera lectura de este domingo nos invita a entenderlas desde la confianza, "bendito el que pone toda su confianza en el Señor". Desde lo humano no encontramos sentido alguno a ellas, pues a lo que nos invita vivir, es lo contrario a lo que nos ofrece el mundo.
    Si lo hacemos desde la esperanza del Resucitado como nos dice el apóstol Pablo en la segunda lectura, nuestro caminar según las Bienaventuranzas se convierten en caminos de pobreza, humildad, compasión, ternura, ayudados por todos los dones que el Espíritu nos otorga para vivir este camino que nos ofrece Cristo para ir a su encuentro.
    Estemos atentos a los signos que Él nos da para que podamos adentrarnos en su amor,  sentirnos bienaventurados, felices, porque Él va delante de nosotros para guiarnos y darnos los dones necesarios para llegar al Reino de los cielos.

V DOMINGO TIEMPO ORDINARIO. CICLO C

 

Dejándolo todo, lo siguieron.

Del evangelio según san Lucas.
En aquel tiempo, la gente se agolpaba en torno a Jesús para oír la palabra de Dios. Estando él de pie junto al lago de Genesaret, vio dos barcas que estaban en la orilla; los pescadores, que habían desembarcado, estaban lavando las redes.
Subiendo a una de las barcas, que era la de Simón, le pidió que la apartara un poco de tierra. Desde la barca, sentado, enseñaba a la gente.
Cuando acabó de hablar, dijo a Simón:
«Rema mar adentro, y echad vuestras redes para la pesca».
Respondió Simón y dijo:
«Maestro, hemos estado bregando toda la noche y no hemos recogido nada; pero, por tu palabra, echaré las redes».
Y, puestos a la obra, hicieron una redada tan grande de peces que las redes comenzaban a reventarse. Entonces hicieron señas a los compañeros, que estaban en la otra barca, para que vinieran a echarles una mano. Vinieron y llenaron las dos barcas, hasta el punto de que casi se hundían. Al ver esto, Simón Pedro se echó a los pies de Jesús diciendo:
«Señor, apártate de mí, que soy un hombre pecador».
Y es que el estupor se había apoderado de él y de los que estaban con él, por la redada de peces que habían recogido; y lo mismo les pasaba a Santiago y Juan, hijos de Zebedeo, que eran compañeros de Simón.
Y Jesús dijo a Simón:
«No temas; desde ahora serás pescador de hombres».
Entonces sacaron las barcas a tierra y, dejándolo todo, lo siguieron. Palara del Señor.
    En este domingo, el evangelio nos presenta la llamada  de los primeros discípulos, en particular de Simón Pedro. Esta historia nos invita a descubrir varios aspectos importantes de nuestra vida de fe.

    Simón Pedro y sus compañeros han estado pescando toda la noche sin éxito. Sin embargo, cuando Jesús les dice que echen las redes nuevamente, a pesar de su escepticismo inicial, obedecen y obtienen una pesca abundante. Esta parte de la historia nos recuerda que, a veces, nuestras propias fuerzas y esfuerzos pueden no ser suficientes. Nos invita a confiar en la guía de Jesús, incluso cuando las circunstancias parecen desfavorables. La fe puede llevarnos a resultados sorprendentes.

    Al ver el milagro de la pesca, Simón Pedro se siente abrumado y reconoce su propia situación de pecador, diciendo: "Apártate de mí, Señor, porque soy un pecador". Este momento de humildad es crucial. Nos enseña que, al acercarnos a Dios, debemos reconocer nuestras limitaciones y debilidades. La humildad es el primer paso para abrir nuestro corazón a la transformación que Dios desea realizar en nosotros.

    Después de este encuentro, Jesús llama a Pedro y a los demás a ser "pescadores de hombres". Este es un momento decisivo en sus vidas. La invitación de Jesús no solo es a seguirlo, sino a participar activamente en su misión. Cada uno de nosotros también está llamado a ser un discípulo y a compartir el amor de Dios con los demás. Reflexionemos sobre cómo podemos responder a esta llamada en nuestra vida diaria.

    La historia también destaca la importancia de la comunidad. Pedro no está solo; está con sus compañeros pescadores. Juntos, experimentan el milagro y son llamados a la misión. En nuestra vida de fe, es fundamental recordar que no estamos solos. La comunidad de la iglesia nos apoya y nos anima en nuestro camino espiritual.

    Finalmente, nos encontramos con la respuesta de Pedro y los demás es dejar todo y seguir a Jesús. Este acto de dejar atrás lo conocido para abrazar lo nuevo es un símbolo de la transformación que Dios puede realizar en nuestras vidas. Nos invita a reflexionar sobre qué cosas necesitamos dejar atrás para seguir más de cerca a Jesús y cumplir con nuestra misión.

DOMINGO DE LA PRESENTACIÓN DEL SEÑOR EN EL TEMPLO

 

Mis ojos han visto a tu Salvador.

Del evangelio según san Lucas.
Cuando se cumplieron los días de la purificación, según la ley de Moisés, los padres de Jesús lo llevaron a Jerusalén para presentarlo al Señor, de acuerdo con lo escrito en la ley del Señor: «Todo varón primogénito será consagrado al Señor», y para entregar la oblación, como dice la ley del Señor: «un par de tórtolas o dos pichones».
Había entonces en Jerusalén un hombre llamado Simeón, hombre justo y piadoso, que aguardaba el consuelo de Israel; y el Espíritu Santo estaba con él. Le había sido revelado por el Espíritu Santo que no vería la muerte antes de ver al Mesías del Señor. Impulsado por el Espíritu, fue al templo.
Y cuando entraban con el niño Jesús sus padres para cumplir con él lo acostumbrado según la ley, Simeón lo tomó en brazos y bendijo a Dios diciendo:
«Ahora, Señor, según tu promesa,
puedes dejar a tu siervo irse en paz.
Porque mis ojos han visto a tu Salvador,
a quien has presentado ante todos los pueblos:
luz para alumbrar a las naciones
y gloria de tu pueblo Israel».
Su padre y su madre estaban admirados por lo que se decía del niño. Simeón los bendijo y dijo a María, su madre:
«Este ha sido puesto para que muchos en Israel caigan y se levanten; y será como un signo de contradicción -y a ti misma una espada te traspasará el alma-, para que se pongan de manifiesto los pensamientos de muchos corazones».
Había también una profetisa, Ana, hija de Fanuel, de la tribu de Aser, ya muy avanzada en años. De joven había vivido siete años casada, y luego viuda hasta los ochenta y cuatro; no se apartaba del templo, sirviendo a Dios con ayunos y oraciones noche y día. Presentándose en aquel momento, alababa también a Dios y hablaba del niño a todos los que aguardaban la liberación de Jerusalén.
Y, cuando cumplieron todo lo que prescribía la ley del Señor, se volvieron a Galilea, a su ciudad de Nazaret. El niño, por su parte, iba creciendo y robusteciéndose, lleno de sabiduría; y la gracia de Dios estaba con él. Palabra del Señor.
    Este Misterio de la Presentación nos recuerda la importancia de la obediencia y el cumplimiento de las tradiciones judías para ese pueblo. Al llevar a Jesús al templo, María y José no solo cumplen con la ley, sino que también reconocen la grandeza de la misión de Jesús. Esto nos invita a reflexionar sobre como honramos nuestras propias tradiciones y cómo estas nos pueden guiar en nuestro camino espiritual. 
    Otro aspecto significativo es el encuentro con Simeón y Ana. Simeón, un hombre justo y piadoso, había esperado toda su vida para ver al Mesías. Su alegría al reconocer a Jesús como la luz que iluminaría a las naciones nos recuerda la importancia de la esperanza y la paciencia en nuestra vida de fe. Ana, por su parte, representa la perseverancia en la oración y la devoción. Ambos personajes nos inspiran a mantener viva nuestra fe, incluso en tiempos de espera y incertidumbre.
    Además, la presentación de Jesús en el templo simboliza la revelación de Dios al mundo. Jesús es presentado como la luz que viene a iluminar a todos, lo que nos invita a reflexionar sobre cómo podemos ser luz en la vida de los demás. ¿Cómo podemos compartir el amor y la esperanza que encontramos en nuestra fe con quienes nos rodean?

    Este acontecimiento nos recuerda la importancia de la comunidad. La presentación de Jesús no solo es un acto familiar, sino que también se lleva a cabo en el contexto de la comunidad del templo. Esto nos enseña que nuestra fe se vive en relación con los demás, y que el apoyo mutuo es fundamental en nuestro camino espiritual. La obediencia, la esperanza, la luz que llevamos dentro y la importancia de la comunidad en nuestra vida de fe. Nos invita a abrir nuestros corazones y a reconocer la presencia de Dios en nuestras vidas y en las de quienes nos rodean.